jueves, 7 de febrero de 2013

LAS PRIMERAS CORRIDAS DE TOROS Y LA PLAZA DE ACHO DE LIMA


Cuando llegaron los conquistadores españoles a las nuevas tierras, trajeron junto a su idioma y su religión los usos y costumbres, en medio de ellas, las llamadas corridas de toros. Es así como estas corridas de toros comenzaron a celebrarse en todo el territorio del virreinato del Perú.
Los  conquistadores españoles con Francisco Pizarro a la cabeza del grupo y siendo la ciudad de Lima, la capital que preferían los españoles, es natural que fuera en el Perú en donde primero se celebraron las corridas de toros, y donde más arraigo tomaron, pues por aquel entonces los españoles no celebraban ningún fausto acontecimiento sin que se celebrara una corrida de toros. Por otra parte, los naturales y los mestizos acogieron con creciente entusiasmo esta magnífica fiesta de vistosidad sin igual, y la afición fue creciendo rápidamente y desde Lima se extendió a todo el territorio del Perú, y llegando aún más lejos. Cuando llegaron los conquistadores al Perú procedieron a traer desde España, todo cuanto pudiera hacerles falta, se trasladó naturalmente el ganado vacuno, que era desconocido en América, así como el ganado caballar. Por aquellos años, abundaba en España el ganado bravo (que recién estaba en proceso de selección, entre las que se importaron, llegaron seguramente algunas reses de esas características, con lo que se inició en los alrededores de Lima la cría del ganado bravo.
Se dan varias fechas de los primeros festejos taurinos en tierras del Perú. El escritor peruano Ricardo Palma en su libro Tradiciones Peruanas manifiesta que la primera corrida lidiada en Lima fue en 1538 en conmemoración de la derrota de los Almagristas, de lo cual no hay una fuente de datos fidedigna, y la otra, en cambio, la sitúa el lunes 29 de marzo de 1540, por la consagración de óleos, de la cual también se da cuenta en libros narrativos e históricos del propio clero, pero no en otras fuentes. Las constantes guerras entre los conquistadores concluyeron en el año 1556, con la llegada del tercer virrey Andrés Hurtado de Mendoza, de quien se dice que fue un hombre prudente, pero enérgico a la vez, por lo que pronto consiguió pacificar el virreinato. El virrey fue fundamental para el establecimiento definitivo de las corridas de toros en tierras americanas.
El propio Andrés Hurtado escribió: “Los derechos que el Alguacil Mayor de esta ciudad había de llevar por la ocupación y trabajo las tendrá cuando se corran toros y suplicamos ahora a Su Excelencia que de los toros que en esta ciudad corriesen en las fiestas, que el primer toro que se corriera de cada una de las dichas fiestas, sea y se dé al Alguacil Mayor de esta ciudad, atento a que él y sus alguaciles se ocupen mucho en el hacer y deshacer y guardar las talanqueras”. Esta cita figura en el libro Historia Taurina del Perú, de José Emilio Calmell.
El Convictorio de San Carlos y la Facultad de San Fernando —actualmente esta facultad pertenece a la prestigiosa Universidad Nacional Mayor de San Marcos— obligaba en aquella época a que sus alumnos que se doctoraban, tenían que costear una corrida de toros como agradecimiento a la corona española por su educación. Así se expresaba en su constitución: “Y más ha de ser obligado el que se doctorase a dar toros que se corran aquel día del grado en la plaza pública de esta ciudad”.
Pasaron los años y todo apunta a que en la Plaza Mayor de Lima el 27 de julio de 1622 se dio una corrida de toros para agasajar al nuevo virrey Diego Fernández de Córdoba, Marqués de Guadalcázar, el verdadero impulsor de los festejos taurinos en el Perú, pues en septiembre del mismo año volvieron a correrse toros: “Se hicieron fiestas reales de toros y cañas, y se convidó al Virrey, Audiencia y Universidad para que las viesen en las casas de Cabildo, cuyas galerías estuvieron ricamente colgadas y se dio colación a todos sus concurrentes y sus mujeres.
