El algarrobo pálido, kiawe, huarango, bayahonda o algarroba (Prosopis pallida)
es una especie de árbol de la familia de las leguminosas. Es un árbol espinoso muy invasor. Alcanza
10 metros de altura. Su dura madera se usa para hacer muebles y
parqués. La corteza sirve para curtir cueros. La resina de su tronco se usa
para teñir.
Tiene alta
capacidad de infestación con renovales. Es muy espinoso. Posee flores verdes
amarillentas y largas legumbres llenas de pequeñas semillas marrones.
Es una planta muy exitosa en propagarse invasivamente, debido a su habilidad de
reproducirse de dos maneras: produce grandes cantidades de semillas muy
livianas, de fácil dispersión, y se clona produciendo muchas plantas renovales (reproducción
vegetativa), compitiendo con sombra con las plantas cercanas. Sobrevive muy
bien a la extrema sequedad, debido a sus extremadamente largas raíces.
El algarrobo
pálido es nativo de América del Sur, pero se ha asilvestrado en otras
regiones de América. Fue introducido en Puerto Rico y en y en
Hawai. donde se considera naturalizado. El primer kiawe se plantó en Hawái en
1828, y ya en 2006 era un ubicuo árbol de sombra y una peste de las islas
hawaianas.
Es una especie
introducida en muchos ambientes por su acelerado crecimiento, con buena sombra,
y su madera es excelente para leña. También es útil contra la erosión pero,
ya establecido, este árbol generalmente domina el hábitat. Las semillas son
alimento para el ganado, y las flores son atractivas para las abejas.
Lamentablemente,
en el Perú, el uso de la madera de algarrobo pálido para
producir carbón vegetal, muy usado en la elaboración del pollo a la brasa, está
causando una grave deforestación que lleva a la desertificación del bosque seco
tropical.
En el Perú, con
el fruto del algarrobo pálido se elabora la algarrobina, un jarabe obtenido
cocinando lentamente la pulpa en agua hasta lograr la concentración y densidad
deseadas. La algarrobina proporciona un dulce con sabor ligeramente amargo y es
el ingrediente primordial de uno de los cócteles peruanos más conocidos: el cóctel
de algarrobina. Además, la algarrobina se utiliza como endulzante en licuados
de leche o fruta y en la elaboración de postres. En la medicina tradicional
peruana es apreciada como tonificante, proporcionando minerales tales como
hierro y calcio, así como vitaminas y azúcares de alto valor fisiológico. Dada
la variedad de productos que pueden extraerse del fruto del algarrobo pálido,
comunidades campesinas de la región de Piura están
empleando prácticas de manejo forestal sostenible con el fin de evitar la tala
indiscriminada y aprovechar los recursos renovables de los bosques de algarrobo
pálido.
Hace un año, BBC Mundo lanzó una gran pregunta a
sus lectores ¿Qué podemos hacer para mitigar el impacto del cambio climático?
En América Latina, la respuesta fue cientos de iniciativas que muestran
acciones concretas que se están tomando para evitar que la temperatura del
planeta siga subiendo. Entre ellas resalta un importante proyecto que se
realiza en el departamento de Ica con la preservación del huarango, ese árbol ancestral
y espinoso que puede sobrevivir en zonas desérticas, pero que a la vez se
encuentra amenazado. Reproducimos parte del reportaje hecho por la BBC a esta
interesante iniciativa.
El árbol de huarango es nativo del Valle de Ica, la
vasta franja de tierra entre los Andes y el Pacífico, donde la lluvia es
prácticamente nula. Pero lo que según crónicas de los conquistadores fue alguna
vez “un bosque impenetrable”, es hoy apenas una serie de fragmentos dispersos y
mínimos.
Restaurar los bosques secos del sur de Perú es un trabajo arduo y titánico, al que se ha avocado una iniciativa impulsada por Kew Gardens, el Jardín Botánico de Londres. El proyecto lanzará en los próximos meses dos libros, sobre biodiversidad y restauración, basados en experiencias propias de Ica.
