En
un mundo enfrentado a crisis financieras, enfrentamientos ideológicos, luchas
intestinas de fundamento religioso y polarizaciones sustentadas en modelos
disímiles, parecen ser pocos los resquicios que nos permitan ingresar a un
debate cuyo objetivo sea concertar una mirada creativa hacia un nuevo modelo de
desarrollo, inclusivo, sostenible y capaz de desafiar los retos modernos a los
que se enfrenta la humanidad.
Hay
sin embargo una luz que viene abriendo innovadores espacios de reflexión.
Espacios en los que se discuten los nuevos objetivos Post-2015, es decir,
las nuevas metas cuantificables sobre pobreza, género, mortalidad
infantil, enfermedad y sostenibilidad ambiental, que asumiremos cuando venza el
plazo de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Espacios en los que se
intentan definir los objetivos del “crecimiento verde”, cumpliendo el mandato
que concertamos en la cumbre Río +20 el 2012. Espacios de negociación
para definir los objetivos de desarrollo sostenible y, “last but not least”,
con absoluta relevancia, el debate climático.
El
debate climático dejó de ser hace ya casi dos décadas un debate de
ambientalistas. Es un debate de desarrollo, de economía, de crecimiento, de
lucha contra la pobreza y de futuro de la humanidad y de las naciones. En ese
debate, el Perú no puede estar ajeno, distante, ni distraído. Debemos
seguirlo de cerca, involucrarnos, comprometernos, aportar al mismo y confirmar
que no es casualidad que este año, el 2014, sea el del “compromiso climático”.
El
cambio climático nos enfrenta a nuestras condiciones de vulnerabilidad frente a
nuestra realidad de país amazónico, con más del 50% del territorio con
cobertura boscosa. Nos enfrenta a la amenaza de la escasez hídrica, más aún
cuando los glaciares tropicales, de los cuales el 70% están en nuestro
territorio, se encuentran en retroceso. Nos pone frente al reto del
cambio de condiciones de las corrientes marinas, que nos podría llevar a perder
nuestra posición como el país con el océano más rico del mundo sustentado en la
pesquería.
Nos
lleva a pensar en nuestra calidad de país diverso, natural y culturalmente, con
cultivos nativos altamente vulnerables a las condiciones climáticas. Nos
lleva a reflexionar sobre la necesidad de contar con estrategias de desarrollo
sustentadas en la adaptación y enfocadas en lograr la “resiliencia” frente a
los cada vez más recurrentes eventos climáticos. Y, finalmente, nos exige
considerar nuestras estrategias de mitigación de emisiones de gases de efecto
invernadero especialmente originadas en la deforestación y cambio de uso del
suelo (40%) y actividades agropecuarias (20%).
Es por todo esto que la Vigésima Conferencia de las Partes de
la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP20),
que se desarrollará entre el 1 y 12 de diciembre de este año en Lima,
representa para el Perú no solo una responsabilidad, sino más bien una
oportunidad.
Una
responsabilidad porque el Perú será el anfitrión de una conferencia que
congregará a por lo menos doce mil personas, lo que hace que este evento sea
uno de los retos logísticos más importantes que nos ha tocado tener como país;
aunque la dedicación y el esfuerzo con los que se viene asumiendo la tarea nos
permite afirmar con confianza que estaremos a la altura de las
circunstancias.
Una
responsabilidad porque nos tocará crear una atmósfera de confianza para una
negociación que es de por sí compleja y que involucra posiciones diversas
alrededor del tema del financiamiento, la mitigación en la emisión de gases de
efecto invernadero; la adaptación; la transferencia tecnológica y la
construcción de capacidades; el rol de los bosques y su valor debido a su
capacidad de captura de carbono; los instrumentos de mercado; la vulnerabilidad
de los estados insulares; entre otros temas.
