La Batalla de Ayacucho fue el último
gran enfrentamiento dentro de las campañas terrestres de las guerras de
independencia hispanoamericanas (1809-1826) y significó el final definitivo del
dominio colonial español en América del sur. La batalla se desarrolló en la
Pampa de Quinua o Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824..
La victoria de los independentistas supuso la
desaparición del contingente militar realista más importante que
seguía en pie, sellando la independencia del Perú con una
capitulación militar que puso fin al Virreinato del Perú. No
obstante, España no renunció formalmente a la soberanía de sus
posesiones continentales americanas hasta 1836. El tratado de paz, amistad
y reconocimiento con el Perú fue firmado el 14 de agosto de 1879
en París.
Antecedentes.- En el año 1820 España entró en una debacle
política por la sujeción del rey Fernando VII, y la restauración de la Constitución
Liberal, apoyada por el general Rafael del Riego, quien sublevó la expedición
de 20.000 soldados destinados al Río de la Plata para auxiliar a los realistas
de América. Esto acabó para siempre con las expediciones de refuerzos de
España, que desde entonces no se aprestaron para ningún lugar de América, y
motivó que los dos grandes virreinatos, del Perú y de Nueva España, que hasta
el momento habían contenido el avance de la revolución hispanoamericana tomasen
caminos opuestos.
Mientras en México los monárquicos afianzados tras
destruir a los insurgentes, concluyen su separación de la España Liberal mediante
el Plan de Iguala, los Tratados
de Córdoba y el pacto trigarante. En el Perú, por el contrario, el
virrey Pezuela estaba desacreditado por la derrota de la expedición
de Mariano Osorio en Chile y debilitado por la expedición a Lima de José
de San Martín. El virrey absolutista fue derrocado finalmente por el
general José de la Serna el 29 de enero de 1821 en el golpe
militar de Aznapuquio, quien proclamó entonces su adhesión a la Constitución
Liberal española.
Los independentistas comenzaron en Cerro de Pasco una
prometedora campaña para derrotar al Ejército Real del Perú mandado por el
virrey La Serna. Pero los realistas, bajo una sólida subordinación militar,
destruyeron sucesivos ejércitos independientes. El primero en la Batalla
de Ica, comandado por los patriotas Domingo Tristan y Agustín Gamarra.. Un
año después en las campañas de Torata y Moquegua aniquilaron la Expedición
Libertadora dirigida por Rudencio Alvarado, retirado José de San Martín tras la Entrevista
de Guayaquil. El año 1823 terminaba con la inesperada destrucción de otro
ejército patriota comandado por Andrés de Santa Cruz y Agustín
Gamarra, en otra campaña abierta sobre Puno, que comenzó con la batalla de
Zepita, que ocupó la ciudad de La Paz el 8 de agosto, consiguiendo llegar
a Oruro en el Alto Perú. El virrey La Serna terminó la campaña de Zepita
desbandando las tropas aisladas de Santa Cruz y recuperando Arequipa tras
batir a Antonio José de Sucre, quien reembarcó a los colombianos el 10 de
octubre de 1823, salvándose con sus tropas pero perdiendo la mejor parte de su
caballería.
Finalmente, lo que restaba de optimismo se apagaba por
las acusaciones de traición contra los presidentes peruanos José de la
Riva Agüero y José Bernardo de Tagle.Riva Agüero deportó diputados del Congreso
del Perú y organizó un congreso paralelo en Trujillo, y luego de ser
declarado reo de alta traición por el Congreso del Perú fue desterrado a
Chile. En cambio Torre Tagle buscaba firmar una paz sin batallas con el virrey
La Serna, por lo cual fue a entrevistarse con los realistas. Este acto fue
considerado por Simón Bolívar como traición. Tagle dispuso que todas
las fuerzas a su mando apoyaran a Bolívar para hacer frente al enemigo,
mientras éste buscaba capturarlo para fusilarlo. José Bernardo de Tagle
encontró refugio con los realistas en la asediada fortaleza del Callao.
