jueves, 30 de abril de 2015

EL CABELLO DE LAS MOMIAS REVELA QUE COMÍAN LOS ARACAS HACE 2.000 AÑOS

Hace 90 años, el arqueólogo peruano Julio C. Tello descubrió la cultura paracas. Bajo las arenas de la costa  central halló fardos, textiles, ceramios, entre otros objetos, en unas cavernas funerarias.
Dos años más tarde, el científico realizó un importante descubrimientos que hasta la actualidad aporta información sobre la vida de los habitantes de esta cultura pre inca que se desarrolló entre el 700 a.C y el 200 d.C.
En las denominadas Paracas-Necrópolis de Warikayán se hallaron 429 fardos. De todos ellos, solo se han abierto 149 para investigación científica.
Así, expertos  usaron modernas técnicas  en bioarqueología y biogeoquímica para conocer con precisión cómo era la alimentación de los Paracas.
El estudio, que se publicó en la revista “Journal of Archaelogical Science, se centró en el análisis del cabello de 14 momias halladas por Julio C. Tello. Dicho trabajo se realizó en los laboratorios  de la Universidad Estatal de Arizona en los Estados Unidos. Al estudiar finalmente la queratina del cabello, a nivel de átomos (isotopos estables de carbono y nitrógeno), esta reveló que semanas o meses antes de su fallecimiento esas personas habían  consumido principalmente productos obtenidos del Océano Pacífico, como pescados y mariscos y cultivos como el maíz y el frejol.
Pero también se encontró, por algunas variaciones, que no todos esos individuos consumían lo mismo.
Uno de los puntos  resaltantes de este trabajo es la característica del cabello de las momias, ya que a pesar de haber sido enterradas hace 2.000 anos, el estado de conservación era óptimo.
“No es común  simplemente, porque en la mayoría de los sitios arqueológicos no se conservan  bien el pelo, pero en la costa de Perú el clima desértico es perfecto para la preservación de las momias.
Conocer la dieta de una población de la antigüedad  puede también  dar pistas sobre el estado de salud de esas personas, actividades principales (pesca, recolección, etc), e incluso sobre los viajes que realizaban.
En relación con las momias estudiadas, se halló que, a pesar de que eran geográficamente estables, realizaron viajes a las zonas altas, alejadas de la costa. Y a pesar de la lejanía, siguieron consumiendo productos marinos en cantidades importantes.
Otras investigaciones supondrían que la alimentación de los paracas se basaba en productos de mar, pero esta es la primera vez  que se demuestra, gracias al uso de nuevas herramientas de análisis. Cuando estas momias fueron descubiertas en 1927, estaban en posición sentada, envuelta en tejidos y rodeadas de artefactos como armas, joyas o vasijas.

La mayoría de las momias estudiadas fueron de sexo masculino, pero en un futuro se podría ampliar la investigación también a mujeres y niños.

miércoles, 29 de abril de 2015

LOS OSCAR SE OLVIDAN DE LOS DIRECTORES PERUANOS

Por segundo año consecutivo, un mexicano fue coronado como el mejor director de los Premios Oscar. Alejandro González Ináurri lo recibió por la película  ‘Birdman’’ hace dos días. El año pasado le toco a Alfonso Cuarón por ‘Gravedad’. Ambos premios muy merecidos en virtud a sus excelentes trabajos cinematográficos.
Mexicanos triunfando en la meca  del cine de masas. ¿Merito individual de insólitos genios, o la madurez de una industria nacional –la mexicana- que exporta a sus mejores talentos al mercado más competitivo del mundo? O ambos.
Para la prensa del espectáculo, este ‘efecto tequila’ no es casualidad. Se debe a una generación de talentos realizadores y técnicos que hoy frisan los 50 años y que se movieron juntos, digamos, en red, del D.F a Hollywood en los 90.
Los más notables, los mencionados Cuarón, González Ináuri y un tercero en cuestión, Guillermo del Toro- el del asombroso. ”El laberinto del fauno’, quienes ahora forman un combo conocido como ‘Los tres amigos”. De ellos se dice que pusieron nuevos límites a la tecnología en el cine, a su fotografía, a las formas en que sus historias estaban siendo contadas ‘”.
Sin embargo, el mérito no parece estar solo en los individuos o en los que hacen  desde los grandes, estudios. La producción en México creció del 63 filmes en el 2009 a 127 al año pasado. La asistencia casi se dobló en el mismo periodo y llegó a más de 25 millones de espectadores solo para películas nacionales en el 2014.
Reportes de toda Hispanoamérica dicen que el crecimiento de mercados locales e industrias nacionales no está solo al norte. La situación de auge se vive en casi todas las plazas en el continente, producto del ‘boom’ económico  y el florecimiento  de vigorosas audiencias locales ansiosas por disfrutar de sus propias realidades sociales en pantalla grande.
Ya en el 2013, por ejemplo, la revista ‘Variety’ de Estados Unidos informo que, por primera vez en la historia de las plazas más grandes del continente, sus respectivas películas nacionales tuvieron una participación de más del 0%  en total de la taquilla recaudada: Argentina (14.6%), Brasil (18.6%) y México (10.6%).
Para los peruanos, el esplendor del cine local no es extraño. La grata noticia es que en el 2014 se estrenaron 17 largometrajes en salas comerciales, 5 más que en el 2013 y 9 más que en el 212. La taquilla, según los propietarios de cines, crece a un ritmo de 12% anual. Calculan que el año pasado fueron 35 millones de espectadores y que cerca del 10% de ellos compro boletos para filmes hechos en casa.
Siendo esto así ¿ Entonces qué tan lejos  están los peruanos de acariciar la estatuilla del Óscar?.
Nuestra industria es pequeña. Crece, pero, aún es incipiente. No tenemos, asimismo, una red de profesionales en Hollywood. Pero talentos individuales como Claudia Llosa podrían hacer la diferencia.    

Mientras, lo que tendríamos que aprender de México es a contar historias universales. Nos va a costar un poco, pero ya estamos en el camino.     

domingo, 26 de abril de 2015

MANUEL GONZÁLEZ PRADA, VECINO DE BARRANCO

Barranco es el barrio cultural de Lima por excelencia, muchos personajes importantes  de nuestra literatura vivieron allí, como Manuel González Prada. Gonzalo Bulnes nos cuenta la historia del librepensador y poeta con el antiguo balneario limeño.

Barranco es un lugar que seduce a quien lo visita. Es un barrio de hermosas casonas, placitas y jardines que se muestran inalterables al paso del tiempo. Por su ambiente especial, muchos personajes se establecieron allí para disfrutar de sus paisajes.

Uno de ellos fue Manuel González Prada, una de las figuras más discutidas e influyentes de las letras y la política peruana a fines del siglo XIX y comienzos del XX. El ensayista vivió hasta en cuatro oportunidades en dicho balneario, revela Gonzalo Bulnes, quien publica su investigación en la revista Barranco, la ciudad de los molinos.

En este número especial dedicado al librepensador peruano, Bulnes nos presenta detalles poco conocidos de González Prada, fotografías inéditas –en una aparece al lado de Ricardo Palma, su más encarnizado rival–; y entrevistas que concedió a los entonces jóvenes José Carlos Mariátegui, Abraham Valdelomar, César Vallejo y Víctor Raúl Haya de la Torre.

Bulnes nos revela que la primera oportunidad en que González Prada se estableció en Barranco fue cuando era un joven limeño que gustaba pasar los veranos disfrutando del mar. En esa época (década de 1870), se hospedaba en la casa de Eduardo Lavergne.

