viernes, 3 de julio de 2015

FRANCISCA ZUBIAGA DE GAMARRA “ LA MARISCALA”

Francisca Zubiaga y Bernales, había nacido el 11 de septiembre de 1803 en Salvador de Oropesa, en la Provincia del Cuzco y murió en Valparaíso Chile el 8 de mayo de 1835, esposa del presidente Agustín Gamarra que fue conocida como "La Mariscala" o "Doña Pancha". Tuvo fama de mujer valerosa e intrépida. Acompañó a su esposo en la invasión peruana de Bolivia (1828) y lo apoyó durante su primer gobierno (1829-1833); derribó al vicepresidente Antonio Gutiérrez de la Fuente, acusándolo de conspirador (1831); y coadyuvó al golpe de estado del general Pedro Pablo Bermúdez  (1834). Y finalmente, tras la derrota de sus partidarios, huyó a Chile, donde falleció víctima de una enfermedad.
Fue hija del contador español de origen vizcaíno, Antonio de Zubiaga, y de la dama cuzqueña Antonia Bernales. Desde temprana edad sintió vocación religiosa, por lo que sus padres autorizaron su ingreso a un convento (1815), pero extremó las penitencias hasta caer enferma, por lo que debió retornar al hogar (1820). No es una aventurera, como la Monja Alférez
En medio de la efervescencia de la guerra emancipadora, su padre decidió volver a España, dejándola a ella y a sus hermanas en el Monasterio de la Encarnación. En esas circunstancias, se vinculó sentimentalmente con el prefecto del Cusco, general Agustin Gamarra, con quién se casó en Zurite en 1825. Se dice que, además del amor, fue movida por el atractivo del poder. Cuando el Libertador Simón Bolívar llegó a la ciudad el 25 de junio de 1825, doña Francisca fue la encargada de ceñir en las sienes del Libertador una corona de oro, pero él mismo decidió que ella fuese la que llevara la corona.
En una carta de setiembre de 1826 del general Antonio José de Sucre a Bolívar, se lee lo siguiente:
"Antes de que olvide, le diré que Gamarra es acérrimo enemigo de usted; procuré indagar los motivos, y por un conducto muy secreto, supe que sobre su aspiración a la Presidencia, añadía como pretexto, que habiéndole hecho tantos obsequios en el Cuzco, la enamoró la mujer; que esta misma se lo ha dicho... Aunque doña Pancha es muy buena pieza y que realmente ha hecho esta declaración, no sé la verdad". (Cita de Jorge Basadre)
Francisca Zubiaga, ganó fama de mujer valerosa al acompañar a su marido en la expedición a Bolivia de 1828. La tradición cuenta que iba montada a caballo, armada y luciendo traje militar, y que ella misma dirigió la toma del pueblo de Paria y asistió a las conferencias que su esposo sostuvo con jefes bolivianos. Cuando Gamarra llegó a la presidencia en 1829, tuvo entonces la ocasión de disfrutar del poder a plenitud, siendo llamada “la presidenta”. También era llamada “La Mariscala”, ya que su esposo fue investido con el rango de Mariscal, apelativo que se perpetuaría.
En 1831, luego de que Gamarra partiera al sur con el fin de afrontar un conato de conflicto con Bolivia, quedó como encargado del mando el vicepresidente Antonio Gutiérrez de Fuente. La Mariscala acusó a este personaje de conspirar contra su esposo y encabezó una asonada en su contra. Ella misma dirigió a las tropas que persiguieron a La Fuente por las azoteas del vecindario de Lima, hasta que el fugitivo halló refugio en un buque extranjero anclado en el Callao. Sin embargo, se dice que la verdadera causa del derrocamiento de La Fuente fue que éste había dado una medida liberalizadora del comercio de harinas, que afectaba los intereses económicos de doña Francisca. Sea como fuese, este episodio cimentó aún más la leyenda de La Mariscala.
Cuenta el viajero estadounidense Ruschenberger (1832) que "la presidenta, como es ella llamada (...), dispara la pistola con gran precisión en el tiro, maneja la espada con mucha agilidad y es un arriesgado e intrépido jinete". Se hizo fama de mujer soberbia e intolerante, tras ordenar que un piquete de soldados apalease al editor de El telégrafo de Lima, Juan Calorio, conocido opositor, el 26 de noviembre de 1832. Como testimonia el cronista viajero francés conde de Sartiges (1833), la propia Mariscala se encargó de azotar, durante un sarao en Palacio de Gobierno, a un oficial edecán que se jactaba de haber merecido sus favores.
A fines de 1833, Gamarra intentó imponer a toda costa como su sucesor al general Pedro Pablo Bermúdez y azuzó a sus partidarios a hostilizar al nuevo presidente provisorio elegido por la Convención Nacional, el general Luis José Orbegoso y Moncada. Siguiendo las directivas de Gamarra, Bermúdez se autoproclamó en Lima Jefe Supremo el 4 de enero de 1834, mientras que Orbegoso se refugiaba en la Fortaleza del Real Felipe del Callao. Los gamarristas intentaron sin éxito tomar dicha fortaleza, mientras que en Lima el pueblo organizado en milicias enfrentaba a los golpistas, en las memorables jornadas cívicas del 28 al 29 de enero. Providencialmente, Bermúdez, sitiado en Palacio de Gobierno, fue salvado por la llegada de tropas procedentes del Callao al mando de La Mariscala, que rescataron al caudillo y lo condujeron hacia la sierra. Se dice que en esta ocasión, La Mariscala recorrió impávida las calles de Lima, montada a caballo y cubierta con una capa azul y con bordados de oro, disparando e incitando a sus hombres a no cejar en la lucha.
