jueves, 23 de abril de 2015

LAS ANTIGUAS RETRETAS EN NUESTRA LIMA DE ANTAÑO

En una época en que aun el cine no había llegado a la ciudad de Lima, y las noches apenas eran alumbradas por lamparas de gas en las principales calles y plazas de Lima, un entretenimiento importante para los vecinos de la ciudad fueron las retretas, representaciones musicales efectuadas por las bandas militares y que generalmente se daban los sábados y domingos en los parques centrales y en la Plaza de Armas.
Eran famosas a inicios del siglo XX, la retreta de la Plaza Santa Ana -hoy Plaza Italia- dada por la Banda de Gendarmes (que después seria la Guardia Republicana), que bajo la dirección del conocido maestro José Libornio Ibarra, llego a contar hasta con 150 músicos. También estaba la de la Plaza de Armas, dada por la misma banda. Las del Paseo Colón, dada por el regimiento de infantería acantonado en el Fuerte de Santa Catalina, y que desde su ingreso al Paseo Colón por la Avenida. Graú, anunciaba su proximidad mediante los acordes de una marcial marcha militar.

Las del Malecón de Chorrillos dada por la Banda de la Escuela Militar. Las del Parque Municipal de Barranco, dadas por la misma banda; las de la glorieta del entonces Parque Central de Miraflores, muy de tarde en tarde y las de La Punta, ofrecidas por la Banda de la Escuela Naval o por la de la Artillería de Costa, del Callao. En la Plaza del Ovalo en el Callao, también se daban retretas aunque un tanto esporádicas.
Lo curioso en las retretas era que las muchachas daban vueltas a las plazas, plazoletas o parques, en un sentido, mientras que los hombres lo hacían en sentido contrario. Desde luego, cuando el intercambio de miradas había sido lo suficientemente "correspondido" se producía la conversación y luego ya, las parejitas se paseaban juntas, mientras los amigos comentaban "ya tomo viaje" o "ya se enganchó a la locomotora" (expresiones de la época).

En Barranco, las parejitas solían sentarse en un lugar situado frente a la Municipalidad, en el que frondosos árboles impedían que la "impertinente" luz eléctrica dejase pasar sus rayos luminosos. A este lugar se le dio el nombre de "camotal" y no son pocos los abuelitos que iniciaron sus amores en este romántico lugar. 

En Chorrillos, el lugar preferido era el entonces elegante Malecón. Las familias cuyas casas miraban hacia este, "recibían" en las noches de retreta, a sus amistades y cuando ya la banda se retiraba, se servia el clásico chocolate para dar lugar a que la tertulia continuase.
En el Paseo Colón, a principios del siglo XX, los caballeros solian dar vueltas luciendo hermosos y briosos caballos. Posteriormente, en este mismo lugar, las retretas daban lugar al mismo sistema carrousel de las parejitas, como se explico lineas arriba.

La remodelación de la mayoría de parques, del Paseo Colón con el corte para la avenida Wilson y la supresión de lugares destinados a las bandas militares, dio lugar a que las retretas pasaran al recuerdo y se perdiese esa costumbre tan llena de encanto y de muchos recuerdos para los limeños de antaño.

Pero también las retretas fueron recordadas por mucho tiempo por un suceso trágico ocurrido en una de ellas, y que motivo hasta la intervención del Congreso de la República y fue muy comentado durante años.
Sucedió en el Parque Municipal de Barranco. El Sr. Guillermo Porras (padre del historiador Raúl Porras Barrenechea) había ido al parque de Barranco a guardar una banca para que su esposa e hijos pudieran oír cómodamente la retreta ofrecida por la banda del Colegio Militar de Chorrillos. Se le acercó entonces Arturo Campo y  Plata con su esposa y le hizo conversación. En determinado momento, la esposa de Campo y Plata (que parece haber permanecido sin intervenir en esta conversación) le dijo a su marido algo en francés. Porras, quien también sabia francés, al oír esta frase, se enfureció, y, diciendo que a él nadie le daba lecciones de urbanidad, abofeteó a Campo y Plata, quien le respondió con unos golpes de bastón. Los contrincantes fueron separados por algunos asistentes, pero Campo y Plata, considerándose gravemente ofendido por Porras, le envió a sus padrinos (Leoncio Lanfranco y Alberto Panizo) para concertar un duelo. El encuentro tuvo lugar el día 23 de marzo de 1899 a las 5 p.m., en el fundo Santa Beatriz. Se batieron a pistola. Los padrinos de Porras fueron Juan José Rospigliosi y Vigil y Luis Astete y Concha. Porras cayó abatido por un disparo mortal en la cabeza, según el parte del intendente de Lima. Campo y Plata se dio a la fuga, aunque después fue encontrado, disfrazado de indio, en el Callao. Se le encarceló, al igual que los cuatro padrinos del duelo, y fueron condenados por la Sala del Crimen, el 18 de agosto de 1899, a las penas prescritas para el caso en el Código Penal: cuatro años de cárcel para Campo y Plata y tres años para cada uno de los padrinos. Esta sentencia no se llegó a cumplir porque la Cámara de Diputados aprobó un indulto para todos los condenados, por ochenta y dos votos frente a dos.


Sin duda, el tema del honor era cosa seria en el pasado. Y ocurrió, en una retreta...

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