"En las postrimerías de su juventud, solía disfrutar de los veranos barranquinos aprovechando las invitaciones de su gran amigo Eduardo Lavergne, destacado comerciante de origen francés que vivía en la calle Ayacucho", afirma Bulnes.

La segunda ocasión que vivió en Barranco fue en 1887, una fecha importante para el poeta limeño. Ese año se casa con Adriana de Verneuil y pasan su luna de miel en un rancho barranquino ubicado en la calle Olavide, en la actualidad avenida Bolognesi, esquina con la calle Manuel Segura. La casa ha sobrevivido al tiempo y conserva su construcción original gracias a la decisión de sus actuales propietarios.

Al poco tiempo, González Prada se muda a otro rancho, ubicado al lado de La Ermita. Desde este lugar, podía disfrutar de una hermosa vista del mar.

Luego de su estancia en Europa (1891-1898), el pensador anarquista retorna a Lima y se establece nuevamente en Barranco (1899) y se instala en un rancho ubicado en la Bajada a los Baños, a pocos metros del puente de Los Suspiros.

En este lugar, recibía a diversos personajes que llegaban para conocer a esta importante figura de la política y la cultura peruana, afirma Bulnes, y menciona entre ellos a Abelardo Gamarra.

"Quien no se perdía las tertulias literarias en casa de don Manuel era Abelardo Gamarra, a quien la mayoría de los asistentes solo lo conocían de nombre, mas no físicamente. Un día llegó el "Tunante" con su apariencia humilde, pero en tremendo contraste, el maestro González Prada al presentarlo al resto de sus amigos exclamó jubilosamente '¡Tengo el honor de presentar al señor don Abelardo M. Gamarra, honra y prez de las letras peruanas!'", apunta.

González Prada también le dedica elogios al barrio que lo acoge. Bulnes encuentra en los archivos históricos un artículo del maestro en el periódico Los parias, de enero de 1907, titulado El Barranco, donde expresa: "Cada vez que atravesamos las calles de esta risueña población nos vienen a la memoria los versos de Salvador Díaz Mirón: 'La flor en que se posan los insectos es rica de matiz y de perfume. Siendo el Barranco la flor de los balnearios limeños no podían dejar de acudir a él sacerdotes, monjas, beatos y beatas'".

Bulnes ha desarrollado una minuciosa investigación sobre González Prada. En la revista se publican las entrevistas que concedió a José Carlos Mariátegui, Abraham Valdelomar y César Vallejo; las impresiones de Víctor Raúl Haya de la Torre, que conversó en más de una oportunidad con el maestro.

También los discursos más famosos de González Prada, como el que ofreció en el teatro Politeama y en el teatro Olimpo; además de otros artículos sobre el ensayista firmados por Estuardo Núñez, Mariano Iberico, Guillermo Luna, entre otros.

Gonzalo Bulnes es un enamorado de Barranco, su barrio de toda la vida, y desde hace más de 35 años publicaba cada cierto tiempo su revista. El primer número apareció en 1974, cuando se cumplió el centenario de la creación política del distrito.

Reunir abundante material sobre Barranco lo animó a preparar otros números dedicados a personajes que vivieron en el balneario o tuvieron algún vínculo con este. Entre ellos figuran: Chabuca Granda, César Vallejo, José Carlos Mariátegui y otros. Un libro interesante con gran información.

LIMA VISTA POR DON PEDRO BENVENUTTO

VEN A LIMA Y LO VERAS
En 1932, Pedro Benvenutto Murrieta (1913-1978), un joven de 19 años, publicaba Quince plazuelas, una alameda y un callejón. Lima en los años de 1884 a 1887. Fragmentos de una reconstrucción basada en la tradición oral.

Cuando aparece este primer libro de Benvenutto, el Perú era una sociedad convulsa: gobernaba Sánchez Cerro y el país estaba enfrascado en una guerra civil; en julio de ese año, se había producido la sublevación de Trujillo contra el gobierno y la Universidad de San Marcos era cerrada, entre otras razones, por la propaganda "prosoviética" que salía de sus aulas. La crisis política, que se había iniciado dos años antes con la caída del gobierno de Augusto B. Leguía, había causado el cierre de revistas de larga tradición como el Mercurio Peruano y Mundial. Fueron quizá estas las razones para que el autor se propusiera llevar a cabo esta documentación "reporteril" -como la califica Luis Guillermo Leguía en la carta prólogo de la primera edición- de la ciudad de Lima, pero no de la convulsa ciudad del 32, sino la de 48 años atrás, la de los años de la posguerra, la de la ocupación chilena y la de la guerra civil entre Cáceres e Iglesias, tiempo de crisis similar a la que atravesaba el país en 1932. Para ello, Benvenutto elige el artículo de costumbres para reconstruir ese pasado, género idóneo para retratar a una sociedad en transición, pues fija su fisonomía en un momento de confusión y de cambio; por eso no es arbitraria la elección de los años de nuestra reconstrucción nacional luego de la guerra del Pacífico como el marco temporal para las narraciones que Quince plazuelas irá presentando a lo largo del recorrido por 18 plazas de Lima, por la Alameda de los Descalzos y por el callejón de Petateros. El narrador de Quince plazuelas, quien se califica a sí mismo de "curioso", es un personaje que escudriña con precisión admirable todo lo concerniente a la Lima pasada y la presenta incluso en sus mínimos detalles: desde la vestimenta que usan sus vecinos -por ejemplo, de Nicolás de Pando dirá que "en el 86 persiste en vestirse a la moda del 39 con levita color ciruela, pantalones muy estrechos, chalecos de casimira y zapatos de listón"- hasta la aparición de nuevas formas y hábitos de vida que surgen en ese momento, como el aumento del consumo de cigarrillos incluso por mujeres mayores para quienes "el humo del tabaco es un consuelo para las ancianas pobres y olvidadas por su parentela". La novedad que plantea Benvenutto consiste en elegir como tema principal, y que da título al libro, las plazuelas de Lima: espacios urbanos que actúan como ejes alrededor de los cuales se desarrollan determinadas actividades asociadas exclusivamente a dichos ámbitos: "Santa Catalina es populachera, militar y jaranista; La Recoleta, varia y abigarrada; San Carlos, alegre y cómica; San Pedro, comercial, abogadil y leguleya; las Nazarenas es una plazuela eminentemente religiosa y monástica". Quince plazuelas entronca también con el género de las guías de ciudad, pues a través de sus páginas el lector puede conocer la ubicación de las iglesias, de los hospicios, de las bodegas, de las tiendas, la calidad de las edificaciones, hasta el precio y situación de los restaurantes, en los que se pagaba en incas y en níqueles. La curiosidad de nuestro guía nos permite ingresar al monasterio de las Nazarenas, "cuyo interior apacible y recogido no es dado ver a los profanos, excepción hecha del médico y del confesor", pero que él no tiene reparos en describírnoslo con detalle. Siguiendo el tono costumbrista, Quince plazuelas presenta un rico mosaico de tipos, de personajes en los que se acumulan cualidades genéricas representativas de una clase social, oficio, profesión o comportamiento ético. Uno de los tipos corresponde a la "mestrita" de barrio: "Con el ceño fruncido, abriendo de vez en cuando, desmesuradamente los ojos bizcos para conseguir el silencio entre la chiquillería e investida de todos los atributos inherentes a su cargo: viejo libro en una mano, en la otra usada palmeta".
Para dar credibilidad a la descripción de esa "Lima pintoresca, fanfarrona, alegre y, a pesar de los tremendos desastres acabados de pasar, confiada", el joven autor utiliza un narrador-guía contemporáneo a los sucesos presentados: un limeño que ha sobrevivido a la guerra y que vive en la ciudad entre los años 1884 y 1887. Y, por si algún lector confundido identificara al autor con el narrador, Benvenutto pondrá la añoranza del pasado en boca de los guardianes de la calle Comercio, quienes son "ya entrados en años, ex policías o militares en retiro y casi siempre nacidos y criados en Lima; sus charlas, versan, pues, sobre el pasado, y sin conocer las coplas de Jorge Manrique, convienen con él en que fue mucho mejor que el presente". Atento a la creación de este narrador verosímil, durante el recorrido por las Quince plazuelas, Benvenutto deja caer, con aparente casualidad, comentarios que sitúan la narración en los años de la posguerra. Por ejemplo, al describir la Plazuela de San Carlos, mencionará que estamos en 1886 a través del comentario siguiente: "El teatro Politeama está en estos días de moda. Una compañía francesa de drama, la de Sarah Bernhardt, ha venido como dicen los elegantes, aunque mal hablados concurrentes, a 'sentar sus reales' en él"; tal fue el éxito de la actriz francesa que "el género blanco 'Tres pericotes' que vendía Jochamowitz, en Judíos lo llaman ahora donde W. Grace 'Sarah Bernhardt'". Un año antes, 1885, se había producido la revolución de Atusparia, también mencionada por el narrador quien alude a él como "el indio alzado hoy en rebeldía"; y al hablar de la Plazuela de San Pedro, aprovecha para nombrar a Ricardo Palma "que ahora con celo sin igual se ha dado a la tarea de pedir libros al mundo entero para su hija predilecta, la Biblioteca Nacional". Y en la sección dedicada a la Plazuela de San Juan de Dios, comenta el deceso de uno de sus vecinos: "ha muerto hace pocos días el ilustre historiador de nuestros primeros años republicanos y de nuestra guerra con Chile, don Mariano Felipe Paz Soldán". Esos "pocos días" se refieren al 31 de diciembre de 1886. Siguiendo la tradición costumbrista, la representación de Lima que hace Benvenutto no se limita a ser amable; por ejemplo, dirá que Lima es "digna rival de la arequipeña en cuanto se refiere a poner apodos" y lamentará la pérdida de libros de las bibliotecas conventuales debido a creencias populares: los "libritos del Evangelio (...) que se usan para colgarlos del cuello a los niños enfermos. Un librito de estos está constituido por trozos muy pequeños de hojas arrancadas a los Evangelios que forman un bodoque de tamaño como de una pulgada de largo por otra de ancho. (¿Cuántos preciosos y antiguos libros y breviarios, joyas apreciadas, tanto como deben serlo por los bibliógrafos habrán desaparecido mutilados por los irreverentes tijeretazos de las monjitas?)". El narrador de Quince plazuelas se adelanta así al cambio de fisonomía de la ciudad, que se iniciará con el proyecto modernizador de Nicolás de Piérola hacia 1895, que se propuso cambiar la imagen de Lima teniendo como modelo París, referente estético de lo que se consideraba una ciudad moderna en la época.

