sábado, 8 de noviembre de 2014

EL CRIOLLISMO EN NUESTRA PATRIA

Don Vicente Holguín, un colombiano que fuera desterrado por ideas librepensadoras en contra de la explotación del hombre de color desangrado en las plantaciones ardientes; radicó en Lima por el año 1867, donde cultivó amistad con don Luis Albertini, destacado jurisconsulto, diplomático y músico limeño, quien siete años antes había publicado "Albun Peruano" de canciones tradicionales tales como "La Limeña", "El Colegial", "La Tapada", etc., con letra del escritor costumbrista satírico, Manuel Atanasio Fuentes, popular por su capa española y usar el seudónimo "El Murciélago". Hoy esta edición es rarísima.
Los problemas humanos del importado trabajador africano, esclavo de los ingenios azucareros, eran similares en la América mestiza. El trabajo de sol a sol y el castigo corporal, imperaba en los algodonales y trapiches de La Molina, Villa y Montalbán. Por lo cual se entendieron estos artistas de vanguardia Holguín y Albertini, siendo los acertados autores de la inicial composición-protesta en ritmo de danza titulada "El Payandé", denominación de un arbusto original de los valles de Colombia, además hacen mención al río Magdalena cuyas aguas extensas recorren de Sur a Norte. De esta hermosa canción ofrecemos dos fragmentos: "Nací en las playas del Magdalena, / bajo la sombra de un payandé;/ como mi madre fue negra esclava,/ también la marca yo la llevé"./ "Por la mañana cuando amanece,/ salgo al trabajo con mi azadón,/como a tasajo, plátano asado;/ riego la tierra con mi sudor."/...
GUARDIA VIEJA Cuando bajaron las persianas los "salones dorados", echaron llave al anciano piano de cola y se marcharon las "gavotas", los "minués" y "las cuadrillas", aparecieron en los escaparates de las Casas Musicales de Brandes y Fort, las nativas piezas rubricadas por Emilio Amézaga, Romero Losada y Romualdo Alva. Era una nueva serpentina parlante de los corrillos del jirón de La Unión. Nuestras melodías se comentaban con calor entre "bitters" de la Fuente de Soda de Castillo.
VIEJOS TROVADORES Asomaron en los extramuros trovadores de "cachiné" de seda y sombrero "requintao" "a la pedrada", mentados guapos en ruedas briscaneras, por su voz en contrapunto; ellos derramaron alegrías allá por El Cercado, serrallo y picantería de horizontales, engreídos por los niños faites de "La Palizada", en la "mar y morena" encerrona de serenata, santo, corcova y octava. /Filigrana, preciosura/ en cada sincopado salto, dibujaron punta y talón escobillado y un laberinto de pañuelos pincelaba la aurora, entre siluetas "negros-azules" cajoneando geometries folklóricas a la reina parda Bartola de Aguamino o a los esguinces casquivanos y entradores de esas cuatro Saras "fríquite y mangansúa" para las quebradas bordadoras del tarambana Pepe Ezeta "Rey de la Marinera".
"EL TUNANTE" Y fue "El Tunante, Abelardo Gamarra, el agua bautismal de esa limeña danza con vaiven de combate marino y fuego de montonera dedicada a la gloria del Almirante Grau.
1900. Fulgor de crisálidas eléctricas. Entonces eran los juglares dioses en un lago de sirenas, donde estelaban pensamientos, diálogos entre musas y troveros, calendarios de nombres, idilios plenilunios, citas embrisadas por aromática reseda. Nochebuena en la Plaza Mayor, en la glorieta barranquina o en los mármoles del Paseo Colón, amenizadas por las clásicas retretas del maestro Tapa o del filipino José Libornio.
Pulula la gente de pura cepa y cogollo entre brindis de "puro cordon y rosa" y las gargantas vergelistas de Montes y Manrique y Salerno y Gamarra, preñaron aplausos en lunetas y cazuelas del Teatro Olimpo y El Politeama, en comilonas del café Can-Can, cuano los primeros discos de pizarra surcaron nuestros aires en fonógrafos de bocina.
EL TUNDETE Retumban los hombres de bronce bajando el barrio erizado de "palisos trinadores" en tonos de "tundete" y "maulillo" rimando acentos a Pancho Ferreyros, jilguero del puente español, a los zarzales Garibotto-Bancalari con Julio Vargas y los hermanos Andrade. Mentras calle arroba encandilaban fogones parranderos, la verbena de la Virgen del Carmen, entre misturas y fritangas por Cocharcas, Los Naranjos y El Chirimoyo, irisados con el eco del negro Chiviricoy. Montserrat, estación-ferrocarril, entrevero camalero, factoría tranviaria, "La Mutua" cigarrera. Bulliciosa zona fabril, semillero de valientes y romanceros que al filo de las doce, recostados al cañón de mecha hundido en la ochava orillera, -acuarela de casas chatas y luna ojerosa reflejada en charquitos de lluvia- Desnudas mandolinas irradiaron luces en mamparas y barandas cuando el alto canto cholo de Bocanegra, desgarraba la noche "La Bóveda Azulada". Se apagaron fanales legendarios, dobló la esquina el encorvado organillero, cilindro molino de valse inicial "de izquierda a la media vuelta" tejiendo pasillos afelpados de cadenetas que imprimiera Rogelio Soto. Y perdieron los pasos por las baldosas rajadas de las Cinco Esquinas, la ruidosa estudiantina de "Los Doce Pares de Francia".
