En los días que me encontraba en Lima, era verano, pero como nunca llovía bastante, no era la tradicional Lima de mi infancia, cuando en el invierno, esperaba la “góndola” (que así llamábamos al ómnibus del colegio) no era la garúa, con esas cuatro gotas que algunas veces nos moja un poquito, pero no cala. Lima tiene un cielo muy parecido al de Oviedo, cuando va a llover, con ese cielo panza de burro.
Por esos días en el mes de diciembre en Lima, los pueblos jóvenes se encontraban en estado de alerta, porque la lluvia se llevo algunas casas de adobe, que se encuentran en los mismos cauces de los ríos que casi nunca llevan agua. Mi amigo y compañero, el presidente Alan García, recorrió durante esos días varias veces los pueblos de los alrededores de Lima para dar instrucciones de cómo se podía resolver la alarmante y grave situación que en esos momentos se vivia en las afueras de la capital.
Los chicos de mi clase del colegio, cumplimos este año las Bodas de Oro, o sea los cincuenta años de haber salido de las aulas de La Salle, y estamos preparando un gran fiesta en el mes de agosto, que marcara un gran hito en nuestra vida. El fin de semana antes te tomar mi avión para Ovetus, mis compañeros me llaman por la mañana temprano, porque sea día han bastante sol, sol de verano verdadero, para decirme que Juno Manarelli, compañero e hijo de un gran corredor de coches y amigo de mi papá allá en el Perú, nos invitaba a un grupo de compañeros a almorzar a su casa, de Pucusana. Un balneario que se encuentra a 60 km al sur de Lima. Limita al norte con el distrito de Santa María del Mar, al este con la provincia de Cañete, al sur y oeste con el Océano Pacífico.
Mis amigos Iván Venancio, José Luis Rocha y José Marcelo Allemant, me sacan en volandas de casa, cuando yo estaba concentrado haciendo mis maletas para mi regreso. Les puse mis condiciones, que iba pero que me trajeran temprano, porque tenía algunos otros compromisos esa noche. Es así que salimos de Lima, a las diez y media de la mañana. La verdad la ciudad de Lima cada vez, que voy, esta mas cambiada y crece más, y mientras que recorríamos las calles en busca de la carretera Panamericana, me encontraba muy desorientado por donde me llevaban. Al entrar en la carretera recién me di cuenta donde estábamos, pero pensaba que cuando iba con mis padres a Pucusana demorábamos mucho más en llegar, y esta vez en unos cuarenta y cinco minutos ya habíamos llegado.
Alli nos esperaban varios compañeros de promoción, en la casa del Dr. Manuel Arce, un eminente cirujano peruano, estaba a lo alto la bandera peruana como orientación para los que llegábamos de Lima y no conocíamos donde, era el punto de reunión.
Mientras que nos dirigíamos a casa de nuestros amigos, me recordaba cuando los domingos íbamos con mis padres a pasar el día, y como premio por la tarde nos llevaban a visitar el Corte de La Viuda, que es un gran accidente geográfico donde el mar hace su entrada en medio del cerro costero. También es conocido como "el Boquerón", aunque su nombre real es el anterior. La verdad es que por aquellos años nos daba miedo.
Otro atractivo es la famosa casa buque, que era de unos tios de una compañera de Facultad. Alguna vez me invitaron en el verano a pasar el día en esa bonita casa.
Según modernos estudios hechos por el antropólogo y políglota peruano Cesar Espinosa Fuentes, el nombre "Pucusuna" consta de 2 partículas: "Pucu", que en el desaparecido dialecto quechua que se hablaba en la costa central el "Quechua costeño" significaba "Rojo" (en contraposición de "Puca" rojo en el quechua serrano) como en el verdadero nombre atribuido por la Dra. Maria Rostworoski en alusión a documentos coloniales al conocido sitio arqueológico de "Puruchuco" que según ella no es "Puruchuco" sino "Pucu-ucho" (Ají rojo). La partícula "Pucu" hace alusión a la abundancia del color rojo presente en los cerros rojizos (por el oxido de hierro) que rodean la caleta y que uno puede ver tanto al entrar o al salir de la misma; y a la partícula "sana" (Presente en los apellidos aymaras Antesana y Quequesana), que es una partícula del idioma aymara y que significa "abundancia de algo", el aymara, idioma que a su vez viene del idioma Aru, idioma oficial de la cultura Wari que conquistó la costa central entre los siglos VII y el siglo XI d.C.. Queda claro que el desaparecido dialecto de la costa central "El quechua costeño" (Desaparecido a fines del s. XVII o a principios del S.XVIII) se vió muy influenciado por el idioma Aru, mayormente en léxico, por los siglos de dominación de la cultura Wari en la costa central, se puede decir que era un Quechua "Aruizado" o "Aymarizado". La traducción literal en cuestión sería "Abundancia de rojo” y otras serían "Lugar donde abunda el color rojo" ó "lugar rojísimo". No cabe duda que el nombre está relacionado a las bellezas paisajísticas y al amor que los antiguos pobladores sintieron por esta tierra.