Detrás de la amena descripción de Lima, sus habitantes y costumbres, el narrador no deja de tener presente la tragedia de la ocupación por parte del ejército chileno. Así, las historias de cómo la ciudad sobrevivió a la ocupación aparecen entremezcladas con descripciones de la Lima de posguerra. Con la guerra, Lima sufrió una mutación: la ciudad estaba destrozada y muchas familias habían quedado en la ruina económica de la noche a la mañana. En ese contexto, Quince plazuelas tiene como protagonista a la clase media y representa la nueva configuración social y urbanística de la ciudad. También retrata a la nueva burguesía del comercio, conformada por italianos y chinos, comerciantes que están industrializando la capital y que reemplazan poco a poco a la antigua clase descendiente de la aristocracia. Sin perder el humor, el narrador no dejará de mencionar algunas argucias a las que recurrieron los limeños para salvar sus bienes del ejército invasor; por ejemplo señalará que en la esquina de la misma plazuela está "una suntuosa residencia con preciosas rejas de bronce, ocultas bajo una capa de pintura verde desde la ocupación de Lima por el ejército chileno". Y si considera que la fachada de la Universidad de San Marcos no tiene nada de particular, sí lo es el recuerdo de que "en los días de la ocupación chilena, la Universidad fue convertida en cuartel y los chiquillos, y también los adultos en reprimidas explosiones de furor antiaraucano, escribían en la pared del costado versos insultantes para los invasores". La pasión del joven bibliófilo se descubre nuevamente cuando comenta que en el Puente de Piedra, "ayer mismo encontramos en uno de los poyos dos muchachos que provistos de un enorme 'balay', de aquellos que usan las planchadoras, lleno de libros forrados en pergamino los ofrecían 'a un real' al escoger. A pesar de su baratura no encontraban compradores, nos acercamos a él y nos entretuvimos largo rato en examinarlos: libros místicos en su mayoría, varios escritos en latín, todos llevaban un sello de goma que decía 'Gris y Zavala. Compra y venta de libros' (...) y algunos además por un segundo sello que tenían indicaban su procedencia de la Biblioteca Nacional, destruida innoblemente por el ejército chileno de ocupación". Durante el recorrido por las plazuelas y calles de Lima, serán varias las ocasiones en que un determinado espacio sea identificado más que por el lujo de las edificaciones o por la idiosincrasia de sus habitantes, por los trágicos sucesos de la guerra. Por ejemplo, durante el recorrido por la Plazuela de la Salud aludirá a los "trágicos recuerdos en los días de la ocupación chilena", y contará que "durante la invasión chilena ciertos barrios como los de San Isidro y La Cruz se hicieron célebres por la encarnizada persecución que hacían sus vecinos a todo soldado chileno que caía por allí en tardes horas de la noche. Habiéndose repetido los asesinatos, el gobernador militar Patricio Lynch quiso suprimir estas manifestaciones de la indignación popular contra los invasores de una manera radical; para esto se apresó a varios sospechosos de esos barrios, se les quintó y fueron unos fusilados junto a la tornería de don Carlos el alemán, y otros en la pared fronteriza, ya para entrar en la calle de Bravo". Por el recuento hecho hasta aquí, se puede apreciar que la riqueza de Quince plazuelas, además de la calidad de la prosa y lo ameno de los cuadros, está en que recoge aspectos de la vida urbana y cotidiana que la Historia Oficial olvida. El recorrido por el que Benvenutto lleva a sus lectores, termina en esta nueva edición de Quince plazuelas con las fotografías del estado actual de los espacios descritos, que hacen que el nuevo lector pueda reconstruir con ayuda de este adolescente de inicios del siglo XX una Lima que continúa cambiando: de habitantes, de arquitectura, de costumbres. 

EL JIRÓN DE LA UNIÓN Y EL PALAIS CONCERT EN NUESTRA LIMA ANTIGUA

“El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, el Jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert soy yo”.
Abraham Valdelomar

Me recuerdo cuando en la época de vacaciones mi mamá, nos llevaba a mi hermano Eloy y a mí, nos llevaba a pasear al Jirón de la Unión, al centro de Lima. Para nosotros era un verdadero premio por habernos portado bien a lo largo de la semana. Después de pasear a lo largo de sus cuadras, y ver muchas tiendas, en aquella época elegantísimas, y donde se podía encontrar de todo, nos llevaba a tomar lonche al Haiti de la Plaza de Armas, al costado de la puerta del Palacio de Gobierno por donde entra la prensa. Para nosotros eran cosas nuevas, que no veíamos todos los días.