Una
oportunidad porque la COP20 es un espacio de negociación, es cierto; pero es
además una herramienta de construcción de nuestra agenda climática interna. Es
el espacio idóneo para mirar el Perú del futuro. Un país que crece con bajas
emisiones de carbono, que desarrolla estrategias de adaptación, que define
estrategias climáticas, en especial para los más vulnerables y que es capaz de
construir una política de Estado concertada, acorde con nuestro “compromiso
climático”, con claras estructuras institucionales multisectoriales, multinivel
y de amplia participación pública y privada. Un país que cuente con
presupuestos organizados para enfrentar desastres naturales de manera
preventiva; con estrategias capaces de definir portafolios para la canalización
de inversiones en tecnologías limpias, en energías renovables no
convencionales; en ciencia y tecnología acorde con las necesidades del país;
con medidas para proteger a los que menos tienen; con capacidad de usar
nuestros conocimientos y sabiduría ancestral para sostener nuestra diversidad
en el tiempo.
Este
es nuestro momento. Es el momento del país, para asumir la COP20 como una
oportunidad para reconocer nuestras potencialidades, nuestras
necesidades, nuestras vulnerabilidades y nuestras fortalezas.
Es el tiempo para que el sector privado sea consciente de que si
hoy no se suma, perderá el ritmo de la economía, de los nuevos mercados,
de las nuevas inversiones y la nueva tecnología. Es el tiempo de la
sociedad civil, para que sirva de enlace con las comunidades, con su
conocimiento, sus capacidades y su vulnerabilidad. Para que articule las
expectativas ciudadanas y las canalice a través del diálogo constructivo.
Es el tiempo del Estado, en todos sus niveles, para mirar nuevas
estrategias. Es el tiempo del Perú. Bienvenida COP20. No vengas al Perú
si no quieres cambiar al mundo.
La
Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, COP-20,
será en Lima, del 1 al 12 de diciembre. Los ojos del mundo nos miran.
A la Cámara de Comercio de Lima (CCL) le preocupa que la organización no esté bien encarrilada. Y es que la cita congregará a más de 20 mil delegados, entre presidentes, ministros, empresarios y científicos de más de 190 países. No estamos para improvisaciones ni para perder la oportunidad de lucirnos ante el mundo.
Eficientes.- Lima, lo mencionamos en una nota anterior, tiene posibilidades de convertirse en lo que los sociólogos urbanos llaman ciudad Alfa. Una urbe como Londres, Nueva York, París o Tokio, creadora de tendencias, globalmente atractiva como centro económico, turístico y cultural. Pero la Lima Alfa será posible solo cuando nuestras autoridades abracen la eficiencia y apuren su perezoso paso.
Es evidente el desfase entre el lento andar de los gobiernos (central, regional y local) y el ritmo acelerado y eficiente del ámbito empresarial. La organización de la COP-20 requiere planificación, innovación, competitividad, creatividad y eficiencia. Algo que no muestran los organizadores ni los anfitriones, es decir el Ministerio del Ambiente, Minam, y la Municipalidad de Lima.
¿Quién trabaja?.- El Minam -cartera de Manuel Pulgar- habla de un grupo multisectorial que ya se reunió seis veces para ver temas de transporte, alojamiento, seguridad, visas, salud, y más. Otros cuatro equipos están a cargo de la organización, logística, comunicaciones, etc. Minam afirma trabajar “activamente para organizar la COP 20 [porque] tenemos el presupuesto” (unos S/.175 millones, desembolsados por el Economía y Finanzas). Veremos.
Aló ¿Lima?.- Mientras tanto ¿cuál es el gesto dado por la alcaldesa de la ciudad anfitriona? ¿Qué hace para reducir la huella de carbono de Lima? Nada.
Susana Villarán no parece animada con la cumbre mundial. No vemos programas de forestación, campañas con los vecinos, alianzas con las empresas eléctricas para repartir material sobre ahorro energético y reducción de huella ecológica, entre otras.
El ejemplo Bloomberg.- Michael Bloomberg fue alcalde de Nueva York durante tres periodos y logró que esa megalópolis fuera más amigable con el ambiente. Demostró que localmente puede avanzarse más que desde el gobierno. Ahora el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, lo ha nombrado “enviado especial para las Ciudades y el Cambio Climático”, y este asesora sus conversaciones con los alcaldes del mundo para luchar contra el cambio climático.
Durante su gestión, Bloomberg logró reducir casi 20% las emisiones de gases efecto invernadero. ¿Su estrategia?, más zonas peatonales, más seguridad, más carriles para bicicletas, incentivos para que los taxistas utilicen vehículos híbridos y que los constructores apuesten por infraestructura energéticamente eficiente.