Pucusana era una caleta de pescadores que venían de Chilca a lomo de burro.
En la década de los años 20, Pucusana corrió el riesgo de ser playa exclusiva pero las gestiones que hicieran don Leoncio Prado, hijo del héroe de Huamachuco, y Rafael Larco Herrera, impidieron esta pretensión y Pucusana logra convertirse en Caserío. Leoncio Prado fue uno de los primeros pobladores de Pucusana; organizó y dirigió a los humildes pescadores y en agradecimiento una de las calles principales del distrito lleva su nombre.
Su población se dedica mayormente a la pesca artesanal y al turismo. En su litoral se encuentran lanchas para dar un paseo por su costa, desde donde se pueden apreciar otras playas tales como Las Culebritas, las Ninfas, Naplo, La Yesera, La Honda, Pelícanos, La Tiza y La Quipa.En la década de los años 20, Pucusana corrió el riesgo de ser playa exclusiva pero las gestiones que hicieran don Leoncio Prado, hijo del héroe de Huamachuco, y Rafael Larco Herrera, impidieron esta pretensión y Pucusana logra convertirse en Caserío. Leoncio Prado fue uno de los primeros pobladores de Pucusana; organizó y dirigió a los humildes pescadores y en agradecimiento una de las calles principales del distrito lleva su nombre.
En Pucusana se practican deportes náuticos, pesca a cordel, caza submarina. Se realiza paseos en bote por la bahía; avistamientos de delfines, lobos de mar, pingüinos, diversas especies de aves para los amantes de la naturaleza. Dentro de sus instalaciones náuticas, Pucusana posee además de muelle de pescadores, un muelle deportivo y un Yacht Club.
el cebiche, el picante, el tiradito de pejerrey, el sudado, la jalea con pescado fresco y marisco, el chupe de pescado, el arroz con mariscos, el pulpo al olivo, entre otros, o sea
Nuestros compañeros de colegio habían preparado una gastronomía básicamente marina, el Chilcano cuya base es un caldo de pescado, muchas verduras, el infaltable culantro, papas amarillas, perejil y su guarnición de arroz, Las Humitas de raka (culechina, chanque, patamula, lapa) sabroso y misterioso plato hecho con un molusco de sabor único, la Guatia que consta de trozos de pescado, pasta de ají amarillo hecha en casa, cebolla y el infaltable culantro, se acompaña con camote, queso fresco, yuca, papas y arroz blanco. El arroz Zambito va acompañado de clavo de olor, canela y anís; la chancaca pone lo dulce y el frejol castilla se impone con lo suyo. El Picante de pescado con un buen pescado, ají amarillo, mariscos y yuca. En los años 40, el Chupín de Trambollo o Pejesapo con un tradicional aderezo de cebolla y ajo, el tomate se une a la fiesta y el laurel lo acompaña, con papas amarillas culantro y vino blanco. en resumen un gran festín. Y sin precisar el tiempo, aparece como arte de magia el cebiche de Bonito con sus inseparables cebollas, ajíes, limones y un toque de sal.
Y para terminar nuestros anfitriones nos sorprendieron con los exquisitos picarones, la mazamorra morada, el arroz zambito y el arroz con leche.
Ya era tarde y nos teníamos que ir, al despedirnos de nuestros compañeros de colegio, en la puerta de la casa nos encontramos con un “taxi Cholo”, que tuvimos que tomar, pero pensábamos que el taxi no podía subir la cuesta con nosotros, - pero si llego a la cima- porque creo que con tan gran banquete, habíamos engordado unos cuantos kilos de más.
Al llegar a Lima, el cielo seguía de color panza de burro, pero no llovía