Otras veces teníamos que ver al dentista, y al salir de la consulta, nos invitaba a tomar lonche en un cafecito que se llamaba “La Gardenia”, en el jirón Moquegua, donde muchas veces esa cuadra estaba rodeada de patrulleros porque allí en frente tenía su oficina el gran intelectual, catedrático y político, el doctor Luis Alberto Sánchez, a quien muchas veces se le podía ver llegar en su carro y dirigirse a su despacho.

Muchos años después cundo ingrese a la Universidad Católica,  siguiendo la costumbre de todos mis compañeros, después de clase nos paseábamos por el jirón, para ver a las chicas que también “jironeaban” o tomaban deliciosos helados, en el Cream Rica, o en el Donofrio. Otros degustaban aquellos helados de crema que eran servidos por una máquina, que había importado un asturiano natural de Gijón. Ese era un gran negocio en los meses de verano, cuando el jirón era un hervidero de gente.

En los primeros años de la República, el Jirón de la Unión acogió restaurantes, tiendas de mercaderías importadas y joyerías. Ya se hablaba de ‘jironear’ porque la gente acudía ahí a pasear y visitar establecimientos.
En la actualidad  el Jirón  de la Unión,  es una calle peatonal ubicado en el Centro Histórico de Lima, Durante muchos años fue uno de los jirones más importantes de la ciudad, a menudo descrita como la más aristocrática, donde muchos de los ciudadanos más ricos de la ciudad se reunían. “El todo Lima se daba cita en el Jirón de la Unión”. Con el tiempo, a partir de los años ochenta, con el deterioro del centro de Lima, el Jirón de la Unión perdió su carácter aristocrático y se convirtió completamente comercializado, por la invasión de provincianos que montaron sus puestos ambulantes en pleno Jirón de la Unión.
Nos remontaremos a la historia del Jirón de la Unión, este fue construido por Francisco Pizarro en 1535 el año de la fundación de  Lima. Se encuentra en el lado este de la Plaza de Armas. Designó las calles de la capital, y el Jirón de la Unión recibió tal denominación el 28 de mayo de 1862, por decisión de la municipalidad de Lima. No fue hasta principios del siglo 20 sin embargo, que se le dio su nombre actual.

Antes de llamarse Jirón de la Unión, cada una de sus 11 cuadras llevaba un nombre por referencia a algún negocio o dependencia que allí se encontraba.
Durante la Colonia y hasta 1862, la cuadra 1 se llamaba Puente de Piedra por el puente que unía Lima con el barrio de ‘Bajo el puente’ (actual Rímac). La cuadra 2 se llamaba Palacio por el Palacio de Gobierno. Las otras eran las cuadras 3 (Portal de Escribanos), 4 (Mercaderes), 5 (Espaderos), 6 (La Merced), 7 (Baquíjano), 8 (Boza), 9 (San Juan de Dios), 10 (Belén) y 11 (Juan Simón).
En 1535, el fundador de Lima, Francisco Pizarro, designará como lote en esta calle para contener la Municipalidad; que en la actualidad se encuentra en el mismo lugar. 
En 1862, con la adopción de un nuevo sistema de nomenclatura, el Jirón dejó de ser el eje sobre el que se planeó en la ciudad. Por lo tanto, las calles que se cruzan con el Jirón de la Unión tenían dos nombres distintos, uno por su lado oeste y otro para el este.
Al inicio de la época republicana, el Jirón de la Unión desarrolló varios pubs y restaurantes, así como tiendas y joyerías de bienes importados. Esto causó limeños de clase alta a frecuentar esta calzada. Hasta la década de 1950, el término fue utilizado irse un jironear al llegar a la calle en ropa de vestir. En este momento, los ciudadanos de Lima a los niveles culturales, políticas,  artísticas y sociales más distinguidos se podían encontrar en varios cafés de la calle. A medida que el escritor peruano Abraham Valdelomar dijo una vez: "El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, el Jirón de la Unión es el Palais Concert, y yo soy el Palais Concert". Esta frase bien refleja el impacto que esta calle tenía en los aspectos económicos y sociales de la vida cotidiana de la ciudad.
En 1870 acogía al Club Literario, adonde concurrían grandes escritores como Ricardo Palma y Manuel Gonzales Prada, tanto así que el Jirón de la Unión era el centro de la cultura.
Después de la intersección con la avenida Emancipación, el séptimo bloque es la ubicación del Palais Concert ya demolido, que actualmente es un establecimiento comercial. Después de este bloque, el Jirón se compone de casinos y máquinas tragamonedas, así como restaurantes de pollo. La novena cuadra de su casa a un Cineplanet y las galerías comerciales de la Via Vento y Boza que están deteriorados y semivacant. Las primeras escaleras mecánicas que se tuvo en el Perú se construyeron en Boza en la década de 1960. En este bloque existen salones de tatuaje y perforación tiendas comienzan a aparecer con mayor frecuencia. Anteriormente, esta fue la ubicación de la sede del diario La Prensa hasta que se cerró en la década de 1980.
Al final del Jirón de la Unión al lado este de la Plaza San Martín y pasa por el Club Nacional y el Hotel Bolívar. 
Los bloques  décima y undécima cuadra son los menos atravesado de cualquiera de los otros bloques, y hay una mayor cantidad de restaurantes y agencias de viajes. El Edificio Rímac se encuentra en la última cuadra del Jirón de la Unión que marca el comienzo de la Avenida Roosevelt al este, Bolivia al oeste, y el inicio del Paseo de la República autopista y el Paseo de los Héroes Navales.
Actualmente, el Jirón de la Unión ha vuelto a ser un centro comercial sin embargo, ha perdido mucho de su carácter aristocrático. El último cambio que se ha realizado es la demolición de los bancos de hormigón colocados en la década de 1970 que se construyeron con la intención de peatonalizar la calle. Estos han sido reemplazados con nuevos bancos inscritos con el escudo de armas de cada uno de los diferentes departamentos del Perú .

El Palais Concert  fue un célebre café-cine-bar ubicado en la esquina del Jirón de la Unión yel antiguo Jirón Cuzco (hoy Emancipación). La firma de ingenieros que lo construyó fue la del célebre ingeniero y arquitecto francés Gustave Eiffel, cuya torre emblemática en París que lleva su nombre fue la edificación más importante en el mundo a finales del Siglo XIX. El Palais fue importante por reunir a la sociedad intelectual de la ciudad de Lima, representada en la persona del escritor Abroham Valdelomar quien se le adjudicaría la creación de la frase que formaría parte de la tradición oral limeña, aunque no exista una fuente escrita que señale que él la pronunciase.
El Perú es Lima, Lima es el Jirón de la Unión, el Jirón de la Unión es el Palais Concert y el Palais Concert, soy yo.

