lunes, 13 de abril de 2015

EL MONTE CASTRO Y EL PUEBLO DE ORE

Un castro es un lugar fortificado o hábitat humano situados en lugares elevados. Fueron muy comunes en toda la Península. Principalmente son de la Edad del Hierro, pero se cree que empezaron a construirse al final de la Edad del Bronce.
El castro era, en esencia, un poblado instalado en una posición topográfica dominante al que sus habitantes dotaron además con defensas. Los fosos y murallas que protegían el caserío son la mejor expresión del tipo de sociedad que las concibió. Durante los siglos previos a la conquista romana, periodo que en términos arqueológicos se denomina Edad del Hierro, sus habitantes se organizaban en comunidades autárquicas que competían entre ellos por los recursos más indispensables: la caza, las tierras cultivables, la madera, los yacimientos minerales, etc.
El emplazamiento estaba condicionado por las necesidades defensivas, por lo que, en general se sitúan en lugares de difícil acceso: cabos o promontorios acantilados en la costa, montes o elevaciones aisladas dominantes sobre su entorno en el interior. Se dice que un castro siempre tiene visibles varios a su alrededor y que entre ellos tenían sus sistemas de comunicación.
Es difícil datar con cierta exactitud la cronología de la llamada cultura castreña. No existe constancia arqueológica sobre ello pero el poblamiento castreño se centra en el siglo VI antes de Cristo hasta el II d.C. La etnia de sus pobladores también es motivo de opiniones dispares: para unos sus habitantes eran continuadores de la anterior etapa, para otros, pueblos nuevos, indudablemente celtas.
Durante los aproximadamente mil años transcurridos entre el final de la Edad del Bronce y la plena implantación romana no se conoce otra modalidad de asentamiento humano que el fortificado. Es por esta razón que, aun abarcando un periodo tan vasto de nuestra Historia, la mayor parte de arqueólogos e historiadores coinciden en denominarlo con el término genérico de Cultura Castreña por ser este, el del hábitat fortificado, el rasgo más representativo y reconocible de los pueblos asentados en los territorios.
En la zona occidental de Asturias abundan los este tipo de castros, principalmente debido a la riqueza minera de la zona, lo cual fue motivo de su poblamiento durante más tiempo así como la creación de otros nuevos en tiempos de los romanos. Se cree que muchos castros del occidente asturiano son anteriores a la época romana.
Los habitantes de los castros se dedicaban al pastoreo, la minería, la caza y la pesca; se alimentaban con bellotas, según testimonios del griego Estrabón, con las que elaboraban un tipo de pan; también con otros frutos que recolectaban por los bosques; tenían ganado ovino, bovino, caprino y caballar y pastoreaban; de ellos obtenían leche, lanas y carnes.
En los siglos siguientes, las influencias de otras culturas, principalmente la romana, supone la construcción de más elementos defensivos y viviendas con cubiertas de pizarra, pudiéndose distinguir tres zonas diferenciadas dentro del castro: habitable, animales y trabajo.
Testimonios como el dolmen de Paredes o el menhir de Ovienes, permiten suponer la presencia humana a lo largo de la Prehistoria, continuando en época castreña -lo cual es avalado por la presencia de varios castros en la zona- hasta llegar a la dominación romana.
La representación castreña es abundante en el Concejo. Algunos de los identificados son: El Castiecho en La Calea, El Castiecho, en Zreizal, Castiel en Luarca, El Castro en Ore, Cerco los Moros, en Paredes, La Cogocha, en Canero, La Porica, en LLendecastiello, y algunos más.
La ausencia de excavaciones nos ha privado de determinar con exactitud la fecha de construcción de los mismos.
Según J.M. González, catedrático de la Universidad de Oviedo, todos ellos estarán emplazados en un área “periférica” respecto de las posiciones de los pésicos, pueblo prerromano que ocupó en esta zona durante casi 600 años.
Algunos estudiosos de Geología, sostienen que la mayor parte de los castros del interior se relacionan con explotaciones auríferas de tiempos romanos.

