En el psiquiátrico o La Cadellada
“Oviedo, me atrapa y me puede el sabor de la
provincia, el olor a la historia, los ritmos y rumores de la vida cotidiana,
los placeres de la vida cotidiana, los placeres de la conversación, la
geometría de las clases sociales, la escenografía literaria, el tiempo lento,
la mirada distraída, el discurso circular y las amistades profundas…”.
Los locos de Oviedo, habían estado, entre 1887 y
1937 en el Hospital-manicomio de
Llamaquique que fue semi destruido por la guerra, pero ya se andaba con la idea
de hacer otro nuevo.
La Cadellada, era el nombre de una finca ovetense,
en esta época la Cadellada estaba bastante lejos del centro de Oviedo, y por eso
la Diputación de Oviedo decidió en 1925 comprarle la finca a Francisco Bailly,
para hacer un nuevo manicomio u hospital psiquiátrico, nacido para “recoger,
apartar o curar a los iluminados con una luz distinta”.
La Diputación de Oviedo, mando hacer un estudio de
los distintos hospitales psiquiátricos al doctor Sixto Armán, psiquiatra
pionero y al arquitecto Manuel Bobes, con el objeto de buscar un centro modelo
por el resto de Europa. Por inspiración del psiquiatra Vallejo Najera, se
proyectaron una serie de pabellones con distintas funciones asistenciales,
siendo lo jardines fruto de la labor terapia a algunos enfermos, pues después
de muchos años todavía seguían con sus ingeniosos diseños y el encanto de sus
glorietas, largas rosaledas , parterres con plátanos de sombra, podados
sabiamente como esculturas vivas.
Al inaugurarse
La Cadellada en 1934, quedaron
atrás los tiempos de Llamaquique , con sus historias de película gótica, como
aquel interno eternamente encamado, que criaba y amaestraba grandes ratas, que
compensaban calentándole los pies.
Por aquellos años La Cadellada, guarda entre sus
paredes muchísimas amarguras y también anécdotas y también esfuerzos
destacables y aparecen como un escenario casi vacío, con las salas y los
pasillos en sordo, callando a cal y canto lo que saben.
Entre los locos famosos que pasaron por ese vetusto
hospital tenemos que citar en primer lugar al médico del mismo hospital
psiquiátrico Don Fernando, que había descubierto e investigado la enfermedad de la Silicosis en
los mineros. Fue internado en el mismo por tener adicciones de la clase alta
(morfinómano).
El personal médico neuropsiquiatría estaba
capacitado para atender las necesidades somáticas y sicológicas de los enfermos
Por aquel entonces el hospital psiquiátrico
Provincial tenía 200 enfermos, y estaba dotado de toda clase de instalaciones
de tipo de diagnóstico y terapéutico.
Por aquel entonces, el director de la Cadellada era el
Dr. Pedro Quirós Isla, quien había nacido en Oviedo el 5 de agosto de 1904,
cuando la capital de la provincia apenas superaba los 50.000 habitantes.
Estudió Medicina y se especializó en Psiquiatría, defendiendo la medicina
pública en una época en la que los programas de atención tenían deficiencias
notables. Fue concejal del Ayuntamiento
de Oviedo con los alcaldes Manuel
García Conde e Ignacio García Conde siendo también defensor de Oviedo y
Presidente de la Sociedad Ovetense de
Festejos de 1952 a 1953.
Durante su trabajo como psiquiatra
se puso en marcha el Hospital Psiquiátrico de La Cadellada, Quirós fue nombrado jefe clínico del Hospital
en 1931. Al comenzar sus trabajos estalla la guerra civil en 1936, teniendo que ser trasladados los
enfermos al Monasterio de Corias, en
Cangas del Narcea, hasta 1939. En
1939 y hasta 1943 estalla la polémica entre Quirós y la Diputación a causa de
las discrepancias entre el doctor y la administración sobre el trato a los
enfermos mentales, que causa la apertura de varios expedientes al director del
hospital. Anteriormente, en 1933, Quirós había abierto su clínica particular en
el palacio de Agüeria, en Noreña..
La clínica de San Rafael fue trasladada a La
Corredoria en 1959, simultaneando su trabajo en la clínica con el
de director de La Cadellada.
El 6 de julio de 1992 tomó posesión
del cargo académico numerario en la Real
Academia de Medicina de Asturias y León. En esta toma de posesión,
González Quirós pronunció un discurso que llevaba por título Los cuentos de tradición oral y el
desarrollo emocional.