El Palais Concert (antes Casa Barragán) fue mandado a construir por Genaro Barragán Urrutia, acaudalado hacendado; tenía por objeto construir uno de los edificios más lujosos de Lima. En el primer piso se levantó la Confitería-Bar y en el sótano una gran sala que albergaba un teatro y uno de los primeros cines de Lima; el segundo piso era la residencia de la familia Barragán. El martes 29 de febrero de 1913, a las 6 de la tarde, en el local de la esquina de la antigua calle Baquijano, se inauguró el Palais Concert, como imitación del Café de la Paix de París
Hecho a todo lujo y gusto, esta confitería y bar tenía cine, teatro de variedades y una orquesta femenina compuesta por señoritas que tocaba valses vieneses. La decoración era extraña para los limeños de entonces: profusión de luces eléctricas, espejos en las columnas y paredes, lunas en blanco y amarillo que separaban los ambientes, puertas y ventanas con lunas vitró, escaleras de mármol y palcos bien alumbrados.
La ceremonia de inauguración estuvo presidida por el entoncesalcalde de Lima Nicanor Carmona Vilchez, quien después de pronunciar un breve discurso brindó con champán. El local, con sus modernas máquinas, fabricaba sus propios helados, pastas y confituras. Desde el día de su inauguración, el local se convirtió en el principal punto de encuentro de la sociedad limeña y su aforo era desbordado cuando se recibía el Año Nuevo. Según la revista Variedades, la pobre "vida nocturna" de entonces mejoraría notablemente con la apertura del Palais Concert, lugar de encuentro social e intelectual de Lima.
De un estilo afrancesado,, el Palais Concert sirvió como punto de reunión del Grupo Colónida, agrupación de literatos liderados por Valdelomar que editaron la Revista Literaia Colónida, que fuera calificada por el importante escritor José Carlos Mariátegui como "vagamente iconoclasta, imprecisamente renovadora". Asimismo, José Carlos Mariátegui y César Vallejo fueron otros de los escritores que frecuentaban el Palais Concert. Su ubicación, justo enfrente de la llamada "Casona Jiménez" en el Jirón de la Unión  -que fuese declarada monumento (Resolución Ministerial-0928-ED del 23 de julio de 1980)-, propició asimismo numerosos encuentros de carácter social entre los intelectuales en dicha casona, todos amigos y colaboradores del periodista y luego diplomático consular Carlos Pérez Cánepa, , quien en aquel entonces ahí vivía con su esposa, su suegra y las hermanas y tías de ambas, todas a su vez sus propietarias. Carlos Pérez Cánepa fue fundador y dueño de los semanarios de publicación nacional "Suramérica" y "Lulú", en cuyas páginas publicaron los escritos de todos los intelectuales ya mencionados, a saber, Valdelomar, Mariátegui y Vallejo, así como Leonidas Yerovi (fundador del semanario cómico Monos y Monadas), el poeta José Santos Chocano y otros escritores de la época.
En los últimos años, el Palais Concert dejó de ser un lugar cultural para pasar a ser comercial, pues en él se instalaron tiendas, pollerías, zapaterías y hasta una discoteca la cual fue clausurada en 2009.
En el año 201, una  tienda detallista chilena afirmó invertir $8 millones en el proyecto de reacondicionamiento de los ambientes del celebérrimo local y posterior compra de mercadería para convertirla en una tienda por departamentos.
Desde abril de 2011, un grupo de activistas, tras registrar en video el inicio de las obras de construcción de Ripley sin tener el proyecto aprobado, en acción de protesta creó un colectivo llamado Red de Patrimonio Cultural que a través de su iniciativa Salvemos el Palais Concert  busca concientizar a la ciudadanía sobre el valor intrínseco y el significado de este monumento para la historia del Perú. Por otro lado, proponen que el Palais Concert sea destinado como lo que fue originalmente, un centro de cultura y arte para el Centro Histórico de Lima.



sábado, 25 de abril de 2015

LA LLEGADA DEL CINE AL PERU

Hace unos días leía en un diario peruano que en el año de 1895, el gobierno de Nicolás de Piérola sentaba las bases de la República Aristocrática, y con ella la recuperación económica  e institucional del país luego de los años  que siguieron a la derrota  en la Guerra del Pacífico. Ese mismo año, llegaban a nuestra capital las noticias sobre el cine, inventado paralelamente  por Thomas Alva Edison en Estados Unidos y por los hermanos Louis y Auguste Lumiere en Francia.
Según Ricardo Bedoya, el kinetoscopio de Edison llegó a Lima el 24 de mayo de 1895. Al día siguiente en el Jardín  de Estrasburgo, una confitería ubicada  donde se encuentra en la actualidad el Club de la Unión en la Plaza Mayor, se hizo la presentación oficial del aparato. Se trataba de una caja de madera que permitía, por unos centavos, lä visión individual’’ de filmes cortos. Muy pronto el kinetoscopio se integró en las actividades de la ciudad. La sociedad geográfica de Lima y la Casa Courret, por ejemplo, abastecieron con vistas de diversas regiones del Perú a estas cajas de luz. Se convirtió en una atracción dominguera ir a ‘’conocer’ nuevos territorios del país.
La primera función pública de cine se llevó a cabo  el sábado 2 de enero de 1897, también en el Jardín de Estrasburgo. El aparato usado esta vez fue el vitascope, patentado por Edison. La función a la que asistieron el presidente Piérola, ministros de Estado e invitados especiales, duro dos horas y se inició a las nueve de la noche. El diario el Comercio en su edición del 4 de enero, publicó una amplia crónica del gran suceso, como que un fonógrafo – también invención de Edison – se instaló cerca del proyector para acompañar con música las imágenes.
Poco después  finales de enero de 1897, llegaron a Lima, dos representantes de los hermanos Lumiere, quienes trajeron el cinematógrafo, que había sido presentado por primera vez en Paris el 28 de diciembre de 1895. Era un aparato tomavistas y proyector que, luego de ser exhibido para la prensa en algunas reuniones privadas dio, por fin, su primera reunión publica en el
Jardín de Estrasburgo el 2 de febrero. La función consistió en 20 vistas, que incluyeron la llegada del tren, filmada por los Lumiere en 1895.
Las crónicas de la época  subrayan  como el público comprobó las ventajas del aparato de los Lumiere frente al vitascope de Edison. El formato de las imágenes era más amplio y la sucesión de vistas era más clara. Además, si aquella generación de la República Aristocrática miraba a Europa como ‘norte’ cultural no fue  difícil la gran acogida que se dio al novísimo aparato, proveniente del sonado Paris, que mostraba los cafés de los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo o la Torre de Eiffel.
Al resto del país, el cine llego primero a los puertos y de allí a través  de las líneas del ferrocarril a los pueblos, haciendas y centros mineros. Su difusión  la ejercían  empresarios  relacionados con las casas de Edison o de los Lumiere, así como por compañías circenses  que habían adquirido un proyector y utilizaban sus carpas para montar l espectáculo. Era un cine mudo  e ‘’ítinerantes” que debía competir con el teatro y la ópera, tan arraigados desde los tiempos virreinales.
Cabe anotar que un anónimo operador filmó hacia 1899, las primeras vistas del Perú, exhibidas en el teatro Politeama de Lima, el 23 de abril. Eran veinte, entre las que se encontraban  tres llamadas ‘la catedral de Lima’, ‘camino a la Oroya’ y Chanchamayo”. Quizás estas fueron las primeras imágenes de la geografía  de nuestro país, proyectadas por un aparato cinematográfico.
Como sostienen os testimonios recopilados por Giancarlo Carbone en su libro “El cine en el Perú: 1897-1950, 1991) el cine ayudo a ensanchar el horizonte cultural de los peruanos: introdujo nuevas costumbres y ayudó a trastocar la antigua moral social. Asimismo, presentó las noticias que cambiaban el rumbo político del mundo y, especialmente, inyectó una modernidad en una sociedad  que, a pesar de vivir el cambio de siglo parecía aún estancada  en los tiempos virreinales.