Fue así que al culminar el año de 1823, a pesar de sus
contundentes triunfos realistas en los anteriores hechos de armas y mientras el
recién llegado Bolívar escribía solicitando refuerzos de Colombia, y preparaba
activamente la que sería la campaña final contra el Ejército Real del Perú, la
situación empezaba a tornarse crítica para los sostenedores de la causa del
rey:
"..El virrey la Serna por su parte, sin comunicaciones directas con
la Península, con las más melancólicas noticias del estado de la metrópoli... y
reducido por lo tanto a sus propios y exclusivos recursos pero confiando
notablemente en la decisión, en la unión, en la lealtad y en la fortuna de sus
subordinados, aceleraba también la reorganización de sus tropas y se aprestaba
a la lucha que miraba próxima con el coloso de Costa-firme. Un triunfo más para
las armas españolas en aquella situación, haría ondear de nuevo el pabellón
castellano con inmarcesible gloria hasta el mismo Ecuador; pero otra suerte muy
distinta estaba ya irrevocablemente escrita en los libros del destino. .."
General Andrés García Camba.
Los sucesos de 1824. Tregua en Buenos Aires y motín en el Callao.- El historiador Rufino
Blanco Fombona dice que "Todavía en 1824 Bernardino Rivadavia pacta
con los españoles, estorbando así la campaña de Ayacucho": el 4
de julio de 1823, Buenos Aires con (1823) que le obligaba a mandar negociadores
a los demás gobiernos sudamericanos para que pueda tener efecto la
misma. Se estipulaba que las hostilidades cesarían 60 días después de su
ratificación y subsistiría durante un año y medio, mientras se negociaría un tratado
definitivo de paz y amistad. Con este motivo se reunieron en la ciudad de
Salta Juan Gregorio de Las Heras con el brigadier Baldomero Espartero, sin
alcanzar acuerdo alguno. Entre otras medidas tomadas por el virrey para
contener su inminente rebelión, el 10 de enero de 1824 se le ordenó a
Olañeta:
Advierto a V.E. que no
debe disponer ninguna expedición en dirección alguna sobre las provincias de
abajo sin expresa orden mía pues además de que en Salta están reunidos para
tratar de negociar, el General Las Heras por parte del Gobierno de Buenos Aires
y el Brigadier Espartero por la de este superior Gobierno (...).
Rivadavia creía que el proyecto establecería la paz y
paralizó el esfuerzo de las autoridades de Salta sobre el Alto Perú, negando
auxilios y retirando los puestos avanzados, dañando la causa del Perú.
Al respecto, el historiador y militar de origen
irlandés Daniel Florencio O’Leary opinó que con esa tregua "Buenos
Aires se ha retirado implícitamente de la contienda", y que
"el Gobierno de Buenos Aires pacta con los españoles, con perjuicio de
la causa americana".
El 1 de enero de 1824 Bolívar cayó gravemente enfermo
en Pativilca. En esas fechas llegó a Lima Félix Álzaga, ministro
plenipotenciario de las Provincias Unidas del Río de la Plata para
solicitar al Perú su adhesión a la tregua y que fue rechazada por el Congreso
Peruano. Pero asimismo desde el 4 de febrero de 1824 se sublevó el
acuartelamiento del Callao compuesto por el total de la infantería argentina de
la Expedición Libertadora, junto con algunos chilenos, peruanos y
colombianos: cerca de 2000 hombres, que además se pasaron a los realistas,
enarbolando el pabellón español y entregando las fortalezas del Callao. El
regimiento de granaderos a caballo de los Andes también se amotinó en Lurín el
14 de febrero, dos escuadrones se dirigieron al Callao para unirse a
sublevados, pero al saber que se habían pasado a los realistas, un centenar de
ellos con los jefes del regimiento se dirigieron a Lima para unirse a Bolívar.
El cuerpo fue luego reorganizado por el general Mariano Necochea.
Ante tales sucesos, el ministro de Colombia,
Joaquín Mosquera, «temiendo la ruina de nuestro ejército» preguntó:«¿Y
qué piensa Ud. hacer ahora?», a lo que Bolívar, con tono decidido, le
respondió:
¡Triunfar!