Pero la casta criolla despertó silencios en manantiales "saudades", soñadores bohemios hilvanando silbos en péñolas arrabaleras, embanderando ramadas, patios vecinos, casitas palanganas, pregonando el sabor musical limeño. Mas enmudeció la risa franca antañona, se arrugaron romeros rumiando preciadas letras muertas, filtrando llanto, guitarreos violetas.
/Guardia Vieja.../ Murió el lirio Amancay sobre la obra de San Juan, la alondra y el ruiseñor libaron veneno del olvido en copa "jacarandá", cuando eclipsaron sus trinos patriarcales sobre el seco "puente de los Suspiros".
LOS AÑOS VEINTE Los bicolores del Centenario, cuando la marquesina bombonera del "Colón" anunciaba sainetes criollos: "Lima en Kodak", "Salsa Roja", "Postales Limeñas", autores Leonidas Yerovi y Chirre Danós con música de los maestros Luis Gazzolo y Ventura Morales. En los teatros "Lima", Mazzi", "Victoria", estaban en cartelera "Un Paseo a Burro" o "Música Peruana" del travieso "Karamanduka"; pero llegó el cine mudo y se acabaron las "tandas" zarzueleras criollas, quedando solamente intermedios entre rollos de Francisca Bertini o Charles Chaplin en las manos mariposas del calvo Lizárraga, Filomeno Ormeño y Lucho de la Cuba.
Trepidaban recientes calles asfaltadas los omnibuses Imperiales de dos pisos, la juventud mascaba chicle, usaba pantalones "Oxfor" ¢35 centímetros de boca|, bailaba apasionadamente tangos, shimys, fox trots en las huachafas academias del Tigre, Comesebo y Santa Catalina.
Llegó la revancha para la muchachada entusiasta de Bravo de Rueda, Valderrama y Carlos Saco: "Cuando el indio llora", "Las Cautivas", "Vírgenes del Sol" fantasías incaicas al ritmo gringo se impusieron en la América rubia, proliferando pianolas con nuestra música criolla en palquitos de café-cantantes y en los "fas" de las salitas americanas.
Aguardientosos estribilleros de "platillo a peseta", oficiaban en casas alegres amorosas de la Pancha Navas, María Eugenia o la Meche Medrano donde de rechupete epilogaban marineras borrascosas, letrilladas con ají, sal y pimienta.
En los tiempos de Don Augusto B. Leguía, el Alcalde rimense Juan Ríos, revivió el tradicional Paseo a los Amancaes y en el sonado concurso triunfaron cuerdas y cantos de "La Rondalla Piurana"; matices vocales de los hermanos Ascuez fugando resbalosas malambinas, regalando compases jaraneros, en la nomenclatura de diversions realizadas en los años veinte, cuando el sandunga pregón languidecía.
FELIPE PINGLO Garúa, cielo plomo. Leyes dictatoriales, duro pan proletario, turbios lamparines alumbran pobrezas en barriadas nebulosas, injusticias socials sellaban labios entre mudas protestas de manos enanas, muñones heroicos.
Escenario citadino manchado de tinta, surgiendo allá por el barrio alto del Este, la estructura débil de los humildes. Estambre latido en "El Prado", delirio rapsoda de pileta cáliz, colmando perlas dolorosas en hogares desiguales. Desamparados callejones podridos en quincha y salitre, donde agujereaba el sol cuartos numerados, retazos húmedos con sábila, herraje y cuchillo pecador; arrinconada guitarra, lucero callejero, nocturna joyería, alucinando geranios sensitivus desmayados en mantillas rotas y calzados miserables. Surgió el resplandor de la palabra en la "zurda" de Felipe Pinglo Alva.
En orgullosas mansiones mullidas de alfombras y elegantes "arañas", cristalerías literarias enchapaban "barroco criollismo", ignorando premoniciones diluídas en grupos obreros cantores de la pulpería. -Ángulo de cuitas amistosas y bravías-.
Pinglo barrioaltino, flecha relámpago perforando indolencias, risando auroras "valseadas" en tiernas flautas arrabaleras, baraja y briscanes rebeldes: "El Plebeyo", "Oración del Labriego", "La Obrerita", fueron vida, perfil y grito social en puertas de un mismo palo, tinglado hambriento del hombre pobre que aspiraba el humo vano de los "puchos" salarios.
Cobalto llave de sol, abrió arreboles sobre el dombo de la Patria, sureando arpegios en mosaicos peruanos. /Pinglo/. Ave Fénix, ancho tórax mestizo, corola del pueblo, que dio acento universal a páginas tristuras de mensaje humano.
Felipe Pinglo Alva, de ascendencia piurana, cuyo apellido paterno es genitivo del pueblo pescador de Sechura, nació en Lima a fines de los 1800 y se elevó a la eternidad un gélido mayo de 1936.

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