miércoles, 19 de marzo de 2014

POZO SANTO

En una extensa llanura yerma, en la convergencia de los kilómetros 256 y 257, a escasos metros de la carretera panamericana sur, en el departamento de Ica, se encuentra Pozo Santo, un lugar muy visitado por los muchísimos viajeros que hacen un alto en si trajinar cotidiano para admirar el Santuario y conocer  la maravillosa obra  realizada por Fray Ramón Rojas, conocido con el seudónimo de Padre Guatemala.
En ese ardiente médano de leve inclinación, actualmente existe una capilla conteniendo algunos vestigios del santo guatemalteco.
Exteriormente estaba rodeada por palmeras, huarangos, pacaes y eucaliptos que en cierta forma engalanan el árido paisaje.
En el frontis del pequeño Templo se halla el milagroso pozo, casi a flor de tierra, protegido por unas losetas y con una cubierta de cemento, discurriendo el agua por una cañería subterránea que al final tiene una llave por donde el caminante puede obtener una refrescante agua, que según dicen es bendita.
Los conocedores de la vida y obra caritativa del Padre Guatemala dicen que fue muy afectuoso con todos sin distingo económico ni social.
En uno de esos viajes que hizo a pie entre Ica, Pisco y Chincha, es cuando realizo el milagro de encontrar agua en este ardiente desierto.
Todo sucedió después de una solemne misa ofrecida por el religioso en el templo de Jesús María en la ciudad iqueña, cuando de improviso decidió viajar a Pisco. Los entristecidos fieles pensaron que se iba para no volver. Hubo cierto descontento  y muchísimas protestas por tal decisión. Numerosas personas se ofrecieron a acompañarlo, quien lo acepto con mucha bondad.
A las tres de la mañana del día siguiente, se inició el ansiado viaje: todavía estaba oscuro el firmamento, al parecer las estrellas se habían escondido.
Hombres y mujeres de todas las edades, imbuidos de incomparable fe religiosa, se pusieron  a caminar presurosos  de Ica con dirección a Pisco.
El entusiasmo era grande, la muchedumbre, cual importante ejército sin armas avanzaba alentada por la brisa marina: la mañana se tornaba clarividente, el límpido cielo azul presagiaba que el Sol pronto irradiaría sus ardientes rayos sobre la enfervorizada multitud.
Cuando los cansados feligreses, liderados por el sacerdote, habían recorrido gran parte de la desértica vía, los niños sintieron los primeros estragos de hambre y sed, porque a sus progenitores  no les quedaban muchas provisiones; el candente desierto y los incipientes rayos solares cundían el desconcierto general.
Ante este grave problema, el Padre Guatemala los asistía con panes, galletas y bizcochos que llevaba.
Llego el momento donde los sedientos párvulos se desesperaron, las protestas se multiplicaron, caldeando los ánimos. Fue precisamente en ese instante cuando el representante de Dios hizo un alto en un lugar donde hoy está ubicada la capilla para arrodillarse, levantar  los brazos y mirar al firmamento  con el fin de  pedir al Señor solucionar el delicado problema, de inmediato se puso e escarbar con sus manos  el ardiente suelo. Ante el estupor de la muchedumbre el agua comenzó a brotar clara y fresca para alegría de todos.
Ante este sorprendente hallazgo la masa humana se postro de rodillas con profunda devoción dando gracias a Dios y al Padre Guatemala por haberlos salvado de una muerte segura.

Conseguida esa gracia divina, il infatigable fraile manifestó: A este pocito que bendigo nunca le faltara agua. Porque es un verdadero milagro concedido por Nuestro Redentor a seres necesitado”.

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