Falleció el 5 de enero del año
2000. Previamente, el Ayuntamiento de
Oviedo decidió el 17 de mayo de 1998 premiar la labor de Quirós
denominando calle del Doctor Pedro
Quiros situada en Ponton de
Vaqueros y antes de la Estrecha.
Otros locos muy especiales
Eloina, era una demente que estaba, siempre a cargo
de una cuidadora y sujeta siempre con una cadena y un candado. Lograba escaparse utilizando una horquilla
para el pelo ó un imperdible. Se iba por las fincas aledañas por detrás del
hospital y también andaba por los tejados. Era un poco el terror de todas las
personas más de los niños.
Pedro, un loco de traje muy sucio y corbata, que
siempre eran de muchos colorines y muy largas. Siempre repetía el mismo
estribillo “Piedrín, que le dijo el padre al hijo”, Los niños que pululaban por
aquellos años cerca del hospital, le hacían esta pregunta y el muy solemne les
contestaba “si no tiene que fumar que fume el pijo”. Lo que era muy celebrado
por los niños.
Nava (tal vez
este apodo se lo habían puesto por ser oriundo de Nava), había sido
ferroviario y repetía siempre el mismo estribillo: La entrada y salida de los
trenes. ”El tren con destino Gijón, va a hacer su salida por vía 1 anden 1” Todo el tiempo
decía lo mismo.
El administrador del Hospital psiquiátrico se
apellidaba Brun (un hijo de él fue el publicista), este señor era todo un
personaje, vivía con su familia muy
cerca de la entrada de hospital y detrás de la Iglesia.
El sr. Brun tenía tres hijos, un hombre que se fue a
Francia, se casa con una señora (muy insulsa
de la Tenderina). Una de las hijas era un poco cogita que disimulaba muy
bien, y años después llego a trabajar en la Diputación provincial de Oviedo.
¿Cómo
era el Barrio?
El Barrio era desde Bermúdez de Castro, llamado a su
vez campo de los Reyes, y la carretera
del Villar. Siendo una vida intensa entre las calles Fernández Ladreda y el
hospital psiquiátrico, formando una L invertida hacia Pontón de Vaqueros que
tenía por aquel entonces 224 habitantes.
Entre las esquinas de Bermúdez de Castro y la
avenida del mar, se encontraba un edificio de varias plantas cuyo propietario
era Luis Trabanco. En los bajos de ese inmueble se encontraban las cocheras de
los tranvías que circulaban por Oviedo y después serían los garajes de los
autobuses de Traval.
El tranvía eléctrico, que se instaló en el año de
1919, supuso una buena ocasión para el extrarradio y dio buena vida a la
creación de nuevos barrios y terrenos que hasta entonces se consideraban
alejados de Oviedo redondo. Con ello surge un grupo de viviendas, el más
madrugador del nuevo concepto, llamado no ya a cumplir lo de “casas baratas”,
sino a hace casas dignas para profesionales de clase media, según modelos
arquitectónicos y urbanísticos que, de haber prosperado, hubieran dado lugar a
un Oviedo nuevo. Por un lado no prosperaron lo suficiente, quizás partidos por
la guerra, y por otro, el desarrollo mal entendido se encargó de hacerlos
desaparecer, en general. Ese grupo fue el de la llamada “Colonia de la Prensa” en
el campo de los Reyes, cerca de las cocheras del tranvía.
El campo de los Reyes, ha quedado en nada, adsorbida
su personalidad e incluso su nombre, se ha quedado en nada, absorbida su
personalidad e incluso el nombre, ya que sólo recuerdan por allí los naturales
y vecinos de viejo cuño, que señalan como aquello era campo de los Reyes a
partir de la vía del ferrocarril.
El campo del que hablamos, se busca de Bermúdez de
Castro adelante, siempre con la esperanza de encontrar los restos de alguna de
las quintas y fincas de recreo que por allí hubo. Cuando se dio el nombre del
general Bermúdez de Castro a aquella zona, en 1920, se razonaba la nueva calle,
entonces trazada entre prados, anunciando que:
“en
día no lejano será de las más importantes vías de la ciudad y que principia en
la entrada del actual seminario y futuro cuartel de infantería para terminar en
el punto mismo del campo de los Reyes en el que se inicia la carretera a
Ventanielles…”
El Seminario que iba a convertirse en Cuartel es lo
que ahora es el Campus del Milán, con lo que demuestran el poco arraigo y
solera de ese nombre de Milán en la ciudad, siendo aquello primitivo campo de
Santullano, que hubiera sido un bonito nombre para el campo.