En esas debería estar la alcaldesa, mientras el ministro tendría abocarse a la COP-20, una reunión de trascendencia planetaria, como pocas.
A la Cámara de Comercio de Lima (CCL) le preocupa que la organización no esté bien encarrilada. Y es que la cita congregará a más de 20 mil delegados, entre presidentes, ministros, empresarios y científicos de más de 190 países. No estamos para improvisaciones ni para perder la oportunidad de lucirnos ante el mundo.
Eficientes.- Lima, lo mencionamos en una nota anterior, tiene posibilidades de convertirse en lo que los sociólogos urbanos llaman ciudad Alfa. Una urbe como Londres, Nueva York, París o Tokio, creadora de tendencias, globalmente atractiva como centro económico, turístico y cultural. Pero la Lima Alfa será posible solo cuando nuestras autoridades abracen la eficiencia y apuren su perezoso paso.
Es evidente el desfase entre el lento andar de los gobiernos (central, regional y local) y el ritmo acelerado y eficiente del ámbito empresarial. La organización de la COP-20 requiere planificación, innovación, competitividad, creatividad y eficiencia. Algo que no muestran los organizadores ni los anfitriones, es decir el Ministerio del Ambiente, Minam, y la Municipalidad de Lima.
¿Quién trabaja?.- El Minam -cartera de Manuel Pulgar- habla de un grupo multisectorial que ya se reunió seis veces para ver temas de transporte, alojamiento, seguridad, visas, salud, y más. Otros cuatro equipos están a cargo de la organización, logística, comunicaciones, etc. Minam afirma trabajar “activamente para organizar la COP 20 [porque] tenemos el presupuesto” (unos S/.175 millones, desembolsados por el Economía y Finanzas). Veremos.
Aló ¿Lima?.- Mientras tanto ¿cuál es el gesto dado por la alcaldesa de la ciudad anfitriona? ¿Qué hace para reducir la huella de carbono de Lima? Nada.
Susana Villarán no parece animada con la cumbre mundial. No vemos programas de forestación, campañas con los vecinos, alianzas con las empresas eléctricas para repartir material sobre ahorro energético y reducción de huella ecológica, entre otras.
El ejemplo Bloomberg.- Michael Bloomberg fue alcalde de Nueva York durante tres periodos y logró que esa megalópolis fuera más amigable con el ambiente. Demostró que localmente puede avanzarse más que desde el gobierno. Ahora el Secretario General de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, lo ha nombrado “enviado especial para las Ciudades y el Cambio Climático”, y este asesora sus conversaciones con los alcaldes del mundo para luchar contra el cambio climático.
Durante su gestión, Bloomberg logró reducir casi 20% las emisiones de gases efecto invernadero. ¿Su estrategia?, más zonas peatonales, más seguridad, más carriles para bicicletas, incentivos para que los taxistas utilicen vehículos híbridos y que los constructores apuesten por infraestructura energéticamente eficiente.
En esas debería estar la alcaldesa, mientras el ministro tendría abocarse a la COP-20, una reunión de trascendencia planetaria, como pocas.
PNUD:
el cambio que viene.- El Programa Naciones Unidos de Desarrollo, PNUD, ha
publicado el “Informe sobre Desarrollo Humano 2013 para el Perú”. Se trata de
“uno de los productos emblemáticos”, que esperan convertir en “el resultado de
un esfuerzo compartido con las instituciones del gobierno, de la sociedad civil
y del sector empresarial”..
El
Informe incorpora la variable del cambio climático y cómo impactará sobre
los avances, los planes y proyectos para el desarrollo humano. Esto en el afán
de que el tema se incorpore en la “agenda del debate nacional como clave para
los destinos del país”.
El
cambio climático ya afecta a la población, a la propiedad, a las actividades
económicas, la infraestructura y los ecosistemas.
“Las
crisis climáticas –alerta PNUD- tienen la capacidad de erosionar o destruir las
bases de sustento y capacidades de los más pobres, con el riesgo de lanzarlos a
una espiral descendente que se transmite a las generaciones siguientes”.
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