El cineasta neoyorquino y Premio Príncipe de Asturias de las
Letras, 2002 Wody Allen, cuando estuvo
en Oviedo escribió: “Una ciudad deliciosa, exótica, bella, limpia, agradable,
tranquila y peatonalizada: es como si no perteneciera a este mundo, como si no
existiera… Oviedo es como un cuento de hadas.
Leopoldo Alas Clarín, llamo a Oviedo Vetusta “Vetusta, la
muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacia la digestión del cocido y
de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar
zumbido de la campana del coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta
torre de la Santa Basilica. La torre de
la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno de dulces líneas de
belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis (…). Como haz de músculos y nervios la piedra enroscándose
en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el aire y
como prodigio de juegos malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual
imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña y sobre
esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos…”
Ramón Pérez de Ayala, dice sobre Pilares: “Pilares, la
decrepita ciudad, centenario asilo de monotonía y silencio, yacía al sol
poniente, más callada y absorta que nunca. De vez en vez, la voz medioeval e imperecedera de las campanas sacudía, como
errante escalofrió, la modorra de aquel pétreo organismo. La ciudad parecía respirar un vaho rojizo y
grave. Sobre el monte Otero, que le sirve para respaldar y la ampara contra los
vientos del Norte, sobre las praderías y
bosques en que está engastada, los ocres y amarillos otoñales imponían ya su
nobleza al verde gayo y frívolo de primavera…”
“La plaza del
mercado, en Pilares, está formado por un ruedo de casucas corcovadas, caducas,
seniles. Vencidas ya por la edad, buscan una apoyatura sobre las columnas de
los porches. La plaza es como una tertulia de viejas tullidas que se
apuntalan en sus muletas y muletillas y
hacen el corrillo de la maledicencia. En este corrillo de viejas chismosas se
vierten sobre las murmuraciones y cuentos de la ciudad. La plaza del mercado es
el archivo histórico de Pilares...”
“La calle de Jovellanos es una vía amplia, burguesa,
flamante, presuntuosa; fuera de mano, lindando con la campiña, de manera que el
escaso tráfico de Pilares no llega allí. No hay en ella tiendas o comercios. El
habitual silencio de la población se
profundiza por aquella parte…”
“Solo las cosas vivas son hermosas. Esa calle es hermosa
porque vive…parece que las casas están dotadas de volición y de movimiento.
Cada una tiene su personalidad, su alma, su fisonomía, su gesto, su biografía.
Una medita, otra sueña, otra ríe, otra
bosteza…”.
Armando Palacio Valdés, en su novela “El maestrante” escribió
sobre Lancia, lo siguiente: “ La muy noble ciudad de Lancia ha cambiado un poco en su exterior y menos en
sus costumbres. Unas cuantas casas grilleras con adornos mazápan alzadas por el
otro indiano en las inmediaciones del Campo San Francisco, varios trozos de acera
en las calles que jamás la poseyeron; tres faroles más en la plaza de la
Constitución; un guardia municipal suplementario que debe su existencia no
tanto a las necesidades del servicio como a las pasiones del alcalde…”
Antonio Masip dice: “ mira
a Oviedo desde el reflejo del Naranco, su monte tutelar, su altura más
reconocida e ilustre, junto con la torre de la Catedral… y el monte protector refleja la ciudad y sus
gentes contemplan con amor y nostalgia:
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