jueves, 23 de abril de 2015

LOS CARNAVALES EN NUESTRA LIMA ANTIGUA

Estoy en Lima en este febrero y se me viene a la memoria los carnavales de antaño, ya ahora no existen. Días después en una reunión con varios compañeros de mi colegio, surgió el tema de los carnavales y otro anuncio que los carnavales ya no existían, refiriéndose probablemente a la imagen que él tenía en la cabeza de sus febreros hace más de cincuenta años, cuando esta Lima era otra y los carnavales también. Sin embargo los carnavales están vivitos  y coleando, por ejemplo en el interior del país.
En muchas oportunidades se han hecho investigaciones sobre los carnavales en Latino américa, que los hay desde modestos y casi desconocidos hasta los más publicitados y encontré similitudes estilísticas y de carácter que me permitieron agruparlos en dos categorías geográficas: los carnavales de la costa y los carnavales del interior.
Los de a costa pueden agruparse en Río, Salvador, Buenos Aires, Corrientes, Gualeguaychú (estos últimos, aunque al interior de la Argentina, son la excepción a la regla, pero están conectados por ruta fluvial a la costa), Montevideo, Barranquilla, República Dominicana, Carúpano, Valparaíso, Las Tablas, Veracruz, entre otros menos conocidos. Los ejemplos de los carnavales del interior están en Juliaca, Ayacucho, Cajamarca, Jujuy, Pasto, Riosucio, El Callao (Venezuela), Tarija, Oruro, Ambato y Tlaxcala.
Los carnavales de la costa, por el tráfico de esclavos y u permanencia en las partes bajas, tienen una mayor amalgama negra, su ánimo es más sensual y tienden a la desnudez, a mostrar más carne. Son igualmente más cosmopolitas, atentos y permeables a recibir más influencias externas. Mutables y cambiantes, se adaptan a las exigencias  de una urbe y sus reglamentos. Los carnavales del interior, por el contrario, tienden mostrar menos cuerpo (quizás también por el clima) aunque últimamente las faldas se vayan haciendo más pequeñas cada vez. Hay una mayor utilización de la máscara como exteriorización de lo interior, es decir, es un carnaval que expresa un estado interno del alma. En estos carnavales se muestra una conexión  más evidente con el pasado prehispánico  en sincronía con el presente, el respeto por el entorno que habla y se manifiesta (fauna, flora, ecología, fenómenos naturales) y una muestra de comunión y solidaridad estableciendo nexos con los integrantes de la comunidad para fortalecer el carácter grupal de sus sociedades. Se nutren de una inmutabilidad del tiempo, un tiempo cíclico, como lo que propone el mismo carnaval.
La comunión de ambos está en la alegría, la música, el trastrocamiento del orden y las jerarquías sociales. Esta clasificación no es mutuamente excluyente, hay elementos que se traslapan  entre sí, es decir, un carnaval costeño puede tener elementos mágico agrarios también, así como tradiciones que se mantienen en el tiempo, a la misma vez, un carnaval del interior puede tener influencia de la sexualidad propia del carnaval costeño.

¿Y en Lima? Lejanos el son de los diablos, los papahuevos, los carros de Leguía, los bailes de Barranco…es verdad, no existe el carnaval.

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