martes, 27 de mayo de 2014

ANTECEDENTES DE LA FIESTA DEL MARTES DE CAMPO EN OVIEDO

Dentro de unos días se celebra en Oviedo la Balesquida, uno de los festejos más tradicionales y antiguos de la capital asturiana. Seguramente, muchos ovetenses sabrán que el nombre y el origen de esta fiesta se remonta varios siglos atrás, y que se debe a una dama llamada Velasquita Giráldez, que el 5 de febrero de 1232 instituyó y dotó generosamente a la «cofradía de los alfayates o xastres y de otros vecinos y [hombres] buenos de la ciudad de Oviedo»; congregación que con el tiempo pasó a ser denominada de la Balesquida, al trastocarse el nombre de Velasquita, fundadora de la cofradía. Con este artículo, trataremos de dar a conocer a los ovetenses algunas noticias de esa señora de nombre tan singular.

Por los documentos conservados, se sabe que Velasquita Giráldez era hija de Giraldo Pérez y que tenía dos hermanos, Pedro y María Giráldez. Debió de morir el mismo año en el que otorgó su testamento, en 1232, y fue enterrada en la iglesia de San Tirso de Oviedo, en la que en una pilastra del lado del Evangelio consta la siguiente inscripción, escrita con caracteres más modernos que los de la fecha que incluye: «Dª Balesquida Giráldez fundadora del hospital y cofradía de su nombre yace al pie de esta columna. Murió año de 1232». Velasquita debió de permanecer soltera, ya que el citado testamento de 1232 es en realidad una de las llamadas donaciones «pro anima», ya que se ofrece por la «redención de mi ánima [de Velasquita] y de mis padres y de todos mis bienhechores», no habiendo mención ni a marido ni a hijos.

Pertenecía Velasquita Giráldez al grupo de francos instalados en Oviedo desde tiempo atrás o descendiente de éstos. Así lo parece indicar su apellido y el nombre de su padre, Giraldo, de indudable origen francés, ya que Gerard, o Girard, es nombre y apellido muy extendido en el país vecino, formado por los términos germánicos «ger», que significa «lanza», y «hard», duro o fuerte. El patronímico de Velasquita, «Giráldez», denota ya una hispanización al utilizar la terminación «ez» junto al nombre del padre para formar su apellido, como era habitual en nuestras tierras.

Los francos habían comenzado a instalarse en Oviedo al tiempo que las peregrinaciones a Santiago y a San Salvador de Oviedo cobraban auge, en el último cuarto del siglo XI. Algunos debieron ser peregrinos que no retornaron a su tierra, mientras que otros fueron inmigrantes que aprovecharon la demanda de servicios mercantiles y artesanales generada en los núcleos urbanos que se fueron desarrollando a la vera del camino o animados por el flujo de peregrinos. Ya en 1075 el rey Alfonso VI, acompañado de un amplio séquito, había visitado la Cámara Santa ovetense y las reliquias en ella conservadas, por la fama que éstas tenían ya en medios cristianos. Algún tiempo después, con posterioridad a 1085, fecha del fuero de Sahagún, cuyo modelo sigue, Alfonso VI concedió a Oviedo y a Avilés su primer fuero. La confirmación que de ese primer fuero ovetense hizo su nieto Alfonso VII, en 1145, ha llegado hasta nosotros en una versión romanceada de 1295, escrita al ser ratificado el texto foral por Fernando IV. Una de las disposiciones del fuero establece: «Los merinos que el Rey pusiere sean vecinos de la villa, uno franco y otro castellano [?]. Y lo mismo los sayones».

Esta disposición foral revela la gran importancia que el grupo de pobladores francos tenía en el Oviedo de esos siglos altomedievales. La dualidad de magistraturas de francos y locales figuraba ya en el texto del primer fuero de Alfonso VI, como lo testimonia un documento de venta fechado en junio de 1115, en Oviedo, suscrito por un «Robert, iudice de illos francos», es decir, un Robert o Roberto, juez de los francos, y «Monio Sarasin», al que simplemente se califica de «juez», y que sería el nombrado por la población autóctona. Robert es un nombre germánico muy frecuente en la Francia de la época.