Salieron a caballo muchos caballeros ricamente vestidos a lo cortesano, con rejones en mano y llevando pajes de librea. En las ventanas, balcones, terrados y tablados de la plaza había gran concurso de gente y se jugaron veinte toros; los caballeros hicieron algunos lances y mostraron su bizarría”. Así que el periodo del Marqués de Guadalcázar se caracterizó por la celebración de las fiestas más suntuosas que acaso se celebraron en Lima hasta entonces. Y no tuvieron otro motivo que el regocijo por el nacimiento del príncipe Baltasar Carlos, infortunado hijo de Felipe IV.
La plaza de toros de Acho, coso taurino ubicado en Lima,  es la plaza de toros más antigua de América, y una de las más grandes del mundo, la más importante de las 56 plazas oficiales de toros con que cuenta dicho país, y considerada como una de las de mayor prestigio del continente americano. En ella se realiza anualmente la Feria del Señor de los Milagros, que reúne a las principales figuras del toreo.
En castellano la palabra acho, o mejor hacho, significa "sitio elevado cerca de la costa, desde donde se descubre bien el mar y en el cual solían hacerse señales con fuego".En sus primeros años, la plaza fue llamada indistintamente "del Hacho" o "del Acho". El cerro San Cristóbal, a cuyo pie se levanta esta plaza, sería entonces el Hacho de Lima (compárese con el Hacho de Ceuta).
Su construcción es de material noble, adobe y madera, habiendo sobrevivido a los terremotos  que ha sufrido la ciudad de Lima desde su construcción.
La plaza fue fundada el 30 de enero de 1766, durante el gobierno colonial del virrey Manuel de Amat y Juniet, siendo de más antigüedad la plaza de toros de Bejár y Zaragoza, en España. La plaza española de Sevilla inició su construcción en 1749, pero concluyó formalmente después de la de Acho.
El cartel de la corrida inaugural lo integraron Pisi, Gallipavo y Maestro de España. El primer toro lidiado fue Albañil Blanco, con divisa caña y rosado, de la hacienda Gómez de Cañete, propiedad del burgomaestre limeño, Agustín de Landaburu. A esta primera corrida de toros asistió el virrey Manuel de Amat y Juniet.
En 1945 fue remodelada, ampliándose su capacidad a trece mil espectadores, pero en desmedro de las dimensiones del ruedo, que dejó de ser el de mayor tamaño del mundo. La remodelación estuvo a cargo del ingeniero Francisco Graña Garland   
En sus exteriores, la Plaza de Acho presenta una forma circular, con una serie de portales rectangulares estrechos y altos que se suceden unos de otros, en grupos de 6, a lo largo del frontis del coso. En el interior del recinto y aún fuera del coso se ubican la capilla hacia el lado noreste, el desolladero al lado este, y los corrales hacia el lado norte. Posee una explanada en su lado oeste, conocida como Patio de Sombra, en donde se ubican el Museo Taurino, el Restaurante de la plaza, y una serie de obras escultóricas alusivas a figuras del toreo y personajes ligados a la tauromaquia, entre las que destacan esculturas de Victorio Macho, Miguel Baca Rossi y Raúl Franco Ochoa. 
Las graderías poseen 15 accesos o tendidos. Del tendido 2 al 7, las graderías pertenecen a Sombra, mientras que del tendido 9 al 15 pertenecen a Sol. Los tendidos 1 y 8 son Sol y Sombra, y sobre ellos se ubican el palco del juez de la plaza y el palco del Presidente de la República, respectivamente. Las graderías están rematadas por una arquería corrida de madera. El ruedo posee un diámetro de 60 metros (antes de la remodelación tenía 90), poseyendo 2 ingresos: la puerta de chiqueros (toril) y la puerta de cuadrillas (puerta grande).
Calificada como monumento histórico y ubicada junto al centro histórico de Lima, en el distrito del Rimac,  constituye además un atractivo histórico de la capital del Perú. En su recinto se realizan actualmente actos culturales de la más diversa índole, taurinos y no taurinos, durante los meses en que no se realiza la feria.  lanceador (una especie de rejoneador que mataba al toro con una lanza) el conquistador don Francisco Pizarro, aunque hay quienes afirman que quien actuó esa tarde fue su hermano Hernando Pizarro, hombre robusto y más joven que gozaba de ser un eximio caballista del virreinato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario