Los
domingos huelen a colegio. Sobre todo el último domingo de verano (que antes,
en mi época, era pegado a abril y hoy pegado a fregarte tu verano). En los
grisáceos años setentas, el asunto era peor: no había
acabado el sol y te enfundaban en el picoso pantalón de uniforme único y la
almidonada camisa blanca. Un proceso de allanamiento a la individualización, a
ser iguales ante la ley de la palmeta educativa.
La
educaión es un derecho universal de reciente factura. En la época de a colonia
era solo para unos cuantos privilegiados: peninsulares, la nobleza criolla e
indígena y para algunos mestizos pudientes. Más aún, los requerimientos eran
mayores: se exigía la limpieza de sangre, la legitimidad del nacimiento, buena
crianza y buenas costumbres. Y esto hasta bien entrada la república, también.
Los principales educadores en la Lima colonial
fueron los religiosos entre ellos los jesuitas.
El
Colegio del Príncipe para caciques nobles se ubicó donde hoy esta el colegio
Alipio Ponce en Barrios Altos: el Colegio
Real de San Felipe y San Marcos, frente a Bellas Artes en el jirón
Ancash, el Colegio Real de San Martín, en la manzana donde estaba el antiguo
Ministerio de Educación en la Avenida Abancay, y donde hoy se ubica el Ministerio Público (en los primeros ans de
la república se estableció en un área de ese desaparecido colegio, la escuela
Normal, primer instituto para formar educadores). Esto sin contar con otros
colegios en donde se formaban a los novicios y se continuaban los estudios mayores para los propios
religiosos.
Al
desaparecer los jesuitas por su expulsión se produce un vacio que se resuelve
fusionando algunos colegios para formar la institución que causaría más influjo
en nuestra vida republicana: el Real Convictorio de San Carlos (en la república
ya sin el Real). Este se ubicó en la desaparecida casa novicial jesuita, hoy la
casona de San Marcos. En 1840, al frente del colegio de los carolinos, se fundó
el Colegio Guadalupe (detrás de este gran edificio que fue el Ministerio de
Educación), el primer colegio fundado en a república y con espíritu laicista y
liberal a despecho del conservador San Carlos.
Un dato
curioso que salta a la vista es que todos estos colegios se ubicaron al este de
la Plaza Mayor. No he encontrado ningún
caso de algún colegio que se haya instalado
hacia el oeste (como si sucedió con los hospitales) hasta la mudanza del
Guadalupe en la avenida Alfonso Ugarte. Esto es importante porque marca una
especialidad y dinámica a una red de tránsito y de servicios colegiales que se
ubicó hacia este lado de la ciudad dándole una característica especial.
Este
dato quizás pueda servir a investigadores de la historia urbana de la ciudad
para establecer correlaciones, por ejemplo, con mercados, fondas, casas de
placer, etc. Tan solo la historia del convictorio como germen de la república
bajo la égida del sacerdote chachapoyano Toribio Rodríguez de Mendoza.
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