El ovetense José
Fernando de Abascal y Sousa, marqués de
la Concordia, fue el trigésimo octavo,
virrey del Perú, nació en Oviedo el 3 de
junio de 1743, hijo de padres nobles. Estudio matemáticas en esta ciudad y
desempeño varios cargos de su profesión en Mallorca, La Habana y Nueva España. Tomo parte
en la ocupación de la colonia de
Sacramento y en 1799 fue nombrado comandante
general e intendente de Nueva
Galicia (México). En 1804 fue designado virrey del Río de la Plata y antes de posesionarse
de este cargo virrey del Perú, pero no llego a Lima hasta agosto de 1806,
debido a que durante el viaje fue hecho
prisionero por los ingleses.
Don Fernando de Abascal
y Sousa, caballero de Santiago y marqués de la Concordia, de gallarda figura y una rancia ejecutoria que
probaba siete ascendencias de sangre azul, sin mezcla de moro ni judío, Era un
hombre muy valiente hasta la temeridad. Fue un hombre de gran habilidad a punto
de que amigos y enemigos que alcanzaron
a conocerlo, están de acuerdo. El
marqués de la Concordia, se mantiene durante diez años de autoridad –
1806-1816- como el fuerte eslabón que resuelve la continuidad entre la colonia y la fuerza
política nueva que pugnaba por abrirse
paso a expensas de la decadencia
monárquica española.
El virrey, jefe del
poder político, sin más limitaciones que la autoridad del rey, que le nombraba, con residencia en
Lima, y una asignación anual de 30.000 ducados- diez mil más que en México- era
el personero máximo de la colonia.
La acción inteligente
sagaz y oportuna de este hombre superior , fue el más formidable adversario que
encontraron en su impetuoso estallido, la nuevas ideas revolucionarias del
siglo. Abascal avizoraba, la realidad con espíritu comprensivo, con profundo
sentido de la justicia inspiradora de los patriotas americanos. Sabía que la
madre Patria con la función estéril, de sus últimos monarcas, no podía evitar
la plasmación del gran ideal humano de libertad. Y, conciliador, supo mantener
el equilibrio entre los nuevos derechos proclamados, y el derecho tradicional
de su patria a la esclavitud de América.
Abascal, fue por eso
una fuerza inteligente, un centinela sagaz, que se conservaba enhierto en medio
del vendaval demoledor que azotaba
contra la monarquía vacilante y aun sus perdida Bayona, Abascal desbarataba
todos los planes de los patriotas. Contra él, no era posible la consolidación
de las revueltas libertarias, pronunciadas en las principales capitales
hispanoamericanas. Con él o sin él, eran
los dos términos avistados por
los directores del movimiento
emancipador del continente. Contra él no. De ahí que se ofreciera, se le
suplicara, la ruptura de su fidelidad a la Corte, para salvar ewsos pueblos de
América, del cruento sacrificio por la libertad.
Abascal, para la
historia, era el último baluarte de la monarquía, la última energía
concrecionada de un poder derrumbado, ya en el pacto cobarde de Bayona . Si no
era posible, conquistarle por la jefatura
política de la colonia, proclamando su independencia, había que tratar
de eliminarlo, para que el ideal pudiera plasmarse, sin derramamientos de
sangre. Por eso los diez años de su mandato, fueron la década de los grandes
avances y de los grandes retrocesos en el área de la emancipación americana.
Esta creciente
corriente emancipadora, además de la amenaza inglesa al sur del continente
llevo a Fernando de Abascal, entre 1806 y 1816 a reparar y poner en valor las murallas de Lima. Esta refacción
general de la fortificación puede considerarse
parte del impulso edificador de este periodo. Se construyó el cuartel de
Santa Catalina (1806), la Portada de Maravillas (1807), entre muchas otras
obras, realizándose también una mejora general de las plazas y espacios públicos, lo que significó un
primer acercamiento a la concepción de una Lima urbana moderna o proyectada
hacia el futuro.
Motivado
principalmente por la amenaza inglesa,
Abascal emprendió la reparación de las
murallas, evitando el uso de la Hacienda Real. El 29 de agosto de 1807 prohibió
por bando toda alza en el costo de los jornales de los peones y el aumento del
precio de los adobes.
Entre los ciudadanos
particulares de la ciudad se contó con la colaboración del marqués de Calada de
la Fuente y Francisco Vázquez de Ucieda, quienes repararon un baluarte cada
uno. Además los hacendados de las inmediaciones financiaron la reparación de
tres baluartes más, y los vecinos de la zona de Monserrate aportaron siete mil
pesos para la reedificación de las
murallas de su sector. La refacción consistiría en despegar las grandes cantidades de basura y escombros
que se habían acumulado alrededor de gran parte de las murallas, rellenar los
baluartes donde se hubiera perdido material y reforzarlo para recibir
artillería pesada. Reconstruir las partes derribadas y reforzar las existentes.
Se construyeron además caminos internos y externos e la línea de los muros repartiéndose el
costo de las obras de reparación entre las instituciones de Lima. Siendo el
costo total de ciento cincuenta mil pesos.
Los trabajos duraron
varios meses, siendo supervisados por el
mismo virrey. Al termino de las obras, se había vuelto a poner en uso el
antiguo terraplén superior o adarve en torno a la ciudad, igualmente, se
construyó un camino externo al pie de las murallas e incluso se llegaron a
cavar algunos fosos y se construyeron almacenes en las golas de dos baluartes
para el depósito de pólvora, rehaciéndose además las portadas de Guadalupe y
Maravillas, siendo el costo de nueve mil pesos.
El 31 de mayo de 1808
el virrey Abascal inauguro el Cementerio General de Lima bajo la dirección del
arquitecto, escultor y pintor vasco Matías Maestro y constituyó el primer
cementerio de carácter civil en América. Siendo el costo total de ciento diez
mil pesos. Ante la oposición de la
población que estaba acostumbrada a enterrar sus muertos en corralones
camposantos que tenían los hospitales, en
el atrio o en las bóvedas de las iglesias y conventos en criptas o catacumbas. Esta innovación fue
trascendente en el campo de la higiene capitalina.
José Fernando de
Abascal, a pesar de actuar en épocas de permanentes erupciones libertarias,
logro desviar la atención pública hacia
su obra constructiva. Funda la Escuela de Medicina de San Fernando, cuya
dirección se la día a Hipólito Unanue, el Colegio de Abogados, academias de pintura y
dibujo, el fuerte de Santa Catalina, protege el arte teatral, estallan
revoluciones dentro y fuera del país que son sofocados, con mano firme, en unos
casos, y con mucha sagacidad en otros.
En 1813 Abascal
cumpliendo el imperativo cultural de su hora , libró al Perú del Santo
Tribunal, convertido contra la inspiración de Ignacio de Loyola, en manos de
los discípulos horrendos de Torquemada, en el más espantoso organismo social de
venganza y muerte. En el año de 1815 se
reinstala el Santo Oficio en el Perú y perdura, menos exigente hasta 1820.
Por enero de 1813
recibió el virrey Abascal entre otras resoluciones de las Cortes de Cádiz, una
en que se le participaba quedar abolida
la horca en España y sus colonias y remplazada con el garrote
Durante su mandato se
fabrica, en el Perú, el instrumento del garrote, para sancionar a los
condenados a muerte. La nota del virrey al cabildo, dice del criterio penalista
de la época: el sistema intimidativo, creído el mejor, para evitar la
delincuencia: “En papel de 5 del actual-agosto 1814- me han expuesto, el Excmo.
Ayuntamiento que, merced a sus esfuerzos, está ya pronta la máquina de dar
garrote. En esta virtud, y para que el ejercicio de la justicia no siga
suspenso, y la falta de castigo no aumente el número de malhechores, lo aviso a
VE, para que se empiece a aplicar garrote a los condenados…”.
En el año de 1814,
llegó la última partida de esclavos, que se vendieron al precio de 600 pesos.
Había, como era natural, gran demanda del artículo, pues la invasión francesa y
la alianza británica con España, eran rémoras para el tráfico regularizado de
los buques negreros.
Se produjo un gran incendio accidental en la ciudad de
Guayaquil, que destruyo media ciudad; un sismo en Ica y otro en Piura; un
huracán en Lima que descuajó árboles de raíz de la alameda de Lima, y arranco
algunos techos y ventanas de las casas
de la capital peruana; El 1 de diciembre de 1806 se sintió en Lima un temblor
que duro dos minutos y que hizo oscilar las torres de la ciudad. La braveza del
mar en el Callao fue tanta, que las olas
arrojaron por sobre la barraca
del capitán del puerto un ancla que pesaba treinta quintales; aparecen dos cometas uno en octubre de 1807 y
en noviembre de 1811, otro que durante seis meses permaneció visible sin necesidad
de telescopio; también se produjeron diversos movimientos rebeldes en el
continente americano, que fueron reprimidos con gran energía cualquier intento
de insurrección.
Al estallar la
revolución en la América española en 1810. Abascal convirtió al Perú n un centro de loa reacción carliasta. Para
ello ocupo militarmente el Alto Perú. Sofoco la insurrección en Chile y el
levantamiento de Quito e incorporo esta audiencia al virreinato peruano.
Aplasto duramente los conatos revolucionarios que se producían en el Perú
deteniendo a la vez los avances de la revolución argentina en el Alto Perú y
reorganizó el ejercito.
Abascal había
renunciado del cargo de virrey, el 14 de octubre de 1816 ante Fernando VII y entregó el mando al general Pezuela,
servidor y protegido de aquel.
La salida de Abascal,
propicia la disolución del gran partido de voluntarios, organizado por él, para
la defensa de la unión hispanoamericana,
y marco y consolido la libertad de los pueblos más alejados del Perú.
El propio virrey
Fernando de Abascal había previsto este fenómeno evolutivo. En carta a un íntimo
amigo suyo, en la Corte, le profetizaba: “Harto de hecho por atajar el torrente
y no quiero, ante la historias y ante mi rey, cargar con la responsabilidad de
que el Perú se pierda para España, entre mis manos. Tal vez otro logre lo que yo no me siento con fuerzas para alcanzar…”.
Efectivamente, el viaje
del Marqués de la Concordia aquietó a los americanos el gran cerebro opositor a
su libertad. Fue en vano que, durante el gobierno de Pezuela se abolió la mita
y se pensase en prerrogativas a los criollos y mestizos. Ya el movimiento
tomaba fuerza, la monarquía resultaba decadente ; y sobre todo, los genios de
la emancipación actuaban , en el sur y en el norte, para enfocar en el Perú, la
solución definitiva del problema continental.
A su regreso a España,
Abascal fue nombrado Capitán General. Falleció en Madrid el 31 de julio de
1821, tres días después de haberse proclamado las Independencia del Perú, por
el General José de San Martín.
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