El combate de Abtao tuvo lugar el 7 de
febrero de 1866 en la Isla Huapi Abtao, parte del archipiélago de
Calbuco (aguas del canal de Chayahué, Chiloé), entre una escuadra
española formada por las fragatas de hélice y Villa de Madrid y Blanca y
la flota aliada chileno-peruana compuesta por la fragata de hélice Apurimac,
las corbetas de hélice Unión y América, la goleta de hélice Covadonga (que había
sido capturada en Papudo) y los vapores de hélice Lautaro, y Antonio Varas. La
acción se redujo a un cañoneo a gran distancia sin resultados concluyentes, en
el que no llegaron a tomar parte activa los dos vapores.
Tras el triunfo de la revolución en Perú que depuso al
presidente Juan Antonio Pezet, el nuevo jefe de gobierno, el general Mariano
Ignacio Prado, dispuso el envío de la escuadra peruana al sur de Chile, país
con quien se había firmado una alianza militar contra España, a la que luego se
sumarían las repúblicas de Ecuador y Bolivia.
Formación de la escuadra aliada.- El capitán de navío chileno Juan
Williams Rebolledo, Jefe de la Escuadra aliada, había organizado el Apostadero
Naval de Abtao montando una maestranza bajo la supervisión del
constructor naval francés Juan Duprat, en Chiloé, en dos ensenadas colindantes
a la isla del mismo nombre, ubicada en la ribera norte del canal de Chacao.
La fuerza naval a su mando se componía de la corbeta Esmeralda, la
goleta Covadonga y el vapor Maipú. Posteriormente se
uniría a la escuadra chilena el vapor Lautaro adquirido a la
Marina de Guerra del Perú (donde llevaba el nombre de Lerzundi).
El 24 de diciembre se reunieron en la isla San Félix las
viejas fragatas peruanas Apurímac y Amazonas y
el vapor chileno Antonio Varas, que se encontraba cargado de
carbón para las naves peruanas. Entre los hombres que se dirigían hacia Chiloé
se encontraba Leoncio Prado Gutiérrez, hijo del Jefe Supremo del
Perú, que servía como guardia marina en la Apurímac.
El 10 de enero los buques peruano arribaron a Chiloé
donde tomaron contacto con la Esmeralda. A la flota aliada
estacionada entonces en Abtao se sumarían luego las modernas corbetas Unión y América permaneciendo
aún a la espera del arribo de los nuevos blindados peruanos Huáscar e Independencia con
los cuales se planeaba iniciar operaciones ofensivas contra la escuadra
española.
Para mala suerte de los aliados, el 15 de enero
la Amazonas varó en la parte sur de la isla Abtao sin que
pudiera ser reflotada pese a los esfuerzos fueros realizados, de modo que
perdida la nave, sus cañones fueron utilizados en el resto de buques4 y para artillar las entradas al
canal de Challahué.
El 18 de enero, en cumplimiento de las instrucciones
dadas por el Ministerio de Marina, Williams Rebolledo ordenó al vapor Maipú se
dirigiera al sur con la finalidad de contactar con la Covadonga (que
se encontraba de comisión) o, en caso contrario, seguir hasta el cabo de Hornos
para apresar dos vapores españoles de los cuales se tenían noticias sobre su
próximo paso por el lugar. Según el testimonio del teniente Arturo
Prat, miembro de la tripulación de la Covadonga, este buque se
reintegró en la escuadra aliada en Abtao sin tener noticias de estos hechos.
El 5 de febrero explotó la caldera del Lautaro,
dejándole inutilizado y provocando la muerte de siete hombres e hiriendo a
otros once. Por este motivo, el Lautaro fue varado cerca de la
playa y no pudo intervenir activamente en la acción, quedando en el sur
de la línea de combate aliada. Por otra parte, el Antonio Varas fue
llevado al norte de la línea de combate. Sobre este último buque, algunos
autores señalan al también vapor Maipú como el que formaba
parte de la escuadra aliada durante el combate. Sobre la presencia de esta
nave en Abtao, en una carta del ya citado Arturo Prat, se puede leer:
Salieron bien escarmentados. Hace dos días que andan rondando pero no se
han atrevido a entrar otra vez. La ausencia de la Esmeralda este
día bien se pudo avaluar en una o dos fragatas, por la gran falta que hacía su
jefe, y si hubiera estado cuando esos buques se metieron en la ensenada.
