Después
de derrotar al Imperio Inca, en 1533,
los conquistadores españoles se estaban peleando entre si. La gente de
Francisco Pizarro pelea con de Diego de Almagro, Estaban en juego los
territorios atribuidos a cada cual. En 1538, Almagro fue capturado y ejecutado
por los partidarios de Francisco Pizarro. Los de Almagro se tomaron la venganza
tres años después asesinando a Francisco Pizarro. El capítulo siguiente fue una
guerra abierta en todo el Perú. Los almagristas
terminaron siendo derrotados, pero entonces sucedió algo que volvió a
teñir de negro el paisaje: en 1542 el emperador Carlos promulgo las Leyes
Nuevas, que reformaban el sistema de encomiendas y aumentaban la protección a
los indios. Los encomenderos del Perú se lo tomaron muy a mal y se rebelaron
contra el virrey Blasco Núñez. El líder de los rebeldes era nada menos que Gonzalo Pizarro, hermano del
conquistador. En 1546, los pizarristas apresaron y decapitaron al virrey Núñez.
Era una rebelión en toda regla. El emperador necesitaba mandar a alguien que
sofocara la revuelta y pusiera orden. Es entonces que envía al sacerdote Pedro
de la Gasca, que era un letrado con experiencia militar.
Pedro de
la Gasca, era muy pequeño de cuerpo, con extraña hechura, que de la cintura
abajo tenía tanto cuerpo como cualquier hombre alto y de la cintura al hombro
no tenía una tercia. Andando a caballo parecía aún más pequeño de lo que era
porque todo era piernas y de rostro era muy feo. Así describe a La Gasca, el
inca Garcilaso, que lo conoció, y añade: “Pero lo que la naturaleza le negó de los dotes del cuerpo se los dobló
en los del ánimo”. Porque, en efecto, el rasgo distintivo de La Gasca es una
rara combinación de inteligencia natural, sentido común, habilidad y
determinación. Y en grado sumo.
Nuestro
hombre, había nacido en 1493 en una familia hidalga de Navarregadilla, una
aldea de Ávila a dos pasos de Gredos. Como desde niño apuntaba una inteligencia
despejada, se le permitió estudiar bajo la protección de un tío suyo, el
licenciado del Barco. La carrera académica de La Gasca es brillantísima. Empezó
en la Universidad de Salamanca. Tanto destacaba que fue presentado al cardenal
Cisneros el gran cazatalentos de la época. Por recomendación de Cisneros
continúo sus estudios en Alcalá de
Henares: maestro en Artes y Licenciado en Teología. Cuando llegó la
guerra de las comunidades-las sublevaciones contra Carlos I, La Gasca abrazó el
partido del rey y combatió bajo sus banderas. Fue sólo un paréntesis porque
enseguida volvió a Salamanca para cursar Derecho Civil y Canónico. Obtuvo el
grado correspondiente a ambas materias y fue becado para estudiar en el Colegio
Mayor de San Bartolomé, el lugar donde se formaba la élite política de aquella España. Allí se licencio
en Cánones. Después se ordenó sacerdote. De entrada le nombraron canónigo de la
Catedral de Salamanca y juez vicario. Era un fuera de serie.
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