Su majestad “el cajón peruano”, como lo bautizó el decimista Nicomedes Santa Cruz, es
un instrumento musical de origen peruano que se ha popularizado en todo
el mundo gracias al flamenco, el jazz moderno y la música
afro-latina-caribeña.
El catedrático de
Historia del Perú, José Antonio del Busto, señala en su Breve Historia de los Negros del Perú que el cajón nació en la
costa central y norteña de nuestro país y la forma de tocarlo acompasado
con la guitarra, es una creación peruana.
El cajón fue creado por los africanos
traídos como esclavos a nuestra Patria, a fines de la colonización
española, debido a la prohibición que pesaba sobre ellos para ejecutar
sus tambores. El uso de los tambores fue prohibido por la Iglesia Católica por
considerarlos paganos y también prohibido por un edicto del Virreinato
del Perú con el fin de evitar la comunicación a distancia entre
negros (tambores parlantes) y evitar que tocasen el panalivio, un tipo de
canción negra que mostraba en lamentos sus condiciones de esclavo: todo tambor
que se encontraba era quemado.
Hacia 1813 desaparece toda
referencia del tambor en documentos virreinales y aparecen hacia 1840 las
primeras referencias al cajón como instrumento musical. Los afroperuanos son la
conjunción de etnias africanas (bene, yoruba, bantú, congo y otras), que
llegaron a América en condición de esclavos. Las
poblaciones afroperuanas hasta el siglo XIX, fueron mayoritarias en toda
la costa y por ende influyeron poderosamente en ella, hasta 1890,
en que la población afroperuana comienza a decrecer.
Siendo la percusión el factor principal y divino de
toda música africana, los negros
esclavos se vieron obligados a buscar instrumentos, con los que pudieran
expresarse. Los africanos esclavos vieron pronto en los cajones de madera,
usados para transportar mercadería, un gran instrumento de percusión,
empleándolos así en sus ritos sagrados y en sus diferentes
manifestaciones artísticas. Ante la prohibición emitida el siglo XVII de
usar el tambor, usaron cualquier elemento para producir sonido como las
cucharas de madera, las sillas, las mesas, las cajitas de limosnas o el checo (una
calabaza hueca de unos 60 centímetros de diámetro, con un orificio en la parte
posterior). “Se dice que el cajón se
construía antiguamente de Caoba o Cedro, y mientras más antigua la madera,
mejor es el sonido, señalaba Juan Cotito Medrano”.
Se cuenta con descripciones sobre el cajón y su ejecución en el
Perú desde mediados del siglo XIX por Manuel Atanasio Fuentes Delgado, fue un literato peruano,
cultor de la sátira política y el género histórico, periodista, jurisconsulto y catedrático de medicina legal.
Fue conocido por su seudónimo hiriente de «El Murciélago», incursionó en
la estadística, higiene, derecho, jurisprudencia y en la magistratura. Atanasio Fuentes Delgado en su libro
Lima: “Apuntes Históricos, Descriptivos, Estadísticos y de Costumbres”, afirma
que en ese tiempo existía un especie de tambor hecho regularmente de cajón,
cajas y tablas, el mismo que tenía uno de sus lados desclavados para que el
golpe del cajoneador sea más sonoro”. La evolución de este instrumento fue
lenta, callejonera y agazapada. Este instrumento se puede utilizar con las
manos o dos pedazos de caña”.
Otros investigadores
como Adolphe de Botmilieau, y Max
Radiguet, entre otros, aseguran que este instrumento a inicios del siglo XIX se impuso la forma
actual del cajón ("cajón vertical") sobre el "cajón
horizontal" en el Perú y desapareció la costumbre de algunos
ejecutores de sentarse en una silla.
El cajón peruano reemplazó a los tambores de pie que trajeron los
africanos al ser prohibidos por los españoles. Se tienen datos documentados de la existencia del cajón
en nuestra tierra desde mediados del siglo XIX, gracias al ingenio de
los negros peruanos que crearon el cajón
para sus jaranas.
El músico se sienta a
horcajadas sobre el cajón, quedando este último entre sus rodillas, y este
trasmite el ritmo al cuerpo del cajonero. El percusionista puede conseguir
sonidos adicionales utilizando sus palmas o las puntas de los dedos para tocar
el cajón. Muchas veces se enriquece el tono del cajón añadiendo pequeños
objetos metálicos en su interior. Por ejemplo, en España suele incluir en su
interior tres o cuatro cuerdas metálicas para añadir resonancia. El cajón
moderno tiene tres tornillos que permiten ajustar el tono.
El cajón se utiliza en danzas como la zamacueca y el tondero,
bailes originarios de la costa centro y norte del
Perú. Las primeras crónicas recogidas del cajón están relacionadas
con la danza limeña llamada zamacueca y al norteño tondero. El
uso de cajón se fue popularizando con estos bailes, no mucho después
de la fiesta limeña de la época
virreinal, denominada “Fiesta de Amancaes”. Amancaes
fue un lugar de peregrinación desde la época colonial, aquí ocurrió un famoso
milagro.
