lunes, 3 de marzo de 2014

LOS RIOS DE NUESTRA LIMA DE ANTAÑO

Es una tarde de enero. La brisa sopla a lo largo de la playa y la crin de los caballos se alborota. Los estandartes flamean seguros. Los jinetes avanzan desconcertados, pero con una buena dosis de sorpresa.
Unos metros más adentro el desierto se convierte en enormes campos de cultivo. En ese momento no conocen bien los nombres de los productos que comen sus habitantes: son plantaciones de palta, camote, papa, maíz, pallares, frejoles, rocoto, ají, maní. Los sabores más dulces los dan la chirimoya, la lúcuma, el pacae.
Uno de los rasgos más llamativos de este lugar, que la población local insiste en llamar Limaq, es que está atravesado por muchos ríos y riachuelos.
Lo que tampoco saben los visitantes a caballo es que este escenario no es natural. Son valles artificiales que, hasta ese momento, habían tomado más de 2.500 años en crearse. Valles que habían sido arrebatados al desierto a pulso.
EL CORDÓN UMBILICAL
Los más educados de ellos empezaron a escribir. Pedro Cieza de León, uno de los primeros en ver esa Lima sentenció: “Es una de las buenas tierras del mundo”. Agustín de Zárate, contador y cronista, anotó que “en cada casa hay una acequia de agua sacada del río, que podría hacer moler un molino”.
No cabía duda. Esta tenía que ser la nueva capital, y así dejaron constancia ese 18 de enero de hace casi 500 años. Con frecuencia, y con el humor negro con el que el limeño trata a su ciudad, se decía que de haber pasado en invierno estos caballeros habrían seguido de largo.
Lo que parece más cierto hoy es todo lo contrario. Lima estaba destinada a ser la capital. Una de las razones para eso eran sus canales de irrigación. “Sin la Lima prehispánica, la Lima española no habría sobrevivido”, dice el arquitecto Juan Gunther, reconocido experto en la historia de la evolución de la ciudad.
Para eso debieron tener un profundo conocimiento del suelo, “porque hacer un canal no es cualquier cosa; no es simplemente abrir una zanja”, dice. Además, ninguno de los ríos podía regar todas las chacras al mismo tiempo.
SUELO Y ANTIGÜEDAD
Desde el Centro Histórico hasta Chorrillos, hay un declive en el terreno. “Entre Ate y Miraflores hay una pendiente permanente y por cada 100 metros baja 1,33 metros. Esa es la pendiente de Lima”, cuenta Gunther. Esto quiere decir que no se podía hacer un canal perpendicular, porque el agua habría erosionado el fondo. Tampoco en otro sentido paralelo, porque el humus se habría asentado, levantando el fondo del canal. “Se necesitaban ángulos muy precisos para que el sistema funcionase”, explica el arquitecto Gunther.

En cuanto a su antigüedad, por años se había sostenido que los más antiguos podían ser del 200 a.C. Según Joaquín Narváez, un arqueólogo que ha trabajado su tesis doctoral sobre estos canales, se puede asegurar, sin lugar a dudas, “que empezaron a construirse 3.000 años atrás”. La medición la hace extrapolando elementos como arquitectura y cerámica. Incluso sostiene que es posible que se hayan empezado a construir mucho antes, pero faltan estudios para asegurarlo de manera definitiva.

Lo que han dejado en claro las investigaciones que se han venido realizando en este campo es el tipo de sociedad que los creó, porque –señala– no se pudo construir algo de tal magnitud sin haber tenido una sociedad organizada y altamente calificada, donde tenían lo que hoy llamaríamos ingenieros, administradores y jueces.