Simón Bolívar, Pativilca, 1824.
El Sitio de El Callao prolongó la guerra
hasta 1826, además inmediatamente desembocó en la ocupación de Lima
por Canterac, y se afirma que en mayo de 1824 con una acción militar
contra Bolívar "habrían dado el último golpe a la independencia de esta
parte de América".
Rebelión de Olañeta.-Sorpresivamente, al
comenzar el año 1824, todo el ejército realista del Alto Perú se
sublevó junto al caudillo absolutista español Pedro Antonio Olañeta contra
el Virrey del Perú, tras saberse
que en España había caído el gobierno Constitucional. Efectivamente, el
monarca Fernando VII de España y sus partidarios absolutistas,
recuperaban el gobierno apoyados por 132.000 soldados franceses del ejército de
la Santa Alianza, que ocupará España hasta 1830. Rafael del Riego moría
ahorcado el 7 de noviembre de 1823 y los propulsores del movimiento
liberal fueron ajusticiados, marginados o exiliados de España. El 1 de octubre de
1823 el monarca decretaba la abolición de todo lo aprobado durante los tres
años de gobierno constitucional, lo que anulaba el nombramiento de La Serna
como Virrey del Perú. El alcance de la purga sobre los constitucionales de
Virreinato del Perú parecía infalible.
Olañeta ordena el ataque de los realistas altoperuanos
contra los constitucionales del virreinato peruano. La Serna cambió sus
planes de bajar a la costa para batir a Bolívar, y mandó a Jerónimo Valdés con
una fuerza de 5000 veteranos a cruzar el río Desaguadero, lo que se llevó
a cabo el 22 de enero de 1824, para dirigirlo a Potosí contra
su antiguo subordinado, "pues hay indicios que lo dirige una
meditada traición, uniéndose a los disidentes de Buenos aires".
Las Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú del
oficial peninsular Andrés García Camba (1846) detallan el trastorno que
los sucesos del Alto Perú produjeron en los cálculos defensivos del virrey.
Tras una prolongada campaña en las batallas de Tarabuquillo, Sala, Cotagaita,
y finalmente la Lava el día 17 de agosto de 1824, ambas fuerzas
realistas, del Virreinato del Perú (liberales) y de las provincias del Alto
Perú (absolutistas), se diezmaron mutuamente.
Bolívar, en comunicación con Olañeta, aprovechó el
desmontaje del aparato defensivo realista para "movernos en todo el mes
de mayo contra Jauja", y enfrentarse a José de Canterac aislado
en Junín el 6 de agosto de 1824. Dio comienzo entonces una incesante
persecución con la consecuente deserción de 2.700 realistas, que seguidamente
engrosaban las filas independientes. Finalmente 7 de octubre de 1824, con
sus tropas a las puertas del Cuzco, Bolívar entregó al general Sucre el mando
del nuevo frente de batalla, que recorría el curso del río Apurimac, y se retiró a Lima para tomar de la capital
más empréstitos para sostener la guerra en el Perú, y recibir una división
colombiana de 4.000 hombres despachada por Páez que no llegaría sino
después de Ayacucho.
La Campaña de Ayacucho.- La desintegración del cuerpo de observación de
Canterac obligó a La Serna a llevar desde Potosí a Jerónimo Valdés, quien
acudió a marchas forzadas con sus soldados. Reunidos los generales realistas, y
a pesar de las muestras de sincera adhesión del Cusco, el virrey descartó un
asalto directo por la falta de instrucción de sus milicias, aumentadas mediante
reclutas masivas de campesinos unas semanas antes. Por el contrario intentó
cortar la retaguardia de Sucre a través de maniobras de marchas y
contramarchas, que se sucedieron desde el Cusco hasta el encuentro en Ayacucho,
a lo largo de la cordillera andina. De esta forma, los realistas buscaron un
golpe de mano que obtuvieron el 3 de diciembre en la batalla de
Corpahuaico o Matará, donde a costa de tan solo 30 hombres ocasionaron al
ejército libertador más de 500 bajas y la perdida de buena parte del
parque y la artillería. Pero Sucre y su estado mayor lograron mantener la
organización de la tropa e impidieron al virrey explotar ese éxito local. Aún a
costa de sensibles pérdidas en hombres y material Sucre mantuvo al Ejército
Unido en repliegue ordenado, y siempre situado en posiciones
aseguradas, de difícil acceso como el campo de Quinoa.
