En 1930 la mayoría de las carreteras, aunque permitían el tráfico que por
ellas se realizaba, dejaban mucho que desear.
Con todo, las compañías de vapores perdieron importancia con relación a los
viajes cortos, a las zonas aledañas a la capital, Surgieron algunas agencias
para el transporte terrestre entre Lima y Pisco por el Sur y Trujillo por el
Norte. La agencia Ñapo, la primera que organizó el servicio a Trujillo, con no
pocas dificultades , la Estación El Sol” de Rafael E. Salardi y otras que
abrieron otras rutas a lo largo y ancho de la geografía peruana.
La empresa de Transportes “El Sol”, de Rafael . E. Salardi, se asoció con mi padre y tenían la concesión de llevar el tabaco a
Chiclayo y Trujillo, al final de mes mi papá era el encargado de recaudar el
dinero de todos los portes del mes. Días antes de que estallara la Revolución,
mi papá llego a Trujillo y se hospedo como siempre en el hotel “Royal” en la
Calle Sinchi Roca 1138, muy cerca del mercado y donde solían alojarse por
aquella época muchos comerciantes. El día de la revolución se comenzó a hacer
redadas en todos los hoteles en busca de los apristas. Desgraciadamente mi papá
fue confundido como uno tantos de ellos. Fue tomado preso y gracias al
ciudadano alemán Von Rosemberg, quien se preocupó de ver si necesitaba algo, y después de presentar todos sus documentos,
salió en libertad. Pero la Revolución acababa de empezar. Había que esperare
que todo se calmara.
Según Basadre, la Revolución de Trujillo fue una de las peores tragedias
que sufrió el Perú. Ningún episodio se le puede comparar. Sin exageración para
este historiador, uno de los más abominables hechos de la historia nacional.
Aquí reinó el encono y la venganza que anticipó a la guerra civil española de
1936 a 1939.
Ello no justifica para el mismo analista, la represión que sobrevino. En el
cumplimiento de las sentencias con pena de muerte, se hicieron barbaridades.
Cabe añadir que ocurrieron centenares o miles de ejecuciones sin proceso.
Pareció que predominó la política no sólo de castigo o represalia sino
con miras al exterminio del adversario que, al fin y al cabo, también era
peruano.
Han pasado casi ochenta y un años desde
que la normalidad acabó por completo en la capital del departamento de La
Libertad. La madrugada del 7 de julio de 1932 quedó marcada para siempre. Allí
en la histórica y bella ciudad ocurrió ese aciago día, inevitablemente, un
enfrentamiento muy violento a sangre y fuego que trajo consigo miles de muertes
que hasta ahora exactamente no se puede calcular, constante desolación y entero
sufrimiento entre los peruanos. Estimados conservadores hablan de unos cinco
mil fusilados en las ruinas pre-incas de Chan Chan, teniendo en cuenta que la
población del Perú en 1940 era de seis millones de habitantes, y si
extrapolamos esta cantidad a la actualidad (2013), es como si en Trujillo se
hubieran ajusticiado a unos veinte y cinco mil ciudadanos.
Así se enfrentaron, a como dé
lugar y sin prever ninguna consecuencia, por un lado, los apristas cargados de
ideales y de indignación imbuidos de apoyo popular con las fuerzas del orden
compuesta por militares y policías que defendían como lo manda la Constitución
y las leyes, el fuertísimo gobierno del Comandante Luis Miguel Sánchez Cerro.
Jorge Basadre dice en la Historia de la
República del Perú: “Resulta muy difícil decir si hubo fraude o no en 1931…
El escrutinio demostró que Sánchez Cerro obtuvo más votos… Los apristas
constantemente han desconocido elecciones. Lo hicieron en 1962 y 1963 con
idénticas características y con idéntico contenido”…
La denominada Revolución de
Trujillo, además de las injustas muertes de seres humanos y los daños
irreparables, sí que trajo consecuencias políticas profundas durante casi medio
siglo en la vida política del país porque dio lugar a una rivalidad
incontenible entre las Fuerzas Armadas y el Apra que recién pudo ser superada,
luego de que el Gobierno dictatorial del General Morales Bermúdez puso de
por medio el entendimiento y desaparecieron para siempre, las heridas,
poco antes de la muerte de Haya de la Torre, ocurrida el 2 de agosto de 1979.
Pero en el camino del desentendimiento,
azuzado por diferentes grupos representativos de intereses incluso
legítimos e ilegítimos, la Historia del Perú cambió por completo. Sobre
todo en contra de los apristas. Por ello, en primer lugar, jamás Víctor Raúl
pudo llegar a la Presidencia de la República, no obstante contar con el voto
popular. El veto militar, inevitablemente, lo impedía. Aunque eso no fuese muy
democrático que digamos.
