No se a
cuantos peruanos les niegan anualmente la visa a países del Primer Mundo, pero
sospecho que la cifra es alta y podría
llenarse el Estadio Nacional. Sospecho también que los que reciben la negativa
son muchos mas que quienes lo admiten en voz alta, que lo normal es no contárselo a nadie y volver a casa en silencio, con el pasaporte entre
las piernas.
Que te
nieguen la visa es una experiencia atroz. No solo porque arruin tus planes,
sino porque te somete a la experiencia
cruda del rechazo y la segregación. A fn
de cuentas, no hay otra explicación para una negativa de visado que la mas
simple:tu pais apesta y tu eres un sospechoso.
En un
estudio que ya es clásico, el experto en neurociencia social Matthew D.
Lieberman mostró que la experiencia del rechazo activa el mismo circuito
cerebral asociado al dolor físico (hablamos de la corteza cingulada anterior).
El golpe de la exclusión no seria solo metafórico, sino real. Se me viene a la
mente esta imagen en un consulado X,
todos se ponen en fila, se agachan y esperan. A unos les dan la visa a otros
una patada en el trasero.
Es un juego
perverso quien solicita una visa lo hace
en la esperanza hipócrita de que obtendrá
el permiso que a otros les será negado. Solo cuando nos dicen que no, vemos lo injusto
y arbitrario del proceso. Desearíamos no
haber perdido el tiempo y la plata, pero
ya esta no hay nada mas triste que el
sentido de dignidad a destiempo.
Por eso,
como una compensación al daño moral, y casi físico, si la neurociencia esta en
lo cierto, creo que debería ser una causa nacional exigir que los ciudadanos de
los países que nos piden visa paguen el equivalente a lo que nos solicitan (propuesta
presentada recientemente). Esto no cambiara el mundo pero hará que los
ciudadanos de esos lugares recuerden que naciones como la nuestra tienen
recortada la libertad de movimientos, que existen aun en el planeta carteles implícitos
que dicen: “prohibido el ingreso a perros y a peruanos”.
Lima, enero
2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario