Julio Caro
Baroja, nació el 13 de noviembre de 1914 “alrededor de las ocho de la tarde” y
murió en Vera de Bidasoa, Navarra el 18 de agosto de 1995, fue un antropólogo, historiador, lingüista,
folklorista y ensayista español, sobrino del escritor Pío Baroja y del pintor y
escritor Ricardo Baroja, liberales como
él, independientes, solterones.y un poco
cascarrabias.
Era hijo del editor Rafael Caro Raggio y de Carmen
Baroja y hermano del documentalista, etnógrafo y escritor Pío Caro Baroja,
Pertenecía a una familia de gente ilustrada y liberal, entre los que se
encontraba un famoso conspirador romántico, fue discípulo de Telesforo Aranzadi, José
Miguel de Barandiarán ,Hermann Trimborm y Hugo Obermaieri quienes lo
encaminaron a la historia y a la etnografía.
Se doctoró en Historia antigua por
la Universidad de Madrid, donde ejerció brevemente como profesor. Posteriormente
dirigió el Museo del Pueblo Español de Madrid, pero trabajó básicamente en
solitario. Por distintas razones, tanto personales como circunstanciales, se
mantuvo al margen de la universidad, excepto durante dos cortos períodos de
docencia, uno en Coimbra y otro, mucho más tarde, en el País Vasco..
Realizó numerosos viajes por España y el extranjero, con estancias prolongadas
en Estados Unidos e Inglaterra (entre 1951 y 1953), dedicándose, como dijo
alguna vez, «a sus labores».
Fruto de su formación y de los maestros
que tuvo, sus primeros trabajos tratan sobre temas etnográficos, escritos
cuando tan sólo tenía 15 años, así como su tesis doctoral en 1941, que fue la
base de una trilogía muy posterior acerca de los ciclos de las fiestas de invierno
(El carnaval, 1965), de primavera (La estación de amor, 1979) y
de verano (El estío festivo, 1984).
No se puede denominar a Julio Caro un
novelista porque sus ocupaciones especificas tuvieron otro sentido que no se
integra por entero en la ficción, pero sus trabajos como etnólogo, antropólogo,
historiador y memorialista no son ajenos a la narrativa. Escribió mucho en la
soledad de su gabinete y después del éxito popular de “Las Brujas y su mundo”,
casi se convierte en una figura renombrada.
En sus primeros libros se expone una
síntesis de la etnología en España y en particular de la del País Vasco: Los
pueblos del norte de la península Ibérica (1943), Los pueblos de
España (1946), Los vascos (1949).
Sus estudios relacionados con aspectos
tecnológicos vienen de la época en que dirigió el Museo del Pueblo Español.
Entre ellos caben destacar los dedicados a los arados españoles (1949) y a
los molinos de viento (1952), publicados en la Revista Dialectología
y Redacciones Populares, , de la que fue director durante quince años.
Viajar al Sahara en 1952 hizo
que su interés se orientara hacia el hecho de las minorías étnicas.. Publicó
los Estudios saharianos (1955), quizás el libro más valioso
acerca de este territorio africano bajo dominio español en aquella época. Los
moriscos del reino de Granada (1957) y otros posteriores marcan el
sincretismo entre etnografía e historia, por ser fruto de su intensa labor de
investigación en los archivos de la Inquisición: Las brujas y su mundo (1961),
su obra más conocida, Vidas mágicas e Inquisición (2 vols.,
1967) y, sobre todo, Los judíos en la España moderna y contemporánea (3
vols., 1961–1962). Otros estudios sobre grupos o minorías oprimidas nos dan una
visión de los gitanos, mendigos o bandidos del área mediterránea.
También fueron novedosos los
titulados Ensayo sobre la literatura de cordel (1969), Las
formas complejas de la vida religiosa (Religión, sociedad y carácter en la
España de los siglos XVI y XVII) (1978), La aurora del
pensamiento antropológico. La Antropología en los clásicos griegos y latinos (1983)
y La cara, espejo del alma. Historia de la fisiognómica (1987).
En los 18 volúmenes que componen
los Estudios vascos se recogen artículos publicados entre las
primeras monografías (La vida rural en Vera de Bidasoa, 1944; Los
vascos. Etnología, 1949) y obras de madurez como La hora navarra
del XVIII (1969), Etnografía histórica de Navarra (3
vols., 1971–1972) y La casa en Navarra (4 vols., 1982). Sobre
el viejo reino, y sobre Guipúzcoa, elaboró, con su hermano Pío, un par de
extensas películas etnográficas.
En su obra Los vascones y sus
vecinos estudia la historia antigua de dos pueblos, los vascones y sus
vecinos de Aquitania. En este libro incorpora algunas novedades en relación con
escritos anteriores, ya que dice que la lengua que más se puede comparar al
euskera es la hablada en ciertos núcleos étnicos antiguos aquitanos e
incluso pirenaicos más orientales.
Escribió también sobre su familia; en su
gran ensayo, Los Baroja, habla sobre su tío Pío Baroja, su otro tío
Ricardo, pintor, y sobre toda su familia. Fue enterrado en Vera de Bidasoa
(Navarra), donde los Baroja poseen una casa familiar llamada «Itzea», palacete
que adquirió su tío Pío.
En su obra —que alcanza unas setecientas
entradas entre libros, artículos, prólogos y ensayos— destacan trabajos que
fueron precursores en su día, aunque ahora cuenten con numerosos seguidores. Es
considerado en España como el iniciador del llamado enfoque histórico-cultural
y podemos decir que fue uno de los últimos sabios del siglo XX, reconocido como
tal en el extranjero.
La obra de Caro Baroja, que abarca desde
el urbanismo como una parte de la antropología hasta los pliegos de cordel y que incluye libros deliciosos
como “El señor inquisidor y otras vidas
pro oficio”, hoy no serían capaces de sacarla adelante. Lo que demuestra que
para realizar una obra gigantesca como la suya lo importante es disponer de
tiempo y una mente rectora.
Julio Caro Baroja debe de figurar entre
la media docena de españoles más destacados del siglo XX en el aspecto
intelectual. Su obra titánica, llevada a cabo en solitario, solo es comparable
a la obra de Marcelino Menéndez Pelayo, aunque la de don Julio es más
especializada y, en consecuencia más abarcable.
Académico de número de la Real
Academia de las Lengua Española, miembro de la Real Academia de la Historia y
de la Real Academia de la Lengua Vasca. Recibió el Premio Príncipe de
Asturias de Ciencias Sociales (1983), la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas
Artes (1984), el Premio Nacional de las Letras Españolas, el Premio
Internacional Menéndez Pelayo (1989) y el Premio Príncipe de Viana (1989).
En su honor se puso su nombre a una
plaza en San Sebastían y a tres institutos, uno en Guecho (Vizcaya) en
1981, otro en Fuenlabrada (Madrid) y otro en Pamplona, el I.E.S. Julio
Caro Baroja.
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