Otro libro de memorias, In the service of the
Republic of Peru del general Guillermo Millwe, ofrece la visión de los independentistas.
Además del talento de Bolívar y el de Sucre, el Ejército Unido se
nutrió de buena parte de la experiencia militar del siglo: el batallón Rifles
del ejército de Colombia, se encontraba compuesto de tropas mercenarias europeas,
que en su mayoría eran voluntarios británicos. Esta unidad sufrió
considerables bajas en Corpahuico. También se encontraban entre sus filas
veteranos de la Independencia española, norteamericana y Guerras de
Independencia Hispanoamericana hasta casos como el mayor de
origen alemán Carlos Sowersby, veterano de la batalla de Borodino contra Napoleón
Bonaparte en Rusia.
Los realistas habían consumido sus recursos en una
guerra de movimientos sin haber logrado obtener una victoria decisiva sobre el
ejército libertador. Por la extrema dureza de las condiciones de una campaña en
la cordillera andina, ambos ejércitos quedaron con el número de sus tropas
seriamente reducidas por enfermedad y deserción, que afectó en el mismo
grado a los independientes, y que igualmente se focalizó en milicias carentes
de instrucción militar o la recluta formada de prisioneros enemigos. Los jefes
realistas habíanse posicionado en las alturas del cerro Condorcunca (en
quechua: cuello de condor), una buena posición defensiva que no podían sostener
dado que en menos de cinco días se verían obligados a retirarse por la hambruna
de la tropa, lo que equivalía a la dispersión de su ejército y una segura
derrota por la próxima llegada de refuerzos de Colombia, motivo por el cual se
vieron impulsados a tomar una decisión desesperada: la batalla de Ayacucho daba
comienzo.
Orden de batalla.- Existe un debate en torno a las cifras de combatientes
ya que la cifra de realistas del parte de batalla de Sucre se tomó en realidad
del listado militar español capturado con el número de hombres al salir del
Cuzco. Pero hay que tener presente que unos y otros comenzaron la campaña con
un estado inicial de fuerza de ejércitos (8500 independientes vs.
9310 realistas) que disminuyeron su número en las semanas siguientes de
campaña, hasta mismo el día de la batalla (5780 independientes vs.
6906 leales) por las razones expuestas anteriormente. En el campo de
batalla los realistas sumaban 5876 infantes y 1030 de caballería.
Ejército Libertador
·
Comandante: general Antonio José de Sucre
·
Jefe del Estado Mayor - general Agustín
Gamarro
·
Caballería – general Guillermo Miller
·
Primera División - general José María Córdova (2.300
hombres)
·
Segunda División - general José de La Mar (1.580
hombres)
·
Reserva - general Jacinto Lara (1.700
hombres)
Antes del inicio de la batalla, el general Sucre
arengó a sus tropas:
"¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del
Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!:
¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!."
Antonio José de Sucre
Nuestra linea formaba un ángulo; la derecha, compuesta de los batallones
Bogotá, Boltijeros, Pichincha y Caracas, de la primera división de Colombia, al
mando del señor general Córdova. La izquierda de los batallones 1.° 2.° 3.° y
legión peruana, con los húsares de Junin, bajo el ilustrisimo señor general La
Mar. Al centro, los granaderos y húsares de Colombia, con el señor general
Miller; y en reserva los batallones Rifles, Vencedor y Bargas, de la primera
division de Colombia, al mando del señor general Lara.
Parte de la batalla de Ayacucho
Nótese que el mariscal Sucre omite mencionar en el
parte a los Granaderos a Caballo del Río de la Plata. El general Miller en
su Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru da
la composición completa de las fuerzas al mando de Sucre:
División Cordova (en la
derecha): Bogotá, Caracas, Voltigeros, Pichincha.