El campo de los Reyes estaba desarbolado y cercado,
llegó a fines del siglo XIX con 55 casas y 522 habitantes , ya en trance de
perder su personalidad a cambio de nada, es
decir, a cambio de convertirse en un barrio vulgar como lo es ahora, en
el que sólo algunas casitas de planta baja y piso, nos recuerdan, todavía el
aspecto de posguerra, cuando por allí había sosiego y espacio para sembrar
rosales de mayo y fruta de verano.
Los personajes
más pintorescos del barrio eran: Bar Casa Faldetes, cuyo propietario era
José Valdés, diputado por el tercio familiar de la diputación provincial de
Oviedo.
Este establecimiento era, Bar, lagar de Sidra,( en
la que se encontraban algunas pipas de sidra, las que estaban vacías), también
era fábrica de licores (casi al final de la finca, que era un lugar tétrico y
oscuro y los chicos de aquella época tenían miedo de entrar por aquellos vericuetos donde años antes se
había fabricado él licor. Cerca había un jego de la llave y de la rana.
El juego de la llave consiste en lanzar desde la
distancia establecida los pellos con el objeto de golpear la llave o chave.
El juego de la rana, es un juego de lanzamiento de precisión
múltiple, donde se intenta introducir un determinado número de fichas o discos
de hierro ( "tejos" en España) o de bronce (en
Perú y Argentina) en los múltiples agujeros que existen en la mesa de la rana.
Algunos de ellos tienen obstáculos que dificultan la precisión del lanzamiento.
Las partidas se suelen celebrar a diez tiradas. Si la moneda entra en la boca
de ahumada gana 500 puntos.
Detrás del Bar había una explanada donde los niños y
los nietos de Faldetes jugaban a los bandidos.
En la época
de la Ascensión, como el mercado de ganado de realizaba cerca del bar, y no
habiendo muchos medios de locomoción, los interesados llegaban en “charrettes ”
tiradas por caballos, los que eran
guardados, en esa explanada y conducidos por sus propios “charretier”. Y a la hora de
comer el bar estaba de bote en bote. Me imagino que en sus mesas se habrán
realizado muchas e importantes transacciones comerciales para aquella época.
Desde los
tiempos de su fundación por Máximo y Fromestano en 761 hasta bien entrado el siglo
XVIII, que marcó el ingreso de la ciudad en la modernidad ideológica y económica, Oviedo vivió una relación simbiótica
con el campo circundante. El paisaje de aquellos siglos resultaría
irreconocible para un observador contemporáneo, puesto que en los bosques que
rodeaban la ciudad se alzaban numerosos robledales cuyos frutos servían de
pasto a las piaras que, procedentes de las aldeas vecinas y lejanas, se traían
a las numerosas ferias que se organizaban en el recinto urbano, donde un
abigarrado caserío se apiñaba contra la muralla.
Será a
partir del segundo tercio del siglo XIX cuando se pueda hablar de una transformación
acelerada del paisaje ovetense en el conjunto del municipio, área urbana y
zonas rurales. Las razones serán de muy diversa índole, pero todos los
procesos: confirmación de la capitalidad regional en 1833; la desamortización
con sus enormes transferencias de propiedad y cambio de uso en tierras y
edificios; derribo de la muralla; eclosión del trabajo industrial... acabaron
convergiendo en la radical transformación de la morfología municipal. Los
prados y tierras de labor sustituyeron definitivamente al bosque autóctono
porque los ganaderos, al orientarse hacia la producción de leche para atender
la demanda en expansión de una población creciente, intensificaron la ocupación
del territorio al incrementar la superficie agrícola aprovechada.
Nuestro observador
contemporáneo, al que aludíamos más arriba, si quisiera hacerse una idea
románticamente precisa del aspecto que presentaba el municipio a finales del
XIX, siempre puede recurrir a la prosa de Leopoldo Alas Clarín ya que, cuando se viaja al pasado,
siempre es mejor hacerlo a hombros de gigantes: «Empezaba el Otoño. Los prados
renacían, la yerba había crecido fresca y vigorosa con las últimas lluvias de
Septiembre. Los castañedos, robledales y pomares que en hondonadas y laderas se
extendían sembrados por el ancho valle, se destacaban sobre prados y maizales
con tonos obscuros; la paja del trigo, escasa, amarilleaba entre tanta verdura.
