EL INCA GARCILASO DE LA VEGA
Su nombre
verdadero era Gómez Suárez de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la
Vega, nació en el Cuzco el 12 de
abril de 1539 y murió en Córdoba (España) el 23 de abril de 1616) fue un escritor
e historiador peruano de ascendencia española
. Se le considera como el "primer mestizo biológico y espiritual de América ", o en otras
palabras, el primer mestizo racial y cultural de América que supo asumir y
conciliar sus dos herencias culturales: la indígena americana y la europea,
alcanzando al mismo tiempo gran renombre intelectual. Luis Alberto Sánchez lo
describe como el "primer
mestizo de personalidad y ascendencia universales que parió América".3 Se le conoce
también como el "príncipe de los escritores del Nuevo Mundo",
pues su obra literaria, que se ubica en el período del Renacimiento, se
destaca por un gran dominio y manejo del idioma castellano, tal como lo
han reconocido críticos como Menéndez y Pelayo, Ricardo Rojas, Raúl Porras
Barrenechea y José de la Riva Agüero y Osma, Mario Vargas Llosa le
reconoce también dotes de consumado narrador, destacando su prosa bella y
elegante. Temporalmente se le ubica en la época de los cronistas post
toledanos, durante el período colonial de la historia del Perú (fines
del siglo XVI e inicios del siglo XVII). Desde el punto de vista estrictamente
historiográfico, su obra tuvo mucha influencia en los historiadores peruanos
hasta fines del siglo XIX, cuando surgieron críticos que empezaron a cuestionar
la veracidad de sus informaciones. Su padre fue sobrino del célebre poeta
Garcilaso de la Vega del Siglo de Oro de España, por lo que el Inca
Garcilaso de la Vega sería sobrino-nieto por parte de la familia de su
padre del famoso poeta renacentista español.
En su obra cumbre, los Comentarios
Reales de los Incas, publicada en Lisboa en 1609, , expuso la historia,
cultura y costumbres de los Incas y otros pueblos del antiguo Perú, libro que
luego del levantamiento de Túpac Amaru II sería prohibido por la
Corona española en todas sus colonias de América, al considerarla sediciosa y
peligrosa para sus intereses, pues alentaba el recuerdo de los incas.6 Esta prohibición
rigió desde 1781, aunque la obra se siguió imprimiendo en España.
Otras obras importantes del Inca Garcilaso
son La Florida del Inca (Lisboa, 1605), que es un relato de la
conquista española de Florida; y la Segunda parte de los
Comentarios Reales, más conocida como Historia
General del Perú (Córdoba, 1617), publicada póstumamente, donde el autor trata
sobre la conquista del Perú y el inicio de la colonia.
Era hijo del conquistador español capitán Sebastián
Garcilaso de la Vega, de la nobleza extremeña, y de la ñusta o
princesa inca Isabel Chimpu Ocllo, nieta del Inca Túpac Yupanqui y
sobrina del Inca Huayna Cápac, emperador del "reino de las cuatro
partes o suyos" o Tahuantinsuyo (nombre del Imperio Incaico en
su lengua nativa quechua). Su nombre de bautismo fue Gómez Suárez de
Figueroa, que tiempo después, radicando en España, se lo cambiaría por el de
Inca Garcilaso de la Vega.
Gracias a la privilegiada posición de su
padre, que perteneció a la facción pizarrista, fue bautizado con los
apellidos ilustres del mayor de sus tíos paternos y de otros antepasados que
pertenecieron a la casa de Feria. Recibió en el Cuzco una esmerada educación al
lado de los hijos de Francisco y Gonzalo Pizarro, mestizos e
ilegítimos como él, pero durante sus primeros años estuvo en estrecho contacto
con su madre y con lo más selecto de la nobleza incaica, entre los que se
contaban los hijos del inca Huayna Cápac: Paullu Inca y Tito
Auquí. Accedió pues a la instrucción de los amautas o sabios
incas versados en la mitologia y cultura incas:
Sin embargo, su padre se vio obligado a
abandonar a la princesa inca a causa de la presión de la corona para que los
nobles españoles se casasen con damas nobles españolas, y así lo hizo para
matrimoniar con Luisa Martel de los Ríos; sin embargo, no lo hizo sin conceder
antes a su madre una cuantiosa dote, que le sirvió para casarse con Juan del
Pedroche, un soldado peninsular, de la que tendría el inca dos mediohermanas,
Luisa de Herrera y Ana Ruiz.