Aparte de ese «Robert, iudice», ya citado, la documentación nos ha dejado los nombres de otros francos que desempeñaron magistraturas municipales, como «Beltram de Tarascon» (población de la Provenza francesa), que era merino en 1185, o «Petrus Geraldiz, iudice», en 1231, e incluso Pedro Bretón, juez en 1261.

Muchos de los personajes cuyos nombres o apellidos son franceses, como Gerard, Geraldiz, Guillielmus, Guillem, Jofré, Galter, Guionet, Yvo, Almerinus y otros varios más, y que aparecen en la documentación conservada, serían originarios de varias regiones francesas y otros ya descendientes de los primeros francos establecidos tanto en Oviedo como en Avilés. La integración y fusión de estos francos con la población local debió de ser muy temprana y muy estrecha, de manera que cuando en junio de 1262 se redactaron unas ordenanzas para la elección cada año de jueces, alcaldes y jurados por el concejo de Oviedo, ya no se hace mención al grupo franco. Para entonces, en cambio, habían adquirido un gran protagonismo los «mesteres» o agrupaciones de los distintos oficios artesanales, que en número de doce elegían a 24 hombres buenos para participar en la elección, que se celebraba en Santa María del Campo, una capilla situada en el luego denominado Campo de San Francisco, por la instalación en sus términos de los monjes de la orden franciscana.

La mayoría de los onomásticos empleados por esa población de origen franco corresponden, según el prestigioso lingüista Rafael Lapesa, a la amplia zona conocida como Occitania, que ocupaba la mitad sur de la actual Francia y que hablaba el occitano o lengua de «oc», y a la Gascuña, región vecina a la anterior, en el ángulo suroccidental. También hubo presencia de otros inmigrantes de otras regiones, como Bretaña, Normandía, Lorena?

Ese dominio de los elementos occitanos, explica la presencia de términos lingüísticos provenzales en los textos romanceados de los fueros de Avilés y Oviedo. Afirma Rafael Lapesa que no se sabe «si la redacción sancionada en 1145 [para el fuero de Oviedo] y 1155 [para el de Avilés] por Alfonso VII estaba en latín y fue objeto de romanceamiento posterior, o si la cancillería del monarca se limitó a autorizar unas ordenanzas previamente compuestas en lengua vulgar. Pero ese romanceamiento o esa versión primitiva debieron ser hechos por un francés del Mediodía, y su lenguaje hubo de ser la mezcla de provenzal y asturiano en que los "francos" se entendían con la gente del país».


Los elementos de origen franco debieron integrarse sin gran dificultad con la población nativa, lo que se constata por los matrimonios en los que uno de los cónyuges tiene onomástica francesa y el otro local, o la adopción por parte de los francos de nombres hispanos, como es el caso de Velasquita Giráldez, cuyo nombre es de ese origen y su apellido francés. No obstante, el mantenimiento de relaciones comerciales con algunos lugares franceses, como el puerto de La Rochelle, en la costa atlántica, contribuyó a la continuidad de francos en la capital asturiana y en Avilés. El 19 de febrero de 1274 se fecha un documento de venta de una casa situada en la ovetense «calella de Socastiello», que lindaba con la casa de «María Guillérmiz morador enna Rochela». Esa «caleya» de Socastiello se situaba donde hoy se encuentra la calle San Juan, y era ésa una zona ocupada con preferencia por artesanos y comerciantes de origen franco. Buena parte de los personajes con onomástica franca que se conocen a través de la documentación antigua de Oviedo aparecen instalados a lo largo de las actuales calles de Cimadevilla y la Rúa, que aparece denominada en aquellos tiempos como «Rúa Francisca», precisamente por ello, y en la zona en torno al castillo construido por Alfonso III, que ocupaba el solar donde hoy se alza un edificio de Telefónica. Formaban esas calles un importante eje comercial en el Oviedo de entonces y en esa misma zona levantó nuestra Velasquita Giráldez un hospital, desaparecido, mientras se conserva la capilla de la Balesquida, construida a su lado. Es un dato más esta ubicación de la pertenencia de nuestra Velasquita Giráldez al núcleo de pobladores de origen franco, que constituía un poderoso e influyente grupo entre la burguesía del Oviedo medieval.