El Maipú tampoco estuvo aquí, e hizo una gran falta. porque
con sus poderosos cañones nos habría auxiliado. Se encontraba por Magallanes
donde fue a buscarnos.
Carta del Teniente
Segundo de la Covadonga Arturo Prat Chacón, a 10 de Febrero de
1866
La base en Abtao no estaba lista para aprovisionar a
la escuadra aliada. Se habían acumulado en tierra 500 toneladas de carbón pero
faltaban embarcaciones carboneras con qué hacer la faena en los buques. Las
provisiones de boca eran inexistentes y Williams decidió trasladarse a Ancud,
con la Esmeralda, para solucionar allí el problema de
abastecimiento, en especial para las recién llegadas corbetas peruanas.
Planeaba también traer a remolque una barca cargada con carbón que reservaba
para la escuadra y embarcar un batallón de infantería de marina para reforzar
las defensas terrestres del apostadero. Sabiendo que en cualquier momento podía
ser atacado, dejó instrucciones para el caso y el mando al Jefe de la División
peruana, el también capitán de navío Manuel Villar Olivera.
Expedición española a Chiloé.- Mientras la flota aliada se reunía en Abtao,
el brigadier español Casto Méndez Núñez, a la sazón Comandante
General de la Escuadra del Pacífico que se encontraba bloqueando las costas
chilenas, ordenó el envío de las fragatas Villa de Madrid, al mando
del comandante asturiano Claudio Alvargonzález y Blanca, al
mando del comandante Juan Bautista Topete, con la misión de hundir o
apresar a la escuadra aliada que suponía con acierto se encontraba en los
alrededores de Chiloé.
Escuadra española.- La fuerza española enviada a Chiloé se encontraba al
mando del comandante Alvargonzález y estaba compuesta, como ya se ha dicho, por
dos fragatas de hélice, la Villa de Madrid y la Blanca.
La primera montaba 44 cañones y la segunda 39, lo que arroja un total de 83
piezas de artillería. Sin embargo, Agustín Ramón Rodríguez González en su
obra La Armada Española, la Campaña del Pacífico, 1862-1871. España
frente a Chile y Perú contabiliza también una serie de piezas que iban
montadas en las embarcaciones menores de la Blanca, dando 86
cañones como cifra total. La práctica totalidad de ellos eran de a 68 lb (41
piezas) y de a 32 lb (32 piezas).
A continuación se incluye una tabla en la que se
especifica la artillería montada en cada buque, según el libro citado en el
párrafo anterior:
Nombre
|
Comandante
|
Tipo
|
Desplazamiento
|
Armamento
|
Villa de Madrid
|
Claudio Alvargonzález
|
Fragata de Hélice
|
4.731 Tm
|
31 cañones de a 68 lb
|
6 cañones de a 32 lb
|
||||
5 cañones de 16 cm
|
||||
2 cañones de 12 cm
|
||||
Blanca
|
Juan Bautista Topete
|
Fragata de hélice
|
3.800 Tm
|
10 cañones de a 68 lb
|
26 cañones de a 32 lb
|
||||
3 cañones de 12 cm
|
Pedro de Novo y Colson en su obra Historia de
la guerra de España en el Pacífico asigna 46 cañones a la Villa
de Madrid y 36 a la Blanca. Aunque estas cifras son
ligeramente distintas a las presentadas en párrafos anteriores, el total sigue
siendo el mismo: 83 piezas (por no contar con las de las embarcaciones
menores).
Escuadra aliada.- La escuadra aliada estaba formada, el día del combate,
por una fragata de hélice (la Apurímac) y dos corbetas de hélice
(la Unión y la América) por parte del Perú y una
goleta de hélice (la Covadonga) y dos vapores auxiliares (el Lautaro y
el Antonio Varas) por parte de Chile.
La flota chileno-peruana formó su línea defensiva en
forma de arco siguiendo el perfil de la playa. Así, de norte a sur, se
encontraban: el Antonio Varas, la Apurímac, la Unión,
la Covadonga, la América y el Lautaro.
Las defensas aliadas se completaban con tres baterías
terrestres colocadas a la entrada del canal en el que se encontraba la flota.
Éstas constaban de 7 cañones en total rescatados de la Amazonas.
A continuación se incluye una tabla en la que se
especifica la artillería montada en cada buque, según La Armada
Española, la Campaña del Pacífico, 1862-1871. España frente a Chile y Perú:
Nación
|
Nombre
|
Comandante
|
Tipo
|
Desplazamiento
|
Armamento
|
Perú
|
Apurímac
|
Manuel Villar
|
Fragata de helicé
|
1.666 Tm
|
8 cañones de a 68 lb
|
20 cañones de a 32 lb
|
|||||
1 cañón de a 130 lbn. 1
|
|||||
1 cañón de a 68 lbn. 1
|
|||||
Unión
|
Miguel Graú
|
Corbeta de hélice
|
2.016,66 Tm
|
12 cañones de a 70 lb
|
|
2 cañones menores
|
|||||
América
|
Manuel Ferreyros
|
Corbeta de hélice
|
2.016,66 Tm
|
12 cañones de a 70 lb
|
|
2 cañones menores
|
|||||
Chile
|
Covadoonga
|
Manuel Thomsom
|
630 Tm
|
3 cañones de a 68 lb
|
|
2 cañones de 18 cm
|
|||||
Lautaro
|
Luis Alfredo Lynch
(embarcado en la Covadonga) |
Vapor de hélice
|
480 Tm
|
4 cañones de a 68 lb
|
|
Antonio Varas
|
Heraclio Martínez Cruz
|
Vapor de hélice
|
484 Tm
|
s/dn. 3
|
2. ↑ En La Armada Española, la
Campaña del Pacífico, 1862-1871. España frente a Chile y Perú se
indica la posibilidad de que fuera el Maipú el que se
encontrara en Abtao (1 colisa de a 68 lb y 4 cañones de a 40 lb).
3. ↑ En La Armada Española, la
Campaña del Pacífico, 1862-1871. España frente a Chile y Perú no se
especifica el armamento del Antonio Varas. La Armada chilena le
asigna 3 cañones, aunque no indica en qué momento los montaba.
Con la tabla anterior se llega a un total de 70 cañones embarcados si se acepta la cifra de 3 piezas para el Antonio Varas. A esta cifra hay que sumarle las 7 piezas de las baterías terrestres, dando como resultado un total de 77 cañones (si se considera al Maipú, serían 72 embarcados y 79 en total). Los calibres son muy diferentes, aunque la mayoría son los modernos rayados de a 70 lb (24 piezas) y los de a 32 lb (20 piezas, todas ellas de la Apurímac). También hay una cantidad significativa de a 68 lb (16 piezas). De entre el resto de cañones, destaca especialmente, el "gigante" de a 130 lb (que además estaba montado en colisa, es decir, que podía girar sobre sí mismo para apuntar en cualquier dirección).
Sobre el número de cañones de las fuerzas
chileno-peruanas, el teniente chileno Arturo Prat, presente en el combate, da
unas cifras ligeramente diferentes a las incluidas en la tabla anterior. Según
Prat, la Apurímac montaba 29 piezas en vez de 30 y para las
corbetas Unión y América, sólo habla de los doce
cañones de a 70 lb, y no menciona las piezas menores.9 Las diferencias son, por tanto,
mínimas.
El combate.- En las primeras horas
del 7 de febrero, los vigías aliados anunciaron la presencia de un buque que
luego fue identificado como una de las fragatas españolas, que de manera
precavida reconocía la zona en que se encontraban las naves aliadas, las cuales
formaron una línea en forma de herradura cubriendo con sus cañones los dos
accesos a la ensenada.
A las 3:30 de la tarde, la
fragata Apurímac, donde el capitán Villar había enarbolado su insignia,
rompió el fuego contra las fragatas españolas, iniciándose de esta manera el
combate que se prolongó por aproximadamente dos horas, intercambiándose los
disparos a una distancia promedio de 1.500 m, aunque hubo un momento en que
la Covadonga se aproximó a 600 m de la Blanca, a la que
se creía varada para cañonearla sobre el istmo de la isla Abtao.
Se hicieron en conjunto unos 2.000 disparos, sin que
ninguna de ambas fuerzas recibiera daños considerables. Las fragatas españolas
no se animaron a acercarse por temor a resultar varadas en una zona que
desconocían, mientras que las naves aliadas -dada su inferioridad material- se
mantuvieron al amparo del canal. Las bajas españolas fueron de seis heridos y
tres contusos. En la escuadra aliada los historiadores discrepan sobre el
número de bajas. Las cifras de muertos oscilan entre dos y doce y los heridos
entre uno y una veintena. Al caer la tarde las fragatas españolas cesaron el
fuego y salieron de la boca de la ensenada. Manteniéndose a poca máquina, los
buques esperaron toda la noche algún movimiento de la escuadra aliada,
realizando algún disparo, pero sin obtener respuesta. Al amanecer las fragatas
volvieron a la entrada de la rada, permaneciendo allí hasta las 9 de la mañana.
Al ver que los barcos chileno-peruanos no se movían, se decidió regresar a
Valparaíso para reunirse con el resto de la escuadra española.
La escuadra aliada, sin embargo, no se encontraba en
muy buena situación: al inutilizado Lautaro, había que añadir que
la Apurímac se encontraba con sus máquinas en reparaciones, lo
que la impedía moverse.
La historiografía aliada considera el combate de Abtao
como una victoria estratégica por considerar que las fragatas españolas se
retiraron sin cumplir su misión. Aun así, los historiadores peruanos conceden
mayor importancia al combate que sus colegas chilenos y se muestran más
críticos con la ausencia de Williams Rebolledo que éstos últimos. Así, José
Valdizán en su libro Historia Naval del Perú comenta así la
respuesta de Villar a la felicitación que le envió Williams Rebolledo:
La respuesta del marino
peruano no se hizo esperar mucho desde que, en su fuero interno, no debió
quedar muy satisfecho por la insólita ausencia de Williams Rebolledo en tan
importante ocasión. Villar -con intención que a nadie escapó- contestóle de
esta manera: «Agradezco a V.S. los aplausos que se digna hacer a la Escuadra
Peruana que está a mis órdenes, y espero que en la primera oportunidad comparta
V.S. y el equipaje del buque a su mando, de las glorias que está llamada a
obtener la Escuadra combinada de Chile y el Perú»
El historiador peruano Rubén Vargas Ugarte,
historiador peruano, al analizar los resultados del combate concluye:
“Unos y otros, pues, se
atribuyeron el triunfo; en realidad hay que aceptar que unos y otros cumplieron
su deber; la escuadra aliada [...] no se hallaba en condiciones de enfrentarse
a las naves españolas en mar abierto por el mal estado de sus máquinas, y, a su
vez, las naves españolas no podían forzar la entrada de la bahía de Abtao,
pues, como lo dice el mismo Álvar González (sic), esta operación habría sido
funesta; se limitaron, por tanto, a hacer un despliegue de fuerza, al cual
contestó con energía la escuadra aliada…”
Vargas Ugarte, Rubén: Historia General del Perú, tomo 9,
pág.119. 1984.
En palabras del escritor chileno Benjamín
Subercaseaux en su libro Tierra de océano: la epopeya marítima de
un pueblo terrestre:
En esas condiciones se
llevó a efecto el Combate de Abtao, que tanto celebran algunos de nuestros
historiadores. La manía patriotera hace que la gente ya no sepa dónde residen
los verdaderos méritos y dónde las tonterías, con la consiguiente
desorientación para evitar las últimas y copiar los primeros; obra está que no
me parece muy patriótica… En este combate, en verdad, nadie perdió ni nadie
ganó.
Al l arribo de Williams Rebolledo y la Esmeralda,
la flota aliada buscó una mejor posición en el estuario de Huito, situado al
frente y a poca distancia de las islas de Calbuco. Tras tener noticias del
combate, el brigadier Méndez Núñez decidió salir el mismo en busca de las naves
aliadas al mando de la fragata blindada Numancia y la Blanca,
mas ante la imposibilidad de acercarse a su enemigo por la cantidad de islas,
islotes, bajos, corrientes y las constantes nieblas de Chiloé, el almirante
español se retiró, pues consideró que era un grave riesgo exponer a sus barcos
estérilmente. La pericia náutica que demostró en su derrotero fue admirada por
los marinos extranjeros. En su regreso a Valparaíso, al pasar por la bahía de
Arauco las naves españolas sorprendieron y capturaron al vapor chileno Paquete
del Maule que llevaba a bordo una tripulación de 126 hombres (entre
oficiales, tropas y marineros).
La prensa española de la época ridiculizaría la
actuación de la flota chileno-peruana calificando de cobarde la postura
defensiva que esta sostuvo.
Por su parte, el gobierno
peruano mandó acuñar una medalla conmemorativa a la que tendrían derecho todos
los tripulantes de la escuadra aliada, en cuyo anverso se podía leer «A los
vencedores de Abtao» y en su reverso «7 de febrero, 57 cañones contra 92». La
manipulación de las cifras, que además ignoraba de forma parcial la
heterogeneidad de calibres, se repetirá cuando vuelvan a acuñarse medallas,
esta vez con el número de cañones p
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