domingo, 14 de diciembre de 2014

JOSE FERNANDO DE ABASCAL Y SOUSA, MARQUES DE LA CONCORDIA, TRIGESIMO OCTAVO VIRREY DEL PERÚ

                                                                                   
El ovetense José Fernando de Abascal y Sousa,  marqués de la Concordia, fue el  trigésimo octavo, virrey del Perú, nació en Oviedo  el 3 de junio de 1743, hijo de padres nobles. Estudio matemáticas en esta ciudad y desempeño varios cargos de su profesión en Mallorca, La Habana  y Nueva España.  Tomo parte  en la ocupación de la colonia  de Sacramento  y en 1799 fue nombrado  comandante  general e intendente  de Nueva Galicia (México). En 1804 fue designado virrey del Río de la Plata y antes de posesionarse de este cargo virrey del Perú, pero no llego a Lima hasta agosto de 1806, debido a que durante el viaje fue  hecho prisionero por los ingleses.
Don Fernando de Abascal y Sousa, caballero de Santiago y marqués de la Concordia, de  gallarda figura y una rancia ejecutoria que probaba siete ascendencias de sangre azul, sin mezcla de moro ni judío, Era un hombre muy valiente hasta la temeridad. Fue un hombre de gran habilidad a punto de que amigos y enemigos  que alcanzaron a conocerlo, están de acuerdo.  El marqués de la Concordia, se mantiene durante diez años de autoridad – 1806-1816- como el fuerte eslabón que resuelve la  continuidad entre la colonia y la fuerza política nueva que pugnaba  por abrirse paso a expensas de la decadencia  monárquica española.    
El virrey, jefe del poder político, sin más limitaciones que la autoridad  del rey, que le nombraba, con residencia en Lima, y una asignación anual de 30.000 ducados- diez mil más que en México- era el personero máximo de la colonia.
La acción inteligente sagaz y oportuna de este hombre superior , fue el más formidable adversario que encontraron en su impetuoso estallido, la nuevas ideas revolucionarias del siglo. Abascal avizoraba, la realidad con espíritu comprensivo, con profundo sentido de la justicia inspiradora de los patriotas americanos. Sabía que la madre Patria con la función estéril, de sus últimos monarcas, no podía evitar la plasmación del gran ideal humano de libertad. Y, conciliador, supo mantener el equilibrio entre los nuevos derechos proclamados, y el derecho tradicional de su patria a la esclavitud de América.
Abascal, fue por eso una fuerza inteligente, un centinela sagaz, que se conservaba enhierto en medio del vendaval  demoledor que azotaba contra la monarquía vacilante y aun sus perdida Bayona, Abascal desbarataba todos los planes de los patriotas. Contra él, no era posible la consolidación de las revueltas libertarias, pronunciadas en las principales capitales hispanoamericanas. Con él o sin él, eran  los dos términos  avistados por los directores del  movimiento emancipador del continente. Contra él no. De ahí que se ofreciera, se le suplicara, la ruptura de su fidelidad a la Corte, para salvar ewsos pueblos de América, del cruento sacrificio por la libertad.
Abascal, para la historia, era el último baluarte de la monarquía, la última energía concrecionada de un poder derrumbado, ya en el pacto cobarde de Bayona . Si no era posible, conquistarle por la jefatura  política de la colonia, proclamando su independencia, había que tratar de eliminarlo, para que el ideal pudiera plasmarse, sin derramamientos de sangre. Por eso los diez años de su mandato, fueron la década de los grandes avances y de los grandes retrocesos en el área de la emancipación americana.
Esta creciente corriente emancipadora, además de la amenaza inglesa al sur del continente llevo a Fernando de Abascal, entre 1806 y 1816 a reparar y poner en  valor las murallas de Lima. Esta refacción general de la fortificación puede considerarse  parte del impulso edificador de este periodo. Se construyó el cuartel de Santa Catalina (1806), la Portada de Maravillas (1807), entre muchas otras obras, realizándose también una mejora general de las plazas  y espacios públicos, lo que significó un primer acercamiento a la concepción de una Lima urbana moderna o proyectada hacia el futuro.
Motivado principalmente  por la amenaza inglesa, Abascal  emprendió la reparación de las murallas, evitando el uso de la Hacienda Real. El 29 de agosto de 1807 prohibió por bando toda alza en el costo de los jornales de los peones y el aumento del precio de los adobes.
Entre los ciudadanos particulares de la ciudad se contó con la colaboración del marqués de Calada de la Fuente y Francisco Vázquez de Ucieda, quienes repararon un baluarte cada uno. Además los hacendados de las inmediaciones financiaron la reparación de tres baluartes más, y los vecinos de la zona de Monserrate aportaron siete mil pesos para la reedificación  de las murallas de su sector. La refacción consistiría en despegar  las grandes cantidades de basura y escombros que se habían acumulado alrededor de gran parte de las murallas, rellenar los baluartes donde se hubiera perdido material y reforzarlo para recibir artillería pesada. Reconstruir las partes derribadas y reforzar las existentes. Se construyeron además caminos internos y externos  e la línea de los muros repartiéndose el costo de las obras de reparación entre las instituciones de Lima. Siendo el costo total de ciento cincuenta mil pesos.
