Un poema hasta ahora desconocido del poeta peruano César Vallejo (1892-1938) fue publicado en el libro “La poesía en el periodismo cajamarquino”, de los investigadores Evelio Gaitán y Carlos León.
Se trata de “Indiecita”, publicado en 1939 en el diario El Cumbe, de la región norteña de Cajamarca, un año después de la muerte del autor de “Trilce” y “España, aparta de mí este cáliz”.
El portal de noticias www.panoramacajamarquino.com señaló que el poema “no figura en ninguno de los libros publicados por César Vallejo” y “constituye uno de los hallazgos más importantes en la literatura peruana en los últimos tiempos”.
Para Miguel Pachas Almeyda, quien trabaja en una biografía de Vallejo, “este hermoso poema (fue) escrito, probablemente, en la segunda década del siglo pasado, contemporáneo por su estilo literario al poema `Soneto` que Vallejo publicó en la revista `El Minero Ilustrado` de Cerro de Pasco en 1911”.
Según el portal, “la factura de un Vallejo juvenil es clara” y si bien el poema apareció en 1939 “debió llegar a la redacción del diario a través de uno de los amigos entrañables que tenía Vallejo en Cajamarca y que constantemente retornaban al hogar materno”.
“Una de las amistades más sólidas que tuvo con un cajamarquino fue con Oscar Imaña Sánchez, cuyo apego a Vallejo se demuestra a través de la correspondencia que sostenían cuando el poeta estuvo en prisión”, se añadió.
Según el medio digital, varios estudiosos de la obra de Vallejo manifestaron su interés en viajar hasta Cajamarca para estudiar el origen del poema.
En su primera juventud, Vallejo (Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892-París, 15 de abril de 1938) trabajó en las oficinas de un ingenio azucarero y allí tomó contacto con el trabajo esclavo de los indígenas.
Hacia 1913 se desempeñó como docente, en 1915 terminó sus estudios como bachiller en Letras y en 1919 publicó su primer poemario, “Los heraldos negros”, que lo proyectó hacia un estilo propio, desestructurado y con disrupciones lingüísticas.
En 1923, viajó a Europa donde permaneció hasta su muerte, desde 1927 fue colaborador en Amauta, la revista que dirigía José Carlos Mariátegui, y por esos años fue que conoció en París a la poeta Georgette Philippart, su compañera de vida y la responsable de difundir su obra.
Vallejo murió a los 46 años a causa de la secuela de una vieja afección de paludismo, tras lo cual se publicaron los poemas que escribió en Europa gracias a la tenacidad de su viuda, quien en su tumba de Montparnasse hizo grabar el epitafio: “He nevado tanto para que duermas
El portal de noticias www.panoramacajamarquino.com señaló que el poema “no figura en ninguno de los libros publicados por César Vallejo” y “constituye uno de los hallazgos más importantes en la literatura peruana en los últimos tiempos”.
Para Miguel Pachas Almeyda, quien trabaja en una biografía de Vallejo, “este hermoso poema (fue) escrito, probablemente, en la segunda década del siglo pasado, contemporáneo por su estilo literario al poema `Soneto` que Vallejo publicó en la revista `El Minero Ilustrado` de Cerro de Pasco en 1911”.
Según el portal, “la factura de un Vallejo juvenil es clara” y si bien el poema apareció en 1939 “debió llegar a la redacción del diario a través de uno de los amigos entrañables que tenía Vallejo en Cajamarca y que constantemente retornaban al hogar materno”.
“Una de las amistades más sólidas que tuvo con un cajamarquino fue con Oscar Imaña Sánchez, cuyo apego a Vallejo se demuestra a través de la correspondencia que sostenían cuando el poeta estuvo en prisión”, se añadió.
Según el medio digital, varios estudiosos de la obra de Vallejo manifestaron su interés en viajar hasta Cajamarca para estudiar el origen del poema.
En su primera juventud, Vallejo (Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892-París, 15 de abril de 1938) trabajó en las oficinas de un ingenio azucarero y allí tomó contacto con el trabajo esclavo de los indígenas.
Hacia 1913 se desempeñó como docente, en 1915 terminó sus estudios como bachiller en Letras y en 1919 publicó su primer poemario, “Los heraldos negros”, que lo proyectó hacia un estilo propio, desestructurado y con disrupciones lingüísticas.
En 1923, viajó a Europa donde permaneció hasta su muerte, desde 1927 fue colaborador en Amauta, la revista que dirigía José Carlos Mariátegui, y por esos años fue que conoció en París a la poeta Georgette Philippart, su compañera de vida y la responsable de difundir su obra.
Vallejo murió a los 46 años a causa de la secuela de una vieja afección de paludismo, tras lo cual se publicaron los poemas que escribió en Europa gracias a la tenacidad de su viuda, quien en su tumba de Montparnasse hizo grabar el epitafio: “He nevado tanto para que duermas
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