miércoles, 24 de diciembre de 2014

EL MONASTERIO DE CORIAS, EN CANGAS DEL NARCEA

Si bien  la fundación del Monasterio de Corias se debe a una doble motivación de los condes, tanto económica como religiosa, también se ve envuelta  en lo legendario, en hechos sobrenaturales de visiones y mandatos divinos, que no perseguían si no dar prestigio al edificio. Esta leyenda narra cómo los condes, privados de descendencia, deciden fundar un monasterio y mantenerlo en secreto. Al no encontrar el lugar adecuado para ubicar su construcción, el inicio de la obra se fue demorando cada vez más. Tanto fue el retraso acumulado que Dios Padre se apareció en un sueño a un criado de los señores. Suero, que así se llamaba éste, escucho como el Todopoderoso le apremiaba  para que manifestase a sus amos que no retrasasen  más su proyecto. Le indicó, no sólo dónde debía levantarse el edificio,  sino también la advocación del nuevo monasterio a San Juan Bautista. Por temor a ser un embustero, el criado decidió guardar silencio. En tres ocasiones se repitió el sueño, siendo la última visión aún mayor. Para que los condes, recibió éste una bofetada en la mejilla, dejando visible la marca del golpe. Sin temor alguno, Suero decidió dar el paso y relatar las visiones a sus señores, mostrando el golpe recibido en las últimas de ellas.
Fue en la primera mitad  del siglo IX cuando los condes Piloño y Aldonza decidieron emprender la fundación de un cenobio en el enclave donde hoy se encuentra la majestuosa obra neoclásica que llego a nuestros días. Era el conde Piñolo una de las personas más acaudaladas de la época en territorio asturiano, cuyas heredades (villas, brañas, iglesias, monasterios  y castillos) se distribuían a lo largo y ancho de la tierra asturiana, desde oriente a occidente, llegando incluso a sobrepasar dicho límite adentrándose en la zona leonesa. Después de un periodo de continua ascendencia y prosperidad durante gran parte dde la Edad Media, muchas veces entrando en conflicto con la nobleza de la zona a fin de que no fuesen  usurpadas sus propiedades, el Monasterio de Corias entro en franca decadencia, agudizada desde la segunda mitad del siglo XV por los abades comendatarios. La crisis resultó insostenible por lo que el cenobio de San Juan Bautista de Corias no encontró otra salida que anexionarse a Valladolid.
 El 24 de septiembre de 1763 cuando la desgracia sacudió los muros de cenobio. El fuego no quiso cebarse  completamente con la comunidad de Corias, salvando la biblioteca, el archivo y la iglesia.
Para la reconstrucción del monasterio de  monjes quisieron contar con un arquitecto de primera línea, lo que les llevo a contactar con el gallego Miguel Ferro Caaveiro, maestro mayor de la Catedral de Santiago.
Las obras se ejecutaron entre los años 1774 y 1808, a cuyo término dieron como resultado un edificio neoclásico de dimensiones colosales. Su aspecto sobrio y desornamentado lleva a hablar de un neoherrerianismo, de ahí que se le conozca como “El Escorial” asturiano.
En virtud de los decretos de exclaustración de 1835 a 1836, los monjes benedictinos debieron abandonar el monasterio, y este paso a disposición  del Estado. El edificio quedo desabitado  durante los 25 Años siguientes, utilizándose solamente la iglesia.
De 1835 a 1860 queda en España un convento de Dominicos, exceptuando expresamente en los decretos de exclaustración por estar dedicado a la formación de misioneros para Filipinas y Asia,. El de Ocaña: pero al ser insuficiente, de perdió y obtuvo del Gobierno la autorización para abrir 9otro subsidiario, en el que pudiesen ser admitidos y formados parte de los futuros misioneros. Al mismo tiempo, Antonio Orge, comisario general de los Dominicos españoles, acariciaba la idea de restaurar  la provincia de España. Visito el monasterio de Corias, juzgando apto para dichos fines y obtenidas las correspondientes licencias de la Santa Sede y del Gobierno, los dominicos españoles adquirieron el monasterio y, tras oportunas  reparaciones, se restauro en él  la vida religiosa, el 11 de noviembre de 1860, constituyendo la primera comunidad los padres Orge y Vicente Romero, procedentes del convento de Ocaña, mas otros seis , y cuatro nuevos novicios que ingresaron ese mismo día en  la Orden. A ellos se irían uniendo otros dominicos que vivían enclaustrados, además de las nuevas vocaciones. Con la vida religiosa se instauraron también en Corias los estudios superiores de Filosofía y teología de los dominicos en la provincia de España, convirtiéndose el Convento de Corias en centro de estudios y de predicación. En ambos aspectos, la provincia de Asturias fue la primera beneficiaria.
Los estudios de teología  se trasladaron luego al convento de San Estaban de Salamanca, en 1892, pero continuaron en Corias los estudios de enseñanza media para las nuevas vocaciones religiosas hasta 1957, en que pasaron al Colegio de la Virgen del Camino en León, instalándose ese mismo año en Corias un Instituto laboral autorizado por orden del 7 de noviembre del Ministerio de Educación y Ciencia, con capacidad para 500 alumnos en régimen de internado, y que ha perdurado hasta el año de 1979.
Entre los hijos ilustres del convento cabria mencionar tres maestros generales  de la Orden, los padres José María Larroca, uno de los restauradores del convento; Manuel Suárez de Herias (Lena) y Aniceto Fernández; los obispos Máximo Fernández, vicario apostólico del Tonkin  y Albino Menéndez Reigada, obispo de Tenerife y luego de Córdoba, los escritores Luis Getino, Juan González Arintero y Justo Cuervo; y el sociólogo padre José Gafo 
La Iglesia, es la más antigua que el resto del edificio monacal, se construyó entre 1593 y 1650. Es de estilo renacentista, con trazas acordes con la corriente herreriana.
El interior de la misma presenta grandes proporciones,  con una decoración sencilla y austera de donde tan sólo resaltan las columnas de pilastras de piedra que sustentan arcos fajones.

Al pie del templo una amplia tribuna conforma el coro. Destaca la amplia sillería de madera, los dos órganos, uno de ellos barroco. La fachada original clásica queda oculta tras la fachada principal del monasterio, y destaca de ella un gran frontón triangular, rematado con tres grandes bolas a modo de acroteras. En una de las capillas se conserva la pieza más destacable el “Cristo de la Cantonada”, el ejemplo más bello de crucificado del siglo XII de los conservados en Asturias. El retablo mayor es barroco de 1680, todo el dorado y decorado on columnas salomónicas emparradas, donde destaca la imagen de San Juan Bautista de gran expresividad. Es destacable la sacristía, una amplia sala con bella cajonería y retablo.    

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