Lima siempre se ha caracterizado por el buen arte
culinario de sus mujeres, y muchos hombres también, que preparan unos platillos
y dulces que son la delicia de cualquier comensal.
Se cuenta entre la gente barrioaltina de que la
"Calle Matasiete", en el Jirón Cusco, Barrios Altos, debe su nombre
al hecho de que siete avezados malhechores fueron enviados al infierno por una
morena mazamorrera que era de armas tomar.
Hace muchísimos años vivía, en un solar de los Barrios
Altos, una morena que preparaba una mazamorra morada y otros dulces que hacía
"chupar los dedos" a todo aquel que los probaba. La morena aquella
también preparaba unos tamales como, se cuenta, no se han vuelto a probar en
toda Lima. Su exquisita sazón era muy conocida en todo Lima, especialmente
entre gente adinerada que era su clientela de costumbre.
Un grupo de delincuentes que acababa de salir de prisión no encontró mejor plan, de reinicio de sus fechorías, que robar la casa de la morena, pensando que tenía mucho dinero guardado, debajo de la cama, producto de sus ventas de comida que mucho esfuerzo y trabajo le costaba realizar a la morena. Como las casas antiguas eran mayormente de adobe, los facinerosos decidieron abrir un forado en una de las paredes por donde se introducirían, fácilmente, en la casa. Llegada la noche, armados de herramientas se dirigieron a realizar su "gran plan" pensando que la morena se encontraba fuera vendiendo su comida. Por esas cosas del destino, aquella noche, el sexto sentido de la morena le aconsejó quedarse en casa y ahí se encontraba cuando escuchó los golpes de las herramientas perforando su pared.
Al terminar de hacer un forado lo suficientemente grande para que por allí pudieran ingresar al hogar de la morena, el primero en ingresar le dijo a los demás de que él les avisaría si el terreno estaba libre para que ingrese el resto. Cuando ingresó el primero, la morena lo esperaba preparada con un garrote entre las manos, así que de un garrotazo lo mandó al otro mundo. Como ella había estado escuchando todo, y aprovechando la oscuridad, se le ocurrió cambiar el tono de su voz y decirle a los delincuentes que esperaban: "Pasen nomás que no hay moros en la costa". Así que los cacos fueron pasando uno a uno, y uno a uno la morena los recibió "cariñosamente" a garrotazos. Fueron siete los facinerosos que la morena envió a conversar con Lucifer y desde ese día a dicha calle empezaron a llamarla como la "Calle Matasiete".
Un grupo de delincuentes que acababa de salir de prisión no encontró mejor plan, de reinicio de sus fechorías, que robar la casa de la morena, pensando que tenía mucho dinero guardado, debajo de la cama, producto de sus ventas de comida que mucho esfuerzo y trabajo le costaba realizar a la morena. Como las casas antiguas eran mayormente de adobe, los facinerosos decidieron abrir un forado en una de las paredes por donde se introducirían, fácilmente, en la casa. Llegada la noche, armados de herramientas se dirigieron a realizar su "gran plan" pensando que la morena se encontraba fuera vendiendo su comida. Por esas cosas del destino, aquella noche, el sexto sentido de la morena le aconsejó quedarse en casa y ahí se encontraba cuando escuchó los golpes de las herramientas perforando su pared.
Al terminar de hacer un forado lo suficientemente grande para que por allí pudieran ingresar al hogar de la morena, el primero en ingresar le dijo a los demás de que él les avisaría si el terreno estaba libre para que ingrese el resto. Cuando ingresó el primero, la morena lo esperaba preparada con un garrote entre las manos, así que de un garrotazo lo mandó al otro mundo. Como ella había estado escuchando todo, y aprovechando la oscuridad, se le ocurrió cambiar el tono de su voz y decirle a los delincuentes que esperaban: "Pasen nomás que no hay moros en la costa". Así que los cacos fueron pasando uno a uno, y uno a uno la morena los recibió "cariñosamente" a garrotazos. Fueron siete los facinerosos que la morena envió a conversar con Lucifer y desde ese día a dicha calle empezaron a llamarla como la "Calle Matasiete".
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