EL MONTE CASTRO

En la cima del Monte Castro, -de ahí su nombre- existe un castro, no excavado ni estudiado, pero si datado entre los existentes en Asturias. Así lo atestigua el Catedrático de la Universidad de Oviedo José Manuel González en Archuvum I, XVI, 1966, que escribía “la época de los castros en Asturias alcanza de cuatro a seis siglos de Prehistoria en la Edad de Hierro y dos o tres de Protohistoria en la Época Romana”. Esta afirmación, daba por supuesto el origen prerromano del fenómeno castreño en Asturias y reconocía su pervivencia en época romana tras la conquista.
En él hay paredes y fosos que configuran dependencias y los más viejos dicen que también había un túnel por el que se podía caminar de pie. No se sabe la longitud de este túnel, pero una leyenda dice que tenía salida en el Pontigón.
Dice otra leyenda que a la entrada del castro hay enterrado, a la derecha, un cofre con un tesoro y, a la izquierda, otro con veneno. El castro está sin fechar, pero puede tener entre 2.000 y 2.500 años y habría sido ocupado por los pésicos, una tribu de origen celta que ocuparon estos territorios durante más de seiscientos años. Eran un pueblo independiente, que se regían por leyes del derecho consuetudinario. La llegada de los romanos, modificó en gran medida su secular modo de vida, aunque gran parte de los pobladores nunca se sometió a ellos.
En la actualidad nuestro castro, lamentablemente, está cubierto de pinos y matorrales, que lo hacen impracticable e imperceptible. Ha sido motivo continuo de destrucción por la erosión del terreno; también durante la Guerra Civil sufrió destrucción por tropas de los dos bandos contendientes y, últimamente se han destruido paredes y tapado fosos con el objeto de poder circular con vehículos agrícolas y forestales.
Es nuestro vestigio del más antiguo asentamiento humano que tenemos y, seguramente, el origen de nuestro pueblo, pero, está en un estado deplorable, cubierto por las malezas y matorrales, ignorado y olvidado.
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EL PUEBLO DE ORE, ORIGEN DEL NOMBRE


ORE es un nombre único, no solo en Asturias, sino que en España no aparece otro nombre igual en ningún nomenclátor de pueblos. Sin embargo, si aparecen varias localidades con este mismo nombre en Europa y en África.
El topónimo ORE o OURE es de origen latino derivado de la palabra AURUM, cuyo significado es ORO. Así consta en el Diccionario Geográfico de Asturias.
También lo consideran así quienes relacionan el nombre con la existencia de este mineral en su subsuelo, y apoyan esta tesis basándose en que existe un paraje que se denomina La Mina, donde antiguamente había restos visibles de posibles explotaciones auríferas, seguramente de época romana que, con el paso de los años, se fueron tapando para facilitar el cultivo de las tierras.
Otros sustentan la teoría de que la palabra deriva de orar (rezar), y la sostienen en que alrededor del año 1.000 de nuestra era, la población se agrupaba en tres categorías:
Laboratores: Eran los que trabajaban la tierra para proporcionar alimentos: los campesinos. Carecían de privilegios y sobre ellos recaían todas las cargas fiscales.
Bellatores: Eran los guerreros, los caballeros que se dedicaban a la guerra, los protectores del pueblo de Dios, ordenes privilegiadas. 
Oratores: Los eclesiásticos, los que se dedicaban a orar. Administraban los sacramentos y ayudaban al pueblo y tenían privilegios.
De aquí, creen, puede derivar el nombre de ORE, más, teniendo en cuenta que en este lugar hubo un cenobio de oratores que podría haber dado lugar a la fundación y nombre del pueblo. Existió un cenobio o monasterio hasta el siglo X. El cenobio pudiera ser de cuatro o seis monjes que cultivaban la tierra y se dedicaban a la oración; quizá estuviese ubicado cerca de la capilla y esta fuese fundada por ellos bajo la advocación de la Virgen de Covadonga patrona de Asturias.
En la actualidad no quedan restos del monasterio o cenobio, ya que sus ruinas estarán enterradas después de mil años.

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