Enero es el mes de Lima, nuestra ciudad con nombre
de fruta fesca; ciudad antigua y nueva, a la vez. A casi medio milenio de su
fundación, con un largo pasado prehispánico que nunca se ha estudiado con la
amplitud que merece, la ciudad antigua sobrevive ruinosa o yace enterrada bajo
concreto y asfalto, mientras una ciudad nueva ha crecido caóticamente,
violentamente, en el vértigo del medio siglo.
No hace falta
mucha ciencia, basta la experiencia de cualquier limeño de hoy, parta
saber que ha esta fruta le hace falta mucho tiempo, esfuerzos y recursos para
entrar en sazón. A Lima le han dado con todo y a la mala. En primer lugar,
quienes la habitamos. Es inútil buscar culpables en otro lado. Por acción u
omisión, con la excepción de algunos justos, todos los demás somos culpables. Y
el peor pecado es haber permitido que la avaricia especulativa se entronice
sobre el bien común
Ciudad de acusados contrasta, a primera vista
inconciliables, las injusticias de Lima no nos impiden dormir a pierna suelta.
Hemos desarrollado el útil instinto de mirar sin ver, de tomar nota sin sentir.
Y sobre todo sin mover un dedo. Nosotros creamos el problema, pero que el
problema lo resuelva otro. Y mientras tanto que me dejen hacer lo que me da la
gana. La comunidad, el medio ambiente, la medida humana, todo eso es verso.
Aquí manda la plata, señoras y señores.
El crecimiento explosivo de Lima arraso con el valle
del Rimac, creados en siglos de esfuerzo por la milenaria cultura que aquí se
asentó antes de Pizarro y su hueste. Arraso igualmente con buena parte del
valle del Chillón y se propone arrasar con el valle de Lurin Una ciudad que ha
crecido a tal velocidad, ha sido incapaz de conservar y restaurar su centro histórico.
Todavía hay incautos que hablan de Lima como la ciudad jardín. Efectivamente,
ciudad de jardincitos, pero el gran verde lo hemos arrasado.
En medio de todo este desastre, la alcalde se hace
cargo de la alcaldía provincial hace apenas un año, con un discurso de
recuperación de la medida humana en nuestra vida urbana, poniéndose bufanda
verde limón para subrayar la importancia de recuperar la prioridad de interés
comunitario, que es la prioridad de la vida, por sobre la lógica de la avaricia
especulativa que ha gobernado casi desde siempre las decisiones del municipio.
Es natural que se haya ganado enemigos poderosos, dispuestos a todo.
Una de las primeras medidas fue, precisamente,
defender el valle de Lurin como ultima reserva verde de Lima, oponiéndose a la
urbanización salvaje que ya tenía luz verde (para eso si les gusta el verde).
Al menos mientras Susana este al frente de la alcaldía, tal cosa no sucederá.
Hay millones y millones en juego para algunos negociantes. Lujrin solo es un
caso entre varios donde don dinero, que es poderoso caballero, tiene intereses
muy gordos ¿Puede sorprender que la quieran revocar?
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