Los trabajos duraron varios meses, siendo supervisados por el  mismo virrey. Al termino de las obras, se había vuelto a poner en uso el antiguo terraplén superior o adarve en torno a la ciudad, igualmente, se construyó un camino externo al pie de las murallas e incluso se llegaron a cavar algunos fosos y se construyeron almacenes en las golas de dos baluartes para el depósito de pólvora, rehaciéndose además las portadas de Guadalupe y Maravillas, siendo el costo de nueve mil pesos.     
El 31 de mayo de 1808 el virrey Abascal inauguro el Cementerio General de Lima bajo la dirección del arquitecto, escultor y pintor vasco Matías Maestro y constituyó el primer cementerio de carácter civil en América. Siendo el costo total de ciento diez mil pesos.  Ante la oposición de la población que estaba acostumbrada a enterrar sus muertos en corralones camposantos que tenían los hospitales, en  el atrio o en las bóvedas de las iglesias y conventos en criptas  o catacumbas. Esta innovación fue trascendente en el campo de la higiene capitalina.
José Fernando de Abascal, a pesar de actuar en épocas de permanentes erupciones libertarias, logro desviar la atención  pública hacia su obra constructiva. Funda la Escuela de Medicina de San Fernando, cuya dirección se la día a Hipólito Unanue,  el Colegio de Abogados, academias de pintura y dibujo, el fuerte de Santa Catalina, protege el arte teatral, estallan revoluciones dentro y fuera del país que son sofocados, con mano firme, en unos casos, y con mucha sagacidad en otros.
En 1813 Abascal cumpliendo el imperativo cultural de su hora , libró al Perú del Santo Tribunal, convertido contra la inspiración de Ignacio de Loyola, en manos de los discípulos horrendos de Torquemada, en el más espantoso organismo social de venganza y muerte.  En el año de 1815 se reinstala el Santo Oficio en el Perú y perdura, menos exigente hasta 1820.
Por enero de 1813 recibió el virrey Abascal entre otras resoluciones de las Cortes de Cádiz, una en que se le participaba quedar abolida  la horca en España y sus colonias y remplazada con el garrote
Durante su mandato se fabrica, en el Perú, el instrumento del garrote, para sancionar a los condenados a muerte. La nota del virrey al cabildo, dice del criterio penalista de la época: el sistema intimidativo, creído el mejor, para evitar la delincuencia: “En papel de 5 del actual-agosto 1814- me han expuesto, el Excmo. Ayuntamiento que, merced a sus esfuerzos, está ya pronta la máquina de dar garrote. En esta virtud, y para que el ejercicio de la justicia no siga suspenso, y la falta de castigo no aumente el número de malhechores, lo aviso a VE, para que se empiece a aplicar garrote a los condenados…”.
En el año de 1814, llegó la última partida de esclavos, que se vendieron al precio de 600 pesos. Había, como era natural, gran demanda del artículo, pues la invasión francesa y la alianza británica con España, eran rémoras para el tráfico regularizado de los buques negreros.
Se produjo  un gran incendio accidental en la ciudad de Guayaquil, que destruyo media ciudad; un sismo en Ica y otro en Piura; un huracán en Lima que descuajó árboles de raíz de la alameda de Lima, y arranco algunos techos  y ventanas de las casas de la capital peruana; El 1 de diciembre de 1806 se sintió en Lima un temblor que duro dos minutos y que hizo oscilar las torres de la ciudad. La braveza del mar en el Callao fue tanta, que las olas  arrojaron  por sobre la barraca del capitán del puerto un ancla que pesaba treinta quintales;  aparecen dos cometas uno en octubre de 1807 y en noviembre de 1811, otro que durante seis meses permaneció visible sin necesidad de telescopio; también se produjeron diversos movimientos rebeldes en el continente americano, que fueron reprimidos con gran energía cualquier intento de insurrección.
Al estallar la revolución en la América española en 1810. Abascal convirtió al Perú  n un centro de loa reacción carliasta. Para ello ocupo militarmente el Alto Perú. Sofoco la insurrección en Chile y el levantamiento de Quito e incorporo esta audiencia al virreinato peruano. Aplasto duramente los conatos revolucionarios que se producían en el Perú deteniendo a la vez los avances de la revolución argentina en el Alto Perú y reorganizó el ejercito.
Abascal había renunciado del cargo de virrey, el 14 de octubre de 1816 ante Fernando VII  y entregó el mando al general Pezuela, servidor y protegido de aquel.
La salida de Abascal, propicia la disolución del gran partido de voluntarios, organizado por él, para la defensa  de la unión hispanoamericana, y marco y consolido la libertad de los pueblos más alejados del Perú.
El propio virrey Fernando de Abascal había previsto este fenómeno evolutivo. En carta a un íntimo amigo suyo, en la Corte, le profetizaba: “Harto de hecho por atajar el torrente y no quiero, ante la historias y ante mi rey, cargar con la responsabilidad de que el Perú se pierda para España, entre mis manos. Tal vez otro logre  lo que yo no me siento con fuerzas  para alcanzar…”.
Efectivamente, el viaje del Marqués de la Concordia aquietó a los americanos el gran cerebro opositor a su libertad. Fue en vano que, durante el gobierno de Pezuela se abolió la mita y se pensase en prerrogativas a los criollos y mestizos. Ya el movimiento tomaba fuerza, la monarquía resultaba decadente ; y sobre todo, los genios de la emancipación actuaban , en el sur y en el norte, para enfocar en el Perú, la solución definitiva del problema continental.

A su regreso a España, Abascal fue nombrado Capitán General. Falleció en Madrid el 31 de julio de 1821, tres días después de haberse proclamado las Independencia del Perú, por el General José de San Martín.        

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