domingo, 5 de julio de 2015

DE COMO PALMA CUENTA SOBRE LA ASTROLOGIA EN EL PERÚ

Para los médicos, cirujanos, boticarios y barberos de Lima, eran en el siglo XVII, artículos de fe y parte integrante de la ciencia las supersticiones astrológicas. Dice Palma: “a la vista tengo un libro de 700 páginas en 4º, impreso en Lima por los años de 1660, y del que es autor Juan de Figueroa, fa miliar del Santo Oficio de la Inquisición, veinticuatro de Potosí y tesorero de la Casa de la Moneda de esta ciudad de los reyes, quien dedicó la abultada obra al virrey conde Alba de Liste. Titulase el librote La Astrología en la medicina”.
Según Figueroa, cuando el sol entra en el signo de Aries, la tísis está de plácemes y cuando domina Virgo abundan los tumores en el vientre. A Tauro le da el señorío  de los dolores de cabeza; a Cáncer, el de la sífilis; a Escorpión el de los reumatismos; a Piscis, el de las hidropesías; a Capricornio el de la icteria; y así cada signo del Zodiaco le adjudica el patronato de su dolencia.
Entre otras no menos peregrinas, invenciones, prohíbe hacer gargarismos o aplicarse un clister mientras Piscis no haya entrado  en cierta casilla que el autor señala en un planito por él ideado; y califica poco menos que de suicida al que toma un vomitivo o se hace sangrar cuando Marte se halla de visita en la casa de Mercurio.
Medicinarse estando el Sol y la Luma en conjunción es para que nuestro autor epilepsia segura; y en materias de sangrías y de ventosas, sólo las consienta cuando el sol se va acercando al mediodía.
El que enfermaba, aunque fuera de un dolor de muelas, cundo ciertos  signos que el apunta se hallasen de bureo en cierta casilla, no tenía otro remedio que mandar por mortaja  y cajón para hacerse enterrar.
Para tener larga cabellera había de hacérsela  cortar, estando la luna creciente en Virgo, y para conseguir que el pelo no creciera pronto, esperar a la luna menguante  en Libra. Las uñas deben cortarse estando la Luna en Tauro o en León.
Quien tuviese  las desgracia de engendrar un muchacho estando Venus , Marte, Saturno y Mercurio en determinada posición, no debía culpar más que a su ignorancia  en Astrología si el mamón resultaba (lo que no podía marrar, según Figueroa con joroba, seis dedos en la mano, como diz que los tuvo Ana Bolena, u otro desperfecto.
Engendrar bajo la influencia de tales o cuales astros era para que el muchacho saliese un facineroso, o, si era hembra el engendro, una pelandusca. En cambio, todo el que se sujetase a las reglas astrológicas tendría los hijos con  cualidades a medida del deseo. Por lo menos, serafines de altarcico.
Cuando de una mujer embarazada las pulsaciones de la mano derecha eran más vigorosas que las de la mano izquierda, sin género de duda que el fruto sería varón.
“No es cuento de que yo me eche a borronear carillas de papel, que con lo apuntado sobra para que el lector se forme concepto del libro, que tuvo gran boga en su tiempo, y que no había en Lima, casa de buen gobierno o de matrimonio bien avenido donde no hubiese un ejemplar más manoseado que la alfalfa espiritual para los borregos de Cristo y la bula de Cruzada”.
Esos eran tiempos en los que cuando uno se encontraba con un pelo en la sopa decía: “¡Demonios ¡, ¿de quién será esta hebra  de pelo?. “La conozco-contestaba de fijo un comensal- es de la hija de la cocinera, que es una muchacha muy guapa”. “¿De veras?. Pues me lo guardo”. Y limpiaba la hebra con una servilleta y se la guardaba en el bolsillo. Dicen los astrólogos que un cabello de buena moza trae ventura al poseedor.
Y tan rodeada de superticiones y pueriles prácticas  andaba la ciencia médica en Lima, que cuando el profesor de Anatomía se hallaba en el compromiso  de dar a sus discípulos lección sobre el cadáver en el anfiteatro, antes de esgrimir cuchilla y escalpelo, rezaba en unión de los presentes, una plegaria en latín por el alma del difunto.
La astrología médica tuvo también sus impugnadores, y el más enérgico fue don Juan Jerónimo Navarro, médico valenciano, que con el título “Disertación astronómica”, publicó a Lima, un interesante opúsculo, impreso en 1645.
Ocurrióle  al doctor Navarro (y precisamente esta ocurrencia fue la que impulso a escribir su Disertación) que habiendo recetado un purgante a uno de sus enfermos, que era un encumbrado personaje, negóse el boticario a despacharlo. Y no sólo se negó, sino que le escribió al enfermo la siguiente esquelita, que ad podem literae “copio del ya citado librejo”:
“Señor mío: Vuesa merced no siga el parecer del doctor, aunque el lo mande; porque mañana a las cinco es la conjunción, que si fuera por la tarde no correría vuesamerced, tanto riesgo. De más que hoy no he hecho purga ninguna, ni tal se puede hacer hasta que pase la conjunción. Vuesamerced vea lo que le parece, que a mí no mueve otra  cosa más que la conciencia. Guarde Dios a vuesamerced.
Combatiendo la escasa ignorancia y necedad del boticario, dice el doctor Navarro que acatar las supersticiones astrológicas, tan bien acogidas por el pueblo, no redunda sino en descredito del médico y regalos para curas y sacristanes.
Los deudos del finado, como era el cajón, se dividieron en bandos. Unos echaban pestes contra el boticario entrometido y “palangana”, y otros bufaban contra el galeno ignorantón. Este protestó más que el protestante inglés y acudió al protomédico solicitando que impusiera castigo severo al criticastro  de autorizada receta. El boticario,  contestando al traslado, puso al querellante de camueso y farfullero que no había por dónde cogerlo; y lo peor es que con el manipulador de píldoras, ungüentos  y jaropes hicieron causa camún los demás del gremio, entusiastas creyentes en la Astrología y sus maravillas, a pesar de que ya empezaba a popularizarse la redondilla que dice: “El mentir de las estrellas/ es muy seguro mentir,/ porque ninguno ha de ir/ a preguntárselo a ellas”.
Redondilla que en nuestro siglo ha sido reemplazada con esta otra de autor anónimo: “Sobre microbios mentir,/es mentir de gente sabia, pues se llega a conseguir/dejar a todos en Babia”.

El protomédico se vio en las delgaditas o en apuros para fallar. No se sentía con coraje para declararse contra las preocupaciones dominantes, y en tamaño conflicto cortó por lo sano, esto es, declinó de jurisdicción  enviando el proceso a Madrid, que fue como mandarlo al LIMBO. Por el vapor de la primera quincena del siglo entrante espero la sentencia del proceso.  

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