En su artículo “Haya y la Constitución del 79” escrito en el Diario la República el 12 de agosto, el historiador Daniel Parodi sostiene que quienes acusan a Haya de traicionar sus postulados primigenios, abandonar su izquierdismo original, manejar un doble discurso y aliarse con sus enemigos tradicionales (Prado y Odría) parten de una premisa equivocada. Señala Parodi que ya en 1928 Haya sostenía en su libro El Antimperialismo y el Apra (en adelante EAA) “que había que entenderse con el imperialismo por la exigencia de contar con sus capitales para desarrollar a los países de A. Latina”.
Quien parte de una premisa equivocada es Daniel Parodi, al asumir como verdadera la afirmación de Haya (repetida luego por los apristas) de que EAA fue publicado en México en 1928. Esto es desmentido por el mismo Haya en la ‘Nota Preliminar’ de la primera edición de su obra, fechada el veinticinbco de diciembre de 1935: “Este es un libro escrito hace siete años que sólo ahora se publica” (Haya de la Torre, EAA, 1936: 13). EAA se publicó por primera vez en Santiago de Chile en 1936 y no existía como libro en 1928. Esto es aceptado hasta por Alan García, quien recusa la afirmación de Haya de que entregó a la Editorial Ercilla sus páginas “como fueron concebidas y redactadas” en 1928 y muestra que en EAA “coexisten tres redacciones sucesivas”, en las cuales se fueron incorporando nuevos conceptos distintos a los que Haya defendía inicialmente (La revolución constructiva del aprismo.
Al presentar un libro publicado en 1936 como si hubiera salido de la imprenta siete años antes, Haya pretendía ocultar el viraje fundamental que introdujo en su discurso antimperialista original. En 1928 Haya estaba enzarzado en una dura polémica con J. C. Mariátegui, con quien acababa de romper, y se mostraba como un antimperialista intransigente. Estaban en disputa las bases revolucionarias y Haya buscaba mostrarse más radical que Mariátegui, como lo testimonia esta carta escrita a Eudocio Ravines, que expone su ideario: “el control obrero y campesino en la vida política del país mantendrá a la clase explotadora en el camino de su destrucción... socialización absoluta en principio. Tierras e industrias pertenecerán a la Nación, es decir, a la masa productora que tendrá el poder político”.
Haya hablaba de formar un partido de cuadros para asaltar el poder por las armas. Todavía en febrero de 1930 escribía: “Lo que interesa al Apra es que la revolución se cumpla, tanto más amplia, tanto más radical, tanto más izquierdista, tanto más roja cuanto la realidad lo permita… el Aprismo significa consecuentemente la fuerza revolucionaria capaz de imponer la dictadura del proletariado campesino y obrero, y de establecer la lucha organizada de esa dictadura contra el imperialismo, que es el capitalismo, opresor del obrero, y contra el latifundismo, que es la explotación del campesino” (Obras completas, T5, 1976: 259-268).
Dos meses después, en abril de 1930, murió Mariátegui y, sin un rival ideológico de peso que enfrentar, Haya pudo renunciar a su discurso radical. Abandonó la tesis de la lucha a muerte contra el imperialismo yanqui para sostener en adelante que este tenía un “lado bueno” y otro “malo” y que había que negociar con él, aprovechando el primero y neutralizando el segundo. En setiembre de 1931 –en una reunión confidencial que él mismo solicitó– le dio seguridades al embajador norteamericano en Lima, Fred Morris Dearing, de que EEUU no tenía nada que temer de su aparente radicalismo y lo convenció de su sinceridad. Abandonó luego la primera tesis de su programa de 1926 (recogido aún en EAA en 1936), “Acción contra el imperialismo yanqui”, y hacia los 40 la reemplazó por el “Interamericanismo democrático sin imperio”. Vinieron luego su ofrecimiento de 5 mil militantes apristas para apoyar la intervención norteamericana en Corea, a inicios de los 50; su respaldo a la intervención norteamericana en Guatemala contra Arbenz, en 1954; y contra Perón, en Argentina un año después. Hacia los años 60 estaba buscando fundamentos jurídicos para justificar la intervención de EEUU contra Cuba, al mismo tiempo que sostenía que el imperialismo ya no existía.
Es injusto invocar a Giambattista Vico y a G.W.F. Hegel para justificar estos bandazos.
Es injusto invocar a Giambattista Vico y a G.W.F. Hegel para justificar estos bandazos.
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