En
las lecciones impartidas en las aulas escolares, en eventos públicos, en
manifestaciones políticas e inclusive en ceremonias oficiales aparece la imagen
de la bandera
con los colores del arco iris como supuesto
símbolo del Tahuantinsuyo o
Imperio
de los Incas. Contrariando esta común creencia, lo único cierto es que el
Tahuantinsuyo
no tuvo bandera alguna. Así lo confirmó la Academia de la Historia el
pasado
4 de mayo de 2003 al declarar que:
“El
uso oficial de la mal llamada bandera del Tahuantinsuyo es indebido y
equívoco.
En el mundo pre-hispánico andino no se vivió el concepto de bandera, que no
corresponde a su contexto histórico “.
El
origen de la mencionada bandera es tan sólo una invención del siglo XX. Una
investigación
publicada en el diario El Comercio señala como su autor al ingeniero
Raúl
Montesinos Espejo, dueño de la radio Tahuantinsuyo, quien en 1973 la utilizó al
conmemorar
el 25 aniversario de su radioemisora , Luego su uso se fue extendiendo,
razón
que llevó en 1978 al alcalde del Cuzco, Gilberto Muñiz Caparó, a declararla
como
emblema de su ciudad.
En
esta misma línea se pronuncia el propio Congreso de la República del Perú,
cuando señala que los orígenes de esta falsa bandera del imperio incaico se
remontan recién a las primeras décadas del siglo XX cuando algunos autores,
especialmente indigenistas, la mencionan y describen como supuesto emblema del
imperio de los incas. Al haberla asumido Radio Tahuantinsuyo como emblema de la
radioemisora, la confusión se extendió y el error se difundió masivamente.
“El uso oficial de la mal llamada bandera
del Tahuantinsuyo es indebido y equívoco. En el mundo pre-hispánico andino no
se vivió el concepto de bandera, que no corresponde a su contexto histórico...”
Academia Nacional de la Historia del Perú.
El Imperio de los Incas tuvo una bandera, como todos
los grandes Estados de la antigüedad. Son múltiples las informaciones en torno
a esas banderas incásicas. Desde 1533 las vemos constantemente citadas en
crónicas e informaciones. Esas banderas incaicas constan en obras españolas,
indias y mestizas de aquel siglo. Unancha
fue el término más común para designar a las banderas; figura ya en el más
antiguo diccionario quechua, el Lexicón de fray Domingo de Santo Tomás, donde se lo traduce como “estandarte”.
LA BANDERA DE GUERRA
Las banderas y su utilización por las huestes de
Manco Inca y Atao Huallpa impresionaron a los conquistadores españoles. Entre
ellos está Francisco López de Jerez, autor de la primera versión oficial de la
etapa inicial de la Conquista del Imperio de los Incas. Hablando de la
emboscada de Cajamarca habría de escribir, en su famosa Chirapaq, Centro de
Culturas Indígenas del Perú
“Verdadera Relación”, que los soldados incaicos
“todos venían repartidos en sus escuadras con sus banderas y capitanes que los
mandan, con tanto concierto como turcos”. Por su parte el funcionario y cronista Gonzálo Fernández de Oviedo
remarcaría que esas insignias de guerra eran “banderas diferenciadas” y que “en sus batallas y guerras usaban traer
banderas y escuadras bien ordenadas. No era corto elogio el de Jerez para el
ejército inca. Por entonces los soldados del Sultán de Turquía parecían
invencibles. Turquía era, a la sazón, la primera potencia mundial. Sus
ejércitos avanzaban inconteniblemente en todos los horizontes y un cuarto de
Europa había caído bajo su égida. Sorprendían los turcos por su valentía y disciplina.
En tierra y agua. Aquel testimonio español primigenio de un hombre que actuó
como secretario de Francisco Pizarro, se confirma por esos años con otras
versiones, como la que brindaría el muy culto Oviedo, quien en Santo Domingo
durante la década de 1530, habló y trato con todos los conquistadores
importantes que iban y venían del Perú. La crónica india de Joan Santa Cruz
Pachacuti Yanque Salcamaygua nos habría de otorgar un dato todavía más preciso:
“Cada mil hombres con sus unanchas”. Casi como en Europa, o de repente mejor.
