El diccionario quechua castellano escrito por Diego González Holguín se imprimió exactamente hace 400 anos. Este vocabulario de la lengua general del inca es el mas completo tratado de lingüística colonial, sintetizando con fines de evangelización la cultura y lengua aborigen. Holguín era sacerdote jesuita y dedico su vida al estudio del quechua: sabía que el idioma interpreta la esencia de una sociedad, porque es el vehículo de su comunicación. Así, su diccionario ausculta el modo de ser indígena, siendo tanto una obra de lingüística como de antropología.
Holguín aprehende y transmite el alma del pueblo, una entidad espiritual y colectiva, que conceptualmente ha fascinado a los estadistas. En efecto, el alma ha sido motio de bastante reflexion por políticos y científicos de todos los tiempos.
Capturar sentimientos y emociones de las mayorías viene siendo una aspiración compartida por líderes de las más distintas orientaciones. A ello se refirió el presidente Alan García en su discurso de Fiestas Patrias, al aludir a la reforma del alma. Un concepto que a los analistas les pareció demagógico y fue motivo de algunas burlas. Pero, guarda un sorprendente entronque con el diccionario de Holguín.
El sacerdote jesuita traduce una palabra y sigue con todas sus relacionadas, “parientes y ahijadas”, componiendo artículos enteros sobre algunos conceptos. Entre otros, destaca el sentido de la mesura en el pueblo quechua. El término es “chaupi” y alude al justo medio. Cree Holguín que los quechuas amaban la conciliación de opuestos y valoran a quien logra colocarse al centro para conducir al todo. Asi chaupi es una virtud del estadista, además de un termino geográfico.
Por el contrario, en nuestra política criolla prima el desborde de intereses particulares. La impaciencia criolla versus la mesura indígena. Basta observar el escándalo de los petroaudios para concluir que reina la codicia de los implicados y el vergonzoso entendimiento bajo la mesa de algunos congresistas llamados a investigar. Todo lo contrario de las enseñanzas de Holguín, que informo que el tawantinsuyu la ecuanimidad y el autocontrol eran cualidades indispensables de cualquiera que aspira al mando. Personajes como León Alegría y Rano nunca hubieran llegado arriba, son opuestos al arquetipo del buen gobernante inca.
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