El régimen colonial contra los esclavos
negros se mantuvo hasta los primeros 30 años republicanos, cuando Ramón
Castilla formula un decreto en el que se dictamina la libertad de los negros.
Existió, pues, en los años esclavistas una fuerte opresión contra los negros;
habiendo en muchos de los casos maltratos que imposibilitaban su libertad. A
pesar de que todo esclavo tenía un precio de compra y que éste podía ser pagado
incluso por él mismo, la libertad alcanzada por el esfuerzo propio fue escasa.
Por tal motivo, los negros esclavos se
vieron obligados a alcanzar la libertad de otras formas, penadas y sancionadas
por las autoridades. Casos frecuentes de negros convertidos en cimarrones y
bandoleros, que atacaban a ciudadanos y producían constantes robos fueron
denunciados en el Cabildo de Lima.
Los cimarrones eran negros rebeldes que
habían escapado de su amo, producto de los constantes abusos de los que eran
víctimas. Sin embargo, éstos eran totalmente rechazados de la ciudad y vivían
en lugares alejados del control; barrios como el de San Lázaro y el de Indios
fueron refugios de los cimarrones.
Los grupos de bandoleros negros
producían la mayoría de robos en la ciudad, atacaban desde personas (criollos,
indios e incluso a otro negros) hasta pequeños locales de comercio. Si bien es
cierto, que en la República ya no se ejecutaban negros y los casos durante el
virreinato tampoco fueron muchos; sí, por el contrario, fueron aprisionados
muchos negros, que por transgredir la ley eran abusados de manera más intensa,
produciéndose muchas de sus muertes.
A inicios del siglo XIX la población
-entre negros esclavos y libres- representaba el 50% de la población urbana.
Además, en Lima se registraba un constante crecimiento de esclavos urbanos, que
tenían actividades cada vez más especializadas debido, en parte, al también
crecimiento de la población urbana. Así pues, podemos encontrar esclavos en
diversas ocupaciones (desde quehaceres domésticos hasta trabajos en la Iglesia
o el Estado). Incluso algunos llegaban a poseer pequeñas tierras cedidas por
sus amos a cambio de una renta.
Existían algunos procesos generales para
la conversión de un esclavo en persona libre. Entre las que más se daban,
tenemos:
-Campesinos, esclava; trabajar para
abastecer a la ciudad de alimentos.
-Jornalero libre; trabajar en la misma u
otra hacienda.
-Labores mineras; alquiler de la mano de
obra en minas.
La libertad era, pues, una meta de los
esclavos. Muchos de ellos lo consiguieron, con ayuda, tal vez, de los amos, que
veían una mayor rentabilidad en poseer una persona libre que trabaje por
jornadas.
Los procesos de conversión debían tener
el consentimiento de los amos. Y así como hubo muchos que daban libertad a sus
esclavos; hubo otros muchos que se negaban, por diversas razones, a darles la tan
ansiada libertad. Es por este motivo que se producían dos modalidades distintas
para la libertad: el cimarronaje y el bandolerismo.
De cualquier forma, el proceso de
libertad se estaba dando en Lima de forma creciente. Veamos los siguientes
datos que ilustran este proceso: Censo de 1792: 13483 esclavos, Censo de 1818:
8589 esclavos, Censo de 1836: 5791 esclavos, Censo de 1845: 4500 esclavos.
Esta primera entrada sobre la esclavitud
negra es solo un marco general, que espero pueda seguir desarrollando más
adelante y tener un trabajo más sólido que presentarles.
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