En el siglo XIX Lima era una
ciudad de agitado y exquisito tránsito. Al caminar de las personas se le sumaba
también el puntual discurrir de los pregoneros. Postres, productos de pan
llevar y hasta el seviche iban flotando en las avenidas de la mano de
obstinados vendedores.
El célebre Ricardo Palma, en
su tradición titulada “Con días y ollas venceremos”, cuenta que en sus tiempos,
a fines del siglo diecinueve, parecía que “en Lima, la ocupación de los vecinos
hubiera sido tener en continuo ejercicio los molinos de masticación llamados
dientes y muelas”.
Y afirma que “casas había en
que para saber la hora no se consultaba reloj, sino el pregón de los vendedores
ambulantes”. Por ejemplo, “la lechera indicaba las seis de la
mañana. La tisanera y la chichera de
Terranova daban su pregón a las siete en punto. Elbizcochero y la
vendedora de leche-vinagre, que gritaba ¡a la cuajadita! designaba
las ocho, ni un minuto más ni un minuto menos”.
También Manuel-Atanasio
Fuentes se ocupó en 1860 de los pregones de la ciudad (1) y tuvo el cuidado de
registra cada uno de ellos. Anotó que “los primeros vendedores que aparecen en
las mañanas son los heladeros, las tisaneras y los bizcocheros”. Los primeros
anunciaban sus productos así:
“¡Eh riqui piñi! [helados
ricos de piña] y de leeist [y de leche]”.
Las tisaneras, “negras y
sambas”, cantaban esto:
“¡Se va la tisaneee… cebaaa
con piña! ¡Vaya con la chicha piñi; muchacha! ¡terranoviiii!”.
Fuentes agrega que “la
entonación y palabras de los bizcocheros son muy variadas; algunos solo
exclaman ¡se va el viscochee!Otros: ¡Buen pan de Guatemala!”.
En la Semana Santa los
bizcocheros ofrecían el famoso pan de dulce. El mismo autor indica
que “es imposible concebir la variedad de voces y de tonos con que se repiten
los gritos de:
¡Pan de ulce… pan
de ulce… buen pan de regalo!
¡Pan de ulce, pan
de ulce y de regaalo pan de ulce!
¡De la concición
cosa güena” [sic].
Fuentes contaba que “a las
nueve o diez de la mañana, se anuncia la almuercera que en una
enorme canasta que carga sobre la cabeza lleva varias ollas con frijoles, chanfaina, arroz y sango
de yuyo y que convida a los gritos de:
¡Amozáa pué! ¡se
va la amuesee!
¡sanguito con
yuyo!...
¡frijolito con
aróoo!”
Y aclara que “a la misma hora,
y con mayor abundancia en los días de fiesta, aparecen los tamaleros y
tamaleras que sentados en el lomo de un burro, llevan a los costados de éste un
par de enormes canastas de tamales. Casi todas las tamaleras son negras
africanas bastante viejas, y sus pregones no pueden ser inteligibles para todo
forastero. Los gritos de la tamalera son:
¡Tamaleeee! tamaaa
¡Quién llama la
tamaleee!
¡ya meee ya yaaa
tamaa suaa!
¡ya se va la
tamalee!
¡tamalito
serranoooo! ¡calentito taa!
¡Asegurarse con
tiempo… que me voooó!”
Palma solamente indica que “la
vendedora de zanguito de ñajú y choncholíes marcaba
las nueve, hora de canónigos. La tamalera era anuncio de las
diez”.
Carlos Prince afirmaba en 1890
(2) que “en aquellos tiempos los picantes se vendían en Lima por negras que
recorrían las calles llevando sus ollas en una gran canasta, proporcionada al
objeto, la que cargaban en la cabeza, enconando su pregón de esta manera:
¡La picantera………!
¡Ajiaco, charque y
seviche!
¡Motesito
peladito!”
El tradicionista agrega que “a
las once pasaba la melonera y la mulata de convento vendiendo ranfañote, cocada, bocado
de rey,chancaquitas de cancha y de maní y frejoles
colados. A las doce… el proveedor de empanaditas de picadillo.
La una era indefectiblemente señalada por el vendedor de ante con ante,
la arrocera y el alfajorero”.
Además, “a las dos de la tarde
la picaronera, el humitero y el de la rica causa
de Trujillo atronaban con sus pregones. A las tres elmelcochero,
la turronera y el anticuchero o vendedor de bisteque
en palito clamoreaban con más puntualidad que la Mari Angola de la
Catedral. A las cuatro gritaban la picantera y el de la piñita
de nuez”.
A las cinco, aparecía el vendedor de
las caramanducas. A las seis el galletero. A las siete,
“pregonaban el caramelero, lamazamorrera y la champucera”.
Y, por último, a las ocho de la noche, el heladero y el barquillero.
A partir de esa hora, según Palma, “el sereno del barrio” cantaba, “entre piteo
y piteo:
¡Ave María
Purísima!
¡Las diez han
dado!
¡Viva el Perú, y
sereno!”.
Fuentes registra lo mismo,
aunque de otra manera. Según él, algunos canturreaban con su peculiar acento: “¡Ave
María Poris….iiima, las diez han dado; veva el Pirú y sereenoo!” Y
otros: “¡Agüe Marea Porisiiimaaa, el once ha dado, veva el Piró – serenóo!”
[sic].
Ante tal abundancia de potajes
que flotaban por las calles –desde el seviche hasta los tamales, pasando por
los frejoles con arroz y las empanadas de picadillo, entre otros bocados
criollos, salados y dulces– uno comprueba lo muelle y sensual que era la vida
en esos tiempos. Entonces a nadie se le hubiera ocurrido hablar de dietas de
bajas calorías como hogaño.
A pesar de la afición a comer
durante todo el día que tenían los antiguos vecinos de esta urbe, sólo catorce
calles llevan nombres vinculados a alimentos. El resto, que era la mayoría,
recordaba maás bien a algún exponente del abundante santoral católico o a
hechos o leyendas vinculados al culto oficial.
Las calles con nombres
“comestibles” están principalmente en el centro de Lima y son las siguientes:
Camaroneros.- Malecón del
Rímac cuadra 4.
Higuera.- Jr. Cuzco cuadra 2.
Huevo.- Av. Tacna cuadra 5.
Lechugal.- Jr. Huallaga cuadra
7.
Mantequería.- Av. Tacna cuadra
2.
Mondongueras.- Jr. Chira
cuadra 1.
Naranjos.- Jr. Ayacucho
cuadras 12, 13.
Pacae.- Jr. Carabaya cuadra 9.
Patos.- Jr. Arequipa cuadra 5.
Pejerrey.- Jr. Jauja cuadras
2, 3.
Pescadería.- Jr. Carabaya
cuadra 1.
Picantería.- Jr. Lampa cuadra
5.
Rastro de la Huaquilla (3).-
Jr. Cangallo cuadra 1.
Rastro de San Francisco.- Jr.
Ancash cuadra 2.
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