jueves, 23 de agosto de 2012
EL CHINO DE LA ESQUINA DE MI BARRIO
Una de las tradicionales características y costumbres de la Lima de hace algunos años es la famosa esquina del barrio, punto de reunión de los muchachos y jóvenes del barrio para conversar, hacerse bromas, poner "chapas" o sobrenombres, enterarse de lo que acontecía por el barrio y alrededores, ponerse de acuerdo sobre el próximo partido de fulbito o fútbol y también para piropear a las muchachas del barrio.
En una oportunidad, Rulli Rendo me comentó que él se preguntaba por qué había desaparecido la esquina del barrio. En su recorrido por Lima, Callao y Balnearios pudo observar que solamente tienen "esquina" los Barrios Altos, Lince y en un bajísimo porcentaje el distrito del Callao. Según lo que había conversado con un amigo, se había dado cuenta que la vieja esquina es hoy en día una "esquina virtual" que ha sido tomada por las cabinas de internet.
Aquel comentario de Rulli trajo a mi memoria la esquina de mi antiguo barrio, durante mi niñez y adolescencia, en la intersección del Jr. Ayacucho con el Jr. Ancash en los Barrios Altos de Lima. Esa esquina era nuestro punto de reunión de todos los muchachos del barrio, a toda hora, donde la pasábamos de lo mejor bromeando con los amigos y también apreciando las bellas féminas que vivían en nuestro barrio y que tenían que pasar por la esquina aquella ya que allí había una bodega, o tienda de abarrotes, de propiedad de un "chino".
Los chinos y sus descendientes siempre han tenido espíritu de comerciantes, por ello solían tener una bodega localizada, mayormente, en la esquina de los barrios. En el caso del chino de la esquina de mi antiguo barrio, éste realmente no era chino ni descendiente de algún chino, sino que era un japonés que vivía en Perú desde pequeño y como su bodega era grande y bien surtida, con él trabajaban sus hijos y otros familiares. Todos ellos eran descendientes de japoneses, a los cuales la costumbre limeña de llamar "chinos" a todos los asiáticos, les hizo conocerlos de esa manera.
Casi todos los barrios tenían su "Chino de la Esquina", llegándose a convertir en un personaje pintoresco de la Lima de hace algunos años. Las características y costumbres de todos ellos eran casi similares. Al chino de la esquina lo identificaba el tener un cigarro siempre en la boca, el lapicero en la oreja, los gatos, la libreta con los fiados, el arroz y el azúcar despachado en papel de color caqui y al que daban varias vueltas, rápidamente, sin derramar ni un granito de azúcar, y otras cosas más que eran algo típico de los chinos comerciantes. Otra característica antigua de ellos era que casi todos los chinos se llamaban José y sus esposas se llamaban María; ello parece que se debía a que habían adoptado esos nombres en reemplazo de sus nombres en idioma chino.
La tienda del "chino" de la esquina de mi antiguo barrio no fiaba, aparentemente, y tenía un letrero que decía: "Si fío, pierdo lo mío. Si doy, a la ruina voy. Si presto, al cobrar molesto. Para evitar todo esto, ni fío, ni doy, ni presto". Con ello la gente no pedía fiado, pero como eran humanos y, sobre todo, amigos de todos, fiaban a escondidas de otros no anotando lo que se debía en ninguna lista y diciendo solamente que les paguen después a ellos mismos ya que eran varios los miembros de la familia, dueña de la bodega aquella, que trabajaban allí. Recuerdo muy bien que durante unas temporadas difíciles en que la situación económica de mi familia era crítica, los de la bodega del "chino" de la esquina, conscientes de aquello, le ofrecían fiado a mi madre, por ello es difícil que uno pueda olvidarse de la parte humana que había detrás del comerciante.
Aquella bodega tenía tres puertas, dos de ellas daban al Jirón Ancash y la otra al Jirón Ayacucho. Por ser esa esquina lugar de tránsito obligado para los que vivían más arriba de los Barrios Altos, tenía mucho movimiento comercial y, a sabiendas de ello, felizmente nunca fue asaltada. En cierta forma, como esa era nuestra esquina del barrio, siempre había muchachos y jóvenes allí reunidos que, a la vez, velábamos porque nada malo le pase al barrio... éramos una especie de "serenazgo gratuito" del barrio.
Hace algunos años, cuando desde Australia viajé a Japón a encontrarme allá con una de mis hermanas quien viajaba desde Perú a participar, con una delegación peruana, en una Feria Internacional de la Moda, decidimos al final de la feria visitar a unos amigos de la infancia que sabíamos estaban viviendo en Nagoya. No los veíamos desde hacía varios años y ellos ya tenían cinco años viviendo en Japón sin haber visto, desde entonces, a ningún amigo de Perú ni a ningún familiar. Una pareja de hermanos, hombre y mujer, con quienes prácticamente crecimos como si fuésemos familia ya que vivíamos en la misma quinta de la Calle Tigre en los Barrios Altos, así que estando en Japón no podíamos irnos de allí sin verlos.
Dejamos un mensaje en el trabajo de mi amigo para que nos llamara al teléfono de la feria que se estaba desarrollando en la ciudad de Osaka y al día siguiente nos avisaron que teníamos una llamada telefónica. Era mi amigo a quien no veía por varios años y que al escuchar mi voz se quedó mudo no sabiendo que decir y, tal vez, por que pensó que el extranjero me había cambiado. Al notar su silencio y nerviosismo inicial opté por decirle: "¿cómo estás 'Cara de Buque'?... estoy con Silvia en Osaka y queremos visitarlos". Mi amigo al escuchar su "chapa" de la infancia se empezó a reír y se alegró de saber que deseábamos verlos. Dos días estuvimos con ellos recordando muchas anécdotas de nuestra infancia, contándonos también los sabores y sinsabores de nuestras vidas en los últimos años.
Mi amigo me contó que un día llamó por teléfono a una agencia, en Tokio, por intermedio de la cual podía enviar dinero a Perú. Al dar su nombre el empleado de la agencia susurró... "¿Cara de Buque?"... y mi amigo dijo que si, que se trataba de él. El empleado resultó ser un amigo nuestro de la infancia y que era hijo del "chino" de la esquina de mi barrio, por ello reconoció su nombre ya que se acordaba de todos los amigos de su antiguo barrio.
Esa bodega de la esquina de mi barrio hace muchos años que desapareció, ya no hay bodega ni ningún chino allí, pero los muchachos que viven en mi antiguo barrio todavía se reúnen en esa esquina para hacer lo mismo que solíamos hacer, años atrás, con mis hermanos y amigos.
Los tiempos han cambiado y si muy bien la mayor parte ya no podemos ver, vivir y sentir ese calor de amistad, esa "palomillada" sana y pícara que experimentamos en nuestra esquina del barrio, quizás esos recuerdos y nuestro inconsciente nos ha trasladado a una "esquina virtual" en la internet, donde ahora, con los amigos, hacemos algunas de las cosas que solíamos hacer de muchachos en nuestra antigua esquina del barrio.
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