.En 1934 se embarcó en el puerto de Nueva
York la efigie ecuestre de Francisco Pizarro. La estatua había sido realizada
por Rumsey en 1910, pero fue fundida por E. Gargani, en Brooklyn, Nueva York,
con una técnica aparentemente diferente a la usada para la estatua gemela de
Trujillo poco antes de su envío, luego de concluidos los arreglos del donativo
entre la viuda del escultor y el representante diplomático
del Perú en Washington. Se dijo entonces que la estatua medía 6.60 metros de
altura y pesaba 5,850 kilogramos.La estatua de
Pizarro fue inaugurada en Lima el 18 de enero de 1935, como parte de las
celebraciones conmemorativas del Cuarto Centenario de la fundación española de
la ciudad. En su discurso el alcalde Luis Gallo Porras no pudo menos que elevar
a Pizarro a la condición de «figura preclara del héroe y del civilizador». El
ministro plenipotenciario español Luis de Avilés y Tiscar pidió respetuosamente
las autoridades peruanas que al costado de Pizarro se pusiese una estatua del
Inca Garcilaso de la Vega hecha por el escultor Manuel Piqueras Cotolí, que
había sido costeada por la colonia española. El embajador de Estados Unidos,
Fred Morris Dearing, destacó «la obligación inmensa de todos nuestros pueblos
hacia la Madre España, gran colonizadora del Nuevo Mundo».En 1952, siendo
alcalde de Lima Luis Dibós Dammert, se efectuó el traslado de la estatua del
atrio de la Catedral a la Plaza Pizarro, solar aledaño a la Plaza de Armas, en
el que se demolió una de las casas más antiguas de la ciudad, sobreviviente de la
época de la fundación española. No están claros los motivos del traslado,
aunque se repite con frecuencia que fue una decisión del presidente de la
República, el general Manuel Odría. Pero en los diarios de la época declaraban
voces airadas de la oposición por el procedimiento autoritario que se había
seguido para decidir el cambio, sin haberse abierto previamente un debate
público. En preparación del inminente traslado, la estatua peregrina de
Francisco Pizarro fue bajada de su pedestal, quedando situada a su costado,
mientras que el tráfico de tranvías se detenía durante media hora y los
transeúntes observaban las grúas y el desmontaje con curiosidad. Luego de
permanecer descabalgada más de tres semanas, el 26 de julio la estatua del
conquistador fue llevada hasta la Plaza Pizarro, ante la mirada atenta de más
de un millar de personas que la acompañaron durante hora y media, en lenta
procesión. El nuevo emplazamiento fue inaugurado el 28 de julio de 1952, en lo
que podríamos considerar una celebración contradictoria del Día de la
Independencia. En 1968 se promovió la idea de trasladar la estatua de su
ubicación en la Plaza Pizarro al patio de Palacio de Gobierno, y en 1972 surgió
una iniciativa para moverla al distrito del Rímac, en la margen derecha del río,
aunque ninguna de ellas se llegó a cumplir.
Durante
largo tiempo, el arquitecto Santiago Agurto Calvo lideró con empeño y
perseverancia la corriente que buscaba quitar la estatua de su plaza. En un
artículo de 1991 fijaba claramente su posición, que se puede resumir en los
siguientes argumentos: el monumento era lesivo a la peruanidad; fue creado para
la patria del conquistador pero no tenía cabida en la tierra de los
conquistados; representaba a Pizarro el conquistador; fue motivado por la
alienación, egoísmo y plutocratismo de los gobernantes y por la pasividad,
desorientación y acomplejamiento de los gobernados.
Sobre esta
base Agurto proponía cambiar el emplazamiento de la estatua de Pizarro como un
hecho simbólico, para establecer una nueva escala de valores y gestar una nueva
cultura nacional y reemplazarla por una nueva imagen del Pizarro fundador de la
ciudad de Lima, en lugar de la del conquistador del Perú, a la manera del
monumento que con esas características se exhibe en la ciudad de Piura. La
causa de Agurto se fortalecería a partir de su elección como regidor municipal
en el Concejo Provincial de Lima y en 1997 lograría obtener la sanción
preceptiva para la remoción de la estatua de la Plaza Pizarro, aunque la
mudanza tardaría todavía unos años en hacerse efectiva.
Un curioso
acto se realizó en 2001, el 24 de junio, día del solsticio de invierno en el
sur, día del Campesino y fiesta del Sol entre los Incas, cuando la estatua de
Pizarro fue objeto de una intervención pública al cubrírsela con una tela
estampada con motivos de la arquitectura incaica. La acción simbólica del
artista Juan Javier Salazar no tuvo el impacto que muchos hubiesen esperado en
la población y pasó casi desapercibida.
Por fin llegó el día del segundo traslado de la estatua. El sábado 26 de abril de 2003, al filo de la medianoche, fue retirada sorpresivamente de la Plaza Pizarro. Ese día por la tarde habían estado ahí el arquitecto Agurto y el alcalde Luis Castañeda Lossio, quien, sin duda influido por Agurto, debió percibirlo como la oportunidad para ganarse a una parte importante de la población.
Por fin llegó el día del segundo traslado de la estatua. El sábado 26 de abril de 2003, al filo de la medianoche, fue retirada sorpresivamente de la Plaza Pizarro. Ese día por la tarde habían estado ahí el arquitecto Agurto y el alcalde Luis Castañeda Lossio, quien, sin duda influido por Agurto, debió percibirlo como la oportunidad para ganarse a una parte importante de la población.
También en
esa ocasión se procedió al traslado sin iniciar previamente un debate público y
sin convocar la opinión de la ciudadanía. Ya con el hecho consumado, los medios
de comunicación publicaron numerosas notas y declaraciones de especialistas y
de sectores diversos de la sociedad que reflejaban las posiciones enfrentadas e
irreconciliables de quienes estaban a favor o en contra de la acción de la
autoridad municipal. Sin embargo, el impacto de la polémica no llegó a
movilizar significativamente a la población a pesar de la importancia del
espacio público involucrado y del simbolismo del personaje. Luego de permanecer
almacenada en un depósito municipal, la estatua fue instalada el 19 de octubre
de 2004 en un extremo del nuevo Parque de la Muralla, en el centro histórico de
Lima, a orillas de río Rímac. La efigie se ubicó casi al ras del suelo,
prescindiendo de su imponente pedestal original, y sin que apareciesen las
placas laterales de bronce. Esta es finalmente su ubicación actual. ¿La veremos
en algún nuevo lugar pronto?. El mismo arquitecto Santiago Agurto realizo su
campaña por hacer retirar la estatua del conquistador de nuestra Plaza Mayor,
lo terminó logrando. Su iniciativa más reciente fue contra la estrofa del Himno
Nacional que se ha venido cantando por decenios (la del largo tiempo…) que él
consideraba, con justa razón, ofensiva ?a la dignidad de peruanos. Investigó y
demostró su origen apócrifo, escribió Levantando la humillada cerviz ?(Norbert
Wiener, 2004) y gestionó en el TC y en el Congreso para que se la proscriba, lo
cual logró.
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