martes, 30 de septiembre de 2014

HISTORIA DE LA ESTATUA DE FRANCISCO PIZARRO

.En 1934 se embarcó en el puerto de Nueva York la efigie ecuestre de Francisco Pizarro. La estatua había sido realizada por Rumsey en 1910, pero fue fundida por E. Gargani, en Brooklyn, Nueva York, con una técnica aparentemente diferente a la usada para la estatua gemela de Trujillo poco antes de su envío, luego de concluidos los arreglos del donativo entre la viuda del escultor y el representante diplomático del Perú en Washington. Se dijo entonces que la estatua medía 6.60 metros de altura y pesaba 5,850 kilogramos.La estatua de Pizarro fue inaugurada en Lima el 18 de enero de 1935, como parte de las celebraciones conmemorativas del Cuarto Centenario de la fundación española de la ciudad. En su discurso el alcalde Luis Gallo Porras no pudo menos que elevar a Pizarro a la condición de «figura preclara del héroe y del civilizador». El ministro plenipotenciario español Luis de Avilés y Tiscar pidió respetuosamente las autoridades peruanas que al costado de Pizarro se pusiese una estatua del Inca Garcilaso de la Vega hecha por el escultor Manuel Piqueras Cotolí, que había sido costeada por la colonia española. El embajador de Estados Unidos, Fred Morris Dearing, destacó «la obligación inmensa de todos nuestros pueblos hacia la Madre España, gran colonizadora del Nuevo Mundo».En 1952, siendo alcalde de Lima Luis Dibós Dammert, se efectuó el traslado de la estatua del atrio de la Catedral a la Plaza Pizarro, solar aledaño a la Plaza de Armas, en el que se demolió una de las casas más antiguas de la ciudad, sobreviviente de la época de la fundación española. No están claros los motivos del traslado, aunque se repite con frecuencia que fue una decisión del presidente de la República, el general Manuel Odría. Pero en los diarios de la época declaraban voces airadas de la oposición por el procedimiento autoritario que se había seguido para decidir el cambio, sin haberse abierto previamente un debate público. En preparación del inminente traslado, la estatua peregrina de Francisco Pizarro fue bajada de su pedestal, quedando situada a su costado, mientras que el tráfico de tranvías se detenía durante media hora y los transeúntes observaban las grúas y el desmontaje con curiosidad. Luego de permanecer descabalgada más de tres semanas, el 26 de julio la estatua del conquistador fue llevada hasta la Plaza Pizarro, ante la mirada atenta de más de un millar de personas que la acompañaron durante hora y media, en lenta procesión. El nuevo emplazamiento fue inaugurado el 28 de julio de 1952, en lo que podríamos considerar una celebración contradictoria del Día de la Independencia. En 1968 se promovió la idea de trasladar la estatua de su ubicación en la Plaza Pizarro al patio de Palacio de Gobierno, y en 1972 surgió una iniciativa para moverla al distrito del Rímac, en la margen derecha del río, aunque ninguna de ellas se llegó a cumplir.
Durante largo tiempo, el arquitecto Santiago Agurto Calvo lideró con empeño y perseverancia la corriente que buscaba quitar la estatua de su plaza. En un artículo de 1991 fijaba claramente su posición, que se puede resumir en los siguientes argumentos: el monumento era lesivo a la peruanidad; fue creado para la patria del conquistador pero no tenía cabida en la tierra de los conquistados; representaba a Pizarro el conquistador; fue motivado por la alienación, egoísmo y plutocratismo de los gobernantes y por la pasividad, desorientación y acomplejamiento de los gobernados.
Sobre esta base Agurto proponía cambiar el emplazamiento de la estatua de Pizarro como un hecho simbólico, para establecer una nueva escala de valores y gestar una nueva cultura nacional y reemplazarla por una nueva imagen del Pizarro fundador de la ciudad de Lima, en lugar de la del conquistador del Perú, a la manera del monumento que con esas características se exhibe en la ciudad de Piura. La causa de Agurto se fortalecería a partir de su elección como regidor municipal en el Concejo Provincial de Lima y en 1997 lograría obtener la sanción preceptiva para la remoción de la estatua de la Plaza Pizarro, aunque la mudanza tardaría todavía unos años en hacerse efectiva.
Un curioso acto se realizó en 2001, el 24 de junio, día del solsticio de invierno en el sur, día del Campesino y fiesta del Sol entre los Incas, cuando la estatua de Pizarro fue objeto de una intervención pública al cubrírsela con una tela estampada con motivos de la arquitectura incaica. La acción simbólica del artista Juan Javier Salazar no tuvo el impacto que muchos hubiesen esperado en la población y pasó casi desapercibida.
Por fin llegó el día del segundo traslado de la estatua. El sábado 26 de abril de 2003, al filo de la medianoche, fue retirada sorpresivamente de la Plaza Pizarro. Ese día por la tarde habían estado ahí el arquitecto Agurto y el alcalde Luis Castañeda Lossio, quien, sin duda influido por Agurto, debió percibirlo como la oportunidad para ganarse a una parte importante de la población.

También en esa ocasión se procedió al traslado sin iniciar previamente un debate público y sin convocar la opinión de la ciudadanía. Ya con el hecho consumado, los medios de comunicación publicaron numerosas notas y declaraciones de especialistas y de sectores diversos de la sociedad que reflejaban las posiciones enfrentadas e irreconciliables de quienes estaban a favor o en contra de la acción de la autoridad municipal. Sin embargo, el impacto de la polémica no llegó a movilizar significativamente a la población a pesar de la importancia del espacio público involucrado y del simbolismo del personaje. Luego de permanecer almacenada en un depósito municipal, la estatua fue instalada el 19 de octubre de 2004 en un extremo del nuevo Parque de la Muralla, en el centro histórico de Lima, a orillas de río Rímac. La efigie se ubicó casi al ras del suelo, prescindiendo de su imponente pedestal original, y sin que apareciesen las placas laterales de bronce. Esta es finalmente su ubicación actual. ¿La veremos en algún nuevo lugar pronto?. El mismo arquitecto Santiago Agurto realizo su campaña por hacer retirar la estatua del conquistador de nuestra Plaza Mayor, lo terminó logrando. Su iniciativa más reciente fue contra la estrofa del Himno Nacional que se ha venido cantando por decenios (la del largo tiempo…) que él consideraba, con justa razón, ofensiva ?a la dignidad de peruanos. Investigó y demostró su origen apócrifo, escribió Levantando la humillada cerviz ?(Norbert Wiener, 2004) y gestionó en el TC y en el Congreso para que se la proscriba, lo cual logró.

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