UN POEMA HASTA AHORA DESCONOCIDO DE CESAR VALLEJO

Un poema hasta ahora desconocido del poeta peruano César Vallejo (1892-1938) fue publicado en el libro “La poesía en el periodismo cajamarquino”, de los investigadores Evelio Gaitán y Carlos León.
Se trata de “Indiecita”, publicado en 1939 en el diario El Cumbe, de la región norteña de Cajamarca, un año después de la muerte del autor de “Trilce” y “España, aparta de mí este cáliz”.
El portal de noticias www.panoramacajamarquino.com señaló que el poema “no figura en ninguno de los libros publicados por César Vallejo” y “constituye uno de los hallazgos más importantes en la literatura peruana en los últimos tiempos”.
Para Miguel Pachas Almeyda, quien trabaja en una biografía de Vallejo, “este hermoso poema (fue) escrito, probablemente, en la segunda década del siglo pasado, contemporáneo por su estilo literario al poema `Soneto` que Vallejo publicó en la revista `El Minero Ilustrado` de Cerro de Pasco en 1911”.
Según el portal, “la factura de un Vallejo juvenil es clara” y si bien el poema apareció en 1939 “debió llegar a la redacción del diario a través de uno de los amigos entrañables que tenía Vallejo en Cajamarca y que constantemente retornaban al hogar materno”.
“Una de las amistades más sólidas que tuvo con un cajamarquino fue con Oscar Imaña Sánchez, cuyo apego a Vallejo se demuestra a través de la correspondencia que sostenían cuando el poeta estuvo en prisión”, se añadió.
Según el medio digital, varios estudiosos de la obra de Vallejo manifestaron su interés en viajar hasta Cajamarca para estudiar el origen del poema.
En su primera juventud, Vallejo (Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892-Parí­s, 15 de abril de 1938) trabajó en las oficinas de un ingenio azucarero y allí tomó contacto con el trabajo esclavo de los indígenas.
Hacia 1913 se desempeñó como docente, en 1915 terminó sus estudios como bachiller en Letras y en 1919 publicó su primer poemario, “Los heraldos negros”, que lo proyectó hacia un estilo propio, desestructurado y con disrupciones lingüísticas.
En 1923, viajó a Europa donde permaneció hasta su muerte, desde 1927 fue colaborador en Amauta, la revista que dirigía José Carlos Mariátegui, y por esos años fue que conoció en París a la poeta Georgette Philippart, su compañera de vida y la responsable de difundir su obra.
Vallejo murió a los 46 años a causa de la secuela de una vieja afección de paludismo, tras lo cual se publicaron los poemas que escribió en Europa gracias a la tenacidad de su viuda, quien en su tumba de Montparnasse hizo grabar el epitafio: “He nevado tanto para que duermas