Con los anos, en suma, bajo el signo del cine, hemos transformado nuestra cultura construyendo nuestro imaginario y nuestros sueños.

viernes, 24 de abril de 2015

EL BARRIO DE LA VICTORIA EN LA HISTORIA DE MI VIDA

Desde que era un niño, cuando estábamos de vacaciones mi papá me llevaba a la tienda de la avenida Graú, donde por aquellas épocas estaban todos los establecimientos que vendían repuestos y partes para los carros. En esas tres primeras cuadras de la avenida Graú, se encontraban repuestos para todos los carros de distintas marcas que había en el mercado.  
Siempre tuve mucha inquietud y curiosidad por qué ese distrito se llamaba La Victoria, ahora, después de leer y rebuscar datos de este antiguo distrito, que fue pablándose y haciéndose realidad después de que fue demolida la muralla construida durante la Colonia,  que rodeaba  nuestra antigua Lima de los ataques de los piratas, corsarios y filibusteros. Al ser desmantelada  la muralla, dio paso a la expansión y progreso de la capital.
El  distrito de La Victoria es uno de los 43 que forman parte de la provincia de Lima Metropolitana. En la actualidad, La Victoria se está convirtiendo en zona financiera, más importantes de la capital. Varias empresas comerciales y de transporte terrestre ubican sus sedes en esta zona.
La historia de la Victoria nos permite observar cómo fue la expansión urbana de Lima, sobre las zonas agrícolas de la ciudad. Está localizado en la parte central del área consolidada de la ciudad. Limita por el norte con el Cercado, El Agustino, por el oeste con Cercado y Lince, por el sur con San Isidro y por el este con San Borja y San Luis.
Las vías principales de este distrito son la avenida Manco Cápac (la más antigua del distrito), donde se encontraban importantes ferreterías, que abastecían a casi toda la capital. La avenida México y Parinacochas (en la actualidad por la  venta de repuestos para carros), la avenida Iquitos, la avenida 28 de julio, la avenida Aviación, la avenida Nicolás Arriola, la Avenida Canadá,  parte de la Carretera Central, parte de la Autopista La Circunvalación y el jirón Agustín Gamarra (por su venta en la industria textil).
Este distrito fue creado en el año  1920 (cuando gobernaba el Perú Don Augusto B. Leguía), pero guardaba ya desde épocas anteriores, anécdotas y relatos que contar, hechos que permitían a La Victoria apropiarla de una tradición histórica muy rica, inclusive mucho antes de su creación como distrito capitalino.

Toda el área que ocupa en la actualidad este distrito correspondía al fundo "La Victoria", cuya propietaria era doña Victoria Tristán, esposa del Presidente Don Rufino Echenique. Estas tierras, antes de la creación oficial del distrito, eran ampliamente conocidas como la Villa Victoria, en honor justamente a esta dama de renombre. Doña Victoria era hija del reconocido y poderoso don Pío Tristán y Moscoso, tío de la eminente escritora y luchadora social franco peruana Flora Tristán. La esposa de Don Rufino tenía en estos lares una vasta residencia con varios salones y un hermoso patio, en cuyo centro se erguía un soberbio pino australiano, que se podía avizorar desde muy lejos. Su casa-hacienda estaba situada aproximadamente en lugar que hoy ocupa el teatro La Cabaña, en el Parque de la Exposición. 

Con motivo de la elección de Don Rufino Echenique como Presidente de la República, su esposa resolvió dar un baile que marcara época. Se cuenta que en aquella fiesta hubo invitadas que lucían noblísimas joyas de mucho dinero. Tal es así que la narra una tradición de don Ricardo Palma, quien por cierto asistió a esta inolvidable fiesta en la casona de doña Victoria, relata con exquisitos detalles la magnificencia, boato y esplendor del muy famoso baile que se desarrolló en la noche del sábado 15 de octubre de 1853.

El ilustre tradicionista describe el lujo deslumbrador e insultante de muchas damas limeñas que se habían enriquecido por los favores políticos de 'La Consolidación' (beneficiados con el pago de la deuda interna). Lucían alhajas, piedras preciosas, collares de perlas, brillantes y rubíes; mientras que la anfitriona mostraba, con modestia y buen gusto, solamente algunos sobrios adornos de plata. Desde los días anteriores al gran sarao se agotaron todas las flores de los jardines limeños. Se tendió una alfombra roja de aproximadamente cincuenta metros de extensión y, a sotavento, se colocaron unos barriles con brea para proteger, con el humo que producía, la 'toilet' de las damas de la tierra que levantaban los carruajes que conducían. Pues bien, el baile resultó impresionante y por muchos años se habló del 'Baile de la Victoria'.

Los nuevos urbanísticos del nuevo poblado fueron realizados, por encargo del Gobierno, por el constructor Enrique Meiggs, después de haber dirigido el derrumbe de las viejas murallas que rodeaba el Cercado de Lima construidas en la Colonia. En la construcción de calles y veredas intervinieron la Compañía Urbanizadora de Mariano Felipe Paz Soldán y la Compañía Urbanizadora La Victoria. Afuera de las murallas se ubicaban algunas casas que, con esa modificación, dieron más posicionamiento al barrio de La Victoria. Una de las primeras vías establecidas en dicho barrio fue la vía que actualmente es la avenida Manco Cápac, nombrada así en honor a Manco Cápac, primer emperador inca del Tawantinsuyo.

"Diferentes linajes, el mismo país". La plaza Manco Cápac lució dos monumentos a lo largo de su historia: en un inicio, un peculiar monumento de Leguía. Luego del gobierno del Oncenio, se lo cambió por uno del inca.

En ese entonces, los predios de La Victoria pertenecían al distrito de Miraflores, hasta que en 1920 el Presidente Augusto B. Leguía anuncia su creación como distrito. La Victoria ha sabido convocar en su seno, por ejemplo, a inmigrantes extranjeros, en especial, representantes de la colonia italiana, en los dorados años 20. Por los años había importantes heladerías de italianos, donde por las tardes los días domingos y festivos, se llenaban de familias que iban a degustar los deliciosos helados al estilo meridional.
"Durante los años 30, la reacción de los grupos oligárquicos frente a la coyuntura de convulsión social y política desatada por el aprismo y el comunismo fue la de una política que combinaba la represión militar y un activo paternalismo asistencial como mecanismos para "desmovilizar" a los grupos populares; esa fue la política que intentó impulsar Sánchez Cerro (su asesinato, en 1933, frenó este proyecto) y la dictadura del general Benavides, entre 1933 y 1939. En esta década, se construyeron más de 4 mil unidades de vivienda para los obreros, como parte sustancial de este plan por neutralizar la violencia social" (Orrego 2005). Así como en el Callao, Rímac, en La Victoria, en efecto, se desarrolló un plan de construcción de vivienda para obreros. Con la construcción de barrios obreros en La Victoria y en otros distritos se esperó satisfacer los pedidos de los cientos de trabajadores.

El historiador Juan Luis Orrego, manifiesta que "el Barrio Obrero de La Victoria tenía 60 casas en un terreno situado en las inmediaciones de la Escuela de Artes y Oficios (Hoy Politécnico José Pardo), entre los jirones Andahuaylas, García Naranjo, 28 de Julio, Obreros y el antiguo callejón de la Huerta de Mendoza. Contaba con campos deportivos, piscina, agua potable y parques". Algunas unidades vecinales se llamaron 'Matute' (ubicado a los alrededores del Estadio Alejandro Villanueva y 'El Porvenir' (zona del conocido mercado).

La Victoria siempre ha tenido la fama de ser un distrito peligroso, debido a los elevados índices de criminalidad y decadencia que sufre el lugar, especialmente en la parte norte del distrito (que colinda con el Cercado de Lima, El Agustino y San Luis), tiene gran empuje comercial, como Gamarra y La Parada, y muestra en la parte sur un carácter más residencial y menos peligroso. En este último sector se halla la huaca Santa Catalina (propia de cultura ichma), lo cual evidencia que en La Victoria también se ubicaron las viviendas y lugares de culto de nuestros antepasados.

