domingo, 5 de marzo de 2017

MIS RECUERDOS DE LA FIESTA EN LA PAMPA DE AMANCAES

 Me recuerdo que siendo aún niño mi papá me llevó a la Pampa de Amancaes, para nosotros por aquellos años nos parecía muy lejos, pero en la actualidad es muy cerca del centro de Lima. Por la tarde al regresar a casa, el carro venia cargado de flores amarillas que existían en ese lugar, el amancae (Hymenocallis amancaaes) que florecía  en esas pampas durante los meses de junio y agosto. Fue la fiesta más tradicional y más grande de Lima, fue la primera feria gastronómica del Perú, en este lugar se representó por primera vez la cultura nacional a través de la unión de la música criolla y folklórica.

La Pampa de Amancaes se encuentra en el actual distrito del Rímac, es  una llanura elevada rodeada de cerros desde dónde antiguamente podía verse los días despejados  todo el valle de Lima, y era permisible también  divisar el mar.

Para llegar a este importante  lugar se debía cruzar la Alameda de los Descalzos y seguir el “camino de Amancaes”, una senda polvorosa que empezaba a un lado del Convento de los Descalzos.

Se fundó este convento, como casa de recolección, en 1595 por el santo hermano Fr. Andrés Corso y fue su primer Guardián San Francisco Solano, donde vivió varios años. Florecieron después allí varones eminentísimos. El prestigio de sus religiosos hizo que en los años de la Independencia del Perú quedara excluido de la ley de conventos que dejó vacíos muchos conventos.
Desde entonces fue perdiendo poco a poco su personal, hasta que a1 comenzar la segunda mitad del siglo XIX se le dio nueva vida, más intensa y gloriosa que la anterior, con la fundación en 1853, por los Misioneros de Ocopa, del Colegio Apostólico de Propaganda FIDE, a instancias empeñosas del Sr. Arzobispo y de lo más florido de la sociedad limeña. Sus frailes colmaron las esperanzas de los que se habían empeñado en su fundación. A los pocos años decía Mons. Tovar, Arzobispo de Lima: " Dudo que en el mundo haya un convento en donde se junten a la vez un sabio como el P. Gual, un santo como el P. Masiá y un orador como el P. Cortés, como hoy se hallan reunidos en el de los Descalzos de Lima. Testimonio corroborado con este otro, escrito en un libro conventual por el R. P. Gimeno, definidor general y Visitador de la orden en América el año 1900: " Dudo que en esta fecha y en toda la Orden haya un convento más numeroso, más observante, y de más actividad apostólica que el de los Descalzos de Lima.
Pero volviendo a la historia de los Amancaes, se cuenta que desde la época de la Colonia  fue un lugar de peregrinación, porque por aquella época  había ocurrido un famoso milagro. 

La tradición dice que: “La mañana del 2 de febrero de 1582 una niña indigena llamada Rosario, que iba a dejar la leche al templo de los dominicos,  encontró en la acequia de la “Alcantarilla” a un viajero que llevaba en la mano una carta, que le entregó, dirigida “al Prior de los según algunas versiones dicen que fue el mismo Cristo, quien le entregó una carta dirigida al Prior de los dominicos. En esta misiva le ordenaba que construyeran un templo en el lugar donde se encuentre grabada la imagen de Jesucristo.
Se encargó  a su patrona doña Ricapac, para que edificara un templo, al cumplir su cometido y regresar con el religioso y gran cantidad de personas “en romería” se encontraron que había grabada en una roca la referida imagen, en quien la domestica reconoció al viajero que le diera el encargo. Entonces se edificó allí una capilla, que, por haberse puesto la primera piedra el 24 de junio del mismo año, día de la advocación del Santo evangelista, se le dio el nombre de San Juan.

El nombre de Amancaes debe su nombre a  una flor amarilla que existió en ese lugar, el amancae (Hymenocallis amancaaes) que florecía  en esas pampas durante los meses de junio y agosto. Esta flor es la típica de la ciudad de Lima.

Algunos cronistas, como el Padre Bernabé Cobo y Juan Antonio Suardo, escritor y periodista quien escribía en el “Diario de Lima”, hablaron de este lugar. Los viajeros republicanos Max Radiguet, Botmiliau, Tschudi también estuvieron allí. Los escritores costumbristas  Manuel Ascencio Segura, Carlos Augusto Salaverry y Abelardo Gamarra “el Tunante” trazaron una visión romántica y local de este bello lugar de la época.

Con el correr de los años esta fiesta se fue  convirtiendo en una tradición, los limeños de todas las clases sociales de la sociedad se dirigían a la pampa: la gente del pueblo llegaba en mulas, en carreta o a pie; Los jinetes llegaban con sus finos caballos de paso. Los pudientes viajaban en calesas y balancines tirados por caballos, detrás iba un burro cargado con todo lo necesario para almorzar en la pampa.

En la Pampa  se realizaban grandes jaranas acompañadas de la  guitarra y el  cajón, dónde se bailaba la zamacueca. También era un gran festival gastronómico donde abundaba la chicha, el aguardiente de “pisco” y una gran variedad de comidas. Nunca faltaban las pachamancas, anticuchos, cau-cau, frejoles, butifarras, arroz con pato, papa a la huancaína, olluquitos, seviche y escabeche, y de postre la mazamorra morada y el arroz con leche. La cultura de nuestro pueblo se identifica con elementos como la música criolla, los bailes típicos (como la marinera), el caballo de paso y la gastronomía. En esta fiesta se podía encontrar todos estos elementos reunidos.




De esta manera la fiesta de Amancaes se convirtió en el lugar perfecto para poder llevar a cabo la representación de la cultura nacional donde se incluyeran elementos de la cultura indígena A partir del año 1928 se incluyeron algunas danzas del folclore andino de nuestro país que fueron exaltados durante el oncenio del presidente Augusto B. Leguía, impulsando la figura del indio a través del apoyo a los intelectuales indigenistas y la difusión del arte indígena, donde se representara la cultura peruana dentro del proyecto de la “Patria Nueva”.

Durante el Gobierno de Leguía la ciudad de Lima adquirió las características fundamentales que hasta hoy la distinguen. La capital atrajo a una gran cantidad de migrantes de provincias esto empezó a ocasionar problemas como: aumento de tráfico, falta de vivienda y necesidad de servicios sanitarios para atender a esta gran población.

A fines del siglo XIX la fiesta fue  decayendo. A la caída del régimen de Leguía, el festival de Amancaes dejó de contar con el apoyo del gobierno. La fiesta se mantuvo, pero los asistentes fueron disminuyendo con el transcurso de los años. Las últimas fiestas de Amancaes se realizaron a fines de la década de 1950, época en que las flores de la pampa se fueron extinguiendo y en su lugar aparecieron las barriadas del Rímac.

¡Que tiempos aquellos, que ya no volverán¡  En la actualidad  la Pampa de Amancaes es un rincón olvidado que en su día fue importante para nuestra historia, fue recipiente y recapitulación de lo que hoy conocemos de forma invariable como nuestra cultura nacional.


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