Una calurosa mañana del
2 de febrero de 1582 una india llamada Rosario encontró en la acequia de la
“Alcantarilla” a un viajero que llevaba en la mano una carta, que le entregó,
dirigida “al Prior de los Dominicos” y encargándose a su patrona doña Ricapac,
para que edificara un templo “allí donde apareciera grabada la imagen de Jesús
Nazareno”. Al cumplir su cometido y regresar con el religioso y gran cantidad
de personas “en romería” se encontraron que había grabada en una roca la
referida imagen, en quien la domestica reconoció al viajero que le diera el
encargo. Entonces se edificó allí una capilla, que, por haberse puesto la
primera piedra el 24 de junio del mismo año, día de la advocación del santo
evangelista, se le dio el nombre de San Juan.
“La fiesta de Amancaes
se convirtió en una tradición, los limeños de todos los sectores de la sociedad
se dirigían a la pampa: la gente del pueblo llegaba en mulas, en carreta o a
pie; los aristócratas viajaban en calesas y balancines tirados por caballos,
detrás iba un burro cargado con todo lo necesario para almorzar en la pampa”.
Esta fiesta se caracterizaba por reunir a
todos los hacendados criadores de Caballos de paso, artesanos típicos
de todas las regiones del Perú y por supuesto, músicos bohemios de la costa
norte y centro.
Dicen los cronistas de la época que en
los bares o “chinganas” de la Lima del aiglo XVII, se tocaba una especie de
ritmo gitano primitivo parecido a las bulerías flamencas, golpeando los
nudillos de los dedos contra las mesas; incluía voces discordantes “pisqueras”
acompañados por dos guitarristas.
Años después, entrando al siglo
XVIII, la zamacueca se tocaba con palmas y haciendo ritmo con los
“cajones de la casa” o también con “cajas de embalaje” o reemplazando las
botijas primitivas hechas de piel de cabra. Anteriormente existían varios
tipos de cajones para acompañar las jaranas. Hace no mucho por ejemplo, se
conservaba el estilo norteño, caracterizado por ser un cajón más largo y echado
que el actual cajón peruano moderno.
Durante el siglo XIX se conocían a arpistas que
tocaban la zamacueca haciendo nuevamente como en la bulería, repiques de palma
y nudillo sobre la mesa de estas arpas o volteando las guitarras. El golpeo de
las arpas es muy común en la zona norteña hasta hoy.
El cajón mixto combina
los cajones clásico y snare. Posee dos caras para percutir, una
cara con el sonido Clásico (sin cuerdas) y otra cara con el sonido Snare (con
cuerdas), teniendo el agujero a un costado.
Los negros esclavos usaban los cajones
en los que transportaban la mercadería, sus descendientes ya libres, emplearon
el mismo sistema, usaban todo aquello que le diera aquel repique, con ritmo de
rebeldía. Los cajoneros obtienen diferentes sonidos de repique tocando en
diferentes lados del cajón: las puntas del cajón tienen un sonido, la parte del
centro otro, el filo superior, e inclusive desclavando una de las puntas
superiores del cajón se obtiene otro sonido. En el siglo XIX el cajón carecía
de forma definida pero Porfirio Vásquez, cultor de la música afroperuana,
estandarizó su forma actual. Ritmos afroperuanos que emplean el cajón son el
festejo, el aguenieve, el panalivio y aquellos sonidos de corte dulce-alegre
netamente afroperuanos.
La danza afroperuana más antigua es El festejo,
es más africana y más representativa que tiene el pueblo negro
peruano. El festejo tradicional se baila en los hogares negros peruanos, en las
calles de los pueblos costeños, sobre todo en Cañete, Chincha, Pisco, Ica y
Nazca, donde se baila sólo al ritmo de los cajones, tal como lo bailaban las
antiguas negras esclavas del antiguo Perú.
La zamacueca es otra de las danzas
típicas afroperuanas, que nace de otra danza más antigua, denominada
"ombligada" en que se representaba la sexualidad; hombre y mujer bailaban
en clara alusión a la fertilidad. El decimista, Nicomedes Santa Cruz cita
a esta danza como una de las fuentes originarias de la zamacueca, observando
similitudes con las danzas de iniciación sexual de otros países como Cuba
o Brasil,donde se practicaba el “vacunao”.
El tondero es una danza que
nació de la competencia entre los nativos y los negros del norte por
demostrar quién practicaba y poseía la danza más bella; los indígenas con su
“pava” o los negros con su “lundero”. El tondero viene de la voz lundero, que
habría sido aplicada para nominar a los que tocaban o practicaban el “lundu” (palabra
de origen bantú, que significa “sucesor”).