Caballería, Miller (al centro):Regimientos Húsares de Junín, Granaderos de Colombia, Hussares de Colombia, Granaderos a Caballo de Buenos Ayres.
División La Mar (flanco sinistro): Legion. N° 1, 2, N° 3.
División Lara (en reserva): Vargas, Vencedores, Cazadores.
Caballería, Miller (al centro):Regimientos Húsares de Junín, Granaderos de Colombia, Hussares de Colombia, Granaderos a Caballo de Buenos Ayres.
División La Mar (flanco sinistro): Legion. N° 1, 2, N° 3.
División Lara (en reserva): Vargas, Vencedores, Cazadores.
La afirmación de Miller, respecto de que los Húsares
de Junín estaban en su división, contradice lo que Sucre dice en el parte.
Ejercito Real del Perú
Comandante: virrey José de La Serna
Comandante de Caballería – brigadier Valentín Ferraz
Jefe del Estado Mayor – teniente general José de Canterac
División de Vanguardia - general Jerónimo Valdés (2.006
hombres)
Primera División - general Juan Antonio Monet (2.000 hombres)
Segunda División - general Alejandro González Villalobos (1.700 hombres)
División de Reserva - general José Carratalé (1.200
hombres)
Los Españoles bajaron
velozmente sus columnas, pasando á las quebradas de nuestra izquierda los
batallones Cantabria, Centro, Castro, 1° Imperial y dos escuadrones de húsares
con una batería de seis piezas, formando demasiadamente su ataque por esa parte.
Sobre el centro formaban los batallones Burgos, Infante, Victoria, Guias y 2°
del primer Regimiento, apoyando la izquierda de éste con los tres escuadrones
de la Unión, el de San Carlos, los cuatro de los Granaderos de la Guardia y las
cinco piezas de artillería ya situadas; y en la altura de nuestra izquierda los
batallones 1 y 2 de Gerona, 2° Imperial, 1° del primer Regimiento, el de
Fernandinos, y el escuadrón de Granaderos de Alabarderos del Virrey
Europeos en el ejército
del virrey La Serna.- El número de soldados naturales
de España que combatieron en Ayacucho ha sido acotado por los mismos
testimonios posteriores a la contienda. En el año 1824 los europeos combatiendo
en todo el virreinato ascendían a 1.500 según el brigadier García Camba,
mientras que según el comisario regio Diego Cónsul Jove Lacomme el número total
de europeos era de 1.200, y de los que solo 39 hombres formaban en la división
del Alto Perú.
Para el 9 de diciembre, día en que se libró la batalla
de Ayacucho, y de acuerdo a publicaciones posteriores, los europeos en el
ejército del virrey aproximadamente eran 500 hombres según García
Camba, mientras que Bulnes cita 900 "desde el virrey al último
corneta", apoyándose en el diario del capitán Bernardo F. Escudero y Reguera,
oficial del Estado Mayor de Valdés. Pero el testimonio del general
Jerónimo Valdés le refuta corroborando la cifra de 500 hombres "de soldado
a jefe".
Del número referido de prisioneros realistas
capturados tras la batalla de Ayacucho, 1.512 eran americanos,
mientras que 751 eran españoles, con lo que se deduce que el número
de combatientes peninsulares al mando del virrey La Serna puede estar
en torno a esa cifra.
El dispositivo organizado por los planes de Canterac
preveía que la división de vanguardia de Valdés rodease en solitario la
agrupación enemiga, cruzando el río Pampas para fijar en el terreno a las
unidades de la izquierda de Sucre, lo que se realizaba en la primera fase de la
batalla. Mientras, el resto del ejército realista descendía frontalmente desde
el cerro Condorcunca, abandonando sus posiciones defensivas y cargando contra
el grueso del enemigo al que esperaba encontrar desorganizado, quedarían en
reserva los batallones Gerona y Fernando VII dispuestos en segunda línea para
ser enviados a donde fueran requeridos.