Estas banderas de guerra fueron vistas al tope cuando la guerra de conquista
iniciada por Manco Inca en 1536. Diego de Silva y Guzmán, más conocido como “el
anónimo pizarrista”, habria de anotar en forma especial el caso cuando el
ataque a Lima por las huestes cuzqueñas de Quisu Yupanqui donde cargando ya en
el arrabal “movieron todo el ejército con grandísimo número de banderas” (7).
Pero, como siempre, el minucioso Pedro Cieza de León es quien mejor relata los
detalles: “y cada capitanía llevaba una bandera y unos eran honderos y otros
lanceros y otros peleaban con macana y otros con ayllo y dardos y algunos con
porras (8). De flecheros no sé habló, porque eran escasos o inexistentes tales
grupos de combate en el ejército incaico, salvo en el Antisuyu y en ciertas
áreas septentrionales”. El mestizo Pedro Gutiérrez de Santa Clara brinda un
dato más: banderas con orden y silencio: los soldados incas – expresaba – “Iban
repartidos por capitanías y debaxo de banderas y con mucha orden y concierto y
con gran silencio”. Y la opinión del joven mejicano mucho interesa, porque
anduvo por nuestras tierras desde 1544, cuando aún reinaba Manco en Vilcabamba.
Ahora bien, en distintas crónicas e informes podemos apreciar que hubo en el
Imperio diversos tipos de banderas: la de los reyes Incas, que fue la del
Cuzco. Las de algunas regiones. Las de distintos segmentos del ejército
imperial . Las religiosas. La de los Incas, máxima insignia, lucia el Kuichi o
arco iris.
LA BANDERA DEL ARCO IRIS
Entre las variadas banderas propias del imperio
destacaba, por encima de todas, la del arco iris, enseña de los reyes Incas.
Ella consta con detalle en la más vasta y crudita de todas las obras españolas
de los tiempos coloniales, la Historia
del Nuevo Mundo, escrita en el Perú por Bernabé Cobo desde 1609. Resumiendo
el saber de su época al respecto, aquel minucioso jesuita anotó que “el guión o
estandarte real era una banderilla cuadrada y pequeña, de diez o doce palmos de
ruedo, hecha de lienzo de algodón o de lana, iba puesta en el remate de una
asta larga, tendida y tiesa, sin que ondease al aire, y en ella pintaba cada
rey sus armas y divisas, porque cada uno las escogía diferentes, aunque las
generales de los Incas eran el arco celeste y dos culebras tendidas a lo largo
paralelas con la borda que le servía de corona, a las cuales solía añadir por
divisa y blasón cada rey las que le parecía, como un león, un águila y otras
figuras. Tenía por borla el dicho estandarte ciertas plumas coloradas y largas
puestas a trechos”. La descripción del ilustre jesuita merece algunos
comentarios a darle una significación moderna. En primer lugar, queda en claro,
definitivamente, que la bandera, estandarte o guión tuvo como representación
principal los colores del arco iris porque tal significaba y significa la
expresión castellana “arco celeste” o arco del cielo. Luego, en cuanto al
tamaño, la enseña inca era ligeramente variable. Convirtiendo los “Palmos” a
medidas actuales daría una bandera de aproximadamente sesenta centímetros por
cada lado. Posiblemente, según regiones, era ella de algodón o de lana,
ocurriéndosenos que en los Andes fuese de lana fina de vicuña blanca,
previamente teñida en los colores necesarios y tejida en franjas. En la costa y
en la ceja de selva las banderas serían de algodón escogido. Resulta posible
que en las banderas de mayor jerarquía los colores estuvieran dados no con
tintes sino con plumillas finísimas de aves de las junglas, que se bordarían delineando
las franjas, al estilo de ciertos cumbis, las que tal vez fueron verticales, siguiendo
el trazo de los rayos del arco iris.Tal como se deduce del texto de Cobo, el
estandarte incaico se usaba un tanto al estiloromano , al extremo de una lanza
grande (que tal quería decir pica) . En la misma forma que el lárbaro, enseña
de los Césares de Roma, no era muy móvil sino fijo arriba y debajo de suerte
que no flameaba. Era casi como un cuadro ligero colgado en la punta de la pica.