Su adolescencia estuvo ensombrecida por
las cruentas guerras civiles del Perú, y él y su padre padecieron la
persecución de los rebeldes Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal.
Su padre optó por enrolarse en el bando de Pizarro, aunque forzadamente, según
contaría más tarde el Inca Garcilaso, pero retornó al bando real sumándose al
ejército del presidente Pedro de Pedro de la Gasca durante la batalla
de Jaquijahuana, por lo que fue conocido despectivamente como el “leal de tres
horas”. Este episodio tendría luego mucha repercusión en la vida posterior del
Inca Garcilaso.
Hacia 1550, el todavía pequeño Garcilaso
fue enviado a Charcas, para volver después al Cuzco, donde fue testigo de
la rebelión de Francisco Hernández Girón o +99casión en la cual ayudó a su
padre, entonces alcalde ordinario de la ciudad, a huir por los tejados de las
casas (1553). Su padre le tuvo en gran estima, como demuestra el hecho del
cariño que le demostró su hijo en sus escritos y el hecho de que le legara en
su testamento (1559) tierras en la región de Paucartambo y cuatro mil pesos de
oro y plata ensayada para que el joven mestizo cursara estudios en España.
El 20 de enero de 1560 de a
los veintiún años de edad y poco después del fallecimiento de su padre,
Garcilaso salió del Cuzco rumbo a la Ciudad de los Reyes (Lima), dispuesto a
embarcarse hacia España. Este viaje se mostraría particularmente arriesgado.
Partió del puerto del Callao, estuvo a punto de naufragar en la isla
de Gorgona, pasó el istmo de Panamá, llegó a Cartagena de Indias ,
para tomar la ruta de los galeones hasta La Habana y las Azores,
donde un marinero portugués le salvó la vida antes de llegar a Lisboa.
Tras una breve estancia en Extremadura,
donde visitó a unos familiares, se estableció en el pueblo cordobés de Montilla donde
residía su tío Alonso de Vargas. Luego, en 1561, se trasladó a Madrid a
solicitar algunas mercedes que la Corona le debía a su padre por sus servicios
en el Perú, y allí conoció al conquistador Gonzalo Silvestre, quien le
suministró numerosos datos para su obra La Florida del Inca. Su
solicitud a la Corona le fue denegada (acusaron a su padre de favorecer al
rebelde Gonzalo Pizarro dándole un caballo que le salvó la vida en la batalla
de Huarina, y tal versión fue apoyada por los cronistas de indias oficiales).
Desengañado, pensó en volver a Perú en 1563, pero optó por permanecer en la
península y seguir la carrera militar, como su padre. Abandonó el nombre
de Gómez de Figueroa y firmó ya para siempre con el de Garcilaso de la Vega,
por el que sería conocido por la posteridad.
Como su padre, logró el grado de capitán,
y tomó parte en la represión de los moriscos de Granada bajo
el mando de don Juan de Austria (1569). Entre 1570 y 1571 se enteró de la
muerte de su madre y de su amado tío Alonso de Vargas; este último le adjudicó
bienes en su testamento que hicieron que ya en el futuro no tuviese que
preocuparse de su sustento y aún disfrutase de cierta holgura. En 1586 falleció
su tía doña Luisa Ponce, viuda de su tío Alonso, cuyos bienes acrecentaron aún
más su bienestar económico y le posibilitaron entregarse a la cultura. En 1590,
muy probablemente dolido por la poca consideración en que se le tenía en
el ejército por su condición de mestizo, dejó las armas y entró
en la religión.
Frecuentó los círculos humanísticos
de Sevilla, Montilla y Córdoba y se volcó en el estudio de la historia y
en la lectura de los poetas clásicos y renacentistas. Fruto de esas
lecturas fue la celebrada traducción del italiano que hizo de los Diálogos
de amor del filósofo neoplatónico León Hebreo, que
dio a conocer en Madrid en 1590 como La Traducción del Indio
de los Tres Diálogos de Amor de León Hebreo (su prólogo está fechado
en Montilla, 1586). Fue su primer libro, y la primera obra literaria de valor
superlativo hecha por un americano. Ya por entonces firmaba como Garcilaso Inca
de la Vega y se presentaba como hijo del Cuzco, ciudad a la que definía como
cabeza de imperio.