En efecto, en 1962, luego de las
elecciones donde ninguna de los candidatos alcanzó el tercio que la
Constitución vigente de 1933 exigía, los militares le dieron a conocer al
Presidente Prado la oposición tajante de las Fuerzas Armadas de que el líder
del Apra asumiese el poder.
Haya había obtenido el primer lugar y se
suponía que el Congreso lo iba a elegir entre los tres candidatos que ocuparon
los tres primeros lugares. En este caso, él, Fernando Belaúnde y el General
Manuel A. Odría.
Entre las décadas de los años 1920
y 1930, Trujillo vivió la gestación y crecimiento de la organización sindical
entre los campesinos y la agitación de la intelectualidad.
Las haciendas Casa Grande, Cartavio y
Laredo se convirtieron en verdaderos bastiones del recién nacido Partido
Aprista Peruano, organización política fundada por el líder estudiantil,
seguidor del radical Manuel González Prada, Víctor Raúl Haya de la Torre.
Sánchez Cerro publicó una ley
controvertida que proscribía las libertades políticas y permitía la detención
de cualquier ciudadano, sin mandato judicial. Este hecho, sumado a las
desigualdades sociales, al desconocimiento de los derechos laborales de los
trabajadores de las haciendas azucareras ubicadas al norte de la ciudad de
Trujillo, acrecentó el descontento social. A partir de entonces, las
demandas en contra del gobierno y la liberación de Haya de la
Torre, se volvieron incontenibles.
De madrugada a eso de las 2 am, el 7 de
Julio de 1932, un grupo insurgente compuesto fundamentalmente por campesinos
obreros y estudiantes del Colegio Nacional de San Juan, comandado por Manuel
Barreto conocido como “Búfalo", asaltó y capturó el cuartel de artillería
Ricardo O’Donovan, ubicado en la entonces entrada de la ciudad de Trujillo.
En la madrugada del 7 de julio de 1932,1
un grupo insurgente compuesto fundamentalmente por campesinos y obreros,
comandado por Manuel Barreto (conocido como “Búfalo") reconocido líder
aprista, asaltó y capturó el cuartel de artillería Ricardo O’Donovan, ubicado
en la entonces entrada de la ciudad. En esta acción, el mismo Barreto fue uno
de los primeros en caer abatido. El cuartel fue saqueado. Las armas, entre
ellas seis cañones móviles, fusiles y ametralladoras fueron llevadas a la
ciudad de Trujillo mientras entonaban, los levantados, la "Marsellesa
Aprista".
La lucha duró cuatro horas desde las 2
a.m. hasta las 6 de la mañana. Murieron, inevitablemente, muchos de los
defensores y los atacantes.
El Capitán Leoncio Rodríguez Manffaurt,
que vio el cadáver de el “Búfalo” Barreto en el hospital, lo describe así:
“Está decentemente vestido con traje cabritilla. Era bastante musculoso, peludo
y barbudo. Más que todos. Su color amarillo, como si hubiese sufrido
ictericia. Por boca y narices sale ya una espuma sanguinolenta. Tiene una rosa
rosada en el primer botón del saco, en el centro mismo del pecho. Un gesto de
sonrisa que hiela la medula. Esa sonrisa parece una daga toledana”.
Durante la mañana, la ciudad fue tomada
por el pueblo insurrecto, se nombró como Prefecto (máxima autoridad civil), a
Agustín Haya de la Torre (hermano de Víctor Raúl); los distritos aledaños a la
ciudad también se sumaron a la revuelta.
El levantamiento se extendió a
Salaverry, el valle de Chicama, Otuzco, Santiago de Chuco y Huamachuco. También
llegó a Cajabamba en Cajamarca y repercutió por completo en Huaraz, la
capital de Ancash.
El Mayor Alfredo Miró Quesada con tropas
enviadas desde Lima, dos compañías de fusileros y una sección de
ametralladoras, desembarcó en Salaverry, puerto que fue recapturado bajo
protección de dos secciones del mismo destacamento, cuyo avance se efectuó por
carretera desde Chimbote.
Pero al marchar sobre Trujillo, Miró
Quesada encontró porfiada resistencia y tuvo que retirarse con pérdidas de
vidas y de armamento. Los sublevados habían obtenido una primera victoria y la
celebraron entregándose a la algarabía y el alcohol, sin perseguir al enemigo.