Como divisa de los Incas -precisa Cobo-, se
agregaban “dos culebras” que debieron ser víboras grandes o más bien boas,
aquellos gigantescos animales totémicos que figuran constantemente en la iconografía
cuzqueña y que aparecen en linajes preclaros, como en el aristocrático apellido
Amaru. Aparte de estos emblemas generales (arco iris y las dos boas labradas en
diminuta escala) cada Inca ponía “sus armas”, esto es el símbolo de su propia
estirpe, el puma o el huaman (halcón), o el anca (águila) u otros animales
sagrados y quizás algún símbolo semejante al que se mostraba en los tocapus o
en la orfebrería incaica destruida masivamente por los conquistadores españoles
. No debe llevar a extrañeza la presencia de animales en las banderas. Los
asirios tenían una paloma en su estandarte. Los persas, un águila de oro con
las alas abiertas. Las banderas de Atenas, una una lechuza (símbolo de
Minerva). Los romanos, águilas. Las águilas bicéfalas se multiplicarían en
Europa Moderna con los Habsburgos.
La lista de estos animales heráldicos es
interminable. Quizá sean rezagos totémicos. Todavía el Perú actual tiene en su
escudo una vicuña y Chile un cóndor. Los Incas usaron mucho el puma (león
andino) y el amaru, la boa. La borla de la cual habla Cobo era, como dice,
varias plumas rojas, seguramente de guacamayos, otra ave mítica. Nos imaginamos
que esas plumas debieron estar erguidas en la parte alta, con vistosidad y
sobre la varilla que sostendría horizontalmente el lienzo, porque de lo
contrario ellas cubrirían los símbolos del estandarte. Ahora bien, el
estandarte ¿ Tal vez. El cronista fray
Martín de Murúa expresa que “era redondo”. Y realmente también debieron
existir de otras formas, aunque con la misma enseña. En su fragmentaria
versión, Murúa alcanza a decir, sin embargo, que era de variados colores y
éstos se daban con plumas y flores. Pero el sentido es el mismo y se sujeta a
la idea general de la policromía del arco iris. Nos indica asimismo que esa
enseña “puesta en palo largo” la “llevaba un orejón principal en alto,
señalando con él que allí iba la persona del Inga”. La presencia del arco iris
se nota igualmente en uno de los escudos de Inca Roca, puesto que era – según
el mismo Murúa – “un arco del cielo con un águila de dos cabezas que entre
ellos se llamaba cuichicuntur”.
LOS ESTANDARTES FESTIVOS
Los reyes Incas tenían una enseña principal para los
días religiosos. El cronista Pedro
Gutiérrez de Santa Clara, joven aún, escribió en el Perú en los mediados
del siglo XVI que: “Todas las veces que los ingas salían de la ciudad o de sus
casas para ir a los templos para hacer sus sacrificios, llevaban delante de sí
un guión puesto en una vara alta, hecho a manera de mitra grande y redonda, que
tenían muchas plumas de diversos colores y con mucho oro fino y esmeraldas que
relumbraban mucho. Otro emblema es el que describe Garcilaso, quién tal vez lo
vio como reliquia durante su juventud cuzqueña. Se enarbolaba durante la festividad
del Huarachicu. En aquel día partía de la “fortaleza un inca de sangre real,
como mensajero del sol, ricamente vestido, ceñida su manta al cuerpo, con una
lanza en la mano, guarnecida, con un listón hecho de plumas de diversos
colores, de una tercia en ancho, que bajaba desde la punta de la lanza hasta el
recatón, pegada a trechos con anillos de oro (la cual insignia también servía
de bandera en las guerras) salían de la fortaleza y no del templo del Sol,
porque decían que era mensajero de guerra y no de paz, que la fortaleza era
casa del Sol para tratar en ella cosas de guerra y armas, y el templo era su
morada para tratar en ella paz y amistad”. En
otra oportunidad aludió también Garcilaso “una señal, como pendón o
bandera”.
LAS FUENTES INDIGENAS ESCRITAS
Las banderas incaicas aparecen frecuentemente
citadas e la crónica india. Kápac-Unancha fue el nombre del “estandarte real de
los Incas” según el cronista quechua Joan Santa Cruz Pachacuti Yamqui
Salcamaygua, hombre que alcanzó a ver los últimos destellos del Tahuantinsuyo,
cuando aún Vilcabamba resistía. En su importante Relación de Antigüedades, él
mismo se habría de referir también a “unanchas enarboladas” y a gente que se
agrupaba “bajo su unancha” . En Felipe
Guamán Poma hallamos también dibujos y referencias a las banderas
destacando la de Manco Inca y sus capitanes, como se verá.