Por entonces tuvo una relación
estrictamente comercial con el célebre Luisa de Góngora, y en Montilla coincidió
con Miguel de Cervantes, que recaudaba fondos para la corona. Y parece ser
que Cervantes conocía las obras del insigne mestizo: había leído la traducción
por Garcilaso de los Diálogos de amor de León Hebreo.
Se trasladó a Córdoba en 1591, y
se relacionó con algunos doctores, como el jesuita Juan de Pineda, quien le
instó a preparar un comentario piadoso de las Lamentaciones de Job.
Por entonces continuaba recopilando material para sus proyectadas obras sobre
la conquista de La Florida y del Perú, así como todo lo relacionado con el
imperio inca. Una de esas fuentes fue la crónica, hoy perdida, de Blas
Valera.
En 1596 escribió la Genealogía
o Relación de la descendencia del famoso Garci Pérez de Vargas, nombre de
un célebre capitán que fue antepasado suyo, obra que no se publicaría sino
hasta el siglo XX.
Simultáneamente se relacionó con soldados
participantes de la conquista de La Florida y se encontró con dos, Alonso
Carmona y Juan Coles, que le obligaron a retocar lo que ya tenía escrito sobre
la expedición de Hernando de Soto. En 1605 publicó finalmente la obra
en Lisboa, con el título de La Florida.
En 1609 apareció publicada,
también en Lisboa, la Primera Parte de su obra cumbre, los Comentarios
Reales de los Incas, impreso en una buena edición por Pedro Crasbeeck y
dedicado a la princesa Catalina de Portugal, duquesa de Braganza. Hacia 1612 culminó
la Segunda Parte de esta obra, que fue publicada póstumamente en Córdoba con el
título de Historia General del Perú y dedicado a la Virgen María.
En 1612 Garcilaso compró la
Capilla de las Ánimas en la Catedral de Córdoba, donde su hijo sería
sacristán y donde quiere ser enterrado, y fallece cuatro años después, entre el
22 y el 24 de abril de 1616 como fechas probable.
El 25 de noviembre de 1978 de el rey
Juan Carlos I hizo entrega de una arqueta que contenía una parte de sus
cenizas; éstas reposan actualmente en la Catedral del Cuzco..
Siguiendo las corrientes humanistas
europeas en boga en su tiempo, Garcilaso, el Inca, inició un ambicioso y
original proyecto historiográfico centrado en el pasado americano,
y en especial en el del Virreinato Perú.
Considerado como el padre de las letras
del continente, en 1605 dio a conocer en Lisboa su Historia
de la Florida y jornada que a ella hizo el gobernador Hernando de Soto,
título que quedó sintetizado en La Florida del Inca. La obra contiene
la crónica de la expedición de aquel conquistador, de acuerdo con los
relatos que recogió él mismo durante años, y defiende la legitimidad de imponer
en aquellos territorio la soberanía española para someterlos a la
jurisdicción cristiana..
El título más célebre de Garcilaso el
Inca, sin embargo, fueron Los Comentarios Reales de los Incas, la primera parte
de los cuales apareció en 1609, también en Lisboa publicada por Pedro
Craasbeck. Escrito a partir de sus propios recuerdos de infancia y juventud,
escuchado directamente de sus parientes, de contactos epistolares y visitas a
personajes destacados del Virreinato del Perú, el relato constituye, pese
a los problemas de sus fuentes orales y escritas y a las incongruencias de
muchas fechas, uno de los intentos más logrados, tanto conceptual como
estilísticamente, de salvaguardar la memoria de las tradiciones de la civilización
andina. Por esta razón es considerada su obra maestra y se la ha reconocido
como el punto de partida de la literatura hispanoamericana..
La segunda parte fue publicada en Córdoba,
en 1617, con el título de Historia General del Perú, nombre que le impuso
arbitrariamente el editor:
Esta obra que es la más extensa que ha
producido su pluma, desarrolla con estilo vibrante la conquista del Perú,
las guerras civiles entre los conquistadores y la instauración
del Virreinato del Perú, así como la resistencia de los incas de
Vilcabamba que culmina con la ejecución del último de estos, Túpac Amarú I,
en la plaza del Cuzco en 1572. Incluye en sus páginas una rehabilitación
de su padre, el capitán Sebastián Garcilaso de la Pizarro.
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