viernes, 29 de marzo de 2013

ICA Y EL SEÑOR DEL DESIERTO



 La historia sobre el Señor de Luren, está llena de pasajes místicos que se inician muchos años antes de su devoción en tierra iqueñas y en un lejano continente.
Los frailes franciscanos de Lima fueron los interesados en mandar confeccionar muchas imágenes en España, en 1560, en plena época colonial.
La historia del Señor de Luren se remonta a la de la conquista española de esta parte del Perú. Se dicen que su nombre se deriva de la voz quechua Hurin, que significa "bajo", en alusión a la parte baja del valle de Ica, lugar donde se inició el culto a su imagen. Cuenta la tradición que Nicolás de Rivera "El Viejo", llamado así por contar con añas de cuarenta años al inicio de la conquista del Perú, recibió el encargo de Francisco Pizarro de fundar la capital de la nueva colonia en algún lugar hacia el sur de Lima, debido a que el valle del río Lurín le parecía muy estrecho y poblado. Rivera encontró un lugar adecuado donde se levanta la actual ciudad de Pisco, a siete leguas del mar, , en el sitio conocido como San Gallán. Fue precisamente allí que Rivera recibió la noticia de la muerte de Pizarro a manos de los almagristas en 1541..
En 1556, Nicolás de Rivera, asentado en el valle, al que había dotado ya de una ermita y varias ventas, decide fundar el hospital San Nicolás de Luren para los indios necesitados.  Poco después, en 1558 al hacer su testamento, dota al lugar de rentas suficientes y señala su organización. Dicen que hubo en este acto una suerte de deuda moral, obligado por su conciencia, y por la voz del padre Bartolomé de las Casas,  de restituir lo mal habido y reparar los daños causados a los indios de la región. "Por haber cometido algunos excesos, así en el maltratar a dichos indios como en haberles tomado algunas cosas indebidamente o haber cobrado o recibido de ellos tributos demasiados y fuera de lo que honesta y buenamente..." Parte del Testamento de Nicolás de Rivera el Viejo| El caso es que existía, en la ermita construida por Rivera en Ica, un Cristo crucificado, pequeño y deteriorado. Ello motivó la necesidad de contar con una imagen más digna, por lo que, luego de algunas negociaciones, los iqueños consiguieron que el Convento Grande de San Francisco de Lima mandase tallar a España una imagen de Cristo en la cruz.
Cuenta una de las versiones más populares de esta historia, que el barco que transportaba la imagen, fue presa de una terrible tempestad, debiéndose arrojar al mar gran parte de la carga a fin de aligerar la embarcación y evitar el naufragio. Entre las muchas cosas que fueron a parar al agua estaba el gran cajón de madera que contenía al cristo destinado a Lima.
El cajón estuvo en el mar durante mucho tiempo hasta que fue varado por las olas en una playa próxima al puerto del Callao. Las autoridades del convento franciscano de Lima se desinteresaron del cajón, ya que imaginaron el deterioro que la humedad  había causado en su contenido. Obligados por la capitanía del Puerto del Callao, los monjes trasladaron el cajón al convento, donde quedó olvidado.
Estando en Lima, un sacerdote que venía de Ica, alertado del suceso por los comentarios del público limeño, acordó con los franciscanos la compra del cajón. Éste fue conducido a Pisco y luego a Ica, donde cautivó de inmediato a toda la ciudad; su estado de conservación era intacto y a partir de este hecho se convirtió en el centro en torno del cual, creciendo y extendiéndose por una región cada vez mayor, se constituyó en devoción máxima.
El templo que albergó al cristo por primera vez era sencillo, de adobe y madera. Cuatro siglos más tarde, en 1918,  un severo incendio lo destruyó, dañando seriamente a la imagen. El fuego respetó el tronco de Cristo, más no la cabeza y las extremidades, que se quemaron. Repuestos del dolor causado por la pérdida, los iqueños encargaron a sus mejores artistas la restauración de la imagen.
Francisco Caso talló la cabeza, el maestro ebanista Alberto Sierra Alta, hizo las extremidades y el pintor Jesús Silva le dio la carnación y los acabados. Éste es el Cristo que se puede apreciar hoy día y al que el pueblo de Ica acude con profunda devoción.
Las festividades en honor del Señor de Luren, consisten en una multitudinaria manifestación religiosa iqueña. En Ica, como en Lima,  el mes de octubre es mes de devoción y fervor para los pobladores que profesan la religión católica. Cada tercer lunes de octubre,, desde las siete de la noche, cuando el calor del desierto empieza a aplacarse, se inicia la multitudinaria procesión del Señor de Luren, patrón de la ciudad de Ica.
Miles de fieles, venidos desde todas partes, acompañan a la imagen que recorre, durante más de quince horas, las calles de la ciudad. Los iqueños le construyen arcos y alfombras de flores y cantan alegres a su paso. Hay emoción pero, sobre todo, humildad y fe. Para el historiador Arturo Jiménez Borja, ésta es una procesión recogida, respetuosa, iluminada por infinitos cirios que portan las manos de sus devotos seguidores.
Otra de las fechas en que el fervor católico y los incondicionales al Señor de Luren salen es para SEMANA SANTA, donde nuevamente las calles de la calurosa Ica se llena de ese mar de devotos que acompaña incansable al Señor de Luren.
El Señor de Luren, crucificado en el madero de una gran cruz, eleva la majestad de su presencia morena sobre el mar humano que lo rodea. Rostro, cuerpo, manos y pies áridos son iqueños. Desde el alto trono de su anda, sencilla pero hermosa, contempla a su pueblo y le responde con mirada larga y profunda. Éste es, el Señor del desierto.
Lamentablemente la tarde del 15 de agosto de 2007, un devastador sismo de 7.9 grados en la escala de Richter, destruyó en un 30% la ciudad de Ica, y el Santuario del Señor de Luren quedo parcialmente dañado, sobre todo el campanario, pero no se registraron pérdidas humanas en su interior. Actualmente, la imagen se encuentra en un ambiente del convento de los Padres Carmelitas Descalzos ubicado entre las calles Piura y Cutervo en la ciudad de  Ica. 
El Templo en la actualidad (2008) estaba en proceso de demolición. No obstante, hay cierta controversia en la ciudad, pues otros especialistas opinan que no debería demolerse el templo.
En el 2011 el Monseñor Héctor Vera presentó un expediente a la Municipalidad de Ica para obtener la licencia de construcción donde comienza la demolición del templo del Señor de Luren.
La devoción del Señor de Luren, constituye una de las más importantes muestras de fervor religioso en el Perú. Sale en procesión durante la Semana Santa y el tercer lunes de octubre de cada año. En el día central de la celebración, la imagen recorre en procesión la ciudad desde el anochecer, hasta que el sol , vuelve a iluminar el paisaje en un nuevo amanecer.  



No hay comentarios:

Publicar un comentario