La iniciativa ofrece no sólo un modelo para combatir el cambio climático en otros continentes. También utiliza formas pioneras de incorporar el talento de la juventud local, alimentar en los niños el amor por la naturaleza y transformar vidas.
Restaurar los bosques secos del sur de Perú es un trabajo arduo y titánico, al que se ha avocado una iniciativa impulsada por Kew Gardens, el Jardín Botánico de Londres. El proyecto lanzará en los próximos meses dos libros, sobre biodiversidad y restauración, basados en experiencias propias de Ica.
La iniciativa ofrece no sólo un modelo para combatir el cambio climático en otros continentes. También utiliza formas pioneras de incorporar el talento de la juventud local, alimentar en los niños el amor por la naturaleza y transformar vidas.
La historia del proyecto denominado “Restauración de
hábitats y uso sostenible en los bosques secos del sur de Perú”, es una
historia de pasiones y descubrimientos personales.
Fue hace más de una década que Oliver Whaley, ecólogo
del Jardín Botánico de Londres y experto en restauración, llegó a Perú.
Amante de los ríos desde la niñez, Whaley quería
cumplir su sueño de ir a la tierra donde nace el Amazonas.
En la selva contrajo una enfermedad tropical y como
parte de su convalecencia pasó un tiempo en la zona de bosques secos, durmiendo
durante meses debajo de un huarango.
“Me curé de la enfermedad, pero me enamoré del árbol
de huarango”, dijo Whaley a BBC Mundo. “Me di cuenta de que el bosque seco
realmente necesitaba ayuda; en imágenes de satélite se veía claramente que el
99% del bosque original se había perdido. Lo que quedaba eran pequeñas
reliquias de las que obtener semillas para replantar”.
En el ecosistema iqueño, uno de los más frágiles del
planeta, el huarango sobrevive por sus características únicas.
“Hace algo increíble, tiene las raíces más profundas
en el mundo, pueden medir hasta 70 metros”, explica Whaley. Esto le permite
acceder a fuentes profundas de agua subterránea y “al traer agua a la
superficie hace posible la vida de otras plantas también”.
Las hojas funcionan además como atrapanieblas. Según
explica Alfonso Orellana, joven botánico integrante del equipo peruano del
proyecto, “tienen pilosidades, son pelitos que no se ven a simple vista. Esta
superficie sirve como un captador de niebla que se condensa y se convierte en
agua, goteando al suelo”.
El fruto del árbol, denominado huaranga, es altamente
nutritivo. Whaley apunta que “las culturas precolombinas sobrevivían durante
períodos de sequía comiendo solamente este fruto”.
El arte de restaurar.- El
proyecto se centró al inicio en conservar los fragmentos de bosque existentes.
“Pero pronto nos dimos cuenta de que al ritmo en que se destruía el bosque eso
no era suficiente”, señala Whaley.
TÉCNICAS PARA REGAR.- “Al
costado de la planta hacemos un hoyo e introducimos una botella de dos litros a
la que le hicimos agujeritos y dejamos la boquita en la superficie. Cuando
necesitamos regar abrimos la botella y echamos agua, que se va soltando poco a
poco y llega directamente a las raíces, con lo que hay menos pérdida por
evaporación”, explica Alfonso Orellana.
El objetivo pasó a ser de restauración, una tarea
infinitamente compleja. ”Nunca se puede plantar una especie única de árbol, es
necesario plantar todos los hermanos y hermanas con los que está relacionado,
como la acacia, la guayaba, el molle, entre otros”.
“El pájaro que mantiene al huarango libre de plagas,
por ejemplo, vive en otros arbustos y sin estos arbustos el árbol será
defoliado una y otra vez”.
Para Alfonso Orellana el árbol es “como una casa con gran cantidad de animales, como el fringilo o huaranguerito, un ave endémica que sólo vive en el bosque de huarango, o el zorro, fundamental para este bosque porque dispersa las semillas a través de sus heces”.