BANDERAS ARQUEOLOGICAS
La fragilidad del material hizo que las banderas
prehispánicas desaparecieran pronto.Incluso no contamos siquiera con las del
tiempo de Túpac Amaru el Grande, que fueron abundantísimas (18). Hasta las de
la guerra del Pacífico resultan escasa por las razones expuestas. Para el caso
de las antiguas se sumó el hecho de que las insignias incas fueron destrozadas
en los combates, o quemadas y, en otros casos, remitidas a España, como botín
de guerra, donde recibieron escaso cuidado, desapareciendo con la Chirapaq
polilla y la humedad. Así se perdió para siempre el símbolo de la grandeza incaica.Felizmente la arqueología nos puede dar algunas luces compensatorias, cuando menos sobre algunas otras banderas del Antiguo Perú, de los tiempos pre-incaicos. La más importante referencia es la de Alberto Casavilca, quien halló en Ica lo que llamó la bandera del Chinchaysuyu “ligeramente picada, con tres franjas verticales por tener (sic) una más de 1.50 de largo por 0.50 de ancho” (19). Un emblema de tipo de bandera pero con aspecto de escudo, sostenido en una lanza corta, fue usado por los mochicas mil años antes de Pachacute y Manco Inca. Se muestra entre las piezas del famoso Señor de Sipán y se trata de una superficie de placas de oro, cuadradas y engarzadas, con representaciones diversas, cabezas e ídolos en lo esencial. En la parte inferior luce un ídolo muchísimo mayor, que porta un collar de maníes de oro. En la parte más alta del escudo emblemático se yerguen, sobre otro ídolo, dos especies de penachos metálicos también de oro y; terminan ambos en forma de manos entreabiertas.
polilla y la humedad. Así se perdió para siempre el símbolo de la grandeza incaica.Felizmente la arqueología nos puede dar algunas luces compensatorias, cuando menos sobre algunas otras banderas del Antiguo Perú, de los tiempos pre-incaicos. La más importante referencia es la de Alberto Casavilca, quien halló en Ica lo que llamó la bandera del Chinchaysuyu “ligeramente picada, con tres franjas verticales por tener (sic) una más de 1.50 de largo por 0.50 de ancho” (19). Un emblema de tipo de bandera pero con aspecto de escudo, sostenido en una lanza corta, fue usado por los mochicas mil años antes de Pachacute y Manco Inca. Se muestra entre las piezas del famoso Señor de Sipán y se trata de una superficie de placas de oro, cuadradas y engarzadas, con representaciones diversas, cabezas e ídolos en lo esencial. En la parte inferior luce un ídolo muchísimo mayor, que porta un collar de maníes de oro. En la parte más alta del escudo emblemático se yerguen, sobre otro ídolo, dos especies de penachos metálicos también de oro y; terminan ambos en forma de manos entreabiertas.
EN EL QUECHUA CLASICO
El quechua del siglo XVI -el que hablaban amautas,
haravicus y quipucamayos- registró varios vocablos relacionados con las
banderas de la época. Los linguistas los recogieron en sus vocabularios. El
primer quechuista, Fray Domingo de Santo
Tomás anotaría onancha como perdón, allá por 1560; más específicamente lo
registró también como “estandarte, bandera generalmente” (20), como vimos al
empezar estas páginas. Pero hay más: Diego González Holguín, en su monumental
vocabulario de 1608 -recogido en los finales del siglo XVI- apuntó aucay
unancha “bandera de guerra” y unanchay simplemente como “estandarte real” y
también como “estandarte, insignia, escudo de armas”. Figuran también términos
épicos como aucanaunancha y sinchiunancha y consta el vocablo mayuini que es
“campear o tremolar la bandera”. Asimismo, parece que una antigua voz dialectal
distinta sobrevivió hasta siglos coloniales, puesto que un quechuista de la
talla de J.M. Farfán registra en su diccionario la voz “Phara” como bandera,
indicando que se trata de un arcaísmo.
