domingo, 10 de noviembre de 2013

EL PROTOCOLO EN LA ACTUALIDAD


Cuando en octubre de 1981, la Fundación Príncipe de Asturias, se disponía y preparaba la Entrega de los mismos, ninguno de los que empezábamos a trabajar en ella, teníamos conocimientos de Protocolo. Unas semanas antes de la llegada de la familia Real, llego desde Barcelona, Felio Vilarubias, un señor experto en Protocolo, quien  poco a poco nos fue enseñando a  todos, lo que era y para que servía el protocolo. Él fue quien nos enseñó esos secretos bien guardados, que no conocíamos.
Hasta ese entonces el Protocolo solo era utilizado en las solemnes ceremonias a donde acudían las más altas autoridades de la nación. Desde esa época ya en todos los actos importantes y ya se utiliza hasta en las bodas. La gente desde hace tiempo ha  tomado conciencia de este tema y en muchos casos se lleva a rajatabla como indican los textos y manuales de Protocolo.
En muchos casos hay personas que se lo quieren saltárselo, de lo contrario no son más que un montón de normas acartonadas  y polvorientas  que con el tiempo, algunas veces,  causan risa como asombro. En el protocolo sólo creen los que no tienen  en la vida  más que el derecho al protocolo. La gente con sentido común no se rige por el protocolo precisamente porque el protocolo está pensado para aquellas ocasiones en las que el sentido común brilla por su ausencia. No creo que a nadie se le ocurriese comparar el protocolo con la buena educación, porque por lo general  cuando ha de emplearse el protocolo, hay alguien que esta siendo maleducado. Exigen el cumplimiento del protocolo los que ya no creen en nada  y menos aún en el protocolo. Si alguien piensa que el protocolo es universal, está en un grave error: el protocolo del  Ártico exigía, que el forastero que se deslizaba en un iglú, incluso inadvertidamente, debía acostarse con la señora esquimal para no afrentar al marido esquimal, y el  Reino Unido al individuo que mojaba un bollo en el té lo conducían a las torre de Londres. De  ahí que el  “¡ A mojar! De Alfonso XIII exhortando a sus secuaces a mojar las pastas en un tea palace ( hay versión con churro en una chocolatada) alcanzase una merecida fama tanto por la vindicación del moje español como por saltarse a la torera los protocolos.
Casi la mayoría de las disputas protocolarias se producen por tonterías entre las personas que están deseando no solo que se resuelvan los famosos problemas de protocolo, sino que se agraven aún más, para cargarse de razón.
 Puedo contar una anécdota que surgió a una conocida  al recibir hace años a la delegación española del Congreso de la Lengua  en Cartagena de Indias y Medellín, y bien tal vez, por su falta de experiencia en este tipo de actos, o porque era una persona normal, estaba  escandalizada por el problema que había surgido inesperadamente. El entonces Director del Instituto Cervantes, se negaba a subir en el carro que se le había puesta a su disposición, de una marca al parecer ligeramente inferior al que le habían asignado al director de la Real Academia, cuando según él , tenía que ser de rango parejo, si acaso no al revés. Lo normal es que ante un problema de tal calad, protocolo contemplase la posibilidad de mandarlos a hacer puñetas, a los amantes despepitados del protocolo. Luego se supo que uno y otro venían disputándose malamente ciertos campos de su poder, prebendas y honores.
Pero en muchos casos, el problema nunca es del protocolo. Todo el mundo sabe, incluidos los que dicen que las formas son importantes para las instituciones y cuando las cosas van bien y existe un clima de entendimiento y cordialidad, la gente acaba mojando el churro, y no pasa nada. Al contrario se celebra que alguien exima a los demás de ese corsé, porque en algunos caso se puede llevar una corbata muy fea, pero sabiéndolo.  Lo delirante es cuando  alguien ha decidido “creerse” el protocolo, porque entonces si habrá poco que hacer, y todo el mundo dejará de mirar la realidad de los verdaderos problemas para enfrentarse en la lectura del reglamento y poner las cosas y los puestos en orden   


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