viernes, 2 de noviembre de 2012

LA REVOLUCIÓN DE TRUJILLO


La Revolución de Trujillo fue una revuelta popular formada por campesinos y obreros de la ciudad de Trujillo dada en los primeros días julio de 1932, durante el gobierno de Luis Miguel Sánchez Cerro.
Durante las décadas de los años 1920 y 1930 Trujillo vivió la gestación y crecimiento de la organización sindical entre los campesinos de las haciendas de la región y la agitación de la intelectualidad urbana progresista. Zonas como Casa Grande, Cartavio y Laredo se convirtieron en bastiones del recién nacido Partido Aprista Peruano, organización política de orientación social demócrata fundada por el líder estudiantil Víctor Raúl Haya de la Torre.
El 8 de enero de 1932, el entonces presidente del Perú Luis Sánchez Cerro, perpetró un “autogolpe”; publicando una ley inconstitucional que proscribía las libertades políticas y permitía la detención de cualquier ciudadano sin mandato judicial; este hecho, sumado a las desigualdades sociales, al irrespeto de los derechos laborales de los trabajadores de las haciendas azucareras ubicadas al norte de la ciudad de Trujillo, acrecentaron el descontento social.
Desde este momento las demandas por el fin del gobierno “sanchezcerrista” y por la liberación del líder político Víctor Raúl Haya de la Torre, quien se encontraba preso desde el 6 de julio,  se volvieron incontenibles.
En la madrugada del 7 de julio de 1932 un grupo insurgente compuesto fundamentalmente por campesinos y obreros, comandado por Manuel Barreto (conocido como “Bufalo"), asaltó y capturó el cuartel de artillería Ricardo O’Donovan, ubicado en la entonces entrada de la ciudad. En esta acción, el mismo Barreto fue uno de los primeros en caer abatido. El cuartel fue saqueado. Las armas, entre ellas seis cañones móviles, fusiles y ametralladoras, fueron distribuidas entre los insurgentes; durante la mañana la ciudad fue tomada por el pueblo insurrecto, se nombró como Prefecto (máxima autoridad civil), a Agustín Haya de la Torre (hermano de Víctor Raúl); los distritos aledaños a la ciudad también se sumaron a la revuelta.
Ante la insurgencia trujillana, el gobierno de Sánchez Cerro ordenó un ataque aéreo (el primer ataque a población civil protagonizada por la nueva flota de aviones), que se llevó a cabo el día 8 de julio, mientras tanto movilizaba tropas desde el departamento vecino de Lambayeque y el regimiento de infantería N° 7 se disponía a desembarcar en el puerto de Salaverry; en medio del bombardeo, los líderes insurgentes pasaron a la clandestinidad y el pueblo, alzado en armas, se preparó para resistir la acción del ejército.
El día 9 de julio, 10 oficiales del ejército y 15 policías capturados durante la insurrección perdieron la vida en un confuso incidente que nunca se llegó a aclarar, entre ellos estaban dos oficiales de apellidos Ortega y Villanueva, culpables de atentados criminales ocurridos en diciembre de 1931 en la localidad de Paiján y en la ciudad de Trujillo contra algunos militantes del Partido Aprista Peruano, al que pertenecían los líderes de la insurgencia. Si bien la muerte de estos oficiales fue atribuida a los jefes insurrectos sin ninguna prueba, estas muertes fueron en realidad causadas por individuos de tropa sumados a la revolución, en medio del caos que imperaba entonces.
El mismo día 9 de julio, tropas del regimiento N° 7 fueron rechazadas por los insurgentes en la zona denominada “La Floresta”, hasta el Lunes 11 de Julio, el pueblo armado logró contener el ataque de las fuerzas del gobierno; hubo numerosas bajas por ambos lados.
En la madrugada del día 11 de julio, tras un intenso bombardeo aéreo y terrestre, un gran despliegue de tropas inició la ocupación de la ciudad. En la “Portada de Mansiche”, un grupo de francotiradores dirigidos por Carlos Cabada contuvo el avance del ejército, ayudando a fortalecer las defensas dentro de la ciudad, en la plazoleta “El Recreo”, la dama de nombre María Luisa Obregón, apodada “La Laredina” condujo la resistencia disparando ella misma una ametralladora; la lucha se libró calle a calle; los soldados eran recibidos con disparos y en general con cualquier objeto contundente arrojado por los pobladores rebeldes desde los techos, entre cánticos y lemas alusivos al partido aprista peruano. Fue el profesor Alfredo Tello Salavarria quien se mantuvo frente a las últimas trincheras, en el barrio trujillano de “Chicago”.
El 18 de julio, el jefe de operaciones, Coronel Luis Bravo, informó tener pleno control territorial, luego de cometer numerosas represalias contra la población civil en Chepen, Mansiche, Casa Grande, Ascope y Cartavio (las tres últimas haciendas azucareras donde laboraban algunos de los insurgentes).
Numerosos combatientes que se habían rendido fueron fusilados sin juicio. Una “Corte Marcial” sin ninguna garantía e independencia dictó pena de muerte contra 102 personas sindicadas como principales responsables del alzamiento; debido a que muchos de estos se encontraban fugitivos y otros habían muerto en el enfrentamiento, la pena solo pudo aplicársele a 42 detenidos, quienes fueron dirigidos a la ciudadela de Chan Chan, obligados a cavar las fosas que se convertirían en sus tumbas y sin excepción recibieron la descarga fatal el 27 de julio de 1932; pero se calcula que el número exacto al terminar el conflicto llegó a sumar aproximadamente unos 5 mil civiles muy vinculados al partido aprista, que fueron fusilados de forma extrajudicial. Aun así, enfrentaron a la muerte, dando vivas al partido aprista y a su líder Víctor Raúl Haya de la Torre
Esta insurrección y su represión desmedida, marcaron por mucho tiempo la identidad política de la ciudad de Trujillo y del norte del Perú, llegando la ciudad a ser considerada como bastión electoral del Partido Aprista Peruano. Significó también el surgimiento de una animosidad recíproca entre el APRA y las Fuerzas Armadas, que tuvo honda repercusión en la vida política del Perú y que solo pudo ser superada en la década del 80 del siglo XX, poco antes de morir Víctor Raúl Haya de la Torre.

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