BANDERAS INCAICAS DIBUJADAS
En el Museo Arqueológico del Cuzco existe una
colección de vasos queros en varios de los cuales se ve banderas. Estas no son
necesariamente incas, sino neo-incas, algo posteriores a Manco. Fueron talladas
y pintadas durante la segunda mitad del siglo XVI. Algunas son similares a
varias de las cuzqueñas clásicas: largas, verticales,
franja enhebrada a un asta o lanza, amarilla para el caso. La bandera misma es cuadrada, con cuadros pequeños azules, celestes, rojos y amarillos. Hay otra, también cuadrada, con triple penacho azul, rojo y amarillo y más laterales. El asta porta lo que podría ser una cinta o vincha enrollada. Otra bandera lleva en su extremo una gran pluma celeste. Otra tiene diez cuadros en franja y son rojos y blancos, alternadamente. Hay una mucho mayor, como tablero de ajedrez, pero de cinco cuadros por lado: amarillos, verdes y rojo ocre. En la colección de diseños de queros de Manuel Chávez Ballón apreciamos un asta con tres estandartes cuadrados, uno encima del otro, cada uno es de forma parecida a la explicada por la citada crónica de Bernabé Cobo, pero no se distinguen los colores. Por otra parte en un hermosísimo lienzo del Museo del Cuzco admiramos otra, con asta y plumaje muy inca, pero con un lienzo cuadrado que en su bordado refleja una notoria influencia española. En la obra de Guaman Poma contemplamos diversas banderas, oriflamas, estandartes y lábaros, pero no siempre resulta fácil determinar cuáles corresponden al período anterior a 1544, año del asesinato de Manco y final de la conquista. La mayor parte parece corresponder al período neo-inca, en especial a la dinastía que sobrevivió en la región de Vilcabamba, de 1545 a 1572, pero el cronista quechua las ubica a todas en la etapa inca y de la conquista. Destaca en Guaman Poma aquel dibujo donde Manco luce rodeado de sus capitanes y escolta, listos para la batalla, el que reproduce la procesión de Umaraymi (octubre) agua y la procesión de ídolos, donde se ve con claridad una banderilla tipo lábaro, similar a la descrita por Bernabé Cobo.
franja enhebrada a un asta o lanza, amarilla para el caso. La bandera misma es cuadrada, con cuadros pequeños azules, celestes, rojos y amarillos. Hay otra, también cuadrada, con triple penacho azul, rojo y amarillo y más laterales. El asta porta lo que podría ser una cinta o vincha enrollada. Otra bandera lleva en su extremo una gran pluma celeste. Otra tiene diez cuadros en franja y son rojos y blancos, alternadamente. Hay una mucho mayor, como tablero de ajedrez, pero de cinco cuadros por lado: amarillos, verdes y rojo ocre. En la colección de diseños de queros de Manuel Chávez Ballón apreciamos un asta con tres estandartes cuadrados, uno encima del otro, cada uno es de forma parecida a la explicada por la citada crónica de Bernabé Cobo, pero no se distinguen los colores. Por otra parte en un hermosísimo lienzo del Museo del Cuzco admiramos otra, con asta y plumaje muy inca, pero con un lienzo cuadrado que en su bordado refleja una notoria influencia española. En la obra de Guaman Poma contemplamos diversas banderas, oriflamas, estandartes y lábaros, pero no siempre resulta fácil determinar cuáles corresponden al período anterior a 1544, año del asesinato de Manco y final de la conquista. La mayor parte parece corresponder al período neo-inca, en especial a la dinastía que sobrevivió en la región de Vilcabamba, de 1545 a 1572, pero el cronista quechua las ubica a todas en la etapa inca y de la conquista. Destaca en Guaman Poma aquel dibujo donde Manco luce rodeado de sus capitanes y escolta, listos para la batalla, el que reproduce la procesión de Umaraymi (octubre) agua y la procesión de ídolos, donde se ve con claridad una banderilla tipo lábaro, similar a la descrita por Bernabé Cobo.