viernes, 2 de mayo de 2014

VAMOS A LA HUACHACINA

El conocido recopilador y estudioso de nuestro acervo musical, el amigo DARIO MEJIA me hace llegar un interesantísimo articulo referido a la autoría del tondero “HUACACHINA” que fuera grabado por la disquera Columbia en el año 1911, por el no menos famoso dúo “Montes y Manrique” .Este pegajoso tema también fue grabado en ritmo de pasodoble en el año 1938 y con el nombre de “A LA HUACACHINA” , siendo interpretado por Roberto Flores acompañado de la orquesta del argentino Enrique Rodríguez.La nota de Darío Mejía dice así:
Marzo es el mes de la Vendimia en la ciudad de ICA y como parte del Festival Internacional de la Vendimia que allí se realiza, se lleva a cabo una visita al balneario de Huacachina.
La laguna de Huacachina es un oasis natural a cinco kilómetros de la ciudad de Ica a cuyas aguas se le atribuye un poder curativo que se conoce desde mediados del siglo XIX.
Manuel Atanasio Fuentes, en su crónica ¡Toma Huacachina! escrita el 1 de noviembre de 1860 y reproducida en su libro "Aletazos del Murciélago", Tomo Segundo, publicado en 1866, cuenta sobre las prodigiosas virtudes del agua de Huacachina, a manera de broma. Según Fuentes, se cuenta que "un viajero se vio obligado a abandonar, cerca de la laguna, a su desgraciado rocinante, que convertido en un armazón de puntiagudos huesos se resistía a llevar sobre los suyos los de su avaro propietario. El infeliz y abandonado cuadrúpedo tuvo la buena inspiración de meter su hocico en la laguna y beber unos cuantos sorbos de sus regenadoras aguas, y en menos de lo que canta un burro su armoniosa sinfonía, encontróse el caballo gordo, lozano, robusto y curado del muermo y del arestín." Tal es, si la crónica no miente, el origen del descubrimiento del agua maravillosa de Huacachina, señala nuestro reconocido escritor.
A inicios del siglo XX los paseos a Huacachina se habían vuelto populares. Grupos de familia y amistades solían ir a veranear a Huacachina y disfrutar de las cualidades terapéuticas del agua de su laguna. En la edición No. 108 de la revista Variedades, del 26 de marzo de 1910, se publican dos fotos de grupos de veraneantes en Huacachina; uno de ellos conocido, según la revista, y el otro grupo de Lima, estando el grupo limeño acompañado de una guitarra para, quizás, también armar la jarana allí.
Es así que en el año 1911 el dúo Montes y Manrique grabó el pegajoso tondero "Huacachina" (Disco Columbia P86), donde varias veces repiten el estribillo "Vámonos a Huacachina", rescatando a la vez dicha canción para las generaciones futuras.
"A la Huacachina"
Una hermosa polca del cancionero popular, "A la Huacachina", no sólo hizo bailar mucho a nuestros antepasados, por la década de los 30 y los 40, sino que también, su origen, fue centro de cierta polémica al respecto.
Según Hernán Restrepo Duque, escritor, periodista, investigador musical y coleccionista colombiano quien durante muchos años fue Director de la RCA Víctor en Colombia, en el año 1933 el músico chileno Porfirio Díaz viajó a Lima como director de orquesta del grupo que acompañaba a la compañía argentina de comedias de Carlos Valicelli.
Tres años después, Díaz se integra al elenco de la RCA Víctor de Chile y su primera grabación fue un vals que había conocido durante su estancia en Perú, "Anita" de Pablo Casas. Ante la gran acogida de su primera grabación, Porfirio Díaz decide que su segunda grabación sea también una canción del folclore peruano, por lo que en ritmo de fox graba "A la Huacachina", acoplándolo a su fox-trot "No me digas". "Esta grabación batió récords de ventas en todo el continente y consagró a la orquesta como una de las favoritas del elenco internacional de la Víctor" señalaría Hernán Restrepo Duque en la biografía que escribió sobre Porfirio Díaz:http://www.todotango.com/spanish/creadores/pdiaz.asp
La popularidad de "A la Huacachina" llevaría a que la orquesta del argentino Enrique Rodríguez, con la voz de Roberto Flores, grabe también dicha canción, en ritmo de pasodoble, el 27 de junio de 1938, señalándola como de autor anónimo.
Según consta en los catálogos de Red de Contenidos Digitales del Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de Argentina, la orquesta de Francisco Canaro graba también "A la Huacachina" en ritmo de pasodoble el 27 de febrero de 1939, señalándose como autor a Francisco Pérez; aunque parece que inicialmente Francisco Canaro no puso nombre de autor: http://www.acceder.gov.ar/es/1708031
