jueves, 2 de julio de 2015

DOMINGOS CON OLOR A CUADERNO NUEVO

Los domingos huelen a colegio. Sobre todo el último domingo de verano (que antes, en mi época, era pegado a abril y hoy pegado a fregarte tu verano). En los grisáceos  años  setentas, el asunto era peor: no había acabado el sol y te enfundaban en el picoso pantalón de uniforme único y la almidonada camisa blanca. Un proceso de allanamiento a la individualización, a ser iguales ante la ley de la palmeta educativa.
La educaión es un derecho universal de reciente factura. En la época de a colonia era solo para unos cuantos privilegiados: peninsulares, la nobleza criolla e indígena y para algunos mestizos pudientes. Más aún, los requerimientos eran mayores: se exigía la limpieza de sangre, la legitimidad del nacimiento, buena crianza y buenas costumbres. Y esto hasta bien entrada la república, también. Los  principales educadores en la Lima colonial fueron los religiosos entre ellos los jesuitas.
El Colegio del Príncipe para caciques nobles se ubicó donde hoy esta el colegio Alipio Ponce en Barrios Altos: el Colegio  Real de San Felipe y San Marcos, frente a Bellas Artes en el jirón Ancash, el Colegio Real de San Martín, en la manzana donde estaba el antiguo Ministerio de Educación en la Avenida Abancay, y donde hoy se ubica  el Ministerio Público (en los primeros ans de la república se estableció en un área de ese desaparecido colegio, la escuela Normal, primer instituto para formar educadores). Esto sin contar con otros colegios en donde se formaban a los novicios y se continuaban  los estudios mayores para los propios religiosos.
Al desaparecer los jesuitas por su expulsión se produce un vacio que se resuelve fusionando algunos colegios para formar la institución que causaría más influjo en nuestra vida republicana: el Real Convictorio de San Carlos (en la república ya sin el Real). Este se ubicó en la desaparecida casa novicial jesuita, hoy la casona de San Marcos. En 1840, al frente del colegio de los carolinos, se fundó el Colegio Guadalupe (detrás de este gran edificio que fue el Ministerio de Educación), el primer colegio fundado en a república y con espíritu laicista y liberal a despecho del conservador San Carlos.
Un dato curioso que salta a la vista es que todos estos colegios se ubicaron al este de la Plaza Mayor. No he encontrado  ningún caso de algún colegio que se haya instalado  hacia el oeste (como si sucedió con los hospitales) hasta la mudanza del Guadalupe en la avenida Alfonso Ugarte. Esto es importante porque marca una especialidad y dinámica a una red de tránsito y de servicios colegiales que se ubicó hacia este lado de la ciudad dándole una característica especial.

Este dato quizás pueda servir a investigadores de la historia urbana de la ciudad para establecer correlaciones, por ejemplo, con mercados, fondas, casas de placer, etc. Tan solo la historia del convictorio como germen de la república bajo la égida del sacerdote chachapoyano Toribio Rodríguez de Mendoza.  

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