martes, 2 de agosto de 2011

DEL MERCADO DE LIBROS DE VIEJO DE LA AVENIDA GRAU AL DE QUILCA

Durante la década de los 90 el mercado de libros ambulantes funciono en la Avda. Grau, la feria del libro “Pardo y Aliaga”  hasta su desaparición a inicios del año 2000, eran como unas cinco cuadras en medio de la avenida, con muchos puestos ambulantes, donde vendían todo tipo de libros y revistas usados y la mayor parte de la producción literaria informal del país. Proliferan las enciclopedias y gruesos librarios especializados, manuales materiales  antiguos a precios bajísimos. Hay también gran cantidad de textos escolares, de “literatura para el colegio” y los libros claves  que nos garantizan un triunfo seguro en la vida, ya sea a través de la oratoria , la actividad epistolar, amatoria, piropeando, pensando en positivo, aquí se puenen encontrar buena parte de los libros que figuran en  una librería convencional a una tercera o cuarta parte de su precio. Son en general los últimos títulos que se hallan en el llamado “circuito popular del centro de Lima”.
En cambio los libros pirateados no eran muy abundantes en ese lugar, porque había que ir al jirón Quilca. Era bastante interesante poder caminar las varias cuadras de la avenida Grau, bajo el toldo colocado entre los numerosos puestos viendo y preguntando sobre los varios libros que allí se vendián mientras afuera se escuchaba el caos vehicular de la avenida. Después los libreros ambulantes de Grau se mudaron al centro comercial Amazonas.
En esa época no era nada extraño tomar la vía pública del centro de Lima, sin pedirle permiso a nadie, más bien era muy normal. Durante los años ochenta  y parte de los noventa Lima era una ciudad cuyas calles habían sido ocupadas por todo tipo de vendedores ambulantes,  y cuando escribo a calles, no solo me refiero a las veredas sino también a las pistas. Los vendedores ambulantes se habían agrupado por rublos de ventas en diferentes vías de la capital y todos los clientes tenían un mapa sobre las distintas ubicaciones de los puestos ambulantes. Por aquel entonces era Grau la zona de los libros, así como otras calles lo eran de productos de ferretería, ropa, casettes de música, comida, productos de limpieza, aparatos eléctricos.
El comercio ambulatorio creció poco a poco durante los años ochenta, sin que los alcaldes hicieran prácticamente nada por evitarlo. En los años noventa el asunto de los ambulantes llego a su límite, porque estos construían puestos empotrados en plena pista, con luz eléctrica y puertas de hierro enrollables.
Al llegar a la Municipalidad de Lima en el año 1996, el alcalde Alberto Andrade, decidió usando todo el poder de la negociación y la fuerza bruta, sin la ayuda de la policía y prácticamente sin el apoyo de las primeras autoridades de la nación, logro reubicar a todos los ambulantes del Centro de Lima. En el año 2003 cuando dejó la alcaldía de Lima, el panorama ya había cambiado totalmente.  

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