Un año después, Francisco Canaro aumenta la popularidad de "A la Huacachina" al interpretarla en la película "Cita en la frontera", que tenía como actriz principal a Libertad Lamarque.
Si muy bien "A la Huacachina", canción peruana, se había vuelto popular fuera del Perú gracias a las grabaciones de reconocidos directores de orquesta, en el Perú también gozaba de popularidad pero no escapaba a la polémica que sobre su origen se creó.
A fines de 1939, en el Perú, ya se escuchaban algunas voces protestando por la desfiguración que le hicieron en la Argentina a la polca "A la Huacachina", aduciendo que de esa manera pensaban adueñarse de la misma. Debido a ello, y en son de protesta, es que Lito Bayardo (letra) y Mario Maurano (música) componen el pasodoble "Mi bella Huacachina" que fue publicado en el cancionero "Alta Voz".
En la edición del 27 de enero de 1940 del cancionero "Alta Voz", Aurelio Collantes se queja de que Francisco Canaro, agregándole un poco más de letra y orquestación a la conocida polca criolla "A la Huacachina", se la ha apropiado ilícitamente. En la misma edición del conocido cancionero se publica la letra de "A la Huacachina" figurando Francisco Pérez como autor pero señalándola como one-step. Dicha letra es reproducida de nuevo en la edición del 17 de febrero de 1940 del mismo cancionero "Alta Voz".
En los registros de la APDAYC figura el compositor y folclorista iqueño Francisco Pérez Anampa como el autor de la polca "A la Huacachina". Pero según algunos criollos de la época, el verdadero autor era Emilio Visosa.
Ricardo Miranda Tarrillo en su libro "Música Criolla del Perú", Lima 1989, señala de que en 1963 Juan Criado "El arquero cantor" le contó que "A la Huacachina" no pertenecía a Francisco Pérez, como todos creían, sino que su autor era Emilio Visosa quien había trabajado en el Frigorífico del Callao. Criado le mostró a Miranda Tarrillo un recorte de "La Lira Limeña" donde se daba cuenta del sepelio de Visosa señalándose que era el autor de "A la Huacachina"; añadiendo que la letra no se refería a la famosa laguna sino a una huaca que había cerca al Frigorífico y que servía de lugar de cita de los enamorados, por lo que la letra era "Juntito a la huaca, china, una mañana te vi".
Poco tiempo después, conversando Miranda Tarrillo con Luis de la Cuba, Lucho también le afirmó que el verdadero autor de "A la Huacachina" era Emilio Visosa. Según Lucho de la Cuba, Visosa era camalero que había trabajado antes en el Frigorífico del Callao pasando luego al camal del Puente del Ejército que Lucho administraba en 1939. Emilio solía sentarse cerca a la puerta del camal tocando la pegajosa polca en su rondín. Para un compositor como Lucho de la Cuba no podía pasar por alto una bella melodía por lo que le preguntó a Visosa por la polca y éste le dijo que la había compuesto cuando trabajaba en el Frigorífico.
Miranda Tarrillo viajó a Ica a entrevistar a Francisco Pérez y éste le contó que compuso "A la Huacachina" una madrugada de 1940 cuando salía de la fiesta de carnavales en el Hotel Mossone con sus amigos Armando Penagos y Francisco Flores Chimarro. Al salir al corredor, Pérez, sintió una repentina inspiración musical y empezó a tararear la melodía para fijarla. Al llegar a Ica la música estaba lista lo mismo que la mayor parte de sus versos escritos por Flores Chimarro.
Pérez también le dijo a Miranda Tarrillo de que había escuchado la versión que señalaba a Emilio Visosa como autor de la polca en cuestión, pero que a él no le importaba ya que la polca le pertenecía y en la APDAYC figuraba registrada a su nombre.
Francisco Pérez se equivocó en la fecha que da él como que la polca fue creada. No pudo ser en 1940 ya que la polca ya había sido grabada unos años antes. Su fecha de creación, repito, debió ser a mediados de los 30 o antes ya que Porfirio Díaz la aprendió en Perú y se la llevó a Chile. El misterio sobre su origen será difícil que alguien lo pueda desentrañar pero, cualquiera que sea el mismo, no le quita ni le quitará los méritos que tan hermosa canción peruana supo labrarse desde que uno de nuestros inspirados compositores la creó para deleite de todos nosotros.
Darío Mejía
Melbourne -Australia2 comentarios:perusaxo dijo...
Yo,Juan Carlos Perez Silva,hijo del Sr. Prancisco Perez Anampa,verdadero autor de la polka "A la Huacachina" desmiento el comentario final y la afirmacion de que mi padre comento que la compuso en el agno 1940,cuando obra en mi poder el original de la de la obra de puno y letra del autor(mi padre)en 1936.
Adelaide,19 de Agosto 2010.Australlia
18 de agosto de 2010, 18:24

