Una de las reliquias sobrevivientes de la España musulmana es el alfajor, traído a América por los
españoles hace varios siglos y el cual ha adquirido características propias en
cada región.
El alfajor es un dulce adoptado por la culinaria
peruana que junto con los guargueros, ranfañote, Suspiro de Limeña y los
turrones de Doña Pepa forman el grupo emblemático de la repostería del Perú. Los
alfajores son muy apreciados en nuestra patria.
Pero el
alfajor es un dulce peculiar que además de almendras, avellanas, miel, canela y
otros componentes típicos de los dulces que llegaron con los españoles, lleva
una serie de especias como el clavo de olor que le da su sabor característico,
algunos le llegaron a echar el culantro.
Ricardo Palma cuenta en sus Tradiciones Peruanas que en 1668 llegó al Callao un fraile
portugués, sospechoso de ser un espía disfrazado de sacerdote.
A la virreina, condesa de Lemos, le sugirieron ahorcarlo inmediatamente,
pero ella, sabiamente, dijo “Déjenlo vueseñorías por mi cuenta...” e invitó al
cuestionado personaje a comer a Palacio, donde “La mesa estaba opíparamente
servida” y “El padre... no comía, devoraba. Hizo cumplido honor a todos los
platos”. Entonces sentenció la virreina: “¡Bien engulle, fraile es!”
(“Tradiciones peruanas”).
Y “Después de consumir, como postres, una muy competente ración
de alfajores, pastas y
dulces de las monjas” el fraile ofreció la prueba final: tomó un gran cántaro
con agua, y recostándose en la silla, bebió hasta la última gota. Y entonces la
virreina le dijo “Beba, padre, beba, que le da la vida” (Tradiciones peruanas).
Por su parte, Manuel Atanasio Fuentes, en 1860, afirma que las dulceras
ambulantes vendían sus productos, gritando “¡Alfajoreee!... ¡Que se va la
alfajoreee! ¡buenos alfajoooo...!” (sic) (“La Ciudad de los Reyes...”, Lima,
Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo, 1998).
También el recordado literato, filatélico y
gastrónomo Mariano Pardo de Figueroa, más conocido por su seudónimo de Dr.
Thebussem, en su artículo escrito en 1881 sobre el alfajor, nos cuenta que el
alfajor o bollo de alfajor, como se le llamaba antiguamente, es ‘un cilindro o
croqueta, de once centímetros de altura por dos de diámetro y cincuenta gramos
de peso, revestido de azúcar y canela, y cubierto de un papel, humilde o
vistoso, que lo envuelve en espiral, plegándose con cierta elegancia en los
extremos’.
En la enciclopedia “Espasa” se
indica que “Los alfajores, de origen y nombre árabe, están
compuestos de azúcar y especias”. Agregan que alfajor proviene del árabe
“alhachou” y es una “Pasta de harina... piña y jengibre, usada en América.
También se llaman alfajores unos dulces que se fabrican en algunos puntos de
Andalucía” .
Además, la Real Academia Española define al alfajor como una “Golosina
compuesta de dos piezas pequeñas de masa más o menos fina, adheridas una a otra
con manjar blanco u otra especie de dulce” (Madrid, 1939).
Nuestros exquisitos alfajores, son preparados de una manera diferente en
cada región del Perú.
Al alfajor cuando llega al Perú, su nombre
primigenio era “alajú” lo que denota su indiscutible origen árabe.
Etimológicamente viene de “al-has” que en árabe significa “relleno”. De ahí
pasó a alajú o alhajú y más recientemente alfajor.
En Lambayeque, existe una especie de alfajor con sabor
característico que le imprimen las especias, su color no muy grato a la vista,
su textura y su forma y gran tamaño, hacen de este alfajor llamado
cinematográficamente “KING KONG” un dulce poco atractivo a primera vista, que
no está al alcance de todos los paladares, pero esta apreciación desaparece con
el primer bocado o la primera degustación, por lo que el mismísimo Adán Felipe Mejía
“El Corregidor”, gran defensor del alajú, aseguraba en el diario “La Prensa”
que “se halla herido de muerte y próximo a desaparecer de la repostería peruana
…”
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