Sucre se dio cuenta inmediatamente de la arriesgada
maniobra, que resultaba evidente en la medida que los realistas se encontraban
en una pendiente, imposibilitados de camuflar sus movimientos. El coronel
español Joaquín Rubín de Celis, que mandaba el Regimiento primero del Cuzco,
y que debía proteger el emplazamiento de la artillería, que aún se encontraba
despiezada y cargada en sus mulas, se adelantó impetuosamente al llano muy
prematuramente, interpretando defectuosamente órdenes directas del Virrey
"se arrojó solo y del modo más temerario al ataque" donde su unidad
fue destrozada y él mismo muerto en el decisivo contraataque de la división de
Córdova, que entonces avanza en compactas formaciones de línea, y que con un
fuego eficaz también empuja atrás a los dispersos tiradores de la división de
Villalobos, acabados de descender en formaciones de Guerrilla. La
división de Córdova, apoyada por la caballería de Miller, acometió directamente
a la masa desorganizada de tropas realistas que sin poder formar para la
batalla descendían en hileras de las montañas, fue en este ataque que el
general José María Córdova pronunció su famosa frase "División,
armas a discreción, de frente, paso de vencedores".
Viendo el descalabro que había sufrido su izquierda,
el general Monet, sin esperar que su caballería formara en el llano, cruzó el
barranco y a la cabeza de su división se lanzó sobre la de Córdova logrando formar en
batalla a dos de sus batallones pero prontamente atacado por la
división independentista fue envuelto antes que el resto de sus tropas pudieran
formar también en batalla. Durante estas acciones Monet fue herido
y tres de sus jefes muertos. Los dispersos de su línea arrastraron en su
retirada a las masas de milicianos. La caballería realista al mando de Ferraz
cargó sobre los escuadrones enemigos que acosaban la izquierda de Monet, pero
que apoyados por el vivo fuego de su infantería causaron una enorme cantidad de
bajas en los jinetes de Ferraz cuyos sobrevivientes fueron obligados a volver
grupas y retirarse del campo de batalla.
En el otro extremo de la línea, la segunda división
de José de La Mar apoyada por el batallón Vargas de la tercera
división de Jacinto Lara detuvieron juntas la acometida de los
veteranos de la vanguardia de Valdés que habían se lanzado a tomar la solitaria
casa ocupada por algunas compañías independentistas, las cuales fueron
arrolladas en principio y obligadas a retroceder, y serían reforzadas por la
carga de los Húsares de Junín bajo la dirección de Miller y luego por
los granaderos a caballo volvieron al ataque, al que se sumaría
luego la victoriosa división de Córdova.
El Virrey La Serna y demás oficiales intentaron restablecer
la batalla y reorganizar a los dispersos que huían y el mismo general Canterac
dirigió la división de reserva sobre la llanura. Sin embargo los reclutados de
los batallones Gerona no eran los mismos que habían vencido en las batallas de
Torata y Moquegua, pues durante la rebelión de Olañeta habían perdido a casi
todos sus veteranos e incluso a su antiguo comandante Cayetano Ameller. Esta
tropa compuesta por soldados forzados a combatir se dispersó antes de enfrentar
al enemigo siguiéndole luego tras una débil resistencia el disminuído batallón
Fernando VII. A la una de la tarde el virrey había sido herido y hecho
prisionero junto a gran número de sus oficiales, y aunque la división de Valdés
seguía combatiendo en la derecha de su línea, la batalla estaba ganada para los
independentistas. Las bajas confesadas por Sucre fueron 370 muertos y 609
heridos mientras que las realistas fueron estimadas en 1.800 muertos y 700
heridos, lo que representa una elevada mortandad en combate.
Con los diezmados restos de su división Valdés logró
retirarse a las alturas de su retaguardia donde se unió a 200 jinetes que se
habían agrupado en torno al general Canterac y a algunos pocos dispersos de las
derrotadas divisiones realistas cuyos desmoralizados soldados en fuga llegaron
incluso a disparar contra los oficiales que intentaban reagruparlos. Con el
grueso del ejército real destruido, el mismo virrey en poder de los patriotas,
y su enemigo Pedro Antonio Olañeta ocupando la retaguardia, los jefes
realistas optaron por la capitulación tras la batalla.
La capitulación de Ayacucho.- "Don José Canterac, teniente
general de los reales ejércitos de S. M. C., encargado del mando superior del
Perú por haber sido herido y prisionero en la batalla de este día el
excelentísimo señor virrey don José de La Serna, habiendo oído a los señores
generales y jefes que se reunieron después que, el ejército español, llenando
en todos sentidos cuanto ha exigido la reputación de sus armas en la sangrienta
jornada de Ayacucho y en toda la guerra del Perú, ha tenido que ceder el campo
a las tropas independientes; y debiendo conciliar a un tiempo el honor a los
restos de estas fuerzas, con la disminución de los males del país, he creído
conveniente proponer y ajustar con el señor general de división de la República
de Colombia, Antonio José de Sucre, comandante en jefe del ejército unido
libertador del Perú".
Es el tratado firmado por el jefe de estado mayor
realista, Canterac, y el general Sucre al concluir la batalla de Ayacucho, el
mismo 9 de diciembre de 1824. Sus principales consecuencias fueron varias:
·
El ejército realista bajo el mando del virrey La Serna renunciaba a seguir
la lucha.
·
La permanencia de los últimos soldados realistas en las fortalezas del
Callao.
·
La República del Perú debió saldar la deuda económica y política a los
países que contribuyeron militarmente a su independencia.
Bolívar convocó desde Lima al Congreso de Panamá,
el 7 de diciembre, para la unidad de los nuevos países independientes. El
proyecto fue ratificado únicamente por la Gran Colombia. Cuatro años más tarde
la Gran Colombia, a causa del deseo personal de muchos de sus generales y de la
ausencia de una visión unitaria, terminaría dividiéndose en las naciones que
forman actualmente.
Teorías conspirativas sobre la batalla de Ayacucho.- La capitulación ha sido
llamada por el historiador español Juan Carlos Losada como "la traición
de Ayacucho" y en su obra Batallas decisivas de la Historia de
España, afirma que el resultado de la batalla estaba pactado
de antemano. El historiador señala a Juan Antonio Monet como el encargado
del acuerdo: “los protagonistas guardaron siempre un escrupuloso pacto
de silencio y, por tanto, sólo podemos espectacular, aunque con poco
riesgo de equivocarnos”. Una capitulación sin batalla se habría
juzgado indudablemente como traición. Los jefes españoles, de ideas liberales,
y acusados de pertenecer a la masonería al igual que otros líderes militares
independentistas, no siempre compartían las ideas del rey español Fernando
VII, un monarca firme sostenedor del absolutismo.
Por el contrario el comandante español Andrés
García Camba refiere en sus memorias como, los oficiales españoles
apodados más tarde "ayacuchos", fueron injustamente acusados a
su llegada a España: "señores, con aquello se perdió
masónicamente" se les dijo acusatoriamente, -"Aquello se
perdió, mi general, como se pierden las batallas", respondieron los
veteranos de la batalla.
El Alto Perú tras la batalla de Ayacucho Luego del triunfo de Ayacucho, y
siguiendo precisas instrucciones de Bolívar,el general Sucre entró en
territorio del Alto Perú el 25 de febero de 1825. Su papel se limitó a dar
visos de legalidad a un proceso que los mismos altoperuanos ya habían puesto en
marcha, además de mantener el orden e instalar inmediatamente la administración
independentista. El general realista Pedro Antonio Olañeta permaneció
en Potosí, en donde en enero recibió al batallón "Unión"
procedente de Puno al mando del coronel José María Valdez, y luego convocó
a un Consejo de Guerra que acordó continuar la resistencia en nombre de
Fernando VII. Olañeta distribuyó sus tropas entre la fortaleza de Cotagaita con
el batallón "Chichas" al mando del coronel Medinacelli,
mientras Valdez con el "Unión" fue enviado a Chuquisaca y
el propio Olañeta marchó a Vitichi, con 60.000 pesos de oro de la Casa de la
Moneda de Potosí.
