Una de las manifestaciones más
trascendentes y que se convierte en una tradición oriunda de algunos pueblos de
la Quebrada de Chaupihuaranga es el “URPO APAY”, costumbre practicada desde
tiempos remotos, con motivo de la construcción de las viviendas familiares, de
manera especial cuando se realiza el techado de la casa. Esta costumbre es un
claro reflejo de la concepción del mundo andino, toda vez que el término “URPO
APAY” significa ofrendar a la vivienda recién
construida con productos u objetos del lugar; con la idea de que, en el futuro,
en la casa no falten alimentos, exista confraternidad, unidad y respeto entre
los miembros de la familia. Los protagonistas principales son los yernos y
nueras, los dueños de la nueva casa, quienes reciben las ofrecimientos de parte
de los parientes y algunos visitantes. Esta ceremonia consiste en que los
vecinos contratan los servicios de una orquesta típica, preparan una cruz de
madera y la adornan convenientemente con serpentinas, flores y otras
decoraciones. Mientras esto ocurre, la nuera por su lado, alista los “urpos”
que consisten en varias canastas, en las cuales se colocan utensilios de cocina
y pequeñas ollas de barro conteniendo productos agrícolas como: papas, trigo,
habas, maíz, quinua, cebada y otros, los cuales componen el símbolo de la pirwa
(despensa) que es un método tradicional de conservación de alimentos en las
zonas andinas. Las canastas son adornadas con serpentinas, banderitas Peruanas
y cadenetas. El rito consiste en que de la casa de alistamiento, sale el yerno
acompañado de la nuera llevando una cruz y tras de ellos van los familiares y
amigos, quienes trasladan los “urpos” a ellos se van sumando paulatinamente
otras personas. Los dueños van cargando a la vez paja (ichu) dirigiéndose a la
casa nueva, bailando todos al compás de una melodía ejecutada por una orquesta
típica. Por lo general, los protagonistas de dicha ceremonia tienen la
obligación de dirigirse hacia la capilla del pueblo, donde se procede al rito
del “Inka kanay!” ( quemar el inca), hecho que consiste en hacer un simulacro
de quemar a los dueños de la nueva casa, luego se dirigen hacia la vivienda
techada. En medio de la alegría popular, el yerno se encarga de colocar la cruz
en la parte central del techo de la casa. Posterior a este acto, la nuera es la
responsable de colgar los “urpos” ( pequeños cántaros hechos de barro), en las
partes más altas del techado, y se acompaña estos acontecimientos al son de
beber chicha y aguardiente ,al compás de la música típica que ejecutan los
músicos del lugar con violín y arpa y algún instrumento de viento.
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