Otro de los puntos históricos de Lima y
quizá uno de los más populares es la llamada Peña horadada o conocida también
como la Piedra del diablo. Actualmente, esta piedra se encuentra en la cuadra 9
del jirón Junín en el distrito de Barrios Altos.
De esta piedra se ha dicho mucho, pero hay
dos versiones que son las más conocidas, la primera de ellas es que se trataría
de un oráculo pre inca parte importante de una huaca. La otra historia, nace
nuevamente del tradicionista Ricardo Palma, quien nos cuenta la leyenda de que
un día el diablo se encontraba caminando por este populoso barrio de Lima,
cuando de pronto se encontró cara a cara con la procesión del Señor de los
Milagros, al ver esto, el demonio intentó huir, dio media vuelta pero notó que
a sus espaldas venía otra procesión, la de la Virgen del Carmen. Ante esto y al
verse acorralado por ambas procesiones, al diablo no le quedó más remedio que
escapar introduciéndose en la referida piedra, lo que provocó el extraño
agujero que ha perdurado hasta nuestros días. All encontrarse, a salvo según
él, en la otra calle, lanzó un suspiro fenomenal que todo Lima pudo escucharlo.
Desde allí las calles aquellas quedaron bautizadas, una como la Calle Peña
Horadada y la otra como la Calle Suspiro.
Sea como fuere, lo cierto es que pese a los años, décadas y siglos, y el desarrollo propio de una metrópoli como Lima, la piedra horadada no ha sido movida de su lugar y su origen continúa siendo un verdadero misterio para los historiadores y arqueólogos de la ciudad.
Sea como fuere, lo cierto es que pese a los años, décadas y siglos, y el desarrollo propio de una metrópoli como Lima, la piedra horadada no ha sido movida de su lugar y su origen continúa siendo un verdadero misterio para los historiadores y arqueólogos de la ciudad.
No solamente la delincuencia
común afecta hoy a nuestra ciudad capital, también la información falsa que se
ofrece al pueblo con el fin de llevarlo a un total engaño. Nos referimos a la
vistosa placa de azulejos, en la esquina de las calles de la Peña Horadada y
Rastro de la Huaquilla (jirones Junín y Cangallo), que alguien, sabe Dios con
autorización de quién, colocó allí.
Esa placa, con un texto mal
escrito, registra al final, que es de la pluma de don Ricardo Palma y
proveniente, nada menos, que de una de sus tradiciones, lo cual es
absolutamente falso.
Como quiera que, de acuerdo con
el Código Penal, ese hecho constituyera un grave delito de falsedad genérica y
usurpación de identidad, las oenegés defensoras de los Derechos Humanos
deberían tomar cartas en el asunto y resguardar la memoria de un difunto
ilustre, don Ricardo Palma, que, por estar muerto no puede defenderse.
Y es más, si el genio que puso
la placa lograra comprobar documentalmente que el texto proviene de una
tradición perdida y desconocida de Palma, que él ha descubierto empolvada en
algún archivo, debería ser premiado, nombrándosele, de inmediato, presidente de
la Academia Peruana de la Lengua.
En cuanto al supuesto origen
precolombino de la peña horadada, les decimos que ello es imposible, ya que la
Santa Inquisición jamás habría permitido la existencia de un ídolo indígena a
la vista y paciencia de todos. Para ello estaban los Extirpadores de
Idolatrías, que arrasaron con cuanto ídolo prehispánico cayó en sus manos.
Además, esa piedra no estaba allí en el siglo XVI ni principios del XVII. Don
Juan Bromley, en su obra “Las viejas calles de Lima” (Municipalidad
Metropolitana de Lima, 2005), al referirse a la calle de la Peña Horadada
(páginas 263-264), indica que que era conocida, en 1613, como “Cuadra Tercera
del Cercado”. Agrega que “desde muy a los principios del siglo XVII existía la
piedra perforada que hasta hoy se ve en el suelo de la esquina que forman las
calles que hogaño se llaman de Peña Horadada y del Rastro de la Huaquilla,
piedra cuya existencia dio origen a fantásticas leyendas”. Bromley afirma
también que esta calle, en el siglo XVIII, se llamó de Mendoza; y, “en 1785 se
le denomina de Vergara”. En cuanto a la otra calle (páginas 283-284), del jirón
Cangallo (que hace esquina con la anterior), llamada en 1613: “calle de la
Piedra Horadada”, Bromley registra que se conoció posteriormente como calle del
Rastro de la Huaquilla.
Don Luis Antonio Eguiguren, en
su obra “Las calles de Lima” cuenta que la Peña o Piedra Horadada era ‘Un hueco hecho por
el Diablo, o por las Penas’, en una piedra negra, que se encuentra aún en la esquina
de dicha calle. ¡Dios sabe en cuántas cosas más seguimos, infantilmente,
creyendo todavía!”. Este ilustre historiador peruano, nos ofrece una
explicación nada esotérica y muy realista, afirmando que “para que los niños
nobles y bien criados no se vieran obligados a tocar las ‘aldabas’ de ciertas
casas solariegas, con cuyos dueños no estaban en buenas relaciones sus padres
y, por lo cual, para ellos era indecoroso tocarlas, así como lo era igualmente,
ocupar la acequia pública, cuando la necesidad les aprestaba, [...], un Maestro
de Pupilos colocó en la esquina de aquella calle, o en algún lugar de la misma,
o sobre la acequia, una Piedra HORADADA…” [sic]. Y precisa su información
añadiendo que “La forma de la Piedra Horadada, en la esquina de la calle de
este nombre, dispuesta, como recuerdo, en sentido inverso del que antes estaba
colocada sobre la acequia, puede no haber sido la misma; y, dispuesta, en la
forma actual, cuando el ‘señorío’ ocupó aquella calle y nuevas costumbres,
dieron, a ciertos actos de la vida, un significado más íntimo y privado” [sic].
Para el Dr. Eguiguren el supuesto adoratorio indígena era ¡un simple retrete!
Todo es posible. Nosotros nos inclinamos a creer que la piedra horadada no era
más que un protector de esquina, llamado ‘guardacantón’, que la RAE define así:
“Poste de piedra para resguardar de los carruajes las esquinas de los
edificios”. Las carretas, con sus ruedas, podían afectar gravemente los muros
de las casas. Por ello, se colocaban macizas piedras o cañones enterrados boca
abajo. Ojalá que no sigan engañando a los incautos viandantes con historias
fantásticas, imposibles, y atribuyendo a genios de la literatura cualquier
mamotreto escrito por ahí.
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