OVIEDO DE MIS AMORES
"El herrumbroso Principado dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles, que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina, revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de polluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo, se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegados a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo."
Copio el inicio «tras cambiar heroica ciudad, por herrumbroso Principado» de la Regenta, porque el pasado sábado vi en la Nueva España un artículo sobre el proyecto de restauración de la plaza de toros de Oviedo. Al primer vistazo me gustó mucho el dibujo de la solución, propuesta para acompasar la vieja ruina en un bello edificio.
Casi sin tiempo para pensar sobre ello me enteré de que, por una vez rauda, la Comisión de Patrimonio del Principado no autoriza la actuación: para defender el que las mencionadas ruinas están declaradas BIC. No voy a decir que me sorprendiese, pues la política de la mencionada Comisión «que se ha ganado una peculiar fama por ello» es la de, como principal medida, paralizar cualquier propuesta que suponga actividad.
Ello, dado que actuar activamente puede generar responsabilidades y todos sabemos que la eutanasia pasiva genera, desde este punto de vista. menos problemas que intentar sanar al enfermo. Por otra parte, la acción implica, a más de gastar dinero, posibles disgustos, dado que todos sabemos que los enfermos, en ocasione, mueren en el quirófano.
En consecuencia, no me sorprendió que no hagan nada para salvar a un edificio en ruina funcional, y cuyo derrumbamiento estructural es inminente., pero eso, quizás, no entra en las preocupaciones de los gestores de una Comunidad Autónoma, que realmente «salvo para incluirlos en una lista» no se preocupa de los BICs, sino en poner en el disparadero de unas responsabilidades judiciales a cualquiera que tenga una iniciativa. Ello tampoco es sorprendente en un ambiente estratégico de tibetizacion de la vida asturiana.
Hoy leo la noticia que comento: Las declaraciones del arquitecto autor, que están llenas de sentido común. Dentro de mi acuerdo total con el entrevistado quiero ampliar su referencia a la catedral, con el recuerdo colegio de la Milagrosa, esa maravillosa obra, fruto del gran don Javier Sáenz de Oiza, no existiría si se hubiera aplicado, como ahora, el criterio inútil de declarar al viejo , y formalmente insignificante, edificio BIC; lo que hubiera sido el fruto de una decisión, política o cobarde, que no hubiera valorado, el porque, el como y el para que proteger.
Al ver en la prensa al joven «soy viejo y todo es relativo» arquitecto me vinieron a los ojos las magníficas obras de jóvenes arquitectos asturianos, que, si la política asturiana con respecto a los BICs no fuera una momia, estarían en todos los recorridos para el turismo aficionado a la belleza. Recorrido alternativo al de visitar a los tres muertos vivientes «que podrían estar en el Guiness por ser los tres peores edificios de dos buenos arquitectos y de un arquitecto mediático: el Niemeyer, las Torres de la losa de Oviedo y el Calatrava» Estoy seguro de que a estos tres, con los criterios vigentes, alguien los hará BICs. Pero, pese a ello, los monumentos de verdad siempre serán las obras de esta joven arquitectura asturiana.
Antes de acabar, lanzo un grito a favor de que, de una vez, en Asturias no se ataqué a aquel que destaca; no por nada, sino, porque como decía mi pariente Jovellanos esta actitud es uno de los principales males que lastran el progreso de Asturias,
Término „porque, aunque ahora es impopular, la plebe debe alabar, si lo merecen, ia los políticos» diciendo:
¡Viva a mi alcalde don Agustin Iglesias Caunedo!, no sólo por su buen gusto, sino por su valentía al proponer, para un edificio en ruinas y para un espacio marginado, una solución tan bonita.
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