La guerra civil culminó con el abrazo de Maquinhuayo. En Arequipa, los gamarristas tuvieron que hacer frente a una revuelta militar a favor de Orbegoso, cuyo cruento resultado excitó la ira popular. Gamarra pudo huir a Bolivia, mientras que doña Francisca, disfrazada de clérigo, logró escapar de la furia del populacho saltando desde la azotea de su casa hasta un patio vecino. Luego se embarcó en Islay (puerto de la costa arequipeña), a bordo de un buque inglés, que enrumbó al Callao.
Perdido el poder de antaño, camino al exilio, conoció en junio de 1834, en el Callao, a la escritora Flora Tristán, quien rememoró el encuentro en sus Peregrinaciones de una paria (1838). Allí trazó el siguiente retrato de La Mariscala:
"Era de mediana talla y fuertemente constituida, a pesar de haber sido muy delgada; su figura no era en verdad bella, pero, si se juzgaba por el efecto que producía en todo el mundo, sobrepasaba a la mejor belleza. Como Napoleón, el imperio de su belleza estaba en su mirada, cuánta fuerza, cuánto orgullo y penetración; con aquel ascendiente irresistible ella imponía el respeto, encadenaba las voluntades, cautivaba la admiración.. Su voz tenía un "sonido sordo, duro, imperativo"( Flora Tristán, "Peregrinaciones de una paria")
Del Callao, La Mariscala viajó a Valparaíso, donde murió pobre y enferma de tuberculosis, el 8 de mayo de 1835. Antes de morir dispuso que se le extrajera su corazón para enviárselo a su esposo.
VALDELOMAR Y “LA MARISCALA”.- Después de su estancia en Italia, Valdelomar retornó a Lima y empezó a laborar como secretario del notable polígrafo e historiador peruano José de la Riva-Agüero y Osma (1914). De tan provechosa influencia humanística nació en Valdelomar el interés en profundizar más en la historia del Perú, lo que lo llevó a descubrir personajes verdaderamente novelescos. Sobre todo le llamó la atención la vida de Francisca Zubiaga de Gamarra, a quién la historia conoce con el sobrenombre de "la mariscala" por sus proezas personales y sus viriles intromisiones en cuarteladas y revueltas de los primeros años de la República peruana. A tan fascinante personaje ya había dedicado varias páginas la escritora Flora Tristán en “Peregrinaciones de una paria”. Todo ello, sumado a sus contactos con parientes vivos tanto del mariscal Gamarra como de “doña Pancha”, hizo nacer en Valdelomar la idea de escribir una biografía novelada, proyecto en el que fue alentado por el mismo José de la Riva-Agüero y Osma. En la tarea de reunir materiales para su redacción, Valdelomar apeló a testimonios escritos y orales, editados e inéditos.
La mariscala es el título de una obra literaria que escribió en 1915 Abraham Valdelomar. Es una biografía novelada de Francisca Zubiaga y Bernales, la famosa “Mariscala”, esposa del Gran Mariscal del Perú don Agustín Gamarra, figuras ambas de la política peruana de los primeros lustros de la República (décadas de 1820 y 1830).
La versión dramática de “La mariscala” fue compuesta por Abraham Valdelomar y José Carlos Mariategui (apodados Conde de Lemos y Juan Croniqueur, respectivamente). Según reza en el pie del título, era un “poema dramático… escrito para la Compañía Mario Padín, y para su representación en el teatro Municipal”, hoy Teatro Segura. Constaba de un prólogo y seis jornadas, pero debido a que no fue editada en su momento como libro formal, su texto ha llegado hasta nosotros de manera fragmentada. Algunas escenas fueron divulgadas por el diario El Tiempo (Lima, 4 de septiembre de 1916).
También fue motivo de una opereta de César Miró y Luis Pacheco de Céspedes ("La Mariscala", 1942); y de una biografía novelada de Carlos Neuhaus (Pancha Gamarra, La Mariscala, 1967).
Una versión teatral de esta misma obra y con el mismo título compuso Valdelomar en colaboración de José Carlos Mariátegui (Lima 1916).
La obra fue impresa en los Talleres Tipográficos de la Penitenciaría de Lima, con 119 páginas y a dos colores, apareció en enero de 1915, aunque la carátula está fechada en 1914. Fue el primer libro formal publicado por el autor, que hasta entonces había dado a la luz sus crónicas, cuentos y poemas solo a través de la prensa. La portada del libro está impresa en caracteres antiguos, imitando la de los libros coloniales y dice así:
LA MARISCALA/. Doña Francisca Zubiaga y Berna-/ les de Gamarra, cuya vida refie-/ re y comenta Abraham Valdelo-/ mar, en la Ciudad de los Reyes/ del Perú-MCMXIV. Impreso en los talle-/ res tipográficos de la/ Penitenciaría: Lima,/ MCMXIV.
El autor lo dedicó a José de la Riva Agüero y Osma, a la ciudad del Cuzco, la patria de Gamarra y de “la mariscala”.

Según el escritor Luis Alberto Sánchez, el libro “es una pequeña obra maestra, insólita en un principiante —pues lo era— de veintiséis años.”1 Destaca la gran fuerza narrativa del relato, que ratificaba la calidad indiscutible que ya había demostrado el autor con sus cuentos “El caballero Carmelo” y “El vuelo de los cóndores”, publicados poco tiempo atrás. Sin embargo en el plano puramente historiográfico no le ve ningún mérito ni aporte. De similar opinión es Jorge Basadre, quien textualmente dice que la obra es un “ensayo honesto en su propósito, bello en su estilo, aunque a veces excesivo en sus alardes retóricos y débil en su documentación, si bien acertado por redescubrir esta interesante figura republicana (la de “la mariscala”). 

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