No obstante ello, en Cochabamba se sublevó,
con el Primer Batallón "Fernando VII" el coronel
José Martínez; seguido en Vallegrande, por el Segundo Batallón
"Fernando VII", deponiendo al brigadier Francisco Aguilera
el 12 de febrero. El coronel realista José Manuel Mercado ocupó
entonces Santa Cruz de la Sierra el 14 de febrero, mientras Chayanta quedó
en manos del teniente coronel Pedro Arraya, con los escuadrones
"Santa Victoria" y "Dragones Americanos" y en Chuquisaca el
batallón "Dragones de la Frontera" del coronel Francisco López se
pronunció por los independentistas el 22 de febrero, con lo cual la
mayoría de las tropas realistas del Alto Perú renunciaban a continuar la lucha
frente al poderoso ejército de Sucre. El coronel Medinacelli con trescientos
soldados se sublevó también en contra de Olañeta y el 1 de abril de 1825
se enfrentaron en el combata de Tumulsa que culminó con la derrota de
Olañeta y su muerte al día siguiente. Pocos días después, el 7 de abril, el general José María Valdez se rindió en
Chequelte ante el general patriota Urdininea, poniendo fin a la guerra en
el Alto Perú.
El nacimiento de Bolivia.- Simón Bolívar con la aprobación del
congreso peruano el 23 de febrero de 1825 y del congreso argentino el
9 de mayo de 1825, ratificó la decisión de Antonio José de Sucre de
convocar un congreso soberano del Alto Perú que manifestó en su
declaración de Independencia su deseo de no unirse al Perú o a las Provincias
Unidas de Río de la Plata.
Mediante un decreto la Asamblea determinó que el nuevo
estado nacido en el Alto Perú llevaría el nombre de «República Bolívar», en
homenaje al Libertador, designado «Padre de la República». Se le concede
también el supremo poder ejecutivo en forma vitalicia, con los honores de
Protector y Presidente. Bolívar agradeció estos honores, pero declinó la
aceptación del cargo, designando al mariscal de Ayacucho Antonio José de
Sucre.
Declaración de la independencia de Bolivia.- Convocada nuevamente
la Asamblea Deliberante en Chuquisaca por el mariscal Sucre, el 9 de
julio de 1825, y concluida se determinó la completa independencia del Alto
Perú, bajo la forma republicana. Finalmente, el presidente de la Asamblea
Mariano Serrano, junto a una comisión, redactó el "Acta de la
Independencia" que lleva fecha del 6 de agosto de 1825, en honor
a la Batalla de Junín ganada por Bolívar. La independencia fue declarada
por 7 representantes de Charcas, 14 de Potosí, 12 por La Paz, 13 por Cochabamba y
2 por Santa Cruz. El acta de independencia, redactada por el presidente
del Congreso, Serrano, en su parte expositiva dice:
El mundo sabe que el
Alto Perú ha sido en el continente de América, el ara donde vertió la primera
sangre de los libres y la tierra donde existe la tumba del último de los
tiranos. Los departamentos del Alto Perú, añade en su parte resolutiva,
protestan a la faz de la tierra entera, que sus resolución irrevocable es
gobernarse por sí mismos.
Reconocimiento a los combatientes.-En honor y reconocimiento a los
combatientes independentistas de la batalla, se construyó en el lugar de los
hechos, un obelisco en conmemoración a la batalla. Este se encuentra
actualmente ubicado en el Distrito de Quinua, Provincia de Huamanga. A 37 Km.
al noreste de la ciudad de Ayacucho, a 3300 metros sobre el nivel del mar.
Reconocimientos a Sucre.- Bolívar, quien redactó y publicó en 1825
su resumen sucinto de la vida del general Sucre, único trabajo en su género
realizado por él, no escatimó elogios ante la hazaña culminante de su fiel
lugarteniente:
"La batalla de
Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La
disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina". Las
generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y
contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el
ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza".
"Usted. está
llamado a los más altos destinos, y yo preveo que Usted. es el rival de mi
Gloria. (Bolíivar, Carta a Sucre, Nazca, 26 de abril de 1825) ".
"El Congreso de
Colombia hizo entonces a Sucre General en Jefe, y el Congreso del Perú le dio
el grado de Gran Mariscal de Ayacucho,".
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