LAS BANDERAS TROFEO
Al igual que en otros pueblos del mundo, vemos que
entre los incas se usó a veces de trofeos convertidos en banderas. Tal
contemplamos cuando el yana-General Maita se enfrentó a Hernando de Soto en
Vilcashuaman (1533). En esta acción, durante una de las cargas, los incaicos
lograron matar un caballo, que además era blanco: “le cortaron la cola y puesta
en una lanza la llevaban por delante a guisa de estandarte” .Ese Maila, héroe
olvidado, que fue el primero capaz de contener ataques de caballería, por un
buen lapso mantuvo equilibrado el combate. Debió estar en aquella jornada al
lado de algún soldado que sostendría tan original bandera, símbolo allí de la
resistencia incásica a la conquista española. Lo cuenta nadie menos que el
segundo secretario que tuvo Pizarro, Pedro Sancho de la Hoz, cronista poco
leído en el Perú y quien fuera el primero en tratar, brevemente
siquiera, sobre las guerras de resistencias de los Incas a los españoles. Para el caso las del primer ciclo, el librado por los yana- Generales de Atao Huallpa en 1533 y 1534, tras la ejecución de su señor y monarca. Igualmente con éstas y otras banderas, los ejércitos incas se batieron bravamente contra los españoles, por ocho años, acaudillados por Manco Inca, entre 1536 y 1544. Unos dos mil españoles cayeron ante ellas durante el todavía escasamente conocido proceso de la conquista española; son las propias fuentes castellanas las que dan las cifras de esa guerra silenciada.
siquiera, sobre las guerras de resistencias de los Incas a los españoles. Para el caso las del primer ciclo, el librado por los yana- Generales de Atao Huallpa en 1533 y 1534, tras la ejecución de su señor y monarca. Igualmente con éstas y otras banderas, los ejércitos incas se batieron bravamente contra los españoles, por ocho años, acaudillados por Manco Inca, entre 1536 y 1544. Unos dos mil españoles cayeron ante ellas durante el todavía escasamente conocido proceso de la conquista española; son las propias fuentes castellanas las que dan las cifras de esa guerra silenciada.
Desde la más remota antigüedad clásica, los pueblos
y los reyes necesitaron dotar a sus ejércitos de bandera. Cómo nació esta
costumbre? Pues, en los campos de batalla. Una alta insignia señalada el sitio
donde se hallaba el monarca o jefe. Allí se acudía para demandar órdenes y
refuerzos y para informar. El que portaba la bandera era un destacado guerrero
joven, el alférez real. Caída o tomada la bandera del rey, venía el caos porque
se tornaba imposible ubicar al comando. Pero también existían otros abanderados
que marchaban en vanguardia para dar a conocer los emplazamientos de los
capitanes y poner las insignias en los terrenos tomados al enemigo. Poco a poco
la insignia de batalla fue convirtiéndose en emblema de reyes y de estados.
.Kuichi o cuichi es el arco iris en el quechua
clásico. Fue nombre de prosapia. Ninan Cuichi, “arco iris de fuego” se llamaba
el joven príncipe destinado a suceder a Huaina Cápac, su muerte en la
devastadora peste de viruela de 1528 abrió el camino a la crisis dinástica que
culminaría en la sublevación de Atao Huallpa.
Estandarte
Según algunas crónicas habría existido una enseña
o estandarte (unancha) imperial incaica, lo cual ha dado pie a que se
sostenga que hubo una suerte de bandera del imperio incaico. Sin
embargo, tal interpretación es incorrecta, por cuanto el estandarte no
representaba al estado incaico sino al soberano, quien pintaba en éste sus
armas y divisas personales. En todo caso, se conoce que esta enseña era
utilizada por las huestes incaicas junto al soberano.
“El guion o estandarte real era una
banderilla cuadrada y pequeña, de diez o doce palmos de ruedo, hecha de lienzo
de algodón o de lana, iba puesta en el remate de una asta larga, tendida y
tiesa, sin que ondease al aire, y en ella pintaba cada rey sus armas y divisas,
porque cada uno las escogía diferentes, aunque los generales de los Incas eran
el arco celeste y dos culebras tendidas a lo largo paralelas con la borda que
le servía de corona, a las cuales solía añadir por divisa y blasón cada rey las
que le parecía, como un león, un águila y otras figuras. Tenía por borla el
dicho estandarte ciertas plumas coloradas y largas puestas a trechos…”
Bernabé
Cobo, Historia del Nuevo Mundo (1609)
En tiempos contemporáneos, se ha llegado a confundir
la existencia de este «estandarte incaico» con una bandera multicolor (con los
colores del arco iris) que comúnmente suele ser atribuida al imperio
incaico. Sin embargo, según la historiografía peruana, en el imperio incaico no
existió el concepto de bandera, y por tanto éste nunca tuvo una. Así lo ha
afirmado la historiadora e investigadora de la civilización incaica María
Rostworowski, quien al ser consultada sobre esta enseña multicolor señaló
tajantemente: «Les doy mi vida, los incas no tuvieron esa bandera. Esa
bandera no existió, ningún cronista hace referencia a ella».