Para Alfonso Orellana el árbol es “como una casa con gran cantidad de animales, como el fringilo o huaranguerito, un ave endémica que sólo vive en el bosque de huarango, o el zorro, fundamental para este bosque porque dispersa las semillas a través de sus heces”.
El mayor desafío.- Plantar las
semillas de huarango es sólo una parte, según Whaley.
“La otra parte es sembrar las semillas en los niños, de modo que para ellos plantar un árbol sea algo normal que se tranforme de ahora en más en parte de su vida. Las dos partes deben ir juntas”.
“La otra parte es sembrar las semillas en los niños, de modo que para ellos plantar un árbol sea algo normal que se tranforme de ahora en más en parte de su vida. Las dos partes deben ir juntas”.
Trabajando junto a la Asociación Para la Niñez y su
Ambiente, ANIA, el proyecto llega de distintas formas a niños y adolescentes,
que integran “brigadas ecológicas”, plantan árboles en los terrenos de las
escuelas y deciden por sí mismos qué sembrar en espacios marcados como “tierras
de niños”.
Martín integra una de la brigadas y asegura que su
familia “se llevó un gran asombro”.
“Cuando iba a plantar huarangos, mi abuelo me decía
‘no plantes eso, porque no nos ayuda en nada’. Pero yo le dije, ‘abuelo, estás
muy mal, ese árbol nos ayuda y nos da alimento’. Ahora para cercar su chacra ha
utilizado huarangos y espinos, y yo lo ayudé a plantar a mi abuelo”.
Cada abril desde 2006 viene celebrándose también el “Festival del Huarango”, una oportunidad para comunicar el mensaje de la biodiversidad del Valle de Ica y probar productos elaborados a partir del huarango.
Cada abril desde 2006 viene celebrándose también el “Festival del Huarango”, una oportunidad para comunicar el mensaje de la biodiversidad del Valle de Ica y probar productos elaborados a partir del huarango.
La Amenaza.- Una de las mayores amenazas para el
huarango es lo que Orellana define como una “problemática trágica, la
destrucción de hábitats por el mismo poblador iqueño”.
Los llamados carboneros cortan árboles para quemar
madera y obtener carbón, que venden a un número creciente de restaurantes
locales en los que una de las especialidades del menú es el “pollo a la leña”.
“No se dan cuenta que al talar el árbol están talando prácticamente un eslabón principal de todo el ecosistema”.
“No se dan cuenta que al talar el árbol están talando prácticamente un eslabón principal de todo el ecosistema”.
Una solución sería tal vez promover el consumo en
restaurantes que utilizan gas en lugar de carbón. Para Antonio Brack Egg,
ministro de Medio Ambiente de Perú, se trata ante todo de “una cuestión de
pobreza”. “Los pobres tumban un árbol de huarango y venden la leña por ganar un
par de centavos, lo que hay que generar es que los pobres puedan tener otras
formas de empleo”, afirmó a BBC Mundo. Brack Egg cita como ejemplos un programa
con tejidos a través del PNUD para mujeres jóvenes en Nazca o la inclusión de
poblaciones en los circuitos turísticos.
Con la recesión global, empresas de agroexportación
que plantan espárragos, uvas y naranjas están despidiendo trabajadores,
agravando la situación.
El ministro señala que la tala de bosques es también
un problema de control y de corrupción, porque “tenemos una policía forestal
muy débil, con muy pocos efectivos y hay una enorme corrupción en todo el país
respecto al algarrobo en el norte, al huarango en Ica, etc”.
Además de difundir la necesidad de conservar el
huarango, el ministro asegura que una opción sería trabajar con los nuevos
empresarios agrícolas para que “planten huarangos en los linderos de las
parcelas, porque hay una industria de agroexportación muy grande”.
Futuro.- El proyecto de Kew ha producido en sus
viveros unos 20.000 árboles y creado una reserva en Tunga. Inicialmente
financiado por la Iniciativa Darwin -un programa del gobierno británico que
ayuda a países ricos en biodiversidad y escasos en recursos financieros, se han
obtenido fondos también de Trees for Cities, una ong con sede en Londres.
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