"Cuando el país decae y se atrasa, un Arzobispo ilustre funda la
Universidad, que plantean el Pontífice y el Rey, porque tal era la costumbre de
aquellos tiempos: cuando los gobiernos pervierten sus estudios, un Fraile
insigne y un Conde célebre la reforman; y cuando los acontecimientos políticos
la hacen balancearse en sus cimientos, el patriotismo de sus hijos las
sostiene, porque ven en ella un baluarte firmísimo de nuestras libertades. En
cambio han desaparecido algunos establecimientos, que se levantaron a la sombra
de la Universidad de Oviedo, pero fueron reemplazados por otros más en armonía
con las necesidades de los turbulentos días que alcanzamos. Aquellas ciencias
que anduvieron perseguidas, son hoy cultivadas con esmero y con ahínco, y si
pasaron los Colegios, vinieron los Institutos y las Escuelas superiores y
profesionales». Historia de la
Universidad de Oviedo, página 271
Fermin Canella Secades
El Edificio Histórico de
la Universidad de Oviedo situado en la calle San Francisco nº 1 de
Oviedo, fue construido entre los años 1574 y 1608 a fin de albergar dicha
universidad. Una vez finalizado el edificio se inició la actividad académica
con las facultades de Artes, Cánones, Leyes y Teología, inaugurándose
oficialmente el edificio el 21 de septiembre de 1608.
Se trata de una edificación purista, con sillares regulares y
sin más decoración que el friso que recorre todo el perímetro, los escudos
esculpidos en las esquinas con las armas de la casa de Valdés y las dos
portadas. La principal, que mira a la calle San Francisco, presenta un mayor
desarrollo, decoración más profusa y elementos inspirados en el repertorio
clásico.
Los emblemas de la casa Valdés vuelven a repetirse en el piso
superior, donde flanquean a una ventana. El remate está formado por un pequeño
frontón desde el que bendice la representación de la figura del fundador. Por
su parte, la fachada secundaria resulta más simple, repitiendo los motivos
heráldicos con menor desarrollo.
Alrededor de estas dos fachadas se marca lo que fue el
territorio aforado de la Universidad gracias a un pequeño murete en la
secundaria y a una serie de poyos unidos por cadenas en la principal. En él el
rector era el juez supremo, por lo que ninguno de los matriculados podía ser
juzgado, apresado o condenado por otra justicia que no fuera la suya.
Ya en el interior, un patio central actúa como elemento
aglutinador de las diferentes estancias y como zona de tránsito y descanso. En
la planta baja se situaron los generales o aulas y la capilla para acceder
fácilmente a los oficios religiosos; en la alta, el salón claustral, la
librería y la habitación del bedel. Las modificaciones más importantes en el
edificio incluyeron la elevación, en el siglo XVIII, de una planta en los muros
sur y oeste que contaban únicamente con piso bajo y ya en el XIX, la
sustitución de la antigua espadaña por la actual torre observatorio.
Desde que Fernando de Valdés Salas ideara la creación de la Universidad de
Oviedo en el siglo XVI, hasta hoy en que esa misma Universidad acoge múltiples
disciplinas y titulaciones y a una comunidad plural, repartidas por distintos
campus y ciudades, han transcurrido más de 400 años, oficialmente reconocidos
desde el 21 de septiembre de 1608. En esa fecha, con la presencia de
representantes de los más importantes organismos de entonces, se inauguró la
institución académica en el nuevo edificio universitario de la calle San
Francisco, que constituye hoy el más importante vestigio material de aquellos
primeros y difíciles tiempos. Nuestra institución, aunque de nueva creación,
recogió los planteamientos de las eruditas universidades castellanas
(fundamentalmente Alcalá y Salamanca) y los adaptó en las primeras normas de
gobierno institucional: Los conocidos como Estatutos Viejos, aportados por los
albaceas testamentarios en 1607, lo que culminó el proceso legal preceptivo
para el reconocimiento de los grados a otorgar por la universidad ovetense,
tras los necesarios reconocimientos papal (Bula de 1574) y real (Real Cédula de
1604).
Las cuatro facultades iniciales de Artes, Cánones, Leyes y Teología
convivieron en los generales o aulas creados según el proyecto del maestro
Rodrigo Gil de Hontañón, firmado en 1574 y que presentaba una distribución que
no difería de la arquitectura universitaria de entonces: Aulas con estrechas
bancadas de álamo y cátedra elevada desde la que el profesor procedía a la
lectura latina de los textos estipulados en los Estatutos (siguiendo el método
escolástico de lectura) cuestiones y disputas, con ausencia total del método
experimental propio de las disciplinas científicas, aspecto que será puesto de
relieve por el padre Feijoo un siglo más tarde al iniciar el proceso de crítica
de la universidad tradicional desde las aulas ovetenses. Las distintas
estancias del edificio proyectadas entonces describen la organización
universitaria de este primer siglo de vida. El salón claustral, o pieza para
votar, nos traslada a un claustro de doctores que se irá afianzando
paulatinamente y sobre el que descansaban las decisiones más importantes que
afectaban a la Universidad bajo la presidencia del rector, autoridad académica
prevista ya por Alfonso X el Sabio en las Siete Partidas y que se mantiene
hasta nuestros días, al igual que el bedel, figura clave encargada de mantener
el orden en las escuelas y de actuar como mensajero de los escolares. La
actividad universitaria se complementaba con una serie de oficiales que
asistían en las tareas docentes y organizativas de la institución: secretario,
capellanes, maestro de ceremonias, etc.
La Universidad de Oviedo, al igual que sus contemporáneas, otorgaba tres
grados que culminaban la carrera académica. El primero de ellos, el
bachillerato, era el más sencillo de obtener y facultaba para la práctica
profesional. Si se deseaba continuar con la carrera universitaria era necesario
superar un periodo de práctica docente denominado pasantía, así como una serie
de ejercicios que facultaban para la solicitud del grado de licenciado. La
obtención de la licenciatura pasaba por un proceso más complicado y oneroso que
finalizaba con el examen de capilla y la aceptación del nuevo licenciado como
miembro de la Universidad. Por su parte, el doctorado, máximo grado al que se
podía aspirar, era meramente honorífico y en realidad prácticamente el único
esfuerzo que requería era el monetario. Todos ellos se desarrollaban con una
pompa y un ceremonial muy elaborado que se complicaba a medida que se ascendía
en la carrera académica y que entrará en crisis con el espíritu ilustrado del
siglo XVIII. Así pues, este primer siglo de vida se caracterizó por el
afianzamiento de las estructuras universitarias estipuladas en los Estatutos
Viejos y por las penurias económicas que, en muchas ocasiones, fueron
difícilmente superables.
Ya en el siglo de la Ilustración, la Universidad de Oviedo despierta con
nuevos Estatutos, que no dejan entrever las posteriores reformas impuestas por
Carlos III, y que supondrán una renovación de la concepción tradicional de
universidad. La llegada a Oviedo del padre Feijoo abre un nuevo camino
ideológico también en materia de enseñanza manifestándose en contra del método
dialéctico y sus consecuencias. Pero la Universidad de Oviedo, que a principios
del siglo XVIII tiene serias dificultades económicas, en la segunda mitad de la
misma centuria se ve sometida a cambios que mejoran su calidad académica. En
primer lugar, se funda la biblioteca (1770), superando aquella primera librería
universitaria que tenía escasísimos fondos de poco interés, gracias a la
herencia del Brigadier Solís y, tan solo cuatro años después, por mediación del
manteísta Campomanes, se otorga a nuestra institución el Plan de 1774, que
introduce la reforma en las facultades y en el método docente, eliminando el
sistema de lecturas e introduciendo los libros de texto, entre otras
cuestiones. La trascendencia de las reformas carolinas fue más allá de lo que
aquí se reseña presentando muchos más matices, pero lo que quedó claro del
espíritu ilustrado fue la evolución que imprimió a la universidad tradicional
abriendo una nueva puerta que será definitivamente flanqueada por el Grupo de
Oviedo a finales del siglo XIX.
Este siglo XIX fue crucial en materia de enseñanza y desarrollo científico
dentro de nuestra Institución. Durante su primera mitad se promueve el
desarrollo de las Matemáticas y la Física que culmina con la creación de la
Sección de Ciencias de la Facultad de Filosofía y los Gabinetes de Física y
Química en 1845 y, un año más tarde, del Jardín Botánico y del Gabinete de
Historia Natural. No menos importante fue la construcción de la torre
observatorio en la década de 1860 que permitió desarrollar adecuadamente los
estudios meteorológicos que ya venían realizándose en distintos lugares del
edificio universitario. La confluencia de todas estas disciplinas actuó como
punto de partida para el asentamiento definitivo de la Facultad de Ciencias que
se hará oficial en 1904. Este siglo tan relevante para la trayectoria
universitaria culmina con lo que hoy es tenido por uno de los momentos más
trascendentes desde el punto de vista institucional y pedagógico, la formación
del Grupo de Oviedo en una de las universidades más pequeñas y peor dotadas de
entonces.
La confluencia de un grupo de profesores imbuidos de las ideas krausistas
que, en la España sumida en el desastre de 1898, creían en la regeneración
social a través de la enseñanza dio lugar a iniciativas sumamente brillantes
que trascendieron a nuestra Universidad, llegando a establecer fuertes lazos
americanistas. La Extensión Universitaria, hoy elemento identitario de las
universidades españolas, se gestó en el seno de la nuestra dando pie a
programas y proyectos en los que participaron amplias capas del claustro
universitario volcado hacia la popularización de la enseñanza como medio para
conseguir una mayor cohesión social. La Universidad continúa su trayectoria
hasta que en 1934 estalla la Revolución de Octubre que destruye el Edificio
Histórico y con él todo el patrimonio cultural y científico que contenía,
marcando un punto de inflexión que continúa con el estallido de la Guerra Civil
y la paralización de las enseñanzas académicas. El proceso de reconstrucción,
en todos los aspectos, se puso en marcha inmediatamente, pero no se dio por
finalizado hasta bien entrada la década de 1940. Paralelamente, la Universidad
trató de responder a las demandas de nuevos estudios, con la ampliación de
escuelas, facultades y proyectos para nuevos campus que se fueron
materializando a lo largo de estos años hasta conformar la composición actual
que incluye estudios en las ciudades de Gijón y Mieres.
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