Gonzalo Fernández de Oviedo
Valdés, escritor, cronista y militar, nació
en Madrid 1478 y murió en Valladolid en 1557 Capitán de los
ejércitos del emperador Carlos V, gobernador general o alcaide de la
Fortaleza de Santo Domingo y La Española.
Colonizador español de ascendencia noble de Asturias,
"sus progenitores naturales del Principado de Asturias de Oviedo,
procreados en un pequeño pueblo que se dice Borondes, de la feligresía de San
Miguel de Bascones y Concejo de Grados, notables hijosdalgos y de nobles
solares.", y entró muy joven a servir a un hijo de un hermano bastardo
de Fernando el Católico llamado don Alonso de Aragón, segundo Duque
de Villahermosa, cuya casa denominó la "casa de Minerva y Marte" por
unirse en ella el ejercicio de las armas con el cultivo de las letras del
Humanismo hispano. Allí estuvo hasta los 13 años, y más tarde fue nombrado mozo
de cámara del príncipe don Juan.
Presenció la rendición de Granada en 1942 y
el regreso de Cristóbal Colón tras su primer viaje, y conoció a los
hijos del descubridor, que eran pajes del príncipe. La muerte del infante
en 1497 cambió el rumbo de su vida, y abandonó la Corte para marchar a
Italia. En 1498 estuvo en Milán al servicio de Ludovico Sforza "el
Moro", y conoció a
Leonardo da Vinci. En la Mantua del
pintor Andrea Mantegna entró
a servir a Juan de Borja y Castro o
Borgia, a quien acompañó por diversas ciudades de Italia.
En 1500 se desplazó a Roma y de
allí a Nápoles, donde pasó a servir en la corte de su rey don
Fadrique. Cruzó luego el estrecho de Mesina hacia Sicilia, donde
entabló amistad con Gonzalo Fernández de Córdova, más conocido como
"el Gran Capitán", quien acababa de conquistar Tarento y había
hecho prisionero al Duque de Calabria, a quien más tarde serviría en Madrid. En
1502, de regreso a España, residió en Madrid, su ciudad natal, y cuando Isabel
la Católica murió, en 1504, entró de nuevo en la corte de Fernando
el Católico. Sirvió por entonces al Duque de Calabria. En 1506 debió
casarse con Margarita de Vergara, que murió pronto, y al año siguiente fue
nombrado notario público y secretario del Consejo de la Santa Inquisición; al
año siguiente se casó nuevamente, en esta ocasión con Catalina Rivafecha, y
trabajó hasta 1511 como notario público de Madrid. En 1512 ejerció de
secretario del Gran Capitán por poco tiempo.
Viajó a las Indias en 1513 en la expedición
a Panamá de Pedrarias Dávila, quien había sido nombrado
gobernador de Castilla de Oro, como jurista, desempeñó como escribano (que
era un funcionario bajo designio real que evolucionó a notario) de «minas e del
crimen» e ibídem del «oficio del hierro de los esclavos e penados»,
cargos a los que añadió después el de «veedor» de las fundiciones de oro.
Como militar, fue teniente del gobernador Pedrarias, a
la sazón, gobernador de Cartagena de Indias. Se desempeñó como capitán
y alcayde de las fortalezas de Santo Domingo y la Española.
Tras su segunda estancia en América, publicó el Sumario
de la Natural Historia de las Indias (1526), dedicada a Carlos I como
un adelanto del "tratado que tengo copioso de todo ello", pues ya
había empezado a redactar su obra más famosa, la Historia general y
natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, que relata
acontecimientos que van de 1492 a 1549. Su primera parte se imprimió en
1535; la impresión de la segunda parte en Valladolid quedó interrumpida por la muerte
del autor en 1557 y sólo se editó completa entre 1851 y 1855 en cuatro
volúmenes al cuidado de José Amador de los Ríos y encargados por la
Academia de la Historia.
El Sumario fue traducido al inglés,
italiano (Venecia, 1532) y latín y alcanzó en un siglo 15 ediciones,
transformándose en un clásico de la etnografía y la antropología.