El Gobierno de Lima envió para
debelar la rebelión de Trujillo al Coronel Manuel Ruiz Bravo, Comandante de la
Primera Región Militar con sede en Lambayeque. Las fuerzas que estuvieron bajo
sus órdenes fueron un regimiento de infantería, una compañía de fusileros una
sección de ametralladoras de Cajamarca y varios destacamentos de la Guardia
Civil.
Su acción estuvo facilitada por la
defensa que efectivos de esta institución habían hecho de la hacienda Casa
Grande y por la toma efectuada el 9 de Julio de la hacienda Cartavio,
fuertemente defendida por los revolucionarios en cinco horas de cruento
combate.
El ataque de Trujillo fue materia de un
plan elaborado por Ruiz Bravo y su Estado Mayor encabezado por el Teniente
Coronel Eloy Ureta, después general, héroe de la Guerra contra el Ecuador y
Mariscal del Perú.
Este plan combinó la acción en dos
frentes de las tropas provenientes de Lima, a órdenes del Mayor Miró Quesada
cuya base era Salaverry y de las del noreste que tenían su vanguardia cerca del
aeropuerto. La aviación recibió la misión de colaborar señalando los nidos de
ametralladoras y los focos de resistencia de los facciosos.
La lucha se inició en la madrugada del
10 de Julio, precedida por el bombardeo aéreo de la ciudad sin previo aviso,
incluyendo el hospital donde había números heridos y desoyendo, los atacantes,
la petición de parlamentar.
El combate ocurrió dentro de la ciudad y
el avance de los gobiernistas fue hecho en algunos barrios, casa por casa. En
la noche del 10 de julio entraron en acción las tropas de Miró Quesada que
habían sido reforzadas y a las 10 de la mañana del 11 ya combatían por la
posición de la Plaza de Armas y la Prefectura. Esta fue capturada a la 1 de la
tarde.
Participaron, en la debelación del levantamiento
de Trujillo, una escuadrilla de aviones de caza mandada por el Teniente Coronel
Sales Torres y una escuadrilla de hidros bajo la dirección del Comandante
Manuel Cánepa Muñíz. La aviación protegió, junto con el Crucero Almirante Grau
y dos submarinos, el desembarco de tropas gobiernistas en Salaverry. Luego
bombardeó el cuartel O´Donovan y otros lugares de Trujillo.
United States
Department of State / Foreign relations of the United States diplomatic papers,
1932. The American Republics (1932) page 944. Peru.
“La insurrección no es anti-extranjera,
es anti-Sánchez Cerro”.
Estalla la insurrección aprista en
Trujillo. Los rebeldes controlan la ciudad y el Valle del Chicama. Están
dirigidos por el coronel Rubén del Castillo y Augustín Haya de la Torre,
hermano de Víctor Raúl. Agustín telegrafía a Lima amenazando con matar a los
rehenes militares a menos que su hermano sea liberado.
El gobierno responde rápida y duramente
con bombardeos aéreos que parten de la base de Chimbote. Los seis aviones
militares lanzan 26 bombas de fabricación estadounidense, de 25 libras cada
una, que más impacto causan en destruir la vida y la propiedad de los no
combatientes, pero con el efecto militar decisivo de horrorizar a la población
y destruir la moral de los insurrectos. El ejército toma Salaverry y avanza
sobre Trujillo. Se combate en las calles de Trujillo. Los insurrectos se
concentran en Laredo, pero los militares al final los derrotan totalmente. Todo
lo que sale en la prensa, incluyendo las informaciones de Associated Press y
United Press, está censurado por el gobierno. La embajada le advierte al
Departamento de Estado que debe desconfiar de la precisión de tales
informaciones.
El embajador Dearing considera que la
insurrección de Trujillo no es “anti-extranjera”, sino “anti-Sánchez Cerro”.Los
35 ciudadanos estadounidenses en el Valle del Chicama, básicamente de Cartavio
y Grace, se encuentran bien. Los intereses estadounidenses en la zona son Grace
y Northern Peru Mining and Smelting Company.
