sábado, 16 de febrero de 2013

LOS AMBULANTES EN NUESTRA LIMA


Un amigo desde Lima me cuenta que el otro día a las cinco de la tarde, y al pasar por un local de esos que, en muchas zonas de Lima, tienen usos múltiples como vivienda, depósito, bodeguita y taller, vi que un hombre, de aspecto bastante sucio, sacaba de ahí una carretilla de ambulante.

Cargada como estaba de panes, embutidos y un depósito de algo como cebolla o salsa criolla, el hombre procedió a pasar un trapo, arrugado y también muy sucio, por encima y por los costados de la carretilla, en cuya parte posterior había un cartón viejo que cubría quizá alguna rotura.

Asombrado por lo que veía, entré a una bodeguita colindante a comprar un chocolate y a hacer algunas preguntas tontas, para poder apreciar mejor ese espectáculo deplorable, pues lo que el hombre se aprestaba a vender no eran objetos, sino alimentos.

El lugar de donde el ambulante sacaba la carretilla para vender butifarras era realmente un muladar: la puerta estaba carcomida y sucia, una especie de cortina abierta, de color rojo en sus orígenes dejaba ver en la penumbra un camastro, un mostrador con verduras marchitas y unas herramientas de zapatero.

Imagino que detrás de ese precario y estrecho dormitorio-taller-bodega-depósito habría otro ambiente donde el ambulante guardaba la carretilla, el pan y los insumos para preparar los alimentos que luego vendería en un parque o en una calle cualquiera.

La carretilla, por cierto, tenía una inscripción donde constaba que su dueño era miembro de una asociación autorizada por la municipalidad del distrito para la venta de alimentos. Es decir, que ese ambulante no era un vendedor clandestino, sino que, aparentemente, tenía sus papeles en regla.

¿Sabrán las autoridades que le dieron la autorización para vender alimentos las condiciones en que ese hombre hace su negocio? Si lo saben, ¿es posible que permitan vender alimentos que se almacenan y se preparan en un lugar totalmente insalubre? Y si no lo saben, ¿es justo que se autorice a alguien a vender alimentos y no se controle, periódicamente, la calidad de los mismos y la forma y el lugar donde se preparan?

¿Qué entidad es la encargada de sancionar esas omisiones municipales? ¿O es que la autonomía municipal permite que esas negligencias que van contra la salud pública queden impunes?

Leía hace poco que una de las enfermedades que más muertes causan en el Perú es el cáncer de estómago. Viendo a ese ambulante manipular alimentos para la venta nocturna de sándwiches, no es difícil imaginar cuántas infecciones, que luego derivan en enfermedades graves, transmite a diario con su mercancía. 


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