Tras una breve disquisición sobre la navegación al Nuevo Mundo, trata de La
Española, Cuba y otras islas de las Antillas, así como de Tierra
Firme, ocupándose de los habitantes y sobre todo de los animales y vegetales;
los minerales le merecen muy poca atención, a excepción del oro.
En la Historia, este ordenamiento
geográfico es reemplazado por otro inspirado en Plinio el Viejo: primero,
los vegetales subdivididos en plantas cultivadas, árboles y hierbas; después,
los animales, comenzando por los terrestres, siguiendo con los acuáticos y
aéreos y terminando con los insectos. En esta obra crítica las Décadas reunidas
por Pedro Martín de Angleria a causa de haber tomado sus fuentes de
forma indirecta; dice Oviedo:
«Deseaba escribir lo
cierto si fielmente fuera informado, mas como habló de lo que no vido... sus Décadas padecen
muchos defectos.»
En sus escritos americanos, Oviedo se presenta como un
admirador de la naturaleza y de las costumbres indígenas, que describe con
entusiasmo pero con objetividad, en lo que le sirvió de no poco desconocer el
latín, ya que incluso su Plinio lo había leído en italiano, lo que le notó su
gran enemigo Las Casas, que reconoció, sin embargo, sus méritos científicos.
Ello le supuso librarse de prejuicios clasicistas y fiarse exclusivamente del
dato empírico y la observación directa, en lo que se mostró además muy perspicaz.
Por ello se le considera uno de los primeros antropólogosavant-la-lettre.
Igualmente son de gran utilidad científica sus indicaciones botánicas y
etnológicas.
Por otra parte, escribió también en 1522 un Bestiario
de Indias para informar a Carlos V de los animales de sus
nuevos dominios.
Como simple escritor escribió además el libro de caballerias Libro del muy esforçado e invencible caballero de la fortuna propiamente llamado Don Claribalte (Valencia, 1519), dedicado
al Duque de Calabria, aunque ya en 1524 compuso una epístola moral de aire
erasmista en que rechaza su antigua afición a los libros de caballerías. Fuera
de esta pieza, es fundamental una obra genealógica, las Quinquagenas de
los Reyes, Duques, Caballeros y personas notables de España o Quinquagenas de la
nobleza de España, 1555, que es una fuente de primer orden para conocer
datos biográficos, heráldicos y anécdotas sobre la nobleza castellana de la Edad Media y el Renacimiento, pero de complicada transmisión textual.
También dejó referencia del príncipe Don Juan en
su Libro de la cámara real del príncipe D. Juan e officios de su casa e
servicio ordinario, que sólo llegó a editarse en Madrid en 1870, y compuso
además un Libro de los infortunios y naufragios (1535) y
un Libro del blasón que sirvió de fuente previa a los diálogos
de sus Batallas y quincuagenas. Permanece inédita su Historia
de Nicaragua, su Catálogo real de Castilla, su Relación
de lo subcedido en la prisión del rey Francisco de Francia, su Libro
de linajes y armas, su traducción del Laberinto de amor de Giovanni Boccaccio y diversos
trabajos de traducción y cronísticos que fueron aprovechados por William H. Prescott para sus
monumentales obras históricas.
Como arqueólogo se interesó por las inscripciones
romanas de Madrid y ha transmitido los escasos testimonios romanos visibles en
la ciudad, aunque sólo encontró tres: una en la puerta de Moros (una piedra
tosca en forma de columna redonda que perdió el texto por el trasiego de las
carretas); otra en la iglesia de la Almudena y la tercera, de la que sólo
quedaban las últimas líneas, en la puerta de Guadalajara. En ella la existencia
de dos letras leídas como P y M habían dado lugar a que la inscripción se atribuyese
a Pompeyo Magno o Máximo, interpretación con la que él no estaba de
acuerdo: Se puede también entender Publio o Paulo o Papirio, pero por
las últimas letras S·T·T·L se interpreta que fue sepultura, e acostumbraban
dezir estos rromanos sit tibi terra levis.
El relato del juego de pelota de las Indias occidentales
En La Historia General de las Indias, tras
el capítulo precedente, en el cual describe la tipología de las casas
autóctonas y sus usos accesorios, como el de las hamacas, comienza
un nuevo relato del tratado que dedica a Carlos V, (de singular valor
histórico e historicista), en el capítulo II del libro sexto de esta obra
subtitula:
Del «juego del bate»
y de los Indios que es el mismo que «el de la pelota»:
aunque «se juega de otra manera» como aquí se dirá.
Refiere que en cada pueblo había un lugar «diputado»
en las «plazas» y en las «salidas de los caminos» para la
práctica de este juego de pelota, la formación de dos equipos, que las dos
dimensiones del terreno de juego variaban en proporción y en razón directa al
número de jugadores participantes (equipos de 10 hasta 20), el
lugar preeminente para las dignidades del poblado (lo que podríamos
transliterar al presente como un palco presidencial), admira y le destaca
al rey la vistosidad del juego (es cosa para ver y
notar):
Quiero decir de la
manera que se jugaba porque en la verdad «es cosa para ver y notar». En torno
de donde los jugadores hacían el juego, diez por diez y veinte por veinte:
(como se concertaban) tenían sus asientos de piedra y al cacique y hombres
principales «ponianles unos vanquillos» de palo muy bien labrados de lindas
maderas y con muchas labores de relieve y «concavadas», entalladas y esculpidas
en ellos.
Para que el rey comience a entender la descripción del
juego, explica sucintamente como fabricaban la pelota, compara el tamaño
con el que el tiene por referencia (las fabricaban de varios tamaños:
mayores y menores que las que hacen en España), la diferente naturaleza del
material empleado en España, el empleo de un zumo como ingrediente de la fórmula, las propiedades físicas y cualidades
derivadas de estas pelotas de Indias:
Las pelotas «son» de
unas raíces de árboles y yerbas: y «zumos» y mezcla de cosas que toda junta
esta mistura parece algo cera, pez negra: y juntas estas y otras materias
«cuecenlo todo» y hacen una pasta y «redondeanla» y hacen la pelota «desto»,
«tamaña» como una de las de «viento» con que juegan en España: y «mayores y
menores». La cual mistura hace una tez negra y no se pega a las manos: y
después que ésta «ēruta» tornase algo esponjosa, no para que tenga «agujero ni
vacuo alguno» como la esponja, por «aligerecese» y es como fofa y algo pesada.
Estas pelotas saltan mucho más que las de viento sin comparación,
porque de solo «soltalla» de la mano en tierra, suben mucho más para
arriba, y dan un salto y otro y otro y otro y muchos, disminuyendo en el
saltar por si mismas como lo hacen las «pelotas de viento» y muy mejor: mas
como son macizas son algo pesadas.
Observa que la naturaleza de la pelota condiciona el
concepto de este juego de pelota, que se juega con hombros, cabeza, cadera y
rodillas, y combinado estos «toques» con salto sobre el terreno de juego para
alcanzar la pelota, rechazan la pelota con la cadera debido a su peso, admira
la vistosidad del juego:
E si les dieren con la
mano abierta o con el puño cerrado, en pocos golpes abrirían la mano o la
«desconcertarian». Y a esta causa le dan con el hombro y con el codo y con la
cabeza: y con la cadera «lo mas continuo» o con la rodilla: y con tanta
presteza y ligereza que «es mucho de ver»: porque aunque vaya la pelota «cuasi
a par del suelo» se «arrojan» de tal manera desde «tres o cuatro pasos
apartados tendidos en el aire»: y le dan con la cadera para la rechazar.
Prosigue con el relato de la descripción del
desarrollo del juego, la dinámica, cuando y porque se detiene el juego y el
modo genérico de jugarlo:
Y de cualquier bote o
manera que la pelota vaya en el aire y no «rastrando» es «bien tocada», porque
ellos no tienen por mala ninguna pelota o mal jugada: porque aya dado dos ni
tres ni muchos saltos, con tanto que al «herir» le de en el aire: no
«facenchanzas», sino «ponense» tantos «a un cabo» como a otro, partido el
terreno o «compás» del juego: y los de «aculla» la sueltan o sirven una vez
echándola en el aire: «en cuando» que le toquen cualquiera de los contrarios: y
en dándole aquel luego sucede el que antes puede de los unos o los otros para
«herir» o «rechazar» la pelota: y la contención es que los «deste» «cabo» la
hagan pasar «del otro puesto» adelante de los contrarios o aquellos la pasen de
los limites de estos otros: y no cesan hasta que la Pelota va
«rastrando» que ya por no «aver fido el jugador a tiempo» o «no hace bote» o
están tan lejos que no la alcanzan y ella se «muere» o para por si.
Anotación de los tantos, nuevo saque de la pelota por
el equipo que perdió el anterior juego, cuando se finaliza el partido, apuestas
en el juego:
Y este «vencimiento» se
cuenta por una «raya» y tornan a «servir para otra» los que fueron servidos en
la pasada: y a tantas «rayas» cuantas primero se acordaron, en la «postura», va
el «precio» que entre las partes se conciertan.
Observa las similitudes y las diferencias entre el
juego de pelota en Indias, con el de la chueca en España y el del Balón en
la Italia, observa que el de Italia es más aéreo que el de
Indias, en razón a la distinta naturaleza de las pelotas de Indias respecto
a las de aire de Europa y el empleo del puntapié en
Italia, admira la vistosidad del juego, nota la «novedad
universal» de una «pelota que bota», desconocida en España y
Europa, el ingenio y el esfuerzo inherente al singular juego de pelota «que
bota» autóctono de Indias y se maravilla de la destreza de los indios y de las
indias al jugarlo:
Algo parece este juego
en la opinión o contraste del de la «chueca»: salvo que en lugar de la «chueca»
es la pelota y en lugar del «cayado» es el hombro o cabeza del jugador con que
la «hiere» o «rechaza». En Italia juegan un juego de pelota muy gruesa,
«tamaña» o mayor, que una botija de una arroba, que llaman Balón o
«Paon» y en especial en Lombardia y en Nápoles vi muchas veces jugar «aqueste»
juego y dan a aquellas pelotas grandes con el pie y en la
forma del juego parece mucho al que he dicho de los
indios: salvo que como acá «hieren» a la pelota con el «hombro o rodilla o
cabeza», no van las pelotas tan por lo alto como el Balón que
he dicho: o como la pelota de viento menos: pero saltan
estas de acá mucho más: y el juego en si es de más artificio y
trabajo mucho. Y es cosa de maravillar ver quan diestros y prestos
son los Indios y aun muchas indias en este juego.
Polémica sobre la humanidad de los Indios
Tras una estancia de año y medio, volvió a la
metrópoli, produciéndose entonces (1519) un violento conflicto con el dominico
fray Bartolomá de las Casas, quien lo acusó
en Barcelona de ser "partícipe de las crueles tiranías que en Castilla del
Oro se han hecho". Sus radicales diferencias con Las Casas parten de que
el dominico consideraba a los indios seres humanos, con los mismos derechos que
los españoles. Fernández de Oviedo, como Ginés de Sepúlveda, los tenía por homúnculos, seres aquejados de defectos tan graves e
irremediables que hacían imposible la convivencia con los castellanos, o la
conversión consciente a la fe cristiana. Lewis Hanke ha compilado los
juicios que Fernández de Oviedo dedica a los indios en distintos capítulos de
su Historia de las Indias, y que ayudan a comprender la
animadversión de Las Casas. Algunos son:1
Tales opiniones eran compartidas por muchos
conquistadores, e intentar convencer de ellas a las autoridades de la metrópoli
resultaba muy conveniente, pues la irracionalidad de los indios justificaba la
continuidad y perpetuidad de la encomienda, la esclavización en
"guerra justa", y en última instancia las propias conquistas.
Fernández de Oviedo volvió a realizar otros cuatro
viajes a América, en la que permaneció un total de veintidós años, y fue
nombrado Cronista de Indias en 1532. Al año siguiente aceptó el cargo
de alcaide de la fortaleza de Santo Domingo y murió en Valladolid, después de
más viajes ocasionales a la Península, el año de 1557..
Alano español
Gonzalo nos habla de Becerrillo, un perro de la raza alano español, diciendo cómo diez soldados con “Becerrillo” se
hacían temer más que cien soldados sin el perro. Por ello tenía su parte en los
botines, y recibía una paga como la de un soldado.
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