Las casas de labranza y algunas quintas de recreo, blancas todas, esparcidas
por sierra y valle reflejaban la luz como espejos. Aquel verde esplendoroso con
tornasoles dorados y de plata, se apagaba en la sierra, como si cubriera su
falda y su cumbre la sombra de una nube invisible, y un tinte rojizo aparecía
entre las calvicies de la vegetación, menos vigorosa y variada que en el
valle».
El Bar Paris, era una sidrería, propiedad de una familia muy apreciada en el barrio,
se ubicaba en la esquina de la Avda. de Bermúdez de Castro y la Calle Villar.
Años más tarde esta antigua sidrería, fue trasladada a la Avda. del mar, donde
todavía funciona atendida por los descendientes de los primeros propietarios.
Curiosamente Manolo, su dueño había ideado una
distracción para los meses del Verano. Contrataba actuaciones de malabaristas,
magos, equilibristas y demás para esparcimiento de los clientes y público en
general. Estos actos se realizaban a la entrada del establecimiento, siendo el
único pago de entrada el que cada una de las personas que asistía llevara su
silla.
Tiendas de Abarrotes y Comestibles
Casa Cándida, que vendía toda clase de alimentos,
entre ellos el aceite por cuartillos. La dependienta llevaba una libreta donde
anotaba lo que le vendía a cada parroquiano y al final del mes, se lo pagaba.
Casa La Potera, una frutería. Consuelo era la
encargada de llevar toda esta mercancía al psiquiátrico, ella solía subir esa
cuesta descalza con todas las canastas de productos llevándolas en las manos y
hasta en la cabeza.
Por aquella época como sensación llego un familia
gallega, que puso una tienda de comestibles
(el padre fontanero, que hacía chapuzas a domicilio), ellos se integraron
muy bien a la vida del barrio, pero los
vecinos siempre los vieron con cierto recelo.
Un poco más allá, se encontraba un edificio en la
que había una casa de citas llamada “Casa Marcela”, por donde en aquel entonces
me imagino que pasarían muchos personajes de aquel Oviedo que se fue.
Merece citar con un punto y aparte a los talleres
Pedregal, que estaban ubicados entre la Avda. del Mar y Bermúdez de Castro.
Eran tres hermanos: Pepe, Paco y Alfredo, que residía en Venezuela). El
mecánico era Pepe Pedregal, que había dejado los talleres del Vasco, para poner
junto con su hermano Paco, quien llevaba la administración del taller. Era un
taller donde casi todos los “aiga” que venían de América, solían pasar para su
revisión rutinaria.
La madre que
era viuda trabajaba en “Camilo de Blas”,
una confitería fundada en 1827 en León, por
don Camilo de Blas Heras. Desde los inicios de su historia tiene como actividad
principal la venta de productos de confitería, y como actividad secundaría la
venta de delicatessen y productos gourmet.
En febrero de 1914 se
abre la primera confitería Camilo de Blas en Oviedo, instalado el obrador en el
número 21 de la calle Jovellanos. Al año siguiente se inaugura la
confitería Camilo de Blas en Gijón, situada en el Paseo de Begoña nº 30.
Entre 1920 y 1923, D.
José de Blas indica a su maestro obrador D. José Gutiérrez, la creación de un
dulce que se identifique con los ovetenses. Este dulce será conocido como
"carbayones", que es un pastel de almendra y yema bautizado
con el gentilicio popular de los ovetenses. Se creó en esta casa para acudir
junto con los dulces conocidos como "duquesitas" a la
primera Feria de Muestras de Asturias celebrada en Gijón en 1924.
En 1929 la confitería
sufrió uno de los mayores incendios sucedidos en un área comercial en Asturias.
La fama de la
confitería puede verse por ejemplo, en el hecho de que el escritor Luis
Junceda, ganador del premio Ciudad de Murcia de 1969, mencione tanto a la
confitería como a su producto estrella, los carbayones.