Son o fueron cajoneros reconocidos
Francisco Monserrate, Víctor Arciniegas, Carlos “Caito” Soto (el
cajonero de Chabuca Granda), Eusebio Cirio "Pititi", Porfirio
Vásquez, Alberto Vásquez, Julio “Chocolate” Algendones, Luis
"Cotito" Medrano, Reynaldo "Canano" Barrenechea, entre
otros.
La difusión internacional del cajón se
debió a su adopción por parte de Paco de Lucía,Premio Príncipe de Asturias
de las Artes, 2004, para el flamenco en 1977 tras una gira por
Latinoamérica que incluyó el Perú:
Sucedió que durante una gira de Paco de Lucía por Latinoamérica hacia 1977,
llegó a manos del percusionista de la banda un cajón en una fiesta organizada
por el embajador español en Perú. Rubem Dantas lo incorporó a la
música del sexteto del guitarrista que, como marcaba (y marca) la pauta,
suponía incorporarlo directamente a la música del flamenco. Manuel Soler estuvo
presente en el momento de la adopción, pues iba en el grupo como bailaor y hasta
“tocando unos bonguitos”. Según comentó en una entrevista concedida a
Flamenco-world.com en 1999, “el cajón era más sobrio para el flamenco” que
otros instrumentos de percusión que ya se habían empleado como las congas, los
bongos o la batería. Silvia Calado, «Érase una vez... un nuevo
instrumento», Flamenco-world.com, 2005.
Con la adopción del cajón peruano por
parte de la comunidad de la música flamenca surgieron uno tras otro los
percusionistas que encontraron en el nuevo instrumento la quintaesencia de la
percusión dentro del flamenco contemporáneo:
Veinticinco años después de que, el Premio Príncipe de Asturias de las
Artes, 2004, Paco de Lucía lo importara de Perú, el cajón en la actualidad
ocupa ya un hueco irreemplazable en el
flamenco. La clave de tan natural integración es que “está a medio camino entre
las palmas y el taconeo”. El instrumento se hizo a la música jonda al compás
que marcó Rubem Dantas dentro del mítico sexteto. Al percusionista brasileño lo
siguieron los músicos Antonio Carmona, José Antonio Galicia, Manuel Soler, Tino
di Geraldo y Ramón Porrina. Y, poco a poco, se va afianzando una ‘segunda
generación’ de cajoneros en la que destacan nombres como Piraña, Bandolero,
Chaboli, Antonio Coronel, Cepillo, Guillermo McGill... Golpe a golpe, va
limando los criticados excesos, encontrando su equilibrio y dirigiéndose a
convertirse en la cuarta modalidad del flamenco.
La frase "cajón flamenco" se
acuñó entonces a partir de la generalización del uso del cajón peruano dentro
del flamenco, generalización que lo expuso a experimentar variaciones en su
construcción. Quienes emplean la frase sostienen que las variaciones
contemporáneas al cajón peruano introducidas por el flamenco, como el uso de
cuerdas en el interior y el modo de fijación de la tapa acústica a la
estructura de la caja, son suficiente razón para merecer la denominación. El
uso de cuerdas en el interior por los peruanos durante el siglo XX no tuvo
continuidad debido a lo innecesario de vibraciones altas en la música criolla y
la música afroperuana porque no tienen palmas ni taconeo.
La difusión de la frase "cajón
flamenco" o "cajón español" lleva a hacer suponer erradamente un
origen ibérico de ese instrumento. Conjuntos de música afroperuana en gira por
Europa y artistas peruanos como la cantautora ganadora de Premio Grammy
Susana Baca, ministra de cultura en el Gobierno de Ollanta humana, ha precisado
que la música afroperuana no usa el "cajón flamenco" si no que es
exactamente lo opuesto.
Junto a la utilización normal, el cajón
con el tiempo ha experimentado varias influencias en la manera de tocarse. Con
su expansión a nivel mundial, no solamente los percusionistas sino también los
bateristas se han acercado al uso de este instrumento. Esto ha permitido que el
cajón se toque también con otros tipos de baquetas, sobre todo con brochas de
metal y plástico, las mismas que se utilizan con la batería.
Otra manera de tocarlo es utilizando un
simple pedal por batería, trasformando el cajón en percusión indirecta, esto
permite de utilizarlo como un verdadero bombo a pedal, pero con la limitación
de la posición tradicional. En febrero de 2008 el percusionista italiano Ovidio
Venturoso inventó y patentó un sistema a pedal para tocar el cajón con las
manos y con el pedal, manteniendo inalterada la posición tradicional.
Actualmente se confecciona en maderas
Mohena y Requia, tiene normalmente una altura de 47 cm y una base de 33 cm por
29 cm. El grosor llega hasta 15 mm.
En el año 2001, el cajón fue reconocido
oficialmente en el Perú por el Instituto Nacional de Cultura como «Patrimonio
Cultural de la Nación». Es por eso que entre todos debemos de generar atención y exportar nuestra indiscutible
y milenaria riqueza artística de nuestro país al resto del mundo.
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