CANALES MADRE
En esa sociedad organizada había que decidir quién recibía el agua, cuándo, por cuánto tiempo, en qué cantidad, quiénes recibían más, quiénes recibían menos. Antes, como hoy, en Lima no llovía, por lo que estos valles tenían que regarse de manera eficiente con agua que provenía de algunos de los tres ríos de la capital, a través de sus múltiples canales.
El sistema que se encontró cuando llegaron los españoles consistía de cuatro canales madre: Ate, Surco, Huatica y Magdalena. Según el arqueólogo Rommel Ángeles, del museo de Pachacámac, los canales principales podían llegar a tener de tres a cuatro metros de ancho, por lo que en la Colonia dieron por llamarles ríos.
Los secundarios, para regadíos menores, podían tener un metro de ancho, y luego había una cantidad enorme de acequias. Se cree que la profundidad no era mayor de un metro, en los principales, y menos de 30 cm. para las acequias.
RICA HERENCIA
Según el arquitecto José García Calderón, durante la cultura Lima (200-600 d.C.) se produjo la primera y mayor expansión de la frontera agrícola del valle de Lima. “Muchos asentamientos comienzan a aparecer después de que se amplían los canales, como Huallamarca y Pucllana, con lo que se permite que la ocupación del valle sea mucho mayor”, explica.
Estos canales hicieron posible también la Lima colonial, porque aquí se establecieron las haciendas que subsistieron durante más de 400 años hasta los años 60, cuando la expansión urbana de la capital empezó a avanzar sobre los antiguos campos de cultivo.
Hoy podemos afirmar que el ingenio de esos antiguos limeños le dio vida al territorio que habitamos. Los canales que construyeron permitieron la domesticación de las plantas, tan fundamental y necesaria para el desarrollo de la gastronomía actual. Sin ese trabajo ancestral, Lima aparecería hoy en los mapas del mundo no como una compleja y palpitante capital, sino como un punto más en un vasto y nublado desierto.
PRINCIPALES CANALES PREHISPÁNICOS
ATE (LATI:
11 km, llamado río Vitarte. La bocatoma está a la altura del puente Huachipa. Riega desde Santa Clara a Puruchuco y Rinconada.
SURCO (SULCO:
29,5 km, llamado también río Surco. Es el más largo y caudaloso de los cuatro. Sale de la zona de Ate, más arriba de La Atarjea y riega la parte baja del valle hasta Chorrillos.
HUATICA (GUATCA:

Suele creerse que la historia de Lima comienza con su fundación española el 18 de enero de 1535. La verdad es que el valle que ocupa nuestra ciudad, elegido por Pizarro para ser la sede de la capital del futuro Virreinato del Perú, desde varios siglos antes ya formaba una red de señoríos costeños y un complejo agrícola muy productivo que, en el siglo XVI, pertenecía a los Taullichusco. El extenso y rico valle del Rímac, con la llegada de los españoles, se iría transformando y acogería a diversas reducciones o pueblos indígenas rurales y a muchas haciendas regadas por los canales o “acequias” que salían del Rímac, como:
1. El llamado “río” Magdalena, cuya toma se encontraba detrás de la actual ubicación del Palacio de Gobierno, que regaba la zona nor-oeste del valle.
2. El llamado “río” Huatica, derivado del Rímac, a la altura del espolón nor-este del Cerro San Cristóbal.
3. El llamado “río” Surco, el más caudaloso de los tres canales y que se originaba frente a la antigua población de Lati, el actual Ate-Vitarte. Después de un largo recorrido, regaba todo el antiguo Surco, desde Limatambo, hasta las estribaciones de los cerros de Lurín, o sea el área correspondiente a los actuales distritos de Miraflores, Barranco y Chorrillos.
El “río” Huatica o Acequia de la Ciudad o Acequia de Santa Clara (porque entraba a Lima por el Molino de Santa Clara, en el barrio actual de Monserrate) se origina en la ribera norte del río Rímac. Este canal fue usado presumiblemente desde el año 1000 d.C. por los curacas locales para fertilizar las tierras en las que 500 años después se fundaría la Ciudad de los Reyes. Como lo anota Fernando Flores-Zúñiga (Haciendas y pueblos de Lima: historia del valle del Rímac, vol. 1), el canal regaba los campos limitados entre los que es hoy Maranga y Surco-Ate a través de una red de acequias menores hasta desembocar en los acantilados de la actual Marbella. Hacia la segunda mitad del siglo XVIII, esas acequias sumaban 17, siete de ellas inscritas dentro del casco urbano. Usado en ciertas zonas hasta casi la tercera década del siglo XX, el “río” Huatica explica la fértil condición del suelo limeño y fue la base del paisaje agrario que tuvo nuestra Capital hasta la modernización urbana emprendida desde los tiempos del presidente Leguía, hacia la década de1920. El Huatica regaba a las haciendas y chacras que se ubicaban en los que hoy es La Victoria, Santa Beatriz, Jesús María, Lince, San Isidro, Orrantia y Santa Cruz.
Pero las aguas del Huatica no sólo sirvieron para regar haciendas. Por ejemplo, la ubicación que actualmente tiene la Casa Nacional de Moneda (Junín con Paruro), data desde 1683, año en que el entonces virrey, Melchor de Navarro y Rocaful, duque de la Palata, adquirió dicho solar para la Casa de Moneda de Lima, que usó las aguas del río Huatica como fuente de energía para el proceso de fabricación de monedas.
MAGDALENA:
8 km. La bocatoma estaba detrás del actual Palacio de Gobierno.
Regaba el valle hasta Magdalena. Se dividía en dos canales menores: Maranga (Malanga): 5 km, que iba de San Miguel al mar, y La Legua (Guala): 10 km, que iba de Maranga a La Legua.
Había varios otros canales en los valles de Chillón y de Lurín, así como una serie de lagunas de depósitos.







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