Entre 1982 y 1986 la
confitería Camilo de Blas dio el salto a la gran pantalla, siendo escenario del
rodaje de la película «¡Jo, papá!». En este mismo periodo, la confitería se
convierte en un improvisado plató, donde se rueda un programa dedicado al
consumo, en el que se sigue, paso a paso, la elaboración del turrón artesano.
Camilo de Blas se
convirtió en plató cinematográfico para la película 'Vicky Cristina
Barcelona' de Woody Allen.
La actriz
estadounidense Gwyneth Paltrow ha recorrido España, en compañía del chef Mario
Batali y el crítico gastronómico Mark Bittman, para dar a conocer lo mejor de
la gastronomía y la cultura del país, en un viaje que se plasmará en la serie
de televisión "Spain on the road again", presentando la elaboración
de los carbayones en el capítulo 10.
En el año 1989 la
confitería cumplio el 75 aniversario de la apertura del establecimiento
ovetense, celebrando la confitería sus bodas de diamante.
Una de las normas
distintivas de la casa es el escrupuloso respeto por la calidad de los
ingredientes y la bondad de las tradiciones. Conserva aún los mostradores
originales de mármol de Carrara de su primera apertura.
La Sra. viuda de
Pedregal, solía tener en su casa pastas, que cuando los niños iban a visitar el
taller de sus hijos les obsequiaba golosinas.
Los niños que vivían cerca solían frecuentar el taller y allí muchos de ellos aprendieron mecánica y
a conducir coches.
El taller de los
Pedregal fue en Oviedo el Primer concesionario autorizado para dar servicio a
los camiones de firma Barreiros.
Su hijo Alfredo, que
vivía en Venezuela, quien había hecho fortuna en las Américas, vino a casarse
con una ovetense, que también ayudo a la construcción de un edificio de cuatro
plantas en el mismo terreno donde se encontraba el garaje.
También existía cerca del garaje una (calle sin salida)
llamada la calleja de la República en la que, había una carbonería que abastecía a las distintas
necesidades del tiempo.
Aquel era un barrio muy
humilde del que salieron grandes personajes que incursionaron en los distintos
campos de la vida, como el futbolista Enrique Castro González
“Quini” nació el 23 de septiembre de 1949 en Oviedo,”
Mi andadura por el fútbol, aunque parezca un tópico, comenzó prácticamente
desde que nací. Jugando la pelota con
mis amigos en la calle. Pero puedo decir que comencé a jugar en "un
equipo" cuando formé parte de los infantiles del Colegio de los
Salesianos. [...] Mi primer campo de fútbol fue "La Carbonilla", que
como su nombre indica, era de carbón fino esparcido por encima del duro terreno.
Quini vivió
en la capital asturiana, en una casa propiedad de su abuela, hasta los cinco
años, momento en que la familia se trasladó a vivir a Avilés, merced a la
concesión de una vivienda en el poblado de Llaranes, construido para los
trabajadores de la empresa Ensidesa,
en la que trabajaba su padre. Allí discurrió su infancia y adolescencia.
Fue el
primero de los tres hijos de Enrique Castro —cuyo apodo, Quini, heredó— y María Elena
González. Sus hermanos son Jesús, que
fue portero del Real Sporting de Gijón durante diecisiete años y
falleció ahogado en 1993 en la
playa de Amió, situada en la localidad cántabra
de Pachón; y Rafael, Falo,
que jugó también de guardameta en el Sporting
de Gijón Atlético, filial del equipo gijonés.
Estudió en
el Colegio de los Padres Salesianos de Llaranes, donde comenzó su carrera
futbolística. Jugó en el equipo del colegio, el Grupo Deportivo Bosco.
En edad
juvenil pasó a engrosar las filas del Bosco
Ensidesa.:
“Con el Bosco jugábamos en
uno de los campos que recibían el nombre de "La Toba"; ya teníamos
césped y a mí me parecía un magnífico estadio; su principal inconveniente era
que en invierno [...] se embarraba…”
Su carrera futbolística comenzó
a ser prometedora y le resultaba difícil compaginarla con sus estudios y
proyectos de futuro laboral, viéndose obligado a dejar la escuela de aprendices
de Ensidesa, primero, y la
empresa Montajes del Tera, a la que había entrado con la intención de aprender
el oficio de soldador…
Es uno de los más grandes
futbolistas asturianos, nacido en humilde barrio de esta vetusta y literaria
ciudad de Oviedo, cuna de otros grandes hombres que se destacaron en otras
facetas de la vida.
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