Estoy en Lima en este febrero y se me viene a la memoria los carnavales de antaño, ya ahora no existen. Días después en una reunión con varios compañeros de mi colegio, surgió el tema de los carnavales y otro anuncio que los carnavales ya
no existían, refiriéndose probablemente a la imagen que él tenía en la cabeza
de sus febreros hace más de cincuenta años, cuando esta Lima era otra y los
carnavales también. Sin embargo los carnavales están vivitos y coleando, por ejemplo en el interior del
país.
En muchas oportunidades se han hecho
investigaciones sobre los carnavales en Latino américa, que los hay desde
modestos y casi desconocidos hasta los más publicitados y encontré similitudes estilísticas
y de carácter que me permitieron agruparlos en dos categorías geográficas: los
carnavales de la costa y los carnavales del interior.
Los de a costa pueden agruparse en
Río, Salvador, Buenos Aires, Corrientes, Gualeguaychú (estos últimos, aunque al
interior de la Argentina, son la excepción a la regla, pero están conectados
por ruta fluvial a la costa), Montevideo, Barranquilla, República Dominicana,
Carúpano, Valparaíso, Las Tablas, Veracruz, entre otros menos conocidos. Los
ejemplos de los carnavales del interior están en Juliaca, Ayacucho, Cajamarca,
Jujuy, Pasto, Riosucio, El Callao (Venezuela), Tarija, Oruro, Ambato y Tlaxcala.
Los carnavales de la costa, por el tráfico
de esclavos y u permanencia en las partes bajas, tienen una mayor amalgama
negra, su ánimo es más sensual y tienden a la desnudez, a mostrar más carne.
Son igualmente más cosmopolitas, atentos y permeables a recibir más influencias
externas. Mutables y cambiantes, se adaptan a las exigencias de una urbe y sus reglamentos. Los carnavales
del interior, por el contrario, tienden mostrar menos cuerpo (quizás también
por el clima) aunque últimamente las faldas se vayan haciendo más pequeñas cada
vez. Hay una mayor utilización de la máscara como exteriorización de lo
interior, es decir, es un carnaval que expresa un estado interno del alma. En
estos carnavales se muestra una conexión
más evidente con el pasado prehispánico
en sincronía con el presente, el respeto por el entorno que habla y se
manifiesta (fauna, flora, ecología, fenómenos naturales) y una muestra de
comunión y solidaridad estableciendo nexos con los integrantes de la comunidad
para fortalecer el carácter grupal de sus sociedades. Se nutren de una
inmutabilidad del tiempo, un tiempo cíclico, como lo que propone el mismo
carnaval.
La comunión de ambos está en la alegría,
la música, el trastrocamiento del orden y las jerarquías sociales. Esta
clasificación no es mutuamente excluyente, hay elementos que se traslapan entre sí, es decir, un carnaval costeño puede
tener elementos mágico agrarios también, así como tradiciones que se mantienen
en el tiempo, a la misma vez, un carnaval del interior puede tener influencia
de la sexualidad propia del carnaval costeño.
¿Y en Lima? Lejanos el son de los
diablos, los papahuevos, los carros de Leguía, los bailes de Barranco…es verdad,
no existe el carnaval.
No hay comentarios:
Publicar un comentario