La Victoria en la actualidad, más que un distrito, es un hogar para muchas personas que intentan cada día alcanzar sus sueños de prosperidad. La ahora llamada "Rica Vicky" acoge a una gran cantidad de provincianos.
 Además, en La Victoria se encuentra el emporio comercial e industrial conocido como el “Emporio Textil de Gamarra”,  por ubicarse principalmente en el jirón de ese nombre. Gamarra es sede de la mayor industria textil de Lima y todo el país,  y cuenta con varias tiendas, centros comerciales y talleres donde se confeccionan todo tipo de vestimentas. En sus inicios los locales se encontraban únicamente en las cuadras 5 y 6 del jirón Agustín Gamarra pero actualmente ocupa casi ocho manzanas colindantes.
También funciona, en la zona denominada La Parada, el Mercado Mayorista de Lima y el Mercado de Frutas,  tratan diariamente de conseguir el deseo de toda su vida: una mejor vida, quizás, o una educación competitiva para sus hijos. En esa zona existe  además de un refugio para desvalidos: "Hogar de la Paz" administrados por las hermanas seguidoras de la Madre Teresa de Calcuta.
 De La Victoria tradicional queda algunos rezagos, algunas casonas y quintas, además de callejones. Lo que si es que hay que tener cuidado, lastimosamente, para caminar entre estas zonas de vistosidad arquitectónica e histórica.
Entre sus más importantes centros educativos se encuentran los colegios nacionales Pedro A. LabartheFelipe Santiago Salaverry e Isabel La Católica en Matute. El Primer colegio nacional antiguamente llamando Nuestra Señoras de Las Victorias De Mujeres y el colegio de varones José Granda, que en la actualidad se conoce con el nombre de  1110 República De Panamá que se encuentra alrededor de la plaza Manco Cápac, es el colegio más más antiguo de todo el distrito; y los particulares como el América de La VictoriaSan RicardoReina de las Américas (Balconcillo), Parroquia de San Norberto, (consagrado el 15 de julio de 1963, en la urbanización Santa Catalina). Nuestra Señora del Pilar (Santa Catalina). También se encuentran la Escuela Académico Profesional de Obstetricia de la Facultad de Medicina de San Fernando de la UNMSM, el Instituto Tecnológico José Pardo, El Edificio Principal de El Instituto Peruano De Energía Nuclear y el Instituto de Artes Gráficas.
Su templo católico principal es el de Nuestra Señora de las Victorias, ubicado, al igual que el local de la municipalidad distrital, en la céntrica plaza Manco Cápac, cuyo monumento fue donado en 1926 por la colonia japonesa con motivo del centenario de la independencia del Perú. Cuenta además con otros templos como los de San RicardoSan Antonio María ClaretNuestra Señora del Buen ConsejoNuestra Señora de Guadalupe en Balconcillo.
El antiguo Hospital Obrero, hoy conocido como Hospital Guillermo Almenara Irigoyen, perteneciente al Seguro Social del Perú ESSALUD, se halla ubicado en la sexta cuadra de la avenida Grau.
También desde hace muchos años se construyó en la tercera cuadra de la avenida Graú, el Hospital Graú, que atiende a muchos asegurados de la zona.
Recordando un poco de historia La Sociedad Italiana de Beneficencia de Lima (SIBA) es la primera institución creada por inmigrantes italianos en Perú. Fue fundada en marzo de 1862, al año siguiente de haberse proclamado el Estado de Italia. Sus objetivos eran los de socorrer a los socios en caso de enfermedad, invalidez, y acudir a los necesitados.  
En sus primeros años de funcionamiento, la Sociedad no contaba con establecimiento propio para dar atención a enfermos. Los asistía mediante el concurso de médicos, el más importante de estos médicos fue Juan Copello. 
En 1881, como consecuencia de la ocupación de Lima, la Sociedad decidió abrir un Hospital provisional, al que se dio el nombre de “Vittorio Emanuele II”, el entonces rey de Italia.  Su primer director fue el  médico Pietro Bertonelli. En ese año el número de socios se elevó a 1,300.
En los años siguientes el Hospital fue trasladado a una sede definitiva, la cual se construyó entre la esquina de la avenida Abancay y la Avenida Graú. Y cuya primera piedra fue colocada el 20 de setiembre de 1884. La construcción demoró 8 años, pues fue inaugurado el 2 de junio de 1892. A fines de la década de 1890 la administración del Hospital fue confiada a las monjas de la congregación de las Hijas de Santa Ana. 
El Hospital Italiano fue  uno de los mejores establecimientos médicos de Lima. Tuvo entre su personal a destacados médicos, entre los que destacaron Agnoli, y Esteban Campodónico, quien ocupó el cargo de director por 30 años (desde 1909 a 1939). En 1958 el Hospital Italiano dejó de funcionar, fue reemplazado por la “Clínica Italiana”, situada en el barrio de San Isidro,

Es un distrito populoso donde se albergó la antigua clase obrera en las primeras unidades vecinales de Lima, las cuales se llamaron El Porvenir y Matute. En este último barrio se encuentra el estadio Alejandro Villanueva,  la sede deportiva del Club Alianza Lima

jueves, 23 de abril de 2015

PUNTA SAN JUAN, PARAISO DE PINGÜINOS

PUNTA SAN JUAN, EN MARCONA, PARAISO DE PINGUINOS

En Nazca llueve, algo bastante inusual (salvo en este verano loco). Las nubes grises inundan y persiguen todo el desierto y por breves y perfumados valles hasta tomar el desvió a Mancora. Esta ciudad era una apacible caleta de pescadores cuando en 1870, el sabio Antonio Raimondi dio a conocer  un gran depósito de hierro en sus pampas. Por eso es llamada ‘la capital  del hierro”, aunque también es conocida como cuna del pingüino de Humbolds, ya nos enteraremos por qué.
Uno se puede bañar en Playa Hermosa, frente a las casas más hermosas de Marcona. Después uno se puede internar y pasear por las calles hasta toparnos con el muro que encierra a Punta San Juan. Al interior se abre un prodigioso universo natural de apenas 54 hectáreas se despliegan acantilados, cuevas y una veintena de playas que sirven de refugio a inmensas colonias de lobos marinos, pingüinos, nutrias, guanayes, piqueros, zarcillos, pelicanos y gaviotas.

Uno e puede asomar por un barranco para apreciar la fauna del lugar marino costero más productivo del mundo. Más allá de los islotes repletos de lobos, raudos delfines se divierten  corriendo olas. Incluso, a simple vista, pueden verse ballenas jorobadas, cachalotes y hasta orcas. Pero, sin duda, las estrellas son los pingüinos. Cinco mil de ellos  habitan en Punta San Juan , la mitad del total nacional. La resta National Geographic y la BBC han acdido a esta reserva  para retratar a los “pingüinos del desierto”’, ave normalmente asociada a los lejanos  hielos australes.

LOS CARNAVALES EN NUESTRA LIMA ANTIGUA

Estoy en Lima en este febrero y se me viene a la memoria los carnavales de antaño, ya ahora no existen. Días después en una reunión con varios compañeros de mi colegio, surgió el tema de los carnavales y otro anuncio que los carnavales ya no existían, refiriéndose probablemente a la imagen que él tenía en la cabeza de sus febreros hace más de cincuenta años, cuando esta Lima era otra y los carnavales también. Sin embargo los carnavales están vivitos  y coleando, por ejemplo en el interior del país.
En muchas oportunidades se han hecho investigaciones sobre los carnavales en Latino américa, que los hay desde modestos y casi desconocidos hasta los más publicitados y encontré similitudes estilísticas y de carácter que me permitieron agruparlos en dos categorías geográficas: los carnavales de la costa y los carnavales del interior.
Los de a costa pueden agruparse en Río, Salvador, Buenos Aires, Corrientes, Gualeguaychú (estos últimos, aunque al interior de la Argentina, son la excepción a la regla, pero están conectados por ruta fluvial a la costa), Montevideo, Barranquilla, República Dominicana, Carúpano, Valparaíso, Las Tablas, Veracruz, entre otros menos conocidos. Los ejemplos de los carnavales del interior están en Juliaca, Ayacucho, Cajamarca, Jujuy, Pasto, Riosucio, El Callao (Venezuela), Tarija, Oruro, Ambato y Tlaxcala.
Los carnavales de la costa, por el tráfico de esclavos y u permanencia en las partes bajas, tienen una mayor amalgama negra, su ánimo es más sensual y tienden a la desnudez, a mostrar más carne. Son igualmente más cosmopolitas, atentos y permeables a recibir más influencias externas. Mutables y cambiantes, se adaptan a las exigencias  de una urbe y sus reglamentos. Los carnavales del interior, por el contrario, tienden mostrar menos cuerpo (quizás también por el clima) aunque últimamente las faldas se vayan haciendo más pequeñas cada vez. Hay una mayor utilización de la máscara como exteriorización de lo interior, es decir, es un carnaval que expresa un estado interno del alma. En estos carnavales se muestra una conexión  más evidente con el pasado prehispánico  en sincronía con el presente, el respeto por el entorno que habla y se manifiesta (fauna, flora, ecología, fenómenos naturales) y una muestra de comunión y solidaridad estableciendo nexos con los integrantes de la comunidad para fortalecer el carácter grupal de sus sociedades. Se nutren de una inmutabilidad del tiempo, un tiempo cíclico, como lo que propone el mismo carnaval.
La comunión de ambos está en la alegría, la música, el trastrocamiento del orden y las jerarquías sociales. Esta clasificación no es mutuamente excluyente, hay elementos que se traslapan  entre sí, es decir, un carnaval costeño puede tener elementos mágico agrarios también, así como tradiciones que se mantienen en el tiempo, a la misma vez, un carnaval del interior puede tener influencia de la sexualidad propia del carnaval costeño.

¿Y en Lima? Lejanos el son de los diablos, los papahuevos, los carros de Leguía, los bailes de Barranco…es verdad, no existe el carnaval.

LAS ANTIGUAS RETRETAS EN NUESTRA LIMA DE ANTAÑO

En una época en que aun el cine no había llegado a la ciudad de Lima, y las noches apenas eran alumbradas por lamparas de gas en las principales calles y plazas de Lima, un entretenimiento importante para los vecinos de la ciudad fueron las retretas, representaciones musicales efectuadas por las bandas militares y que generalmente se daban los sábados y domingos en los parques centrales y en la Plaza de Armas.
Eran famosas a inicios del siglo XX, la retreta de la Plaza Santa Ana -hoy Plaza Italia- dada por la Banda de Gendarmes (que después seria la Guardia Republicana), que bajo la dirección del conocido maestro José Libornio Ibarra, llego a contar hasta con 150 músicos. También estaba la de la Plaza de Armas, dada por la misma banda. Las del Paseo Colón, dada por el regimiento de infantería acantonado en el Fuerte de Santa Catalina, y que desde su ingreso al Paseo Colón por la Avenida. Graú, anunciaba su proximidad mediante los acordes de una marcial marcha militar.

Las del Malecón de Chorrillos dada por la Banda de la Escuela Militar. Las del Parque Municipal de Barranco, dadas por la misma banda; las de la glorieta del entonces Parque Central de Miraflores, muy de tarde en tarde y las de La Punta, ofrecidas por la Banda de la Escuela Naval o por la de la Artillería de Costa, del Callao. En la Plaza del Ovalo en el Callao, también se daban retretas aunque un tanto esporádicas.
Lo curioso en las retretas era que las muchachas daban vueltas a las plazas, plazoletas o parques, en un sentido, mientras que los hombres lo hacían en sentido contrario. Desde luego, cuando el intercambio de miradas había sido lo suficientemente "correspondido" se producía la conversación y luego ya, las parejitas se paseaban juntas, mientras los amigos comentaban "ya tomo viaje" o "ya se enganchó a la locomotora" (expresiones de la época).

En Barranco, las parejitas solían sentarse en un lugar situado frente a la Municipalidad, en el que frondosos árboles impedían que la "impertinente" luz eléctrica dejase pasar sus rayos luminosos. A este lugar se le dio el nombre de "camotal" y no son pocos los abuelitos que iniciaron sus amores en este romántico lugar. 

En Chorrillos, el lugar preferido era el entonces elegante Malecón. Las familias cuyas casas miraban hacia este, "recibían" en las noches de retreta, a sus amistades y cuando ya la banda se retiraba, se servia el clásico chocolate para dar lugar a que la tertulia continuase.
En el Paseo Colón, a principios del siglo XX, los caballeros solian dar vueltas luciendo hermosos y briosos caballos. Posteriormente, en este mismo lugar, las retretas daban lugar al mismo sistema carrousel de las parejitas, como se explico lineas arriba.

La remodelación de la mayoría de parques, del Paseo Colón con el corte para la avenida Wilson y la supresión de lugares destinados a las bandas militares, dio lugar a que las retretas pasaran al recuerdo y se perdiese esa costumbre tan llena de encanto y de muchos recuerdos para los limeños de antaño.

Pero también las retretas fueron recordadas por mucho tiempo por un suceso trágico ocurrido en una de ellas, y que motivo hasta la intervención del Congreso de la República y fue muy comentado durante años.
Sucedió en el Parque Municipal de Barranco. El Sr. Guillermo Porras (padre del historiador Raúl Porras Barrenechea) había ido al parque de Barranco a guardar una banca para que su esposa e hijos pudieran oír cómodamente la retreta ofrecida por la banda del Colegio Militar de Chorrillos. Se le acercó entonces Arturo Campo y  Plata con su esposa y le hizo conversación. En determinado momento, la esposa de Campo y Plata (que parece haber permanecido sin intervenir en esta conversación) le dijo a su marido algo en francés. Porras, quien también sabia francés, al oír esta frase, se enfureció, y, diciendo que a él nadie le daba lecciones de urbanidad, abofeteó a Campo y Plata, quien le respondió con unos golpes de bastón. Los contrincantes fueron separados por algunos asistentes, pero Campo y Plata, considerándose gravemente ofendido por Porras, le envió a sus padrinos (Leoncio Lanfranco y Alberto Panizo) para concertar un duelo. El encuentro tuvo lugar el día 23 de marzo de 1899 a las 5 p.m., en el fundo Santa Beatriz. Se batieron a pistola. Los padrinos de Porras fueron Juan José Rospigliosi y Vigil y Luis Astete y Concha. Porras cayó abatido por un disparo mortal en la cabeza, según el parte del intendente de Lima. Campo y Plata se dio a la fuga, aunque después fue encontrado, disfrazado de indio, en el Callao. Se le encarceló, al igual que los cuatro padrinos del duelo, y fueron condenados por la Sala del Crimen, el 18 de agosto de 1899, a las penas prescritas para el caso en el Código Penal: cuatro años de cárcel para Campo y Plata y tres años para cada uno de los padrinos. Esta sentencia no se llegó a cumplir porque la Cámara de Diputados aprobó un indulto para todos los condenados, por ochenta y dos votos frente a dos.


Sin duda, el tema del honor era cosa seria en el pasado. Y ocurrió, en una retreta...