Emilio Visosa fue un compositor cuyas obras fueron publicadas en "La Lira Limeña" y "El Cancionero de Lima" en los años 30. Pero no se ha encontrado, todavía, que su nombre aparezca en alguna publicación de la letra de "A la Huacachina" por mediados o inicios de los 30, lo cual demostraría que él es el autor de tan bella polca. Aparte que tiene que haberse creado antes que Porfirio Díaz viaje al Perú con su orquesta ya que él se la llevó a Chile, donde la grabó.

UN GRAN PINTOR IQUEÑO - SERVULO GUTIERREZ

Para rendir homenaje a Sérvulo debo precisar que, aunque no soy crítico, me siento obligado a decir unas palabras por derecho de admiración y amistad. En el programa de esta noche figuran otros escritores y artistas, muy distinguidos, que seguramente lo harán mejor que yo.
A mi ver, Sérvulo Gutiérrez representa una gran irrupción del color de la pintura peruana. No le tenía miedo al color, era un derroche de color en sus mejores lienzos, llevado seguramente, en forma instintiva, por la afición al color intenso que late en el fondo del alma nacional. Podría afirmarse, que Sérvulo es una irrupción del color parecida a la efectuada por Paul Gauguin, pintor célebre a quien debemos considerar peruano por sangre, ya que era nieto de Flora Tristán y, que es más, por sensibilidad. Aunque distinto en el manejo del pincel y el rango, en Sérvulo Gutiérrez hay el mismo júbilo colorista que en Gauguín. Podemos aplicar a Sérvulo esa magnífica frase que se le ocurrió a Mallarmé sobre Gauguín: "Nunca se ha visto tanto misterio con tanta luz". Y la luz en ambos era una forma de iluminación, de sentido del color llevado hasta la exaltación. Esto es muy peruano y seguramente la pintura nacional, ahondando en sí misma seguirá tales derroteros un día.
Otro gran mérito de Sérvulo es su originalidad. En su pintura es completamente persona, distinto y distintivo. Recibió la influencia de la pintura europea, pero supo mantener una personalidad propia asimilando esa pintura sin hacer de su arte una mera copia. Porque el accidente más lamentable que ocurre a la mayoría de los pintores peruanos de los tiempos recientes es que se pliegan tanto a los pintores europeos que su arte parece copia, de tal modo que en el lienzo tenemos que buscar la firma para saber de quién es. Hay excepciones, desde luego, pero el drama general es el de seguir escuelas en medio de una abolición de la personalidad. Y digo esto sin que piense yo en forma provincial, sin ser yo un regionalista a todo trance.
Creo que la cultura y el arte no siempre pueden evitar las influencias, los préstamos, pero creo al mismo tiempo que a través del aprendizaje de los logros de otros, debe surgir lo que tenga de original el alma de un artista. Esto hacía Sérvulo y su pintura tiene un sentido viejo y nuevo, característica de un pintor peruano que recorrió camino individual. Que careciera de vasta cultura académica, que no fuera un pintor acaso diplomado, no es tan importante. Lo de verdad importante es que hizo pintura hermosa y original.
En un país como el nuestro, donde nos deslumbra el colorido de los huacos nazcas; donde el color y el dibujo de los mantos prehispánicos presentan de nuevo un fenómeno de belleza auténtica; donde los huacos mochicas son prodigiosas esculturas realistas que no excluyen una sabia esterilización, al igual que sus elaborados dibujos; en un país como el nuestro, repito, donde la pintura del Virreinato pugna por ser peruana, lo mismo que muchas expresiones de la posterior pintura producida ya en la República, la aparición de Sérvulo Gutiérrez significa que se retoma de nuevo una ruta nacional a base de originalidad. Porque debemos entender que la cultura nuestra nunca volverá a ser una cultura valiosa si no precisa, tarde o temprano, una vez más, características propias. Y en este camino, Sérvulo Gutiérrez es uno de los pocos a quienes se puede señalar como adelantados.
Permítaseme, para terminar, rendir homenaje a Sérvulo como ser humano. No lo traté mucho, dada mi larga ausencia del Perú, pero cuando regresé nos hicimos amigos, muy buenos amigos, cosa que no era difícil porque Sérvulo era propenso a la amistad y siempre tendía una mano franca. Había que estrecharla. En muchas horas de conversación me dí cuenta de lo que valía personalmente. De muchacho había sido boxeador, luego practicó algunos modestos oficios y por fin descubrió deslumbradamente la cultura. Sérvulo Gutiérrez iba por la existencia prodigando su obra y su vida. Era un hombre honrado, leal, valiente, sinceroBajo sus maneras amables latía una tremenda intensidad, una suerte de violencia que lo impulsaba a vivir plenamente. Y por eso murió un día, de un momento a otro, casi violentamente. En Sérvulo la humanidad del individuo aumentaba el interés de la obra del pintor. Rendimos homenaje a un gran artista.