¿Los tiempos modernos dejan espacio para recordar a los políticos y pensadores que construyeron la mirada crítica del país? ¿Cuánto espacio aún tenemos para pensar en proyectos de trascendencia, en la fuerza y el legado de aquellas biografías de grandes que quisieron construir un país con ciudadanos? ¿Hasta dónde el pragmatismo, el individualismo, los desencantos, permiten seguir los pasos de personajes míticos en la política? ¿Cuánto vale la pena, cuántos réditos da destacar, recordar, figuras como la de Haya de la Torre?
Este 22 de febrero se cumplen 116 años del nacimiento del político moderno de la vida republicana. Haya de la Torre ha personificado la emergencia popular organizada, el deber social de la política y, sobre todo, la política como formación ciudadana.
Impulsó las Universidades Populares como puente entre el pensamiento universitario y los trabajadores de su tiempo, como preámbulo a lo que él llamó la universidad social del futuro. En medio de las tensiones persecutorias reflexionaba, escribía y organizaba. La vorágine de la política y sus especiales tensiones no le cohibieron de redactar a diario cartas a sus militantes e incluso a sus seguidores presos por principios.
Si algo muy trascendente tenía Haya era su voluntad por enseñar, generar con-ciencia, hacer pedagogía, hacer política con fe. Solo los que “tengan conciencia transforman sin temor” escribía en su juventud. Y sus libros tienen en esencia la búsqueda del saber para la acción política, pero antes: saber. Diagnóstico y acción en El antiimperialismo y el APRA, reflexiones acerca de la historia en su libro sobre Toynbee; visión madura del mundo socialdemócrata en Mensaje de la Europa Nórdica y tantos más.
Sus palabras, sus discursos, más que inducir querían convencer, despertar conciencias, liberar. Ese fue el valor transversal en sus actos y obras. Educar al pueblo soberano. La razón abierta emancipaba, liberaba espíritus. Solo la educación permitiría “abrir la mente a la comprensión del mundo nuevo”. Y esa era la misión fundamental de la “buena política”: educar, liberar, emancipar. Y por ello, la política no podía ser no-democrática. Y el poder, al ser democrático para Haya, estaba obligado a ”ser un poder educador”.
Pero nos podemos preguntar: ¿por qué la política de hoy no emancipa, no genera ciudadanos? Porque se extiende en un mundo de transformaciones técnicas y comunicativas que generan una política marketing, del poder no- educador. Como escribió Vicente Verdú, la política de hoy se ha convertido en un ritualismo que disfraza el poder de lo económico y el vacío del propio poder. El pragmatismo del mensaje corto gana espacio. Nuestras democracias se reducen a una lucha de frases como refiere Ferrer Rodríguez. La mala política de hoy libera menos que la revolución de las comunicaciones y esta revolución si no deriva en una buena política no construye ciudadanos con valores.
La política con trascendencia, con valores, debe volver en un mundo con variadas transformaciones: la “Mac política” y el “Mac empleo”, la democracia sin ciudadanos a tiempo completo, la lógica del shopping en el voto preferencial. ¿Estos nuevos escenarios permiten la política educadora, el poder educador, que Haya de la Torre practicaba y reclamaba en otros? Para ello, hace falta en la política la educación de los ciudadanos, agregar desde la buena política el razonamiento necesario que complemente la revolución de la información y las comunicaciones que vivimos. Estas últimas por sí mismas no construyen democracia y ciudadanos, si a la par no se generan políticos con valores, imaginación y proyectos sociales que liberen y lideren a los nuevos ciudadanos.
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