Sin embargo, el gobierno de Sánchez
Cerro, para seguir con los bombardeos, por un lado, quiere recurrir a los
aviones comerciales estadounidenses, propiedad de la compañía estadounidense
Panagra (Pan American-Grace Airways) dirigida por el capitán Harold R. Harris,
y a sus pilotos para que vuelen un tri-motor Ford. No hay pilotos peruanos que
puedan pilotearlo. Los necesita para llevar municiones a sus tropas y abastecer
a los aviones de combustible, como para según el gobierno llevar cigarros y
avituallamiento a las tropas y trasladar de regreso a Lima a los heridos. En
pleno bombardeo a Trujillo, la Panagra había llevado combustible a la base
Chimbote para abastecer a los aviones militares, cosa considerada por la
embajada, y por la Panagra, como una transacción puramente comercial. Por otro
lado, el gobierno agota todas sus bombas en los ataques a Trujillo, por lo que
le pide a los EEUU que le envié más desde la Zona del Canal de Panamá.
“No more bombs for you”
Se inicia un conflicto diplomático entre
los EEUU y el Perú. Los EEUU consideran que los bombardeos aéreos son excesivos
para reprimir la insurrección norteña. Tampoco quiere verse involucrado en la
represión a una rebelión que no va contra sus intereses. El gobierno peruano
considera que la empresa aérea estadounidense debe poner sus equipos y personal
a disposición del gobierno en su respuesta militar a la rebelión.
El gobierno estadounidense protesta ante
el gobierno de Sánchez Cerro por la presión a su compañía aérea, pero éste
insiste, amenazando con suspenderle los contratos. Según el gobierno peruano,
la compañía privada estadounidense debe apoyar al gobierno peruano en su
represión contra cualquier revolución que surja. Finalmente, la compañía aérea,
con la informal y desmarcada luz verde de la embajada estadounidense, accede al
pedido del gobierno peruano. El piloto estadounidense Thomas Jardine, bajo
órdenes de militares peruanos, vuela de la base militar de Chimbote hacia
Casagrande, y de ahí a Trujillo, llevando paquetes que cree que son municiones.
El piloto estadounidense cuenta a su embajada que sintió las balas de los
rebeldes disparando a su nave. La población trujillana que acaba de sufrir los
bombardeos está indignada con los aviadores. La embajada rechaza seguir
apoyando las operaciones militares represivas. El gobierno peruano insiste y
pide que la Panagra capacite a pilotos peruanos para volar las naves. La
embajada rechaza el pedido.
El gobierno peruano vuelve a insistir
invocando un artículo de un contrato, que estipula que en casos de “desórdenes
internos graves” la empresa aérea debe poner a disposición del gobierno peruano
sus equipos y su personal. El gobierno peruano le recuerda a la embajada que
está restableciendo el orden en un territorio donde hay intereses de ciudadanos
estadounidenses, que corrieron peligro con los disturbios allí ocurridos. Al
respecto el embajador Dearing recibe una comunicación del Secretario de Estado
Stimson en que le dice que desde un punto de vista estrictamente legal el
gobierno peruano tendría la razón, pero que puede continuar negándole la razón
al gobierno peruano.
Los EEUU también rechazan la solicitud
del gobierno de Sánchez Cerro de que le envié más bombas desde su base de
Colón, en la zona del Canal de Panamá, para reprimir a los rebeldes. El
gobierno peruano, sin poder reabastecerse de bombas de fabricación
estadounidense, recurre a bombas “hechizas”, fabricadas localmente usando
dinamita.
“Los bombardeos en Trujillo fueron
inspirados en el cine”
El embajador Fred M. Dearing le escribe
la siguiente carta al Secretario de Estado:
“Señor: tengo el honor de reportar al
Departamento [de Estado] cómo una película americana ejerció un efecto marcado
en la forma aceptada de conducir operaciones militares en el Perú. En los
últimos días de mayo una película americana titulada “Hell Divers” fue exhibida
por primera vez en Lima. La película muestra vistas excelentes sobre aviadores
navales americanos lanzando bombas sobre objetivos estacionarios. Como es
costumbre en las primeras noches de las nuevas películas en Lima, los
exhibidores se propusieron hacer la primera muestra de “Hell Divers” una
función de gala. El jefe de la Misión Naval Americana en el Perú había visto
esta película y comprendió su valor en promover el interés en la aviación
americana haciendo que las principales autoridades militares asistan a la
proyección. Asistió el presidente, acompañado por sus principales asesores y
las autoridades militares y navales. Todos los aviadores en servicio activo
fueron así mismo invitados y la audiencia estuvo compuesta exclusivamente por
oficiales peruanos. Se afirma que el presidente quedó muy impresionado por la
increíble precisión de los bombardeos navales y los militares peruanos
estuvieron igualmente muy impresionados por la película.
Dos semanas después estalló la revolución
de Trujillo. Normalmente, los revolucionarios hubieran podido tener tiempo para
consolidarse, mientras esperaban que el ejército peruano se ponga en posición
de atacar. En este caso, sin embargo, el presidente hizo que sus asesores
militares movilicen inmediatamente todos los aviones militares y navales, seis
en número, y los ubiquen en un pueblo cerca de Trujillo. Los aviones estaban
equipados con todas las bombas disponibles en el Perú. Parece evidente que la
influencia de la película de bombardeos causó este rápido empleo de los aviones
bombarderos peruanos.
Una corte marcial comenzó a actuar de
inmediato a diestra y siniestra, condenando a la pena de muerte a 44 reos
presentes y a 53 ausentes. Entre ellos Agustín Haya de la Torre. Sin embargo, este
último nunca fue encontrado. Recibieron la pena de penitenciaría 19 reos
presentes y 62 ausentes.
Pero también ocurrieron para colmo de
males, las numerosas ejecuciones no legalizadas de Chan Chan. En relación con
las muertes entonces producidas, conviene distinguir entre las víctimas que
hicieron la tropa y los oficiales al tropezarse en su avance casa por casa y
calle por calle, con combatientes civiles o con sospechosos de serlo y quienes
cayeron después de que cesó la lucha.
Inclusive se aseguró que fueron
fusilados todos aquellos a quienes se encontró en las manos o en los hombros
huellas de que habían disparado. Con crueldad e irresponsabilidad total.
El levantamiento de Trujillo repercutió
en Huaraz. Después de haber sido vencidos cinco rebeldes, fueron ejecutados en
cumplimiento de una sentencia de una corte marcial. Con el voto en contra de
dos vocales de ella
Entre los fusilados, en un acto de
crueldad innecesaria, estuvieron el Mayor Raúl López Mindreau y el joven
dirigente aprista Carlos Philips. Uno de los reos, Arístides Boza, recibió la
pena de prisión, sin haber sido acusado por el Fiscal y sin nombrarle defensor.
El juzgamiento fue hecho primero por
grupos, clasificados de antemano por los jueces como autores, cómplices e
inculpados. Las cuestiones de hecho y las sentencias fueron dictadas
individualmente, sin haberse oído y juzgado a todos los acusados. Similares
anomalías hubo en los procesos de
Trujillo. En
la madrugada del día 11 de julio, tras un intenso bombardeo aéreo y terrestre,
un gran despliegue de tropas inició la ocupación de la ciudad. En la “Portada
de Mansiche”, un grupo de francotiradores dirigidos por Carlos Cabada contuvo
el avance del ejército, ayudando a fortalecer las defensas dentro de la ciudad.
En la histórica plazoleta de “El
Recreo”, al final de la calle central Pizarro, María Luisa Obregón,
apodada “La Laredina”, condujo la resistencia disparando ella misma una
ametralladora. La lucha se desarrolló calle a calle. Los soldados eran
recibidos con disparos y en general con cualquier objeto contundente arrojado
por los pobladores rebeldes desde los techos, entre cánticos y lemas alusivos al
Apra.
Fue el profesor Alfredo Tello Salavarria
quien se mantuvo al frente de las últimas trincheras, en el barrio trujillano
de “Chicago”.
El 18 de julio, el jefe de operaciones,
Coronel Luis Bravo, informó tener pleno control territorial, luego de cometer
numerosas represalias contra la población civil en Chepén, Mansiche, Casa
Grande, Ascope y Cartavio. Las tres últimas haciendas azucareras donde
laboraban algunos de los revolucionarios.
Un gran número de combatientes que
incluso se rindieron fueron fusilados sin juicio. La Corte Marcial”, sin
ninguna garantía e independencia, dictó pena de muerte contra muchas personas
sindicadas como principales responsables del alzamiento.
Muchos de ellos se encontraban fugitivos
y otros fallecieron en el enfrentamiento. La pena se aplicó a los detenidos,
quienes fueron llevados a la ciudadela histórica de barro de Chan Chan,
obligados a cavar sus fosas que se convirtieron en sus tumbas.
Sin excepción, ellos recibieron la
descarga fatal el 27 de Julio de 1932. Según algunas fuentes, el número exacto
de muertos, al terminar el conflicto, llegó a sumar más de 4 mil civiles muy
vinculados al Partido Aprista, quienes fueron fusilados de forma extrajudicial.
Este número, precisamente, lo dio Haya
de la Torre en su manifiesto del 12 de noviembre de 1933.
Lo cierto es que el Perú pasó por uno de
sus mayores sufrimientos. No le hace bien a la patria. No le hace bien a ningún
peruano. De guerras estamos cansados. Y si